A continuación, os dejamos la entrevista publicada por El PaÃs.
Al principio dijo que no le interesaba: aquella historia del niño mago le habÃa parecido anticuada al asesor que lo habÃa leÃdo por ella. Pero el agente de J. K. Rowling tenÃa fe en el libro y durante un viaje de Sigrid Kraus a Londres insistió: «Hasta que tú lo leas, no acepto una negativa». Ella lo abrió por la primera página en el avión de vuelta: Harry Potter y la piedra filosofal. Le gustó y ofreció 4.000 dólares por los derechos en español. PedÃan 10.000. Pagó 7.000 (4.700 euros).
Los números forman parte de la formación de Sigrid Kraus, una mujer de letras que nació hace 44 años en Gunzenhausen, cerca de Múnich, y que ha vivido en medio mundo. Con seis años, su familia se instaló en Angola. Dos más tarde, hasta los 19, en São Paulo. «Si tengo afecto a un paÃs, ése es Brasil. Digamos que es al que le perdono más cosas», dice. AllÃ, además, se contagió del virus de la lectura: «Mi padre era geólogo y no vivÃamos en el centro de las ciudades. No habÃa nada, pero estaban los libros». También en Brasil se enamoró de las canciones en las que Caetano Veloso hablaba de Las Ramblas. Dejó Brasil para estudiar en la Universidad de Hamburgo. Literatura y empresariales. QuerÃa ser editora y, en 1985, buscó unas prácticas fuera de Alemania. Caetano Veloso le puso la elección en bandeja. En Barcelona, conoció a su futuro marido y socio, Pedro del Carril, un argentino encargado de la sucursal española de la mÃtica Emecé, la editorial de Borges. En 2000, Planeta engulló el mito porteño. Ellos compraron la parte española y le cambiaron el nombre, Salamandra: «La suerte fue que, por entonces, Harry Potter funcionaba, pero no tanto. Si no, hubiera sido imposible comprar acciones de la editorial».
El primer tÃtulo habÃa aparecido un año antes y sólo habÃa vendido 100.000 ejemplares, una cifra nada despreciable, pero poca cosa al lado del Reino Unido o Alemania, donde las ventas se contaban ya por millones. Y eso que habÃan traÃdo a la autora a España. «Pero nos costó mucho que los medios se interesaran por ella», recuerda. Entre el segundo tomo y el tercero llegó la fiebre. Fue fruto del boca a oreja y no de una explosión de marketing: «Primero reeditas cada dos meses, luego cada mes, y luego, semanalmente. Y piensas, aquà pasa algo».
El fenómeno andaba solo, pero todavÃa faltaban algunos ceros para llegar a los 1,2 millones de ejemplares lanzados por Salamandra el pasado 21 de febrero de Harry Potter y las reliquias de la muerte, el séptimo y último tÃtulo de la serie. La mayorÃa se imprimió en Villatuerta, un pueblo navarro de poco más de mil habitantes. Allà cumplen a rajatabla la cláusula que impide que se filtre un solo ejemplar o que se conozca la cubierta del libro antes de tiempo. ¿Paranoia? «No», ataja la editora, «se trata de que nadie sepa el final, de que cada lector se enfrente a la historia con ingenuidad». Por eso, aunque lo entiende, le contrarÃa que las traducciones circulen por Internet en cuanto el libro se publica en inglés. Tanto como el hecho de que la novela fuera llevada al cine antes de que la serie estuviera completa. «SÃ, a pesar de que impulsó las ventas. Rowling hoy pensarÃa lo mismo, pero cuando le compraron los derechos, acababa de publicar el primero y necesitaba dinero». De hecho, Kraus no quiere que su hija pequeña vea la adaptación cinematográfica sin haber leÃdo todas las entregas. Y no le lee más que un tomo al año.
Hasta hoy, Salamandra ha despachado 12 millones de ejemplares de las aventuras de Harry Potter. La mitad de ellos, en América Latina. Y en Estados Unidos, donde es el libro en español más vendido. Muchos explotarÃan la gallina de los huevos de oro, pero la estrategia de Salamandra es otra. Sus lanzamientos nunca coinciden con Navidad ni Sant Jordi: «Además, el libro que tiene mucho éxito lo aparcamos de la contabilidad general. Como si no existiera. Es injusto, porque también ocupa tiempo y recursos, pero es la única manera de que no nos creamos que podemos descansarlo todo sobre un tÃtulo». Para certificar que han cumplido el objetivo, basta repasar su catálogo: Sándor Márai, Irene Némirowsky, Andrea Camilleri… «El peligro de Harry Potter», concluye Kraus, «era que se nos comiera la editorial. No querÃamos ser los editores de un solo libro». Ahora acaban de apartar del rebaño otro de los fenómenos de un sello en el que trabajan 15 personas: El niño con el pijama de rayas.
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