Llega el capÃtulo 12 y penúltimo de Harry Potter y el Sextante de Plata. Les adelanto que BatLumos me sorprendió con su escritura, y mejor aún, que me dejó espacio para escribir los últimos párrafos de esta entrega.
Es una de las más emocionantes y reveladoras pero, no se apresuren, queda un capÃtulo más.
No los demoro más…
Anteriormente en Harry Potter y el Sextante de Plata:
LUMOS
Bienvenidos al…
CapÃtulo 12
La Batalla
Por BatLumos99 y Tomas Marvolo
Circe dejó escapar una sonrisa mientras los demás la miraban atónitos, encajando las piezas del puzzle ahora que el enemigo habÃa salido de la madriguera. Lily lloraba en los rÃgidos brazos de Circe, que miraba con superioridad al grupo.
—Ahora comprenden cuan cegados han estado. Miserables traidores, acabaron con el Señor Tenebroso, y ahora acabaré con ustedes, especialmente contigo, Harry Potter, y con cada uno de los seres de este mundo que te sigan apoyando todavÃa —dijo ella con voz firme pero, dejando atisbar un gran vanidad, tal y como antaño lo hacÃa Voldemort.
Harry metió la mano en el bolsillo para blandir la varita, pero vio que Hermione le hacÃa señas de que esperara, y aunque estaba tremendamente asustado por lo que podÃa pasarle a su hija, comprendió el gesto y dejo la varita.
—¿Fuiste tú, entonces?—preguntó Ron, que también habÃa comprendido el mensaje de Hermione
—Claro que sÃ, ¿Quién iba a restaurar el orden si no?— respondió a Ron mirándole con preeminencia
—¿Y por qué, Circe, por qué haces esto?—preguntó Hermione, decidida a esclarecer el misterio
—Veo que hasta la más inteligente es la más obtusa. ¿Y por qué sino iba a hacerlo?
»Provengo de una familia ancestral, que desde su origen siguió a Voldemort, ya que en el encontramos al Salvador, aquel que nos conducirÃa a la gloria infinita. Más de tres generaciones lucharon a su lado, hasta después de su muerte, siendo el cerebro que ha seguido activo a pesar de los años. Porque él siempre seguirá vivo, no importa cuantas veces lo destruyan, siempre volverá y realizará la tarea que le encomendó el destino.
Harry percibió cierta vacilación en Circe, y trazó una estrategia para ganar tiempo, al menos hasta que Lily estuviera a salvo.
—Pero tú no eres como los demás, no quieres que vuelva. Quieres venganza, ¿verdad?
Has planeado todo esto para cumplir tus deseos, no los de Voldemort— repuso Harry, que veÃa como su frase se clavaba en lo más hondo de su alma, y dos gruesas lágrimas se dejaron correr por su mejilla. Lily ya habÃa dejado de llorar, y observaba el efecto que las palabras de su padre habÃa hecho en la bruja.
—Tú no sabes nada de mà ¡Entiendes! ¡NADA!—chilló Circe, mientras sus ojos se anegaban de lágrimas. Harry les hizo señas a sus amigos para que estuvieran preparados, y asintieron imperceptiblemente a modo de respuesta.
—Pero Circe, tu sabes que no servirá. Abandona, y arrepiéntete de tus actos—susurró Harry para que solo la hechicera oyera sus palabras. Lentamente, se fue zafando de las gruesas sogas que lo aprisionaban y se acercó hasta la rubia. SabÃa que podÃa soltarse y desaparecerse en cualquier momento con su hija. Paso a paso, con los ojos fijos en la varita de Circe, siguió caminando, mientras Circe dejaba escapar un débil llanto. Cuando casi podÃa tocar su mano, sintió un estremecimiento, y al subir la cabeza, una fuerza destructora le lanzó por los aires y le envió al ciprés que habÃa en la entrada. Circe, que habÃa seguido los movimientos de Harry, fingió estar inhabilitada, y en cuanto lo tuvo a su alcance, lo embrujó con una sacudida de su mano. Hermione y Ron, siguiendo órdenes de Harry, blandieron sus varitas y atacaron a la bruja con rayos verdes. Circe, con un volteo de muñeca, los desvió hacia las casas contiguas. En el momento en que iba vanagloriarse, Hermione conjuró una llama dorada que se estrelló en el muro, pero que era tan poderosa que cegó a la bruja. Desorientada, cayó con Lily aun en sus brazos. Luna, previsora, lanzó una neblina blanca a la niña y la hizo aterrizar en los brazos de su madre. Harry remató el trabajo, y encarceló a la maga en una burbuja translúcida.
Circe habÃa caÃdo en la trampa, pero aun desconocÃan de lo que era capaz. Prorrumpió en una sonora carcajada, ante la mirada incrédula del grupo, que todavÃa llevaba varita en alto, excepto Ginny, que en cuanto tuvo a su hija corrió hacia la casa para protegerla.
Mientras su risa quedaba amortiguada por el efecto del hechizo, una especie de silbido inundó el ambiente. Cada vez se oÃa más fuerte, y Harry empuñaba aun más fuerte la varita. Circe seguÃa carcajeando, y observaron que palidecÃa por momentos. Sin previo aviso, Hermione apuntó a la esfera, pero un ruido de succión la distrajo, y asà lo aprovechó Circe, que habÃa creado un agujero en la esfera, y cuando fue lo suficientemente débil, se dejo llevar transformándose en una humareda de polvo grisáceo. Para cuando Hermione quiso retenerla, la neblina rebotaba por el jardÃn, hasta que se desapareció en un destello. Harry se dirigió a casa mascullando maldiciones. SabÃa que aquello no era el final, y aunque llevaba más de 19 años combatiendo magos oscuros, nunca habÃa combatido con una rival con ese poder, aparte de Voldemort. Pero algo en el interior del auror le decÃa que tuviera cautela, que podÃa pasar cualquier cosa a partir de ahora. Encontró a su hija en el salón, con Ginny abrazándola mientras lloraba de alivio. Lily se echó a los brazos de su padre en cuanto le vio, y los dos se fundieron en un cálido y reconfortante abrazo. Lily se acercó a su padre, y le susurró al oÃdo:
—Papá, siento mucho no haberme defendido. CreÃa que iba a darme las buenas noches—se disculpó Lily muy compungida
—No pasa nada. Ha sido culpa mÃa, por no anticiparme. Aun contando con la imagen del sextante que…
De pronto, Harry tuvo una revelación. Cogió el sextante de su bolsillo, y como sospechaba, habÃa comenzado a brillar. Pero en ese momento brillaba más que nunca, como si un pequeño sol se hubiera alojado en él. SentÃa como la magia fluÃa por su interior, y fue otra pequeña pista que le indicaba que Circe le esperaba para la batalla final. Con gran parsimonia, se acercó el sextante, y decidido, se zambulló en lo desconocido. Se sintió transportado muy lejos de allÃ, como de costumbre. Harry estaba ojo avizor, por si entreveÃa algún paisaje conocido o desconocido. Tardó bastante rato en distinguir unos agudos picos que coronaban las torres de un castillo al borde de un profundo acantilado. Hogwarts se hacÃa cada vez más grande, y en vez de traspasar los gruesos muros del castillo, el sextante le condujo al patio de la entrada, y allà reconoció la túnica de Circe, que se habÃa arrodillado en el centro del patio. La imagen se detuvo en frente suya, y en un segundo la imagen comenzó a arder, literalmente. Las llamas recorrieron el marco para acabar en el centro, pero antes de engullir la Circe, pudo ver que subÃa la cabeza, y sonreÃa mientras miraba a Harry. El fuego consumió la imagen, y pudo ver como las cenizas caÃan antes de que volviera a la realidad. Se encontró de nuevo en el salón, esta vez en compañÃa de Ron, Hermione y Luna, que habÃan terminado las labores de investigación.
—¿Qué has visto, Harry? ¿Era ella?— preguntó Hermione, con la voz un tanto gangosa
—SÃ, y me espera en Hogwarts. Debo ir yo solo, o si no tomara a los alumnos de rehenes—respondió Harry, sorprendido por la información que habÃa soltado. En casos normales, le habrÃa preocupado, pero en ese momento toda información era poca.
Sus amigos no discutieron su decisión, al contrario que Teddy, que se acercó a su padrino
—Harry, déjame ir—suplicó Teddy mirándole a los ojos. Esa noche habÃa sido especial, y por eso Harry permitió a su ahijado acompañarle, pero no intervenir.
Los dos abandonaron el hogar con las bendiciones de los demás, y en cuanto estuvieron en la calle, se desaparecieron. Harry tuvo en cuenta que posiblemente no conseguirán entrar en Hogwarts debido a que tenÃa severos hechizos anti—aparición. Tal fue su sorpresa cuando consiguieron aterrizar en el patio con un ligero pitido de oÃdos. Ordenó a Teddy refugiarse en el castillo y dar la alarma. Cuando vio desaparecer a Teddy, se encaró con Circe, que le observaba, frÃa y calculadora, lo contrario de lo que se hizo pasar. Harry vació su mente, y se ocupó solo en mirar fijamente a su oponente. Pasaron varios segundos, y cuando Harry iba a apuntarla, Circe levantó el brazo, apuntándole con la mano. Harry sacó la varita alarmado, pero no le apuntaba a él, sino al castillo. Alzó las manos al cielo, y Harry supo entonces que tramaba.
La primera apareció de una ventana de la Torre de AstronomÃa, y no supo distinguir que era. A medida que se acercaba, alcanzaba más velocidad, hasta el punto en que se clavó en el empedrado con un sonoro estruendo, anormal para las dimensiones de aquel objeto. En cuanto se levantó la humareda provocada por la caÃda, se extrañó al encontrarse con una varita, clavada profundamente en la piedra del suelo. Harry intentó hechizarla, pero cada encantamiento que la mandaba rebotaba en una especie de de campo de fuerza. Al principio no entendió aquel extraño ataque, pero en cuanto una especie de nube tapo el sol de madrugada que clareaba en el horizonte, palideció por primera vez.
Miles de varitas salÃan del castillo, de las ventanas, de las claraboyas, y otras incluso atravesaban los muros donde se encontraban. Se congregaban en una gran nube, y todas a la vez comenzaron a caer. Harry atinó a un escudo contra un grupo de varitas que hubieran tenido el mismo efecto que las flechas, pero en vez de caerse al suelo, se clavaban en el suelo, alrededor de la varita caÃda. Algunas veces tenÃa que tirarse al suelo, pues las varitas tenÃan la intención de agujerearle. Todas iban formando un cÃrculo que rodeaba el patio, y como pensó sagazmente Harry, a Circe y a él también. Esquivó por los pelos un grupo de varitas, y apuntando al cielo, conjuro unas aves que desviaban y destruÃan las varitas, pero todas ser clavaban en el suelo sin ningún rasguño. Dio un salto hacÃa atrás para sortear otro grupo, mientras lanzaba hechizos por doquier, todos con el mismo resultado. Poco a poco se acercó a Circe, que seguÃa con los brazos en alto. Cuando Harry se quedaba sin fuerzas, la lluvia de varitas paró, y los habitantes del castillo se concurrÃan en el vestÃbulo alarmados por la huida de sus varitas. Pudo ver a la profesora McGonagall, antes de que Circe moviera ficha de nuevo.
Esta vez se arrodilló en el suelo, y murmurando una especie de canto, las varitas empezaron a vibrar, movidas por una magia muy poderosa. De ellas salÃa un velo fino, que se extendÃa por el aire, formando una cúpula sobre ellos. Harry perdió de vista a McGonagall, que desapareció en la capa de neblina que las varitas formaban. Pronto el cielo sobre ello desapareció, y Circe se levantó del suelo.
—Asà nadie se entrometerá
Harry se acercó a Circe, pero con un gesto lo inmovilizó una fuerza invisible y lo alejó unos pasos de ella. Circe dejó caer la mano, y Harry se sintió de nuevo libre.
—Como un mago como tú no domina el arte de la magia sin varita, me rebajaré a tu nivel.
Dicho esto, echó un vistazo al cÃrculo de varitas, y una particularmente larga saltó del suelo y voló hasta su mano.
—Adelante
 Movió la varita con un floreo, y una explosión al lado de Harry le lanzó por los aires. Al caer sobre las varitas, lanzó sobre ellas una llamarada blanca, que las convirtió en un musgo verde y frondoso. Al dejar de hechizarlas Circe, las varitas habÃan perdido su escudo, y pudo ver como la cúpula clareo donde Harry aterrizó.
Circe hizo explotar un grupo de varitas, pero Harry fue más rápido y formo una barrera con las varitas, que le salvó del estallido.
—¡Variteum Volatem!—chilló Harry, a la vez que creaba una ola de varitas que se dirigió hacia Circe. Esta abrió un agujero en la marea, que pasó sobre ella con un gran estruendo de varitas cayendo. Furiosa por su desventaja, apunto a la alfombra de varitas, que se convirtieron en una gran llamarada, que acorraló a Harry. Convirtió el fuego en agua, y cuando inundaba el recinto, lo congelo, formando un suelo de hielo irregular. Aprovechando la confusión de la bruja, gritó:
—¡Desmaius!—
El hechizo rebotó en el hielo, y dio a parar en el pecho de Circe. Pero esta habÃa sido rápida y habÃa parado el hechizo justo a tiempo. Enfurecida, creo una bola de fuego enorme, que lanzó hacia él. La llamarada engulló a Harry, y se quedó parada en el punto donde se lo tragó. La llamarada de pronto se hundió en el suelo, dejando a Harry al aire libre. Antes de que la llamarada lo alcanzara, habÃa enfriado el fuego. Mientras tosÃa humo, dirigió el fuego hacia Circe, donde estalló en forma de chorros de fuego, que la acorralaron como a Harry hace unos segundos.
Circe comenzó a quemarse, ardÃa lentamente y se retorcÃa en el suelo mientras las llamas la consumÃan. Harry fue hasta ella debatiéndose entre salvarla o dejarla morir como ella quisiera hacerle a su familia. Sin embargo, al estar frente a frente ella comenzó a reÃr.
—Estás en desventaja, Potter — le dijo — La oclumencia nunca te sirvió de nada, ¿no?
Harry blandió su varita, listo para atacar.
— El Señor Tenebroso fue maravilloso en verdad. No solo investigó la magia sin varitas, sino cómo atacar desde lo más profundo, más allá de la básica legeremancia.
—¿A qué te refieres?
—Nada de esto es real…Para mÃ. Todo el dolor lo sentirás tú mismo, solo tú. Puedes quemarme, lanzarme maldiciones…lo que quieras. No me inmutaré. No me afectará. No puedes dañarme porque controlo tus sueños, tu fantasÃa, en esto me he vuelto experta.
»Voldemort era muy celoso con lo que hacÃa, querÃa todo para sÃ. El hecho de compartir su conocimiento lo aterraba. Sin embargo le gustaba contarse sus hazañas. Debes recordar su diario: era costumbre del impecable Tom Riddle dejarlo todo por escrito.
— ¿Cómo puedes saber tanto asà de Voldemort?
—Fácil. Él me ha acompañado desde hace mucho.
—Es imposible, yo lo destruÃ, yo lo maté.
—Solo su cuerpo murió. Sus grandiosas ideas siguen en muchos de nosotros, ¿sabes? Algunos queremos terminar su tarea.
— ¿Cómo puedes amar lo que era solo odio?
—No amo el odio. Amo el poder del odio, Harry Potter. Hasta Dumbledore, el santo, quiso en su juventud conquistar lo que Voldemort.
—Él se arrepintió.
—Porque su hermana murió. Los más grandes magos de la historia se han dado cuenta de que los muggles son basura y la pureza de la sangre es la legitimidad que necesita la magia, ¿no lo entiendes?
Harry le lanzó un hechizo a Circe.
—No te esfuerces. Estoy en tu cabeza. Lo que aquà parecen años, fuera son solo minutos. Yo encontré los Diarios Perdidos de Lord Voldemort. Él me dijo donde estaban.
—¡Para de mentir, eso es imposible!
—Nada es imposible, tú lo sabes. Yo le quité a Teddy Lupin la Piedra de la Resurrección.
Esperamos que el capÃtulo de hoy les haya gustado. Recuerden escribirnos a hpsextante@gmail.com con sus propuestas de próximo capÃtulo. Además, sÃgannos en Facebook, donde habrá concursos y se publicarán los mejores escritores de Fanfic de los que lleguen a nuestro email y también en Twitter y Tuenti…
Agradecemos su paciencia y entrega a este proyecto de todos los pottéricos!
Nos vemos el VIERNES…Espero!
NOX
Tomas Marvolo en Twitter @7horcruxes
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