– ¿Estás bien Albus? – preguntó Scorpius. – Tienes la mirada perdida.
Como todos los dÃas, Albus y Scorpius limpiaron el campo de práctica de vuelo. En esta ocasión solo cortaron el césped, pero parte del castigo era que debÃan hacerlo con tijeras.
– Si si, lo estoy. – dijo Albus, tartamudeando. – Solo me perdà en mis pensamientos.
– ¿Y en qué piensas? – La curiosidad de Scorpius incomodaba a Albus, pero entendÃa que su comportamiento en los últimos dÃas podÃa resultar extraño para los demás.
– No es nada importante.
– Como digas… – Esa respuesta no convencÃa a Scorpius. No querÃa parecer entrometido, asà que dejó las preguntas para otro momento.
Si de verdad pensaban que cortaban TODA la cancha con las pocas horas que tenÃan entre clases, pues están muy mal. Ni siquiera terminaban con 1/16 del terreno, y para el dÃa siguiente la grama volvÃa a crecer. No se pretendÃa que la cancha se viera bien con esto, solo era un castigo creativo que se le ocurrió a Hooch hace unos pocos años luego de tantas escobas destrozadas que luego tenÃa que volver a comprar con su salario. Cada dÃa, a las 12 pm, bajo el Sol en su momento más insoportable, y con los dedos adoloridos de tanto cortar, asà era el inicio de la tarde para estos dos amigos.
Ese dÃa era martes, por lo que después del castigo debÃa dirigirse a la clase de herbologÃa, dada por el profesor Neville Longbottom, otro gran amigo de su familia (y otra vÃctima de los intentos de James de obtener notas fáciles). No era de las clases favoritas de Albus, pero le gustaba como su tÃo Neville la manejaba, sobre todo por aquella vez en que su cabeza parecÃa ser devorada por una planta carnÃvora gigante, y resultó ser solo una broma para asustar a los chicos. Lejos del salón Neville nunca actuarÃa de esa forma, pero tener el control le daba ciertas libertades que lo hacÃan más dinámico, algo que solo alguien que lo conociera desde sus tiempos de estudiante podrÃa notar. Inclusive llegó a convertirse en el director de la casa de Gryffindor.
Durante una explicación sobre fertilizantes mágicos especiales, Albus distrajo su mente pensando en ese sueño recurrente que ha tenido desde hace varios dÃas. Ni siquiera parece un sueño común, es más bien como algo que debÃa hacer, se sentÃa llamado hacia aquel lugar donde…
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– ¡ESCÚCHAME! – gritó el chico de Slytherin. – ¡Trataré de dirigirnos al lago! ¡A la cuenta de tres, saltamos! ¡¿OK?!
– ¡DE ACUERDO! – gritó Albus.
– ¡UNO, DOS!….. ¡TRES! – Ambos saltaron al mismo tiempo desde una gran altura, y cayeron en el lago cerca de una orilla. La escoba, por otro lado, no tuvo tanta suerte e impactó contra el puente del embarcadero, rompiéndose en miles de pedazos.
Albus estuvo bajo el agua por unos segundos antes de flotar a la superficie, pero en esta ocasión se mantuvo más tiempo. En lugar de subir, bajaba cada vez más hacia lo profundo.
Ya parado sobre la arena, Albus caminó hacia donde el llamado lo estaba guiando. No tenÃa problemas en respirar, aunque le resultaba algo incómodo al avanzar.
Albus ahora estaba bajo el puente del embarcadero. Lo que buscaba se encontraba allÃ, oculto en la arena. El llamado era cada vez más fuerte.
– AquÃ… – dijo una extraña voz. Albus se guió por el sonido hasta un punto donde empezó a escarbar en la arena. Tal fue su sorpresa al verlo… al principio pensaba que era la madera de la escoba, pero no… no se podÃa comparar aquello con una escoba banal… era el trozo de una varita… una varita única y especial…
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– ¡SAÚCO! – gritó Albus al despertar, interrumpiendo a su tÃo Neville y su discurso de fertilizantes.
– ¡¿Qué pasó Albus?! – preguntó el profesor Longbottom, muy preocupado por lo que acababa de escuchar. – ¿Está todo bien?
– Asà es… – Albus estaba nervioso. No se le ocurrÃa una buena mentira, asà que dejó a su boca decir lo que quisiera. – Lo que pasa es creo que leà en un libro donde dice que ese tipo de fertilizante no funciona bien en árboles de Saúco, y querÃa preguntarle si era verdad. – Al menos no era una mentira tan mala.
– Eso es cierto. Se puede sacar el fertilizante proveniente del Arbusto Autofertilizante, pero solo para usarse con árboles de Saúco, esto se debe a…
Albus se salvó por mucha suerte. Ahora entendÃa que si no hablaba con alguien sobre estos sueños, quizá la próxima vez que grite “SAÚCO†serÃa en un psiquiátrico mágico.
– En mis sueños, la Varita de Saúco me llama. – dijo Albus. En lugar de almorzar, se llevó a Scorpius y a Boggart al pasillo para explicarles lo que ocurrÃa.
– Mira Albus, se que te interesan las varitas, y que justamente soñaras con la más poderosa del mundo no es una sorpresa. – dijo Boggart.
– Por favor, escúchenme. No creo que sean sueños, son más bien como visiones…
– TranquilÃzate, te ves muy pálido. – dijo Scorpius.
– Miren, en el sueño Scorpius y yo caemos al lago como la vez del incidente con la escoba, pero en esta ocasión bajo a lo profundo y camino hacia el puente. Cuando estoy cerca, la varita me habla para que la encuentre…
– A ver, ¿En serio estás tomándote en serio lo que dices? – dijo Boggart. – Fue solo un sueño raro, los tenemos todos.
– Y si es solo un sueño, ¿Por qué lo tengo todos los dÃas?
Boggart no supo como responder.
– Miren, no les pido que me crean o no, solo necesito su ayuda.
– ¿De qué estás hablando? – preguntó Scorpius.
– Quiero sumergirme en el lago, justo debajo del puente.
– ¡¿ACASO PERDISTE LA RAZÓN?! – gritó Boggart. – ¡No te ayudaré a que te suicides!
– Estoy de acuerdo con él. – dijo Scorpius. – Ese punto es demasiado profundo, y si no mueres ahogado lo harás por la presión.
– Por eso le robaré unas branquialgas a mi tÃo Neville. – dijo Albus.
– Es oficial, perdiste la razón. – dijo Boggart.
– Miren, necesito saber si lo que vi en mis sueños es real o no. Por lo que sé, papá arregló su Varita de Fénix utilizando un conjuro Reparo con la de Saúco, y después de eso la ocultó en quien sabe donde. Existe la posibilidad de que la lanzara al lago desde el puente. Tal vez la varita me está llamando, o quizá esté loco, no lo sé, pero no pienso quedarme con la duda. Planeo conseguir esas branquialgas, y espero que me puedan echar una mano.
Boggart y Scorpius se miraron con incredulidad. No podÃan creer lo que iban a decir, pero no pensaban dejar solo a Albus.
– Lo haré, solo porque sin ayuda probablemente te den otro castigo. – dijo Boggart.
– Yo por mi parte no podré vivir conmigo mismo si te abandono en esta locura. – dijo Scorpius.
– Gracias chicos. – dijo Albus. Estaba feliz de que al menos podÃa contar con ellos, aunque  estaba seguro que aún creÃan que estaba demente.
– Muy bien, ¿Qué tienes planeado? – dijo Boggart.
– Hacerle una visita a mi hermano, necesitaremos su Capa de Invisibilidad.
– Genial, otro robo más. Será mejor que Azkaban ya vaya preparando nuestras celdas.
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