Albus y Scorpius tuvieron que dormir en la habitación de Lily, debido al desorden que habÃa en el cuarto de Albus con todas las cosas de Ollivander. A la mañana siguiente, fue allà adonde fueron a buscar el tipo de madera que necesitaban para la varita.
Apenas estaba saliendo el Sol, y el resto de la familia seguÃa dormida. Rose y Hugo compartÃan habitación con James, mientras que Ron y Hermione estaban en el cuarto de huéspedes. Era el momento perfecto para revisar la herencia de Albus sin que nadie lo notara.
El cuarto de Albus parecÃa un pequeño almacén, lleno de baúles en lo que podÃa percibir la vista.Como cada uno era idéntico al otro, ambos no tuvieron más opción que revisarlos todos. AsÃ, con el Wingardium Leviosa, fueron moviendo y abriendo los baúles.
El primero contenÃa modelos de varitas que Ollivander usaba como guÃa durante el proceso de elaboración. Solo tenÃa el aspecto, pero sin sus núcleos no eran más que palitos de madera. Después de ese, le siguieron baúles con herramientas para fabricantes, las cuales tendrÃan que buscar más adelante. Pasaron un buen rato en esa operación, hasta que por fin, en lo profundo de la montaña de baúles, habÃa uno enorme donde Albus estaba seguro que estaban las maderas. Lo curioso era que encima de la tapa, habÃa una nota de advertencia que decÃa: «Cuidado con caer adentro.»
– ¿Tu entiendes a qué se refiere? – preguntó Scorpius.
– Solo diré que no te acerques demasiado. – dijo Albus.
Al abrir el baúl, Scorpius comprendió la advertencia de la nota: El espacio adentro parecÃa ser infinito, con troncos de madera flotando en un vacÃo blanco.
– Es un baúl encantado con infinidad. – dijo Albus. – Era la única forma de guardar los troncos. Aunque no lo creas, una varita necesita de medio árbol para ser fabricada. Por eso las maderas mágicas son escasas.
– ¿Y cómo sacaremos el Saúco entonces?
De repente, un enorme tronco en el espacio vacÃo se dirigió a gran velocidad a la entrada del baúl. Scorpius reaccionó y cerró la tapa de un golpe.
– Tranquilo, no hubiera salido del todo. – dijo Albus. – Dices el nombre del tipo de madera, y el baúl lo busca para sostenértelo y asà trabajar con él.
Albus volvió a abrir la tapa, y en esta ocasión salió el tronco de Saúco por completo, el cual terminó levitando sobre el baúl.
– ¡Genial! – dijo Scorpius. – ¿Cuánta madera necesitas? Si lo que quieres es que nadie se entere, no podremos llevarnos todo el tronco.
– Lo se. Por suerte para volver a unir los dos trozos solo necesito una rama.
Albus agarró la rama que requerÃa, y la ocultó bajo su camisa. Después, le pidió al baúl que buscara madera de Ciprés para la varita de Scorpius que deberÃa reparar más adelante. Los dos arreglaron los baúles como estaban, y salieron de la habitación antes de que alguien despertara.
– Ahora falta el pelo de Thestral, y podremos comenzar. – dijo Albus.
Diciembre fue un mes parecido a todos los años, con la única diferencia de que ahora estaba Scorpius compartiendo con ellos. La Navidad llegó junto con la nieve a Godric’s Hollow, y al mismo tiempo que el nuevo integrante del clan Weasley: Remus, el hijo de Teddy y Victoire. Lo llamaron asà no solo en honor a Remus Lupin, o por ser un hombre lobo (a diferencia de su padre metamorfomago), sino porque nació con una cola de lobo y algo de pelo en la espalda. Por lo menos nunca tendrá que preocuparse por la luna llena, pues esta «transformación parcial» evitaba que se volviera un lobo completo. Son muy pocos los casos de hijos de descendientes de hombres lobo que nacen con esta particularidad.
Nadie le criticaba a Victoire el haber quedado embarazada con 17 años, aunque ella en el fondo sabÃa que la juzgaban por ello. Contaba con que el pequeño Remus fuera lo que motivara a Teddy a por fin pedirle matrimonio, lo cual ocurrió aquel 25 de Diciembre frente a toda la familia. Estaban presentes Bill y Fleur, alegres de que su hija consiguiera un buen hombre con quien casarse (siempre y cuando fuera después de cumplir los 18), pero preocupados por la edad tan temprana en que se volvió madre; George y Fred, quienes de no ser por la diferencia de años y la relación padre/hijo se los podrÃa confundir con gemelos, algo con lo que siempre molestaban a Angelina y a Roxanne, usando maquillaje para darle a Fred una apariencia adulta idéntica a la de su padre; Charlie, quien no vino acompañado de nadie (recordemos que su único amor siempre fueron los dragones); Arthur y Molly, felices de haber vivido lo suficiente para poder ser nombrados como «bisabuelos»; Ron, Hermione, Hugo y Rose; Harry, Ginny, James, Albus y Lily; y, por supuesto, Scorpius. Admitámoslo, es una familia muy grande.
A los jóvenes de la casa no se les hicieron esperar los regalos. Albus recibió un libro antiguo con planos de diseños de varitas, el cual originalmente era propiedad de la biblioteca del Ministerio de Magia (cortesÃa de Hermione, nuestra ministra favorita); James una Nimbus 3000 totalmente nueva; Lily una muñeca; Rose las obras completas de Charles Dickens; y Hugo un tren de juguete.
Scorpius también recibió su obsequio, el cual vino volando en una lechuza de plumas oscuras. Era una carta de Draco, pidiéndole disculpas por no poder venir a la reunión, y avisándole de la nueva Vuelapluma que recibirÃa cuando comenzaran las clases. Scorpius salió de la sala sin decir palabra alguna, siendo seguido por Albus al frente de la casa.
– ¿Pasó algo? – preguntó Albus.
– No es nada en realidad. – dijo Scorpius. – Le habÃa pedido a mi padre que viniera a la fiesta. Hablé con Harry de antemano y dijo que estaba de acuerdo y todo, pero ahora no quiere venir.
– ¿Por qué?
– Por miedo a cómo lo vean los invitados, pues muchos de ellos pasaron malos ratos por su culpa durante la Segunda Guerra Mágica. Piensa que nadie lo podrá perdonar, ya que ni siquiera él mismo se perdona…
– Pero me contaste que hizo lo que hizo porque tu abuelo lo obligó.
– Y es verdad, pero aún asà no puede superar la culpa que tiene.
– ¿Sabes qué creo? Que todos merecemos una segunda oportunidad para demostrar quienes somos en realidad, y pienso que tu padre es una buena persona que solo pasó por malos momentos.
– Gracias Albus. – Scorpius sonrió por las palabras sabias de su amigo.
– No me lo agradezcas a mi. Ese pensamiento le pertenecÃa a Sirius, y no por eso deja de tener razón.
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