El Otro Niño

Por: Victoria Perrotti

Eran alrededor de las nueve de la noche. El cielo estaba negro y surcado por innumerables rayos y truenos. Los árboles se movían, y con ellos sus ramas. Le gritaban al viento, le susurraban cosas. No había nadie en la calle, se encontraba desierta; la única excepción era un perro que, al parecer, por la extraña forma en la que se encontraba y donde estaba, vigilaba la zona; se hallaba con sus cuatro patas juntas, y con la cabeza inclinada hacia delante, arriba de un basurero. Observaba atentamente una casa de la cual provenía una suave melodía. Sin previo aviso, el perro se tiró de éste, subió a la ventana, y se quedó contemplando la escena dentro de la casa.

Había una familia, formada por un hombre, una mujer y un niño que apenas aparentaba un año. James tocaba el piano mientras Lily jugaba con Harry, lo tiraba hacia arriba y lo agarraba de vuelta; todos reían y cantaban, risueños. De repente, alguien irrumpió en la casa y todos miraron hacia el hall de entrada, alarmados. Un hombre, vestido con una capa negra de viaje mojada, entró en cuatro patas al living. James, quien ya se había levantado y agarrado su varita, se quedó contemplando a esa figura que se iba incorporando de a poco. Cuando los dos hombres se vieron a los ojos, se abrazaron fuertemente. Lily, que veía la escena desde el sillón, dejó a Harry en él y se paró para saludar también a Sirius.

-¿Quieres un poco de hidromiel, Sirius? Dumbledore nos trajo una botella esta mañana-ofreció James.

-¡Por supuesto!- exclamó su interlocutor riendo. Pero luego de ese pequeño momento de risas, Sirius arrugó la frente y miró hacia abajo.-Así que Dumbledore vino hoy… ¿de qué… de qué hablaron?

-Ah, bueno, ya sabes, asuntos de la Orden. Las cosas no andan nada bien ahora. Sigue habiendo más desapariciones desde que varios miembros fueron raptados. Hoy fue terrible, Mary Rayson y Jenny Furlop… Pero no hablemos todavía de eso, amigo. ¿Qué has estado haciendo tú? Sirius consideró oportuno levantar la mirada.

-James, Lily, lamento decirles que las noticias que les traigo con son nada buenas, he estado averiguando ciertas cosas de Voldemort. Parece que ha descubierto lo de la profecía.

A Lily le recorrió un escalofrío por todo el cuerpo, cerró los ojos, se tomó unos segundos para analizar lo que había dicho Sirius e intervino:

-¿Cómo estás tan seguro? Puede que no haya encontrado toda la verdad, no puede, es imposible…- y luego de eso echó a llorar. James la abrazó y miró a Harry, con miedo.

-Sirius, Lily tiene razón, es imposible, sólo pueden encontrar la profecía las personas para las cuales fue hecha-le recordó- ¡Y además está en el ministerio!

-Sí, ya lo sé. Pero, por lo visto se ha hecho pasar por otra persona y ha entrado al ministerio, a la Sala de las Profecías, con la ayuda de Snape.

-¡Oh Dios ese maldito mortífago! ¿Qué vamos a hacer?-miró de soslayo a Lily, quien seguía llorando, agarró a Harry y se lo puso en su regazo.

-Para eso he venido, Dumbledore me encargó transportarlos a mi casa, Grimmauld Place. Así que preferiría que agarraran sus cosas rápidamente, porque hoy es el día.

Lily levantó la cabeza para mirarlo y James lo hizo también, asustado. Se pararon, se llevaron a Harry, y subieron las escaleras, para prepararse.

-¿Cómo puede ser que sepa que hoy es el día, James? Lo siento, sé que es nuestro amigo pero no sé. ¿Y si nos está engañando, o no es Sirius?-susurró Lily, aterrada.

-También lo he pensado. Quédate aquí con Harry y yo bajo a interrogarlo.- Sacó la varita del bolsillo de su túnica y bajó lentamente las escaleras, tratando de hacer el menor ruido posible.

-¡Dime quién eres realmente mortífago!-exclamó James-¡Expellarmus!

A Sirius se le cayó la varita de su mano y respondió:

-James, sé que es muy raro pero créeme, esto no es lo que parece.

-¡Eso lo decidiré yo!-dijo James al borde de matar a esa persona que estaba en frente de él, que simulaba ser su amigo, que entró a su casa, y bebió con su familia…

-Te diré la verdad. Vengo del futuro para salvarlos, sé lo que pasará si no escapan esta noche. Ustedes dos mueren y Harry se queda huérfano en casa de sus tíos-explicó Sirius, llorando.

-Ah claro, ¿y esperas que te crea?- y una cuerdas salieron de su varita que ataron a Sirius.

Lily bajó con Harry en brazos por la escalera, intrigada por la discusión.

-Iré a traer el Veritaserum-dijo. Y la cara de Sirius pareció relajarse.

Cuando volvió, miró a su esposo que lo seguía apuntando con la varita, a pesar de que era imposible que Sirius atacara; y él asintió. Entonces, Lily vertió un poco de la poción en un vaso y le ordenó que lo tomara. Luego de tragarse todo, miró inquisitivamente a James, que le preguntó:

-¿Cómo te llamas?

-Sirius Black

-¿Cómo has venido?

-Viajé en el tiempo con el giratiempo que Dumbledore me prestó.

-Hum… ¿y por qué has venido?

-He venido para avisarles del peligro que corren, y si no me sueltas, no hay vuelta atrás.

James, miró a Lily quien asintió con la cabeza y luego miró al interrogado. Y con un movimiento de varita, Sirius estaba libre de esas sogas. Lily le alcanzó la suya y subió para buscar a Harry. Los dos amigos se quedaron solos, nuevamente.

-Lo siento, Sirius, es que estaba nervioso, no sabía qué hacer…

-Está bien-lo interrumpió-creo que yo hubiera hecho lo mismo.Y se abrazaron. –Bueno,-dijo, al ver que Lily bajaba con un bolso en una mano y con Harry en el brazo.- creo que será mejor que nos vayamos, Voldemort no tardará en llegar…

-Pero Sirius, Harry es muy pequeño, ¿no le hará mal?

-Descuida, Lily, no nos apareceremos, traje un transportador. Esta ahí, es mi abrigo-dijo con una sonrisa que Lily le devolvió, aliviada.

Y con un último vistazo a su casa, agarraron el abrigo de Sirius y se sumieron en una segura oscuridad.

Días más tarde, apareció un aviso en El Profeta, una noticia tan triste, que a Lily y a James se les paralizó el corazón al verla, seguros en la casa de Grimmauld Place.

“Ayer, se encontraron rasgos de que una familia de aurores fue asesinada. Frank y Alice Lognbottom, de treinta y dos y treinta años respectivamente, fueron hallados muertos en su casa, en el barrio de Hallow Park. Según los médicos de San Mungo alguien, se sospecha que el Innombrable, utilizó la maldición asesina contra ellos. Quedó el niño, Neville, de un año y tres meses aproximadamente, vivo, pero con una extraña cicatriz sobre su frente…”

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