Ensayo: Animagia

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Harry Potter and the Half-Blood PrinceEl día de hoy les presentamos el primer ensayo ganador en nuestro concurso de ensayos. Este ensayo se titula Animagia y fue escrito por Aura Zephyr. Pueden leerlo a continuación:

Animagia

El anhelo humano por tener forma animal

Puede que la primera vez que un humano deseara ser un animal fuera viendo volar a las aves en el cielo y sintiera el anhelo de saber qué se siente ver el mundo desde arriba. Puede que otros –más preocupados por las necesidades apremiantes de la alimentación- desearan tener la fuerza del oso, la rapidez del guepardo, la astucia del zorro, la eficacia del trabajo en equipo del lobo.

Sea la razón que sea, es un hecho que este anhelo por tener forma animal data desde antiguo en la humanidad. Cuando J. K. Rowling introdujo en sus novelas de Harry Potter a magos capaces de transformarse en animales, se basó en este viejo deseo latente en el inconsciente humano de todas las culturas del mundo. Si bien, ella no fue la primera escritora que inventó personajes capaces de esta transfiguración, sí es cierto que le dio un nombre apropiado a esta capacidad mágica, la llamó muy acertadamente como Animagia.

Es indudable que el hecho de crear una escuela para magos y brujas tuvo que motivarla a crear este concepto, ya que está presente en su novela como un tema de estudio de la asignatura de Transformaciones del colegio. Y no sólo está presente en teoría sino también en la realidad práctica de la ficción del mundo pottérico. El primer personaje mágico que aparece en la saga de Harry Potter es capaz de hacer que su propio cuerpo adopte una forma animal: la profesora Minerva McGonagall transformada en una gata en Harry Potter y la Piedra Filosofal. A un mago o bruja con este tipo de poder se le llama Animago.

De ahí en adelante, Rowling nos presentará a algunos otros Animagos, aunque siempre advertirá, por intermedio de sus propios personajes, que éste no es un poder habitual entre los magos. De hecho a pesar de escribir novelas en donde existe una cantidad enorme de magos, el número de éstos que además son capaces de experimentar la Animagia, es muy escasa. Esto puede deberse a dos razones:

Que el proceso de transformación sea muy complicado y peligroso para el propio mago.

Que existe un reglamento estricto para convertirse en Animago, para lo cual se requiere un permiso de las autoridades del mundo mágico.

Todo lo cual se deduce de las palabras de Hermione Granger en Harry Potter y el prisionero de Azkaban:

—Porque si Peter Pettigrew hubiera sido un Animago, la gente lo habría sabido. Estudiamos a los Animagos con la profesora McGonagall. Y yo los estudié en la enciclopedia cuando preparaba el trabajo. El Ministerio vigila a los magos que pueden convertirse en animales. Hay un registro que indica en qué animal se convierten y las señales que tienen. Yo busqué “Profesora McGonagall” en el registro, y vi que en este siglo sólo ha habido siete Animagos. El nombre de Peter Pettigrew no figuraba en la lista.

Lo cual es ratificado por las palabras de Remus Lupin al respecto:

… porque la transformación en Animago puede salir fatal. Es la razón por la que el Ministerio vigila estrechamente a los que lo intentan.

Estas son las explicaciones que nos da la autora ante el hecho de que existan tan pocos magos que tengan la habilidad manifiesta de transfigurarse en animales. La lista total de estos magos y brujas en el universo potterico serían:

  • Minerva McGonagall: Se convierte en gata atigrada con las marcas de sus anteojos en el rostro. Animaga registrada.
  • Peter Pettigrew: Se convierte en una rata común. Animago no registrado.
  • Sirius Black: Se convierte en un gran perro negro. Animago no registrado.
  • James Potter: Se convierte en un ciervo. Animago no registrado.
  • Rita Skeeter: Se convierte en un escarabajo. Animaga no registrada.
  • Seis animagos más registrados en el Ministerio de la Magia.

Como se aprecia, esto representa una cantidad ínfima ante el gran número de brujas y magos ingleses existentes en el mundo de sus novelas.

Rowling parece tener una razón más personal para hacer tan difícil la Animagia. No sólo por el peligro que entrañaría para la misma persona -sólo hay que pensar en los cazadores humanos que podrían llegar a matar a un Animago sin saberlo, por confundirlo con un simple animal y no saber que se trata en realidad de una persona- sino que también considera que habría que tener precaución con el animal en que uno se transforma. Esto nos lo advierte en palabras de Albus Dumbledore :

Aquellos pocos Animagos que se transforman en criaturas aladas pueden disfrutar del vuelo, pero son una rareza. Cuando una bruja o un mago se ven transformados en murciélago, puede volar, no obstante, al tener cerebro de animal, casi siempre olvidan adónde querían ir tan pronto como aprenden el vuelo.

Este párrafo escrito en Quidditch a través de los tiempos, nos da cuenta de la poca confianza que tenía la autora -en aquellos tiempos- a la utilidad de convertirse en animal, al menos en alguno con un cerebro no muy desarrollado. Es obvio que después sostiene la teoría contraria, es decir, que el Animago conserva sus facultades cognoscitivas humanas más allá de las limitaciones mentales animales. Sirius Black conservaba su identidad a pesar de estar convertido en perro, aunque él mismo notaba que sus pensamientos eran “menos complejos” que los pensamientos humanos. De la misma manera, nadie podría decir que Rita Skeeter dejara de saber que espiaba a los demás por estar convertida en escarabajo… Muy por el contrario, ambos continuaban comprendiendo el lenguaje humano y recordando todo lo vivido durante el tiempo en que fueron animales.

Es por este motivo –la persistencia de la inteligencia humana- que además considera un peligro para la sociedad en su conjunto la existencia de muchos Animagos. En particular le preocupa el mal uso que estos magos puedan dar a su habilidad. Esto lo pone de manifiesto, una vez más, en palabras de Dumbledore, esta vez en Los Cuentos de Beedle el Bardo, en las notas que escribió sobre el relato de Babbitty Rabbitty y su Cepa Carcajeante:

Los Animagos constituyen una pequeña parte de la población mágica. Conseguir una transformación perfecta y espontánea de humano a animal requiere mucho estudio y mucha paciencia, y la mayoría de los magos y brujas considera que hay cosas mejores en que emplear el tiempo. Por supuesto que la aplicación de ese talento está limitada a circunstancias en que uno tenga una gran necesidad de disfrazarse u ocultarse. Por ese motivo, el Ministerio de Magia ha insistido en crear un registro de Animagos, pues no cabe duda de que esta clase de magia resulta de mucha más utilidad para las personas que se dedican a actividades subrepticias, clandestinas o incluso criminales.

Queda bastante claro en este párrafo el porqué Rowling le impuso tantas restricciones a la Animagia. Es evidente que una libertad absoluta para la transfiguración en animal atentaría contra su idea de un mundo mágico reglamentado, ordenado y, hasta cierto punto, controlable (a pesar de que ese mundo –en el período que comprende la trama de sus novelas- se vea envuelto en una guerra, lo cual sería más bien un estado transitorio).

Sin embargo, al limitar la cantidad de animagos, J. K. Rowling se aleja de la concepción que la mayoría de los autores de novelas de fantasía tienen al respecto. Y esta puede ser otra de las razones por las que tuvo que inventar el término “animago”, pues en el género fantástico mago y animago tienden a ser lo mismo. La gran parte de los autores de estas ficciones suelen tomar uno de dos caminos:

  • Todos los magos pueden convertirse a voluntad en animales.
  • Ninguno puede transformarse.

Es así por ejemplo que en las novelas de David Eddings, Las Crónicas de Belgarath y Las Crónicas de Mallorea, todos los hechiceros existentes pueden convertirse en animales a su antojo. De la misma manera en las obras en que el hechicero Merlín puede transformarse, también lo pueden hacer otros magos o brujas –como ocurre en la obra de T. H. White, El que fue y será rey-, pero en aquellas novelas en que éste no goza de esta habilidad, entonces ningún otro hechicero puede hacerlo.

Pero Rowling, no sólo rompe con el género de fantasía al hacer de la animagia un poder poco común entre los magos, sino también con otro de sus cánones: “un mago puede transformarse en cualquier animal que desee”. Para ella, un mago sólo puede transformarse en un único animal, es decir, una vez que el animago logra convertirse por primera vez en un determinado animal ya no puede convertirse en ningún otro. Es así que Sirius Black sólo podía convertirse en un perro negro y no podía transformarse en otro animal ni siquiera cambiar su color. Esto es algo que tal vez la autora no haya aclarado expresamente en los libros [ignoro si lo ha hecho en entrevistas], pero que se deduce muy fácilmente del hecho que sabiendo Sirius que puede ser reconocido en su forma animal por los Mortífagos -en Harry Potter y la Orden del Fénix-, no hace nada por cambiar su apariencia cuando acompaña a Harry a la estación de trenes de King’s Cross. A favor de esta deducción también está el hecho que en el registro de animagos del Ministerio, el mago o bruja debe decir no sólo en qué animal se convierte sino que debe especificar además también los detalles y características de su forma animal: tamaño, color, manchas, etc.

Como digo esto es inusual en la mayoría de la literatura fantástica. En la obra de T. H. White llamada El que fue y será rey, Merlín puede transformarse en diversos animales. Es famosa la escena de “La espada en la piedra” (primer libro de los cuatro en que se divide la obra mencionada anteriormente) en donde Merlín se enfrenta en un duelo de magos contra su enemiga Madame Mim, en el cual ambos se transforman sucesivamente en distintos animales (escena ampliamente conocida por la película de Disney del mismo nombre).

Otro ejemplo es una escena de El Silmarillion de J. R. R. Tolkien. En ella Sauron, un secuaz del Señor Oscuro Morgoth, se convierte en un gran licántropo para enfrentarse al perro Huan de Valinor y apresar a la elfa Lúthien:

Pero ni la brujería ni el hechizo, ni el colmillo ni el veneno, ni la habilidad demoníaca ni la fuerza bestial podían superar a Huan de Valinor; y apresó a su enemigo por el cuello y dio con él por tierra. Entonces Sauron mudó de especto: de lobo se convirtió en serpiente, y de monstruo volvió a la forma de costumbre; pero no podía deshacerse de los dientes de Huan sin abandonar el cuerpo por completo. [Después Lúthien le dirige terribles amenazas y lo insta a que le ceda la posesión de su torre.]

Entonces Sauron se rindió, y Lúthien tomó posesión de la isla y de todo cuanto allí se encontraba; y Huan lo soltó. Y en seguida Sauron tomó la forma de un vampiro, grande como una nube oscura sobre la luna, y huyó, goteando sangre del cuello sobre los árboles, y fue a Taur-un-Fuin, y vivió allí, llenando el sitio de horror.

Para un autor de fantasías debe ser difícil resistir la tentación de dotar a sus personajes con esta habilidad de cambiar de forma. David Eddings es otro ejemplo de esto, pues los magos de sus novelas pueden adoptar variadas formas animales, aunque por lo general tengan alguna favorita. La hechicera Polgara suele convertirse en una lechuza blanca, pero si es necesario puede transformarse de la misma manera en un halcón o en un lobo. El hechicero Belgarath tiene como forma preferida la del lobo, pero si tiene que cruzar el mar se convierte en halcón o si lo requiere en pez. La elección del cambio está dada por las circunstancias, no por la naturaleza del mago. La clara predisposición a convertirse en ave es simplemente por ser la manera más rápida de trasladarse de un lugar a otro.

Varias leyendas antiguas nos hablan de los sucesivos cambios de formas de los magos. Para muestra citaré la leyenda celta del nacimiento de Taliesin, personaje que para algunos se trataría del propio Merlín y para otros sería su padre. En ella la hechicera Ceridwen hace una poción que otorgaría el awen, es decir, el don de la videncia y de la inspiración, a uno de sus hijos. Pero el joven Gwion es el que la bebe y obtiene los poderes. En virtud de su “visión” el joven sabe que la hechicera lo perseguirá para matarlo:

… así que usando su capacidad de cambiar de forma se transformó en liebre y huyó velozmente, pero Ceridwen, al darse cuenta de lo sucedido, le persiguió en forma de galgo. Gwion entonces se convirtió en pez, pero ella se transformó, a su vez, en nutria. Él se hizo pájaro, y ella halcón. Entonces Gwion se convirtió en un grano más de trigo en un granero; ella, sin embargo, convertida ya en gallina negra, lo engulló.

Este grano de trigo engullido logró preñar el vientre de la hechicera, quien a los 9 meses dio a luz a un bebé de gran belleza…” [Extraído del blog Leyendas Paganas.]

A ese niño le colocaron el nombre de Taliesin, sin embargo, sería el mismo Gwion de la historia, el cual sólo se habría transformado en otro ser físico más no en espíritu. Por supuesto que esta última parte se desmarca de la animagia propiamente tal; lo importante eran las consecutivas transformaciones de ambos magos en la persecución.

Con todos estos ejemplos queda claro que J. K. Rowling se alejó bastante del clásico paradigma literario de los animagos (utilizo aquí el término acuñado por ella). Lo cual no es intrínsecamente bueno ni malo, simplemente fue original.

Acerca de la transformación misma del mago, podemos leer la descripción de Pettigrew al destranformarse en la Casa de los Gritos en Harry Potter y el Prisionero de Azkaban:

Hubo otro destello cegador y entonces…

Fue como ver la película acelerada del crecimiento de un árbol. Una cabeza brotó del suelo. Surgieron las piernas y los brazos. Al cabo de un instante, en el lugar de Scabbers se hallaba un hombre, encogido y retorciéndose las manos.

La verdad sea dicha, Rowling no fue muy pródiga en hablar sobre el método de los animagos para la transformación en animal, ya que simplemente se limita a mencionar el acto al producirse.

Tal vez se deba al hecho de que su personaje principal, Harry Potter, nunca hizo ningún intento por convertirse en animago y por ello no pensó en esto.

Como sea, la situación es que, a pesar de ser la animagia una materia de estudio en la asignatura de Transformaciones, la autora no nos brinda ninguna explicación sobre cómo se transforman los magos en animales. Es posible que subsane este olvido en la próxima obra que está escribiendo.

Mientras tanto, podemos llenar ese vacío narrativo con la descripción que nos brinda David Eddings en El Castillo de la Magia, Tomo 4 de Las Crónicas de Belgarath. En una de las escenas el hechicero Belgarath trata de enseñarle a su nieto Garion cómo convertirse en lobo:

… Aquí está bien —decidió Belgarath mientras detenía su caballo y desmontaba junto a un bajío poco profundo, al otro lado de la colina. El bajío estaba cubierto de hierba verde y primaveral—. El truco consiste en formar la imagen del animal en la mente —explicó Belgarath—, hasta el más mínimo detalle. Luego uno dirige la fuerza del poder hacia el interior, hacia uno mismo, y se transforma, metiéndose en la imagen. —Garion frunció el entrecejo, sin comprender—. Si intento explicarlo con palabras, tardarás demasiado en comprenderlo —dijo Belgarath—. Observa bien, y hazlo con la mente además de con los ojos.

De repente, la imagen del enorme lobo gris que Garion había visto alguna vez cobró forma en su mente y pudo ver con claridad el hocico jaspeado y el collarín de piel plateada. Entonces sintió la familiar agitación y oyó el ruido de rugidos en su mente. Por un instante, la imagen del lobo se mezcló de forma extraña con la del propio Belgarath, como si ambas intentaran ocupar el mismo espacio. Luego Belgarath desapareció y sólo quedó el lobo.

Seda silbó y sujetó con fuerza las riendas de los inquietos caballos.

Belgarath volvió a transformarse en el anciano de aspecto vulgar, con la túnica marrón rojizo y la capa gris con capucha.

—¿Lo entiendes? —le preguntó a Garion.

—Eso creo —respondió Garión, no muy convencido.

—Inténtalo. Yo te guiaré paso a paso.

Garion comenzó a formar la idea mental de un lobo.

—No olvides las uñas —le dijo Belgarath—. Aunque no lo parezcan, son muy importantes. —Garión agregó las uñas—. El rabo es muy corto —El joven lo arregló—. Ahora está bastante bien. Métete dentro —Garion lo intentó empleando su poder—. Transfórmate –le dijo el hechicero.

Tuvo la impresión de que su cuerpo se deshacía, se movía, se modificaba hasta convertirse en la imagen del lobo que había formado en su mente. Cuando la agitación desapareció, se encontró a sí mismo sentado sobre las patas traseras, jadeante. Se sentía muy raro.

—Levántate y deja que te vea —le dijo Belgarath.

Garion se incorporó sobre sus cuatro patas. Tener rabo era una experiencia muy extraña.

—Has hecho las patas traseras demasiado largas —observó Belgarath con aire crítico.

Garion quiso responderle que era la primera vez que lo hacía, pero su voz brotó como una extraña serie de gemidos y aullidos.

—Para ya —gruñó Belgarath—. Pareces un cachorro. Vuelve a transformarte.

Garion lo hizo.

—¿Adonde va a parar la ropa? —preguntó Seda con curiosidad.

—Está con nosotros —respondió Belgarath—, pero al mismo tiempo no lo está. En realidad es bastante difícil de explicar. Una vez, Beldin intentó averiguar el lugar preciso adonde iba la ropa. Él cree que tiene la respuesta, pero yo nunca alcancé a comprender su teoría. Beldin es mucho más inteligente que yo y sus explicaciones suelen ser algo extravagantes. De todos modos, cuando regresamos a nuestra forma original, la ropa está igual que antes.

Antes que nada, aclaro que Seda es un compañero de viaje y Beldin es otro hechicero.

Como se puede apreciar, este texto nos explica dos incógnitas para nosotros.

  • Cómo hace el mago para transformarse en animal, en otras palabras, cuál es la técnica que utiliza para lograrlo.
  • Qué ocurre con las ropas del mago mientras aquél está transformado en animal. Aunque esto no es respondido claramente, hay una contestación que satisface mínimamente.

No sabemos si J. K. Rowling tenga una concepción parecida a la de Eddings, respecto a estos puntos, o si difiere de ella. Me parece a mí que no sería distinta, ya que no contradice nada que pudiera haber manifestado en sus novelas. La transformación en animal es un acto instantáneo para el mago —al menos una vez aprendido— y tampoco requiere de la posesión de una varita. Sólo hay que recordar que Sirius Black no tenía varita en Azkaban y aún así se pudo escapar de ese lugar convirtiéndose en su forma de perro negro.

En cuanto al detalle de la ropa, es evidente que ambos autores concuerdan en que el mago no las pierde al transformarse. Es indiscutible que ni Black ni Pettigrew volvían a su forma humana sin su vestimenta.

Esperemos que en el futuro estas interrogantes puedan ser respondidas por la misma autora.

Para concluir, quisiera reiterar que J. K. Rowling, a pesar de alejarse de ciertas características que suele tener en el género fantástico el tema de la transformación de humano a animal, aportó ampliamente a él. Le dio un gran nombre —Animagia— y generó un tipo especial de hechiceros —los animagos— con un poder distinto al común de los magos de su mundo. Las limitaciones, reglas y características propias que le impuso, sólo lograron hacer más original su mundo, más ordenado y hasta más real, pero sin perder el encanto que tiene toda historia mágica.

Sin duda que por ello, la saga de Harry Potter constituye en su conjunto un gran aporte para la literatura en general y no sólo para el género fantástico. Además de incrementar el acervo de fantasías de millones de personas en todo el mundo. Y cumplir, aunque sea en el dulce momento de la lectura, con ese antiguo anhelo de tener forma animal.

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Autor Aura Zephyr

Blogger, enamorada de los libros y de las peliculas de aventuras y de fantasía épica.

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