Tal y como ellos lo planearon, Scorpius rompió “accidentalmente†su varita durante la exhibición de fuegos artificiales de Godric’s Hollow por el año nuevo 2017. Su excusa fue que, mientras observaba el espectáculo desde el jardÃn, se sentó sin querer sobre ella. Con esto, Albus pudo convencer a Harry de dejarle llevar algunas de las herramientas y materiales de Ollivander a Hogwarts para arreglarla. El plan hasta ahora parecÃa marchar en buen camino.
Solo quedaba una cosa por hacer: Volver a la estación de King’s Cross, y seguir con lo que quedaba del año escolar. En esta ocasión, Albus y Scorpius viajaron en el auto muggle de Hermione. Harry no los pudo acompañar porque los aurores le habÃan asignado una misión al último minuto, asà que Scorpius aprovechó la oportunidad para cumplir con la petición de su padre.
– Hermione, mi papá querÃa que te dijera que lo siente. – dijo Scorpius.
– Me alegra saber lo que el tiempo hizo con Draco, y ahora todos somos lo bastante maduros para perdonarlo.
– Quizá, pero no lo dijo por ustedes tres, solo te pidió perdón a ti.
– Oh… – dijo Hermione, sin entender esas palabras. – ¿Y te dijo por qué lo sentÃa?
– No.
– Bueno… cuando lo veas, dile que está bien… – Hermione no estaba sorprendida, aunque si algo contrariada. A pesar de esa mirada de odio que siempre mostraba Draco cada vez que alguien lo veÃa, parecÃa ser que de verdad era diferente al chico que se la pasaba llamándola “sangre suciaâ€. Una prueba de ello era lo bien que habÃa criado a Scorpius. Es difÃcil olvidar el pasado, sobretodo uno como el de ella, su esposo y su amigo, pero ese es el significado de crecer y madurar.
El andén 9 y ¾ presentó un orden que perturbaba. Los estudiantes ahora entraban en fila al tren, mientras que unos profesores revisaban sus bolsillos y equipaje al montarse. Albus casi que le da un infarto al pensar en la probabilidad de que en ese cateo le encuentren los trozos de la Varita de Saúco, ocultos bajo su manga.
– TranquilÃzate, se te notan demasiado los nervios. – dijo Scorpius, susurrando. – Solo están revisando los bolsillos y las maletas.
– Haré lo que pueda.
Albus y Scorpius se colocaron en la primera fila que vieron. Tomó unos veinte minutos que por fin llegaran a entrar en el tren, donde el profesor Wycliffe revisó sus bolsillos y su equipaje.
– Lawrence, ¿Por qué están haciendo esto los profesores? – preguntó Albus.
– Es por los ataques de los meses pasados. – respondió Lawrence. – Queremos evitar que ocurra algo parecido en el tren. Por eso varios profesores y prefectos nos ofrecimos como voluntarios para protegerlos durante el viaje.
Los chicos se instalaron en uno de los compartimientos, cuyo pasillo estaba siendo patrullado por el profesor Longbottom.
– Te extrañamos en navidad tÃo Neville. – dijo Albus.
– Créeme que me hubiera encantado ir, pero ese dÃa hubo una asamblea de profesores en Hogwarts para discutir sobre cómo procederÃamos este año. ¿Sabes si tu hermano recibió sus instrucciones?
– ¿De qué está hablando?
– ¿No te lo dijo? James es ahora prefecto de Gryffindor.
Albus no supo si alegrarse por su hermano, o preocuparse de que algo le pasara. La lógica dirÃa que los Infiltrados buscarÃan atacar a los que traten de identificarlos, y eso significarÃa que James se está exponiendo demasiado al peligro.
– No, ahora es que me entero.
Los minutos pasaban, y el constante cateo de la entrada alargaba cada vez más la hora de salida del tren. Luego de un largo rato de fastidio y espera, Boggart apareció en el compartimiento, y con su llegada el tren por fin emprendió su camino.
– No tienen idea de todo lo que hice para explicarle a Hooch durante mi cateo por qué tenÃa esto, pero aquà está… – Boggart sostenÃa en sus manos una cajita negra, delgada y larga, con un moño en la tapa para indicar que era un regalo.
– Albus, se que te gustará esto. – dijo Boggart.
– Gracias. – Albus agarró el regalo y lo abrió. Su boca estaba abierta en forma de “O†por la sorpresa que se llevó. – ¡ES PELO DE THESTRAL!
– ¿Cómo lo conseguiste? – preguntó Scorpius.
– Mi mamá no es la única en la familia con un zoológico en su casa. De camino a Rumania nos detuvimos en Italia para visitar a una prima de ella, quien resultó ser una criadora de Thestrals. Los usa para darles paseos en carreta a los muggles y hacerles creer que se mueven solas, como las de Hogwarts.
– ¿Pero el Ministerio de Magia en Italia no la ha penalizado nunca por eso? – preguntó Albus.
– No mientras los muggles piensen que es una ilusión. Muchos magos han utilizado por años la técnica de “Es solo un truco barato†para usar magia frente a muggles, y por lo menos en Italia no los castigan siempre y cuando el muggle en cuestión mantenga esa idea.
– No se como agradecértelo. – Albus no contuvo la sonrisa de la emoción. – ¡Ya tengo todo lo necesario para repararla!
– Pero primero arreglarás la mÃa, que quede claro. – dijo Scorpius.
– ¡Por supuesto! Y por cierto, también traje algo para Boggart. – Albus agarró una de sus maletas, y sacó un trozo largo de madera. – Es algo de madera de Castaño, por si acaso le llega a pasar algo a tu varita. También tengo de Ciprés para arreglar la de Scorpius, y conservar el resto.
– ¡Genial! – dijo Boggart. – Aunque en realidad no era del todo necesario. Tal vez por ahora sirva con Scorpius, pero cuando tengas la Varita de Saúco podrás reparar cualquier varita con un simple conjuro.
– No lo habÃa pensado de esa manera…
De repente, el tren se detuvo. Los tres salieron del compartimiento para ver qué pasaba, y en el pasillo se encontraron con una escena increÃble: Era James peleando a puños contra otro chico en el suelo. Dos prefectos aparecieron para separarlos, a lo cual James gritó: ¡NO DEJEN QUE ESCAPE! ¡TIENE UN OJO DE BASILISCO!
El Infiltrado salió corriendo, siendo perseguido por James y los prefectos. Durante esa carrera, lanzó el ojo de basilisco que tenÃa al aire para que los estudiantes lo miraran. James reaccionó a tiempo para gritar: – ¡NO MIREN EL OJO! – gracias a lo cual todos se taparon la vista el tiempo suficiente para que James lo atrapara.
Wycliffe y Longbottom le cerraron el paso al Infiltrado, y cuando el mismo se vio rodeado por ellos y los prefectos, sacó su varita y apuntó en todas direcciones por el desespero.
– No tienes por qué cometer una locura. – dijo James. – Baja tu varita y no te haremos daño.
– ¡¿Y a mi qué me importa lo que ustedes me hagan?! – gritó el Infiltrado, soltando lágrimas. – ¡Fallé! No pude cumplir mi misión, y prefiero morir antes de irme con ustedes. – A continuación, el Infiltrado se apuntó a sà mismo con su varita, y gritó: – ¡AVADA KEDA…! – James lo interrumpió saltando sobre él y arrebatándole su varita.
– ¡DESMAIUS! – James desmayó al Infiltrado y dejó que los profesores se lo llevaran. Después, discutió con el prefecto que lo detuvo durante la pelea…
– ¡Lo tenÃa donde lo querÃa! No iba a irse a ningún lado, hasta que tu y tu amigo aparecieron y casi permitieron que escapara. – dijo James.
– La costumbre es mantener el orden entre los estudiantes. Además, sólo era responsabilidad de los prefectos encargarse de los infil…
– ¡YO SOY PREFECTO, GENIO!
– ¿Quién puede corroborar eso?
– Yo. – dijo la profesora Hooch, interviniendo en la discusión. – El señor Potter ahora es prefecto de Gryffindor.
– ¡Oh! Lo siento… no habÃa sido informado de ello. PermÃteme darte la bienvenida apropiada al equipo. Yo soy…
– Sé quien eres. – dijo James, enfadado hasta la nebulosa y más allá. – Marcus Bannister, también prefecto de Gryffindor, y el sujeto que casi mató a varios estudiantes inocentes con su interferencia.
James se metió en uno de los compartimientos, dejando a Marcus con Hooch, pero antes de entrar dijo lo siguiente: – Por cierto, hay que ser más exhaustivos con los cateos, porque encontré al Infiltrado en el baño induciéndose el vómito. Llevaba el ojo de basilisco en su estómago. – Al terminar de hablar, James cerró la puerta con toda su fuerza, y eso que se estaba conteniendo.
– Será mejor que te acostumbres, porque el señor Potter dirigirá toda la operación. – dijo Hooch.
– Pero… Rolanda… ya viste su mal genio. – dijo Marcus. – No podrá tomar decisiones acertadas con un temperamento asÃ. No es apto para el trabajo.
– Tu opinión poco importa a estas alturas. La decisión fue tomada por McGonagall, asà que espero que obedezcas al señor Potter en todo momento, o se te quitará el cargo de prefecto. ¿Quedó claro?
– Si profesora. – Marcus ahora deberÃa seguir las órdenes de James Potter, el ser más impulsivo que jamás habÃa visto en su vida. A pesar de ello, si todo seguÃa según como estaba planificado, la operación podrÃa continuar su curso.
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