– ¿Por qué necesitan de Albus? – preguntó James. – Fácilmente tu prefecto de Ravenclaw podÃa meterse en su habitación y que buscara la Capa.
– Marcus no querÃa llamar la atención, y además le encanta manipular a las personas. – dijo Tania. – Su ego será su perdición tarde o temprano.
Todo el dÃa James estuvo atado al árbol, esperando a que ocurriera cualquier cosa. Lo que más le preocupaba era pensar que Marcus no sólo habÃa conseguido la Capa de Invisibilidad, sino que además algo le hubiera pasado a Albus.
– El pequeño viene con la Capa. – dijo Marcus, apareciendo sin aviso alguno.
– ¿Qué le dijiste? – preguntó Tania.
– La verdad, que la vida de James peligrarÃa si no la traÃa.
– ¡Tal vez consigas la Capa y tengas la Piedra, pero sabes que ambas son inútiles sin la Varita de Saúco! – dijo James.
– Lo se, por eso el plan es tan perfecto: Causamos pánico entre los estudiantes matando a algunos chicos, el miedo se apodera de sus corazones y se vuelven vulnerables por la desconfianza, y cuando menos se lo esperen…
– Los Infiltrados tomarán Hogwarts…
– ¡No me interrumpas! Pero tienes razón, mis hermanos tomarán Hogwarts justo cuando Albus nos dé la Capa, y en cuanto el Castillo sea nuestro, destruiremos cada uno de sus cimientos hasta que encontremos la última Reliquia. No importará lo bueno que haya sido el escondite de Harry, es imposible que no aparezca la Varita después de lo que viene…
…
– Por suerte tampoco estaban lejos del lÃmite del Mapa del Merodeador. – dijo Albus. Los tres se reunieron en su habitación luego de que Albus los llamara durante la cena. – Están en este punto del Bosque Prohibido, bajando desde la Cabaña de Hagrid.
– No creo que estés dispuesto a darles tu Capa de Invisibilidad. – dijo Boggart. – Sabes muy bien lo que pasarÃa…
– Si, pero tampoco puedo dejar que lastimen a James.
– No nos olvidemos de Hogwarts. – dijo Scorpius.
– Ni siquiera sé por qué estamos discutiendo tanto. – dijo Boggart. – Con la Varita de Saúco podemos vencerlos en un dos por tres.
– Un paso en falso, y James pagará las consecuencias. – dijo Albus.
– Oigan, los Infiltrados quieren una capa que se vuelva invisible, entonces démosles lo que quieren… – dijo Scorpius. La idea invadió su mente y echó raÃces, haciendo que sus ojos se abrieran por la sensación que tenÃa. – ¡Busquemos una capa común y encantémosla con desilusión!
– SerÃa una buena idea, si supiéramos cómo hacer ese encantamiento. – dijo Boggart.
– Pues sabemos de alguien que nos puede enseñar. – dijo Albus, mientras agarraba la Varita de Saúco, la mejor profesora de hechicerÃa que existÃa.
…
Ya era de noche, y solo la luz de las estrellas iluminaba el Bosque Prohibido. Albus caminaba sujetando el señuelo que preparó con Boggart y Scorpius. HabÃa quedado tan perfecta que podÃa hacerte invisible por completo.
– ¡ALBUS! – gritó James, al ver la silueta de su hermanito acercándose al campamento. – ¡ESTARÉ BIEN! ¡NO LES ENTREGUES LA CAPA!
Albus siguió avanzando, a pesar de escuchar las súplicas de James. Frente a su mirada, estaban los prefectos esperándolo.
– En verdad que eres un chico inteligente, un verdadero digno de Ravenclaw. – dijo Marcus en tono burlesco.
Mientras tanto, James sintió que alguien estaba tratando de desatarlo del árbol, pero no veÃa nadie detrás de él.
– Finite Incantatem. – dijo una misteriosa voz que venÃa de ninguna parte. James no comprendÃa nada, aunque se alegró al sentir sus manos desatadas.
– Escúchame, trata de aparentar que todavÃa sigues atado, solo hasta que Albus grite. – dijo la misteriosa voz en el oÃdo de James.
– ¿Quién eres? – susurró James.
– Soy Scorpius, un amigo de Albus. Ya me tengo que ir, y recuerda lo que te dije.
James pudo escuchar los pasos de un niño alejándose del árbol, sin poder ver a quién le pertenecÃan.
– Pruébala, de seguro es una copia barata. – dijo Leopold.
Marcus se cubrió con la capa, y para asombro de todos se desvaneció. Volvió a quitarse la tela de encima, y se la dió a Tania para que la cuidara.
– Felicidades Albus, acabas de ayudar a una noble causa. – dijo Marcus.
– Ya tienes lo que querÃas, ahora libera a mi hermano. – dijo Albus.
– Por más honorable que soy, el fin justifica los medios. Lo siento, pero asà son las cosas…
– Eso pensé. ¡AHORA!
– ¡EXPULSO! – gritó Scorpius, haciendo que los prefectos salieran proyectados hacia atrás e impactaran al caer en el suelo. Scorpius buscó a Albus y lo tapó con la Capa de Invisibilidad, donde le dio la Varita de Saúco.
– ¡BUSQUENLOS PRONTO! – ordenó Marcus, haciendo que los prefectos se separaran.
James aprovechó la confusión para salir corriendo en busca de su varita, guardada en una de las carpas del campamento. Leopold lo vio y fue tras él, y cuando trató de matarlo usando un Avada Kedavra, Boggart reaccionó desde la cima de un árbol y dijo: – ¡Desmaius!
Leopold cayó desmayado en el suelo. Boggart se bajó del árbol y se dirigió hacia James.
– Gracias. – dijo James. – ¿También eres amigo de Albus?
– No tienes idea. – dijo Boggart.
Mientras tanto, Scorpius sacó de un bolso que llevaba, otra Capa de Invisibilidad fabricada por los tres en la tarde. AsÃ, ambos usando sus capas (la de Albus era la Reliquia, y la de Scorpius la encantada), desmayaron a Raymond y Tania sin ser vistos. Después se dirigieron a por Marcus, pero cuando los dos lanzaron sus Desmaius, éste redirigió los hechizos con su varita, y al saber de donde veÃan los rayos de luz, atacó a Albus y a Scorpius con Expelliarmus. A Albus solo se le cayó la Capa, mientras que Scorpius fue empujado contra un árbol, quedando inconsciente por el golpe.
– ¡AVADA KEDAVRA! – gritó Marcus.
– ¡EXPELLIARMUS! – gritó Albus.
Naturalmente, con la Varita de Saúco obedeciendo a su verdadero amo, no tuvo problemas en contrarrestar la maldición. Marcus, al verse indefenso, decidió sacar el ojo de basilisco del bolsillo para irse de este mundo, pero fue desarmado del ojo por Boggart, amarrado por un Incarcerous de Albus, y desmayado por un Desmaius de James.
Albus y Boggart fueron a socorrer a Scorpius, quien no abrÃa los ojos sin importar cuanto lo agitara Boggart. Albus invocó un Aquaeructum, y el poderoso chorro de agua no tardó en despertar a Scorpius.
– Bienvenido de vuelta amigo. – dijo Boggart.
Scorpius trató de hablar a pesar del frÃo que tenÃa por estar tan empapado: – ¿Qué… pasó… con..?
– Todos los prefectos están inmovilizados. – dijo Albus.
– Es bueno… saberlo.
James buscó los cuerpos inconscientes de los prefectos, y los ató juntos con otro Incarcerous por si acaso el efecto del desmayo acababa antes de llevárselos a McGonagall. Aprovechó la oportunidad para revisar en la túnica de Marcus y ver si todavÃa tenÃa la Piedra de la Resurrección. Para su suerte, allà se encontraba la Reliquia.
– Todo lo que querÃan era reunir las Reliquias de la Muerte. – dijo James, al reunirse con Albus, Boggart y Scorpius.
– Lo se. – dijo Albus. – De hecho… – Albus le mostró a James la Varita que habÃa usado durante el combate.
– ¡No es cierto!
– Papá la habÃa lanzado al lago de Hogwarts partida a la mitad, y yo la reparé.
– ¡¿Te das cuenta de lo que pudo haber pasado si ellos lo descubrÃan?!
– ¿Te das cuenta que gracias a ella, nunca más tendrás problemas con ellos?
James no pudo negar la razón de su hermano.
– Yo también tengo algo que mostrarles. – James les mostró a los tres la particular piedra con forma de diamante que tenÃa en su mano.
– La Piedra de la Resurrección… – dijo Boggart.
– La tenÃa Marcus como prueba de la existencia de las Reliquias. Si les soy sincero, no quiero nada ver con ella, o con las otras dos, asà que toma… – James tomó la mano de Albus y le puso la Piedra sobre su palma.
– ¿Estás seguro de esto? – preguntó Albus, algo desconcertado.
– Mereces tenerla más que cualquier otro, y como ya posees las tres, creo que eso te convertirÃa en el Señor de la Muerte.
– Asà parece…
James se retiró del lugar con los prefectos flotando a su voluntad, y dejó a los tres solos en la escena. Albus buscó la Capa de Invisibilidad, tendiéndola en el suelo. Colocó la Piedra de la Resurrección sobre la Capa, y sostuvo la Varita pensando si juntarla con sus hermanas Reliquias.
– Ya sabes lo que dijo la profecÃa. – dijo Scorpius. – Cuando las tres piezas se hayan juntado…
– La muerte vendrá por quienes considere sus aliados. – dijo Albus.
– Es hora de saber qué rayos significa. – dijo Boggart.
Albus puso la Varita de Saúco sobre la Capa, esperando a que pasara algo. De repente, sobre las Reliquias surgió una figura encapuchada y cubierta por un manto oscuro como la noche. Sus manos parecÃan esqueletos, y su rostro se ocultaba bajo la oscuridad que le daba su manto. Casi se pudo confundir con un Dementor, pero su presencia no causaba desesperanza, sino fascinación y miedo a la vez. Y la Muerte les habló. Estaba contrariada porque acababa de perder a tres posibles vÃctimas, y a la vez encantada de que por fin alguien pudiera reunir sus Reliquias.
– ¿Cuáles son sus intenciones con mis regalos? – preguntó la Muerte, con su voz tan grave y profunda, casi sonando como el propio viento del bosque. – ¿QuerÃan encontrar la inmortalidad?
Ninguno quiso responder. Quedaron paralizados por el simple hecho de estar presenciando a la mismÃsima Muerte. Fue Albus quien agarró coraje para responderle. Trató de sonar lo más educado posible.
– Lo que menos nos interesaba era evitar su llegada… cuando tuviera que llevarse nuestras almas a la hora que nos tiene preparada.
– ¿Solo están interesados en el poder? – preguntó la Muerte.
– No señor… o señora.
– ¿Entonces qué esperaban al reunir mis Reliquias?
– Yo… nosotros… no lo sé.
– ¡CONTESTA!
– ¡Buscábamos entender una profecÃa!
La Muerte no quiso seguir hablando de inmediato. Se tomó su tiempo para continuar: – Y dime, ¿Qué decÃa esa profecÃa?
– ¡Que aquel que posea las Reliquias de la Muerte decidirÃa si los magos seguirÃan existiendo en este mundo o serÃan aniquilados por completo!
– Eso pensé… Albus Severus Potter.
Albus no pudo creer lo que habÃa hecho: Acababa de gritarle a la mismÃsima muerte.
– Conozco tus intenciones, al igual que las de Scorpius Malfoy y Boggart Majoni. – dijo la Muerte. A Scorpius y a Boggart se les erizó la piel al escuchar sus nombres. – Solo querÃa probar si eras lo suficientemente valeroso para ser digno de mis Reliquias, y de la misión que estoy a punto de darte. Al habérteme enfrentado, te has ganado mi respeto.
Albus estaba que no cabÃa en su ropa. Al recuperar la calma, preguntó – ¿Cuál misión? ¿Es sobre la profecÃa?
– No lo tengo muy claro, pero según mi lista, en cerca de un año a partir de ahora, llegará un desastre de enormes proporciones que me obligará a recolectar las almas de todo aquel de sangre mágica. – dijo la Muerte. – A pesar de que siempre disfruto de una buena masacre, no puedo permitir el exterminio de toda una raza de humanos. Lamentablemente se me es imposible actuar directamente en el mundo fÃsico, y por eso les forjé las Reliquias a los hermanos Peverell, los primeros en usarlas para seguir mi voluntad y guiar al mundo al equilibrio cuando hizo falta mi intervención. El dÃa de hoy, en tiempos en los que la balanza entre el orden y el caos se ve afectada, les cedo a ti y a tus compañeros el dominio sobre mis Reliquias. Úsenlas con sabidurÃa, y mantengan su poder lejos de los ojos indignos hasta que llegue la hora de ser reveladas, cuando el Infierno amenace con incinerarlo todo a su paso…
La Muerte alzó los brazos en señal de despedida, y desapareció entre las sombras.
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