Fanfiction: Escenas de la infancia de Draco Malfoy

Draco Malfoy, Fan Fiction

Diclaimer: Los personajes y el universo de Harry Potter le pertenencen a J.K Rowling

01

Draco no es una persona a la que le provoque hacer amigos. En realidad, tiene grandes problemas con ello. Ha sido criado para verse superior a los demás, por lo tanto, ningún niño merece su amistad: no tienen la misma pureza de sangre, son hijos de muggles o no son tan ricos como él.

Apenas asisten niños a las reuniones sociales de sus padres. A Draco lo obligan a permanecer en su habitación toda la noche, rodeado de juguetes y diversiones solitarias. Al principio, era demasiado pequeño para percatarse de la soledad, y cuando la reconoció esta ya había crecido lo suficiente para envolver cada rincón de la mansión.

Por supuesto, no está solo realmente. Tiene a sus padres: Lucius va a jugar con él cuando está libre de su trabajo, uno que no le ha quedado claro a Draco de qué se trata. Su padre toma su varita y hace demostraciones de magia extraordinaria, que lo deja con la boca abierta y sintiendo en su pecho la más profunda admiración por él. En ese entonces Lucius es el mejor mago del mundo, no Merlín, ni mucho menos el Señor Tenebroso, quien con todo su poder fue derrotado por un bebé. Su padre fue quien le regaló la primera escoba que tuvo en su vida; fue él quien le enseñó a volar.

Después tiene a su madre, Narcisa, quien lo consiente hasta llegar al punto donde Draco finalmente considera que es deber de todos tratarle como si fuera alguien de la realeza. Un príncipe, porque su padre es el rey. Por su culpa, Draco tiene caries y ha agarrado una fobia pequeña a todo lo que concierne al tratamiento de sus dientes (sin embargo, jamás dejará el consumo excesivo de dulces. Todo mago posee sus vicios).

Luego están los elfos domésticos, que en realidad están allí para hacer sentir a Draco más príncipe que mago, porque solo tiene que dar la orden para ver sus caprichos cumplidos. A veces, pues los niños son seres crueles en su inocencia, se entretiene con los elfos y los hiere en el proceso. No les preocupa las heridas, porque del mismo modo que rompe sus juguetes, es posible romper el brazo de un elfo y que este se repare poco después. Todavía desconoce lo que es el dolor ajeno. Podría torturar a un ejército de muggles si le dicen que se trata de un nuevo juego.

Por último, están sus profesores. Recibe clases privadas, más de las que un niño de su edad normal soportaría. A los siete años, Draco ya domina dos idiomas aunque no entiende para qué le van a servir, si allí todos hablan inglés. Cuando viajan, es lo mismo. Sin embargo, se calla sus quejas porque nunca le replicaría a su padre.

Draco interactúa con muchas personas en la mansión, pero por ahora no tiene ningún amigo.

02

Es común para los Malfoy pasar las navidades en la mansión del abuelo de Draco. Esta queda en Francia, en la región de Normandía, en un pueblo llamado Caen. Es un sitio de reunión para la familia Malfoy en general, quien está regada por el Reino Unido, el resto de Europa y parte de América.

Por más que lo intenta, Draco no alcanza a recordar a todos sus parientes. Los ve muy poco en el año y tampoco comparte demasiado con ellos. Solo con su abuelo, Abraxas; Draco es el nieto favorito, tal vez porque su abuelo repite que es quien se parece más a él de pequeño. Le vive dando regalos. Una vez, Draco se encaprichó con un caballo de una hacienda muggle. Lo recibió al día siguiente después de mucho lloriquear, por influencia de su abuelo. Estuvo encantado la primera semana, al mes se aburrió de él.

03

Un día, su padre se presenta en casa con dos hombres que ya lo han visitado antes. Draco ha esperado despedirse de ellos una vez los saludara educadamente, pero entonces su atención se fija en dos niños gordos y grandes, muchísimos más grandes que él. Su padre los presenta como Gregory y Vincent, hijos de los señores Goyle y Crabbe. Su padre llama a sus amistades por el apellido. Draco, por supuesto, hará lo mismo.

Lleva a los niños a su habitación mientras les habla de lo maravillosa que es su casa y los muchos tesoros que contiene. Los niños apenas responden. A pesar del tamaño, a Draco le parecen inofensivos. Sabe que son sangre pura, pero no tan ricos como él y, en todo caso, está seguro que es más listo que ellos.

Draco habla arrastrando las palabras. Mi casa, mi habitación, mis juguetes. Todo en ese lugar le pertenece; todo, además, posee un valor exuberante. Adora ver las expresiones de los dos chicos. A esa edad desconoce lo que es, pero más adelante descubrirá que genera envidia a su alrededor y, además, que le encanta provocarla.

Todo va bien, hasta que a Crabbe y a Goyle se les ocurre prestar más atención al tren mágico de Draco, que ha sido encantado con un hechizo de vuelo. Draco toma el tren y dice:

—Es mío. Si quieren jugar con él, tienen que pedirme permiso.

—¿Ah, sí? —pregunta Goyle, tomándoselo en serio. Crabbe es menos inocente y hace crujir sus nudillos.

Goyle y Crabbe no fueron los primeros amigos de Draco, pero sí los primeros chicos en darle una paliza.

04

Desde el incidente con Goyle y Crabbe, Draco se ha echado a llorar toda la noche hasta el punto de obligar a su padre a tomar acciones contra los niños. En la siguiente visita, los niños miran a Draco serios, como si intentaran ocultar un infantil resentimiento. A Draco le complace imaginar que han recibido un castigo más que merecido.

—Solo van a jugar con los juguetes que yo quiera —dice, una vez en su habitación. Tiene la seguridad de que se van a mantener a raya—. Jueguen con esos soldados.

—Pero yo…

—¿Tú qué? ¿No me escuchaste? ¿O quieres que se lo diga a mi papá?

Los dos niños desean jugar a otra cosa, pero como no quieren provocarse más desgracias, aceptan en silencio y juegan apartados de Draco, quien sonríe como si hubiera vencido hasta que comienza a aburrirse. Se acerca a ellos, toma un soldado y se proclama Señor Tenebroso.

—¡Y soy hijo de Merlín!

—Pero así no es el juego… —dijo Goyle.

—Claro que lo es. Porque yo lo digo. Cállate y responde, sangre sucia.

Con la sombra de su padre a sus espaldas, Draco maneja a los pequeños Gregory y Vincent a su antojo.

05

Un día, Lucius recibe a otra amistad en su casa. Draco, que está en el jardín entretenido con su pequeña escoba, ve a un elfo doméstico acercarse con un niño alto y pálido.

El niño se queda en el jardín. Su expresión es neutra y Draco no se siente a gusto al verlo. Al menos a Crabbe y a Goyle puede leerlos. Sigue volando en su escoba pretendiendo ignorar al niño, hasta que por fin la curiosidad puede más que él y le urge bajar y saltarle al intruso con preguntas.

Aterriza dando un giro impresionante que consigue del otro una ligera mirada de interés. Por fin, Draco siente que tiene un poco de control en la situación. Se acerca al niño caminando como si fuera de oro.

—Cuando estás en mi casa, te presentas. No te quedas como idiota. ¿Cuál es tu apellido?

—Nott. Soy hijo de Honorius Nott.

—Eres sangre pura.

—Sí.

—¿Qué haces en mi casa?

—Mi papá me ha traído. No sé mucho más. Han dicho que puedo jugar contigo.

—Eso lo han dicho porque, claro, no me conocen. No le hablo a la gente como tú. Apuesto que mi sangre es más pura que la tuya.

—Qué apuesta más tonta —considera Nott, quien decide alejarse de Draco.

Va a los banquitos. En el camino, espanta a uno de los pavo reales blancos de su padre. Se sienta y se queda, con aire aburrido, sin nada que hacer. Draco se siente ofendido por la respuesta, ¿acaso tendría que hablarle a su padre del trato insolente de ese mocoso?

En vez de seguir volando en su escoba, se le acerca pretendiendo imponer su autoridad. Es el heredero Malfoy: mago, rico y sangre pura.

—No te puedes sentar allí. Es mi banco.

—¿Entonces dónde me siento?

—En ninguna parte. Nada de esto es tuyo. Ponte de pie.

Nott se levanta y Draco cree ver cierto sentimiento que, más adelante, recibiría a menudo en Hogwarts, pero no de parte de él.

—Bien, chico. Apuesto que no tienes un jardín como el mío.

—No, no lo tengo.

—Ni una escoba como esta.

—Tampoco.

—Y si fueras a mi cuarto, verías muchos juguetes que tú no tienes.

—Eso me da igual —dice Nott—. Yo también tengo algo que tú no tienes.

—Mentiroso. Yo lo tengo todo.

—No, no lo tienes todo.

—¿Qué tienes tú que no tenga yo?

—Ah, ¿no lo deduces? Eres tonto, ¿verdad?

—¡Tú eres más tonto!

El niño esboza una sonrisa mezquina y acaba alejándose del jardín. Draco lo llama, va tras él y le ordena que hable, pero Nott se niega y, en su lugar, le da un pisotón y sale corriendo al interior de la mansión. Draco piensa echarse a llorar, pero como nadie lo verá, desiste de la idea.

06

En la siguiente visita, están los dos niños solos en la habitación de Draco. Nott se ha quedado en un rincón, mientras ve con deseo contenido todos los juguetes que Draco ha decidido usar en ese momento, algunos ni los había agarrado en meses. A cada momento, le echa un vistazo a su insolente invitado para ver cómo lo envidia.

Cuando Nott bosteza, aburrido, Draco cree que en realidad no ha logrado nada en toda la tarde. Lo mira con resentimiento, como si lo estuviera —en realidad lo hace— insultando con su poco interés en sus pertenencias.

—¿Qué te pasa conmigo? —le pregunta, molesto.

—Nada —dice Nott, con tono monótono.

—Mentiroso. Vuelves a mentir. En realidad deseas todas mis cosas, ¿verdad?

—No.

Draco nota entonces que Nott ha sacado una moneda y se entretiene estúpidamente lanzándola al aire y cogiéndola después. Se le acerca, sin comprender por qué prefiere ese entretenimiento tan simple, tan exento de magia. Incluso aunque está a su lado, Nott lo ignora como si acaso estuviera solo. Draco arruga el ceño, se muerde los labios, pierde su mirada en el giro rápido de la moneda, que vuelve a la mano de Nott para ser lanzada otra vez.

En un rápido movimiento, Draco estira su brazo para tomar la moneda, con la mala suerte de chocarla con la de Nott. La moneda termina rodando por el suelo y los niños, después de compartir una rápida mirada de desafío, se lanzan en una carrera improvisada. Ninguno de los dos desea perder. Cuando la moneda se detiene, chocando contra una pared, a Draco se le ocurre meterle una zancadilla a Nott, pero al niño se le ocurrió lo mismo antes.

Draco tropieza, cae, y Nott consigue su moneda, que ahora se vuelve más codiciada todavía. Triunfante, Nott vuelve a su esquina en la habitación y comienza su juego privado como si nada hubiera pasado entre los dos.

No es una moneda de alto valor, aunque no es algo que Draco pueda saber porque en su vida ha tenido que comprar algo. Él pide las cosas y enseguida las recibe.

—Dame la moneda, Nott.

—¿Qué me darás tú a cambio, Malfoy?

—Mi castillo. Allá está. Tómalo.

—Eso es muy poco, Malfoy.

—¿Y mi dragón?

—¿Qué voy a hacer con un dragón? Me aburro rápido con él, seguro.

—¿Qué quieres, Nott?

—Tu escoba —dice Nott.

—Ni hablar.

—Entonces no te la doy.

Los niños se miran, pensando que la enemistad será eterna. Solo que, entonces, la expresión de Malfoy se suaviza, recordando cómo siendo falsamente amable consigue más regalos de parte de sus familiares. Y él tiene una sonrisa encantadora.

—Dame la moneda y te dejaré dar dos vueltas en mi escoba.

—Me parece bien —acepta Nott, quien no sonríe. Qué niño más desagradable—. Pero quiero tener la escoba primero.

—¡No te voy a mentir, Nott! —le reclama Draco, aunque no fuera del todo cierto.

Sin más remedio, Draco trae su escoba y ambos intercambian al mismo tiempo sus pertenencias. Nott se monta una vez recibe la escoba y comienza a volar, a duras penas. Draco sonríe, burlón, y admira la moneda que, ahora que la tiene, le parece menos brillante, menos divertida. La lanza al aire y la atrapa, pensando entonces que puede imaginarse que es una snitch. Algún día será un buscador profesional, aunque su padre le diga que un Malfoy no se dedica a ese tipo de trabajo (en realidad, Draco todavía desconoce a qué se dedica un Malfoy).

07

Un Malfoy no posee amistades inútiles. Draco lo ha ido entendiendo con el paso del tiempo. A los diez años, comprende que si tiene determinados amigos es porque sus padres así lo han querido. Proyectan los beneficios a futuro. Incluso, ha sorprendido a su madre hablando de matrimonio con otras madres y varios apellidos suenan, como Bulstrode, como Greengrass, como Parkinson.

Por un instante, teme esa palabra y ese compromiso. Jamás ha pensado en el amor, menos en casarse con alguien. Cuando se encuentran solos, Daphne le explica que es natural que las familias puras hablen de matrimonios entre sí.

—¿Con quién te vas a casar tú, Greengrass? —le pregunta, sin sentirse a gusto con la información.

—No lo sé. A lo mejor contigo —responde sin darle importancia—. Pero da igual. ¿Quieres pastel? Hay uno inmenso en la cocina. Quiero un pedazo.

Draco acepta y la sigue, con su cabeza pensando en la futura señora Malfoy. Antes no había creído que los matrimonios estuvieran programados igual a como se fijaba la hora de la comida. Ni Crabbe ni Goyle han tenido el mayor interés por el descubrimiento.

—¿Te van a buscar una esposa, Nott?

—¿De qué hablas? —pregunta el chico.

—Tu madre y tu padre.

—Yo no tengo madre.

—Ah. Bueno. Entonces solo tu padre.

—No lo sé, no me han hablado de eso. Quién sabe.

—Es que no te hablan, solo te lo informan. Greengrass me lo ha dicho.

—Yo no me fío de la palabra de Greengrass.

Esa noche, Draco piensa en su círculo de amistades, que es una extensión del círculo de amistades de su padre. Le ha hecho caso al pie de la letra, incluso, ha intimado más con Nott que con ningún otro chico. Aunque, claro, no ha tenido mejores opciones: los demás sangre puras son o mayores o menores para él, a Goyle y a Crabbe es difícil despertarles interés alguno sin comida y juguetes de por medio, y las demás son chicas. No puede, ni se lo llega a imaginar, intimar con alguna chica, como Parkinson o Greengrass.

08

Draco no es de esos niños que hablan con desconocidos; por el contrario, cierra la boca y mira desdeñoso, como evaluando el estatus social del otro. Si su padre acepta al desconocido, él lo tratará dependiendo de su grado de cordialidad con su padre, si no, será tan importante como cualquier muggle.

Por ello, se sorprende a sí mismo cuando comienza a hablarle sin parar a aquel chiquillo de ropa desgastada y aspecto apocado. Es pequeño, está flaco y, si no fuera porque los elfos domésticos no usan lentes, se le habría asemejado a uno. Siente la terrible necesidad de dejarle con la boca abierta.

Cuando, mucho más tarde, conociera el nombre de aquel chiquillo de la tienda de túnicas, pensará que el oro y el prestigio siempre llaman a los Malfoy.

09

—¿Es verdad? —dice—. Por todo el tren están diciendo que Harry Potter está en este compartimento. Así que eres tú, ¿no?

Le sonríe a aquel chiquillo, pero este no comparte la sonrisa. No importa, se dice, ahogando los nervios en una máscara de seguridad. ¿A qué tiene que temer? Crabbe y Goyle están detrás de él, como tantas veces sus padres estuvieron detrás de Lucius. Es primera vez que intenta por sí mismo hacer una amistad. Está seguro que sus padres no han previsto que Harry Potter esté en su curso de Hogwarts.

Ser amigo de Harry Potter. Casi escucha tintinear las monedas de oro. Si pudiera decirle, de manera franca, lo mucho que le va a aportar la amistad con un Malfoy.

—… Y mi nombre es Malfoy, Draco Malfoy.

Es entonces cuando el Weasley, porque está seguro que lo es, se ríe, como si Draco fuera un comediante y, su nombre, su chiste principal. Lo odia, lo odia porque nunca nadie se ha burlado de él. Siempre lo han respetado, siempre lo han envidiado.

Sin embargo, Potter ha preferido al sin gracia de Weasley que una estancia de fortuna y lujos siendo amigo de un Malfoy.

Puede sentir el odio por primera vez; está allí, ya no es ese desprecio que sus padres le han enseñado a dedicar a los muggles y los sangre sucia. Esta vez es un sentimiento auténtico, tan real que parece quemarle por dentro. Porque se siente humillado, despreciado y vencido ante alguien que no vale lo mismo que él.

De regreso en su compartimiento, piensa qué habría hecho otro Malfoy en su lugar. ¿Habría tenido la suficiente habilidad para, con toda la situación en su contra, conseguir la amistad de Harry Potter? ¿En qué ha fallado? ¿Cómo va a enmendarlo después?

Crabbe le cuenta su triste encuentro con el chico famoso a dos sangre pura que se han sentado con ellos. Draco capta las miradas burlonas que intercambian ambos y, otra vez, Draco se siente avergonzado.

No hay modo de poder reconciliarse con Harry Potter.

10

De niño, cuando le hablaban del futuro, Draco podía imaginarse esplendores, pues un Malfoy siempre estará bien situado dentro de la sociedad mágica y la muggle. Por supuesto, lleva ambos mundos en secreto.

Esta vez, sin embargo, ambos mundos han estallado en una guerra que, poco a poco, va desgastando a su familia y a sí mismo. Los Malfoy de otros países no acuden a sus llamados de ayuda; Draco teme todas las noches despertar con la noticia de que por fin el Señor Tenebroso ha cumplido sus amenazas.

Antes creía que asesinar personas era sencillo, pero en su cotidianidad era imposible la idea del asesinato y la muerte. Es más fácil hacer cosas terribles en la imaginación, pero en la realidad, la mano te tiembla y deseas poder negarte a acabar con otro, aunque sea débil, aunque sea un sangre sucia, aunque te deteste como si fueras la misma oscuridad.

Lucius Malfoy se encarga de los asesinatos que Draco no puede cometer. Por supuesto, después, sus padres y él deben resistirse a la intromisión del Señor Tenebroso en sus cabezas con más fuerza que nunca, porque entonces se habrá acabado la hospitalidad dentro de su propia casa.

El Señor Tenebroso sospecha de la desobediencia de Malfoy. Por ello, un día, porque los crímenes más atroces ya no necesitan esconderse, lo toma a él y a unos jóvenes aspirantes a mortífagos y les ordena torturar mortífagos inútiles.

Cuando a Draco le acercan al hombre que teme las represalias de una huida aparatosa, siente náuseas. No puedes hacer esto, se dice, mientras alza la varita e intenta no temblar con toda la firmeza que es capaz de reunir. Cerca de él, chicos sin nombre torturan sin la menor vacilación. Tal vez sí lo disfrutan o son mejores actores que él.

Lanza la maldición del dolor. Los gritos del hombre lo hacen derrumbarse por unos segundos. El Señor Tenebroso se da cuenta y lo alienta bajo la amenaza de volverse en su contra. Y con un solo cruciatus del Señor Tenebroso se pierde la cordura.

Solo en la noche, bajo la relativa seguridad de su habitación, vomita hasta que ya no tiene más nada que botar. Pero la tortura, el dolor, los gritos, no desaparecen de sus memorias.

Los Malfoy ponen mucho cuidado cuando deben escoger amistades. La amistad debe beneficiarles, y poca importancia tiene si lo único que los une es el simple interés. Por siglos han funcionado de esta manera, imponiendo su influencia en el mundo mágico y labrando fortunas en el mundo muggle.

Por primera vez un Malfoy se ha equivocado con sus amistades. El error irremediable lo ha cometido Lucius años atrás, y en él se ven envueltos todos.

A pesar de haberse prometido mantener las fuerzas, llora en silencio, mordiéndose los labios para no llamar la atención de nadie. Sus padres se enfrentan a sus propios demonios, así que acudir a ellos está prohibido.

Y ya no tiene a nadie más.

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Autor gabycamz

(Maracay, Venezuela) Licenciada en Letras. Es fanática de la literatura juvenil, infantil y fantástica. Su obra favorita es Peter Pan del autor inglés J.M Barrie. Editora de BlogdeTronos.com

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