Escenas Eliminadas II: Lo que No Vimos en ‘Las Reliquias’

-Eso era lo único que necesitaba oír –susurró ella, y de pronto lo besó como nunca hasta entonces.

Harry le devolvió el beso y sintió una felicidad que no podía compararse con nada, un bienestar mucho mayor que el producido por el whisky de fuego. Sintió que Ginny era lo único real que había en el mundo: Ginny, su contacto, una mano en su espalda y la otra en su largo y fragante cabello…

De repente se abrió la puerta y ambos se separaron dando un respingo.

-Vaya –dijo Ron con tono significativo-. Lo siento.

Definitivamente, disfruté viendo Las Reliquias I. Me asusté cuando la pantalla se queda negra dentro de las fauces de Nagini, reí, lloré… Sí, lloré, lloré mucho y no fui la única. Creo que, para Las Reliquias II, Warner debería regalar chalecos salvavidas promocionales. Claro que hubo cosas que me gustaron más que otras. Las interpretaciones me encantaron, y la edición fue lo que más me decepcionó. Espero que subsanen los fallos para la segunda entrega.

Fue interesante comprobar cómo ha crecido la generación P. A lo largo del fin de semana, el público que asistía a las salas se iba haciendo más heterogéneo en cuanto a edades, pero, en el primer pase, todo era generación P. ¿Quién si no iba a salir corriendo del instituto o de la universidad e iba a sustituir su almuerzo por palomitas y chocolatinas? La generación P ha crecido con Harry Potter. Son como aquella chica de la anécdota que contó J. K. Rowling en el programa de Oprah Winfrey. La muchacha la vio por la calle y le dijo: “Señora Rowling, usted es mi infancia”. Son aquellos que, ante cualquier encrucijada de la vida, se preguntan qué habrían hecho Harry, Ron, Hermione o Luna en la misma situación. Una generación que tiene mucho que aportar a un mundo en período de transición y cambio. Una generación con valores y principios que ya quisieran poseer muchos de esos adultos gruñones que están siempre criticando a la juventud al estilo de tío Vernon.

Ya he dicho que disfruté mucho con la película; pero, ¡ay!, por mucho que a los fans nos gusten las películas de nuestra saga favorita, siempre salimos del cine pensando en aquel momento o en aquella frase que leímos, que tanto nos gustó y que no hemos podido ver. El fragmento del “regalo de cumpleaños” de Ginny a Harry es uno de mis preferidos. Sería difícil poner en imágenes las sensaciones que Rowling describe con tanta maestría:

A Harry le habría gustado cerrarles la puerta en las narices, pero era como si una fría corriente de aire hubiera entrado en la habitación y aquel magnífico instante se había desvanecido como una pompa de jabón. Todas las razones que lo habían decidido  a poner fin a su relación con Ginny y mantenerse alejado de ella parecían haberse colado en la habitación junto con Ron, y aquella feliz dicha lo abandonó.

Bonito símil el de la pompa de jabón. ¿A quién no le ha ocurrido? ¿Quién no ha sentido nunca que un instante de fugaz felicidad se pinchaba con un ¡plof! como el de una burbuja? También eché en falta la despedida de los Dursley. Desde el primer libro, Rowling establece un paralelismo entre Dudley y Malfoy, y ambos nos demuestran, conforme avanza la historia, que somos libres de elegir nuestro camino y nuestra propia forma de pensar, independientemente de las influencias que recibamos.

-Tú me salvaste la vida.

(…)

-Caray, Dudley –exclamó Harry mientras tía Petunia sollozaba con renovado ímpetu-, ¿estás seguro de que los dementotes no te metieron dentro otra personalidad?

-No lo sé –farfulló el chico-. Hasta otra, Harry.

-Ya… -Harry le cogió la mano y se la estrechó-. Puede ser. Cuídate, Big D.

También habría sido genial poder ver a Ron poniendo en práctica los consejos de Doce formas infalibles de hechizar a una bruja durante la boda e invitando a Hermione a bailar antes que Krum (¡esta vez sí!). Y no digamos la reacción de Harry cuando Krum se interesa por Ginny:

-(…) Y sale con un chico. Un tipo muy celoso, por cierto. Y enorme. No te aconsejo que lo provoques.

Krum soltó un gruñido.

-¿Qué gracia tiene ser un jugador internacional de quidditch –dijo vaciando su vaso y poniéndose en pie- si todas las chicas guapas ya tienen novio?

También eliminaron la pelea entre Harry y Lupin:

-Nunca lo habría dicho de ti –le soltó-. El hombre que me enseñó a combatir a los dementores… ¡convertido en un cobarde!

Éste parece un suceso muy significativo porque muestra a un Harry que ha madurado de forma acelerada, forzado por las circunstancias, y que tiene una forma más responsable de ver la vida que la de un adulto. También creo que, para entender la saga literaria y cinematográfica, es esencial la escena completa de la muerte de los padres de Harry. Es cruda y terrible, espeluznante y desgarradora.

-¡Harry no! ¡Harry no! ¡Harry no, por favor!

-Apártate, necia. Apártate ahora mismo…

-¡Harry no! ¡Por favor, máteme a mí, pero a él no!

-Te lo advierto por última vez…

-¡Harry no! ¡Por favor, tenga piedad… tenga piedad! ¡Harry no! ¡Harry no! ¡Se lo ruego haré lo que sea!

-Apártate. Apártate, estúpida…

Hiela la sangre esta escena de una madre suplicando por la vida de su hijo, pero el sacrificio de la madre de Harry es el motor de la historia. En la película, esta secuencia narrativa queda reducida a unas fugaces y brevísimas imágenes que vemos a toda velocidad cuando Harry pasa junto a las ruinas de su casa natal. Además, en esta escena en la que Harry está viendo la muerte de sus padres a través de la mente de Voldemort, Rowling nos deja la pista definitiva de que Harry es un horrocrux:

La serpiente susurró en el sucio y desordenado suelo, y él había matado al niño, y sin embargo él era el niño…

Y este artículo podría seguir y seguir, y seguir… Pero nada de lo que faltaba en la película me impidió disfrutarla junto a la generación P, que, al aparecer los títulos de crédito en la pantalla, llenó la sala de unos aplausos que amortiguaron el ruido de las narices sorbiendo mocos (los tipos duros se tragaron las lágrimas y se sonaron la nariz en el lavabo). Creo que, para Las Reliquias II, no serán suficientes los chalecos, harán falta botes salvavidas. Veremos morir a personajes muy queridos por todos, pero también acabará la saga (salvo que Rowling nos dé una alegría y continúe escribiendo sobre Harry). Ya no habrá más libros ni más películas que esperar. Pensemos, como dijo una vez un anciano y sabio mago barbudo, que no es un “adiós para siempre”. Siempre tendremos con nosotros a Harry en los libros, en las películas, en nuestras cabezas y en nuestros corazones.

Despido este post recordando a Dobby, a nuestro Dobby. Estas son las palabras que le dedicó Luna en su funeral:

-Muchas gracias, Dobby, por haberme rescatado de aquel sótano. Es una injusticia que hayas tenido que morir, porque eres muy bueno y muy valiente. Siempre recordaré lo que has hecho por nosotros y deseo que ahora seas feliz.

Yo digo como Harry: adiós Dobby.

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Autor Lourdes Fernandez Montoya

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