Fanfic: ¿Qué pasó con la cola de cerdo de Dudley y a dónde fue a parar la tía Marge?

Como a mí me encanta inventar cuando algo no queda muy claro o nunca se explica, vamos a analizar (o imaginar) qué fue lo que pasó con la cola de cochino que Hagrid le puso a Dudley en Harry Potter y la piedra filosofal y en dónde terminó la inflada tía Marge en Harry Potter y el prisionero de Azkabán (la verdad, me da igual dónde haya ido a parar pues era insoportable, pero no se puede ser tan indolente en esta vida, así que a fingir preocupación). ¡Entonces! La cola de Dudley… este dilema podría tener una solución sencilla como que Hagrid solo se la colocó a Dudley por una cantidad de tiempo preestablecida, algo así como “vamos a hacer que este niño ande por dos horas con una colita de puerco” (inevitable no pensar en Cien años de soledad, pero no estamos aquí para hablar de eso). Pero ¿no es más divertido imaginar a los Dursley en la sala de emergencia de un hospital? ¿O haciendo cita con algún cirujano plástico? Me los imagino, después de que Harry y Hagrid desaparecen, recogiendo todas sus cosas, Dudley gritando y creando más caos del que ya hay. Por fin, logran montarse en el carro, los tres en pijama. Dudley tiene problemas para sentarse, así que debe acostarse boca abajo durante todo el trayecto. El niño es tan flojo que ni el hecho de tener una cola de cerdo puede contra su cansancio, así que, tras unos minutos, se duerme. La tía Petunia se voltea de vez en cuando y ve la colita saliendo del pantalón de su hijo. Torrentes de lágrimas…

En la sala de emergencia, enfermeros rodean a Dudley mientras esperan por que un doctor se desocupe. Uno de los enfermeros lleva consigo una cámara Kodak y le toma una foto a la cola de puerco porque “el hospital necesita registro de todo”. Mentira inmensa. Esa foto pasará de mano en mano en reuniones familiares y con amigos, para luego, años después, llegar a Instagram como el mejor Throwback Thursday del mundo, ninguna foto recibirá jamás tantos likes. Llega el doctor. Todo el mundo en silencio. La sala no debería estar tan llena de enfermeros, además de que hay un muchacho con piedras en los riñones que reclama que le aumenten la dosis de morfina y nadie le hace caso… todos pendientes de la cola. El doctor dice que es preciso llamar a un cirujano, pero primero deciden comunicarse con un doctor experto en diagnósticos, algo así como un Doctor House… ni House (uniendo aquí un libro y una serie que me fascinan) sabe qué ocurre ni lo puede descifrar, no importa cuántos MRI’s se hagan. Sin embargo, buenas noticias, la cola es completamente operable y fácil de eliminar. Los Dursleys bien podrían haber dicho que esa cola apareció por magia, pero antes morir que revelar al mundo que comparten sangre con sendos anormales. Uno de los enfermeros tiene un hermano mago, sabe lo que ocurre, pero prefiere quedarse callado y disfrutar del momento. La operación es un éxito y el médico cirujano guarda la cola en una botellita con formol para mostrarla a sus colegas y futuros pacientes como un logro y evento inolvidable en su vida. Los Dursley piden discreción, no quieren que nadie se entere. Todos les prometen mantener la operación en secreto (seeegurooo que no van a llegar a sus casas a contar que llegó un niño a la sala de emergencia con una cola de cerdo. Si en esa época las redes sociales hubieran estado tan desarrolladas como ahora, ya hubiera memes de la cola y Buzzfeed habría sacado un artículo tipo “25 things that you thought when you heard about pig tail boy”).

Por otro lado, la tía Marge. Por supuesto que hubo muggles que la vieron y el Ministerio de Magia se vio en la necesidad de realizar aquella fastidiosa tarea (para la cual Gilderoy Lockhart era un experto) de borrar la memoria de quienes la vieron. Pero ¿cómo se desinfló? ¿La desinfló el Ministerio? Quizá ocurrió así y le borraron la memoria a ella también y se acabó. O quizá, se fue desinflando poco a poco, como un globo viejo. Pero, imaginen la sorpresa de quienes la vieron ya casi aterrizando. Todos esos ingleses exclamando “bollocks!” hasta más no poder. Ahora que lo pienso, esa escena hubiera sido muy cómica en América Latina… Pero vamos a dejar “si Harry Potter fuera latino” para otro fanfic. Entonces, la tía en el cielo, no falta el que sale con el cansado chiste de “¡Es un ave! ¡Es un avión!”. No aterriza sino en el jardín trasero de una familia convencional que celebra el cumpleaños de uno de sus hijos. Por supuesto, el cumpleañero, que ese día cumple 8 años, cree que la llegada de una señora gorda y flotante es parte de las sorpresas de su cumpleaños. Su hermana, feliz, cree que llegó Mary Poppins a su casa y empieza a chasquear los dedos a ver si todo se ordena (¡JAJAJA! Niña, bienvenida al club de los que quisieran que limpiar fuera así de fácil , solo chasqueando los dedos y cantando “un poquito de azúcar”). Los padres, asustados, apartan a los niños de la extraña voladora. El dueño de la casa aparece con una escopeta (jejeje). La madre del cumpleañero le pregunta histérica a la tía Marge que qué quiere. La tía Marge se levanta con dificultad, todos dan un paso hacia atrás. Estuvo volando unas 16 horas, la pobre. Tras unos cinco minutos en los cuales toda su concentración estaba totalmente enfocada en lograr mantenerse de pie, explica que cree tener una enfermedad (todos se alejan aún más), pues la inflación había comenzado de repente, alguien se pregunta si será un caso raro de Cushing’s (estoy viendo “Doctor House” por Netflix). A todas estas, le dicen que está en Irlanda (hasta allá fue volando la tía). Ella no tiene cartera y no sabe cómo volver a su casa, pide dinero para un taxi que la lleve al aeropuerto, así como para el boleto de avión. La gran mayoría está dispuesta a dar todo el dinero en efectivo que tiene dentro de su billetera con tal de ver a la tía Marge irse, sin embargo, para su mala suerte, hay un doctor en el grupo que quiere analizar lo que ocurrió y hacerle cualquier cantidad de preguntas impertinentes, que van desde una nueva y extraña adicción al helio o si en su familia existe una historia de antepasados con esta enfermedad. La tía no tiene idea. A todas estas, tiene hambre y sed, pero todo el mundo está en shock y nadie está pendiente de sus necesidades fisiológicas. El doctor continúa con su retahíla de preguntas (“¿comió algo fuera de lo usual? ¿Será una reacción alérgica?”). Eventualmente, la tía logrará irse. Se filmaron muchos videos de ella volando, lástima que el Ministerio se encargó de borraros todos, así como la memoria de los asombrados espectadores. Triste. Quizá el gobierno de los Estados Unidos hace eso con los aliens… yo aquí, pensando tonterías.

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María Paulina Camejo

Escritora venezolana radicada en Miami. Licenciada en Historia del Arte y Literatura por la Universidad de Miami. Ha publicado la novela Beatriz decidió no casarse, la cual también fue publicada en inglés. Puedes comprar su novela en Amazon

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