Poco se sabe de la relación amorosa entre Ginny Weasley y Dean Thomas. Todos recordamos aquella escena en la que Harry y Ron los encuentran besándose en uno de los pasillos del colegio. Ron se molestó y Harry sintió, lo recuerdo, un monstruo en su estómago rugir. Luego, mientras se imaginaba a él mismo besando a Ginny, el monstruo en su estómago comenzó a ronronear (siempre lo he imaginado como un cachorro de león verde). Sabemos también que Ginny y Dean discutieron luego de que Harry sufrió un accidente en un partido de Quidditch y Dean no hizo sino reírse. Aunque esto fue de muy mal gusto y revela los primitivos sentimientos de Dean, hay que tratar de entender que la intuición es muy poderosa, entonces, es muy probable que, inconscientemente, nuestro pobre personaje secundario supiera que su novia estaba realmente enamorada de Harry y que él nunca despertaría en Ginny los sentimientos que Harry había despertado. Sin embargo, también sabemos que durante las vacaciones de Navidad, Ginny estaba emocionada por regresar a clases y ver a Dean. Entendamos que aunque ella iba a estar siempre enamorada de Harry, si había decidido entablar una relación con Dean Thomas era porque este no le desagradaba. Dean nunca me cayó mal, probablemente el muchacho era simpático y tenía sus encantos. Sabemos también que coincidieron en el Expreso de Hogwarts, pero no ocurrió gran cosa porque fueron rápidamente interrumpidos por Zacharias Smith (aaagghh). Como nosotros, los mortales lectores, nos enteramos de la relación entre Dean y Ginny al mismo tiempo que Harry y Ron, podemos darnos el lujo de imaginar cómo comenzó. Si este beso tuvo lugar luego de la primera práctica de Quidditch, regresemos a unos días antes.

Tras una clase de Pociones en la cual su poción explotó, Ginny se dirige rápidamente a la torre de Gryffindor, para buscar su otra túnica, darse un baño y cambiarse. Dean Thomas, que ya sentía atracción por la joven Weasley, la ve dirigiéndose hacia la sala común de su casa. Como él está algo lejos, decide acelerar el paso para alcanzarla. Cuando está ya a unos tres metros de ella, Thomas exclama:

–¡Hey!

Ginny voltea, Dean no había planeado qué decir (aplausos para él) y no se le ocurre nada mejor que:

–Olvidé la contraseña, necesito entrar con alguien a la sala de Gryffindor.

Por supuesto, a Ginny no se le escapa el hecho de que hay otros Gryffindor que se dirigen en ese momento hacia la sala y que solo le basta al joven Dean preguntar la contraseña para poder entrar sin problemas. Sin embargo, Ginny no hace ningún comentario al respecto. Se limita a sonreír y acepta la compañía de Dean.

No se sabe mucho sobre el coeficiente intelectual de Thomas, pero vamos a asumir que, si Ginny decidió embarcarse en una relación amorosa con él, no puede ser tan bruto. Aceptando que Dean Thomas es inteligente, es probable que haya recurrido a la táctica de hacer preguntas, ya que entiende que a todo el mundo le gusta hablar sobre sí mismo, así que, primero que todo, interroga a Ginny sobre la poción que cubre su túnica, dejó algunas manchas en su cara y parte de su cabello. Luego de que Ginny explica lo que ocurrió (cabe destacar que describió todo de una forma graciosa que hizo reír a Dean… dichosos todos aquellos con ese don de hacer que cualquier cosa que cuenten dé risa), Dean le pregunta sobre su música favorita, sus clases favoritas, sus vacaciones de verano. Ginny responde tranquilamente y, para suerte de Thomas, tienen gustos compatibles, no iguales, pero sí compatibles. Dean parece interesado en todo lo que Ginny tiene que decir (y digamos que ese interés es genuino, no estamos aquí para describir a Dean Thomas como el peor hombre del mundo que, quizá, fingió interesarle cualquier cosa que tenía que decir la menor de los Weasley).

Tras llegar a la sala común, Ginny se despide de Dean pues quiere ir a bañarse. Transcurre una media hora en la cual ella no pensó en Dean, ni por un segundo. Ya bañada y con los restos de la poción fuera de su cabellera roja, Ginny se dirige a la sala común de Gryffindor, pues su siguiente clase sería en una hora. La sala está prácticamente vacía. Harry, Ron y Hermione no están a la vista. En la sala solo se encuentran Parvati Patil y Lavender Brown, que conversan en unos sillones apartados, grupos de estudiantes más jóvenes y Dean que, sentado en una butaca junto a la chimenea, redacta un pergamino para una clase. Dean levanta la vista y saluda a Ginny con la mano. Ginny le devuelve el saludo y decide acercarse. Se deja caer en la butaca, pues está algo cansada. Él le ofrece compartir una rana de chocolate. Ella la acepta agradecida y él le pide que ella le cuente algo mientras él escribe.

–¿No te distraeré?

Él niega con la cabeza, su vista fija en el pergamino, y dice:

–Puedo escucharte mientras termino con este trabajo.

–Pero no sé de qué te puedo hablar…

Dean levanta la cabeza y, encogiéndose de hombros, dice:

–De lo que quieras… descríbeme tus mejores vacaciones.

Ginny sonríe y comienza a hablar sobre aquel viaje a Egipto que hizo con toda su familia. Dean Thomas ríe de vez en cuando con los comentarios de la joven. Y digamos que así empezó (qué bonito es todo al comienzo vale).

Supongamos que Dean no tardó en revelar sus sentimientos. Quizá fue algo así como que él, nervioso, le dijo:

–Ginny… perdón por decirte esto totalmente de la nada, pero tú me gustas mucho.

Ginny sonríe con los labios apretados y, algo avergonzada, no se le ocurre nada mejor que:

–Tú… me caes bien.

No es la respuesta que Dean Thomas esperaba, sin embargo, no pierde la esperanza. La invita a caminar un rato y ambos conversan. Ginny no puede negar que no la pasa mal con Dean… es simpático, incluso inteligente, no hay señal de que Harry albergue algún sentimiento por ella…

Y, bueno, ya todos sabemos que Harry y Ron los encontraron a los pocos días besándose en el pasillo. Pero para qué extenderse hablando de Ginny y Dean, cuando podemos hablar de Ginny y Harry. Historia que sí conocemos mucho mejor, pues vimos cómo fue surgiendo, lentamente (muy lentamente, mi paciencia fue evaluada como pocas veces en mi vida). El primer beso entre ambos fue muy emocionante, en la película lo ponen como que fue ella quién besó a Harry, pero en el libro, seguramente todos lo recordamos, leímos «Harry la besó». Fue Harry quien la besó, sin importarle que Ron y que todos los Gryffindor estuvieran observando.

Ahora, ¿cómo habrá sido el segundo beso? El segundo beso también es emocionante. Quizá Harry y Ginny subieron a la torre de astronomía escondidos bajo la capa de invisibilidad de Harry (¿cuándo es que salen al mercado las capas invisibles? Llevo quince años queriendo una). Ya arriba, ambos algo nerviosos (aaah l’amour…) Ginny levanta la cara al cielo para observar las estrellas. Sonríe… Harry la observa por esos segundos en silencio. Él sonríe también, sin saberlo. Ella hace un comentario sobre alguna constelación, tras lo cual baja la mirada y sus ojos se encuentran con los de Harry. Se miran. Ella aprieta los labios para no reír mientras lo observa con una mirada pícara. Él da un paso hacia ella y rodea su cintura con sus manos.

–Are you going to kiss me, Mr. Potter?

–Totally.

Ella ríe levemente y, a su vez, rodea el cuello de Harry con sus brazos. Se besan…

Pero como la vida no es perfecta, ni siquiera en el mundo de Harry Potter, a Ginny la asalta en ese momento el recuerdo de todo lo sucedido con respecto al diario de Ryddle. Hay que entender que hay cosas que, simplemente, no se superan. Ese debe ser un trauma con el que ella tendrá que lidiar toda su vida (Voldemort, imbécil). Ginny deja de besar a Harry y esta fue una de las pocas veces que lloró delante de él. No fue un llanto ni patético, ni estruendoso ni mucho menos, pero Harry sí pudo ver varias lágrimas deslizarse por las mejillas de Ginny. Él le pregunta qué ocurre y ella, bajando la mirada y limpiándose las lágrimas con el dorso de la mano le responde que siente que él tenga que verla así y le pide perdón por haber dañado el momento. Harry, suavemente, le levanta la barbilla con su mano para verla a los ojos. Tras ver a Harry, Ginny se calma un poco. Él la abraza y ella le devuelve el abrazo con fuerza. Permanecen así por un espacio de dos minutos, durante los cuales nadie dice nada. Las estrellas en el firmamento, una suave brisa mueve suavemente las hojas de las copas de los árboles del Bosque Prohibido, así como la roja cabellera de Ginny, la luna ilumina el lago… y Harry sonríe pensando que nunca había sido tan feliz.

Sin embargo, esta vida es como una montaña rusa. Eso lo sabemos de sobra, pues todos hemos oído esa inminente metáfora varias veces. Tras esta fugaz felicidad, pues como dice Sabina «no sabía que la primavera duraba un segundo», Ginny se encuentra, en su sexto año como estudiante de Hogwarts, sin Harry que no había regresado ese año a la escuela para emprender un viaje con el fin de «detener a Voldemort» (así le había dicho a Ginny). Sin su hermano Ron y sin su amiga Hermione, que habían decidido acompañar a su amigo en este riesgoso periplo. Además, recordemos que Harry había decidido acabar con aquella relación pues, si Voldemort descubría sus sentimientos hacia la pequeña Weasley, probablemente buscaría hacerle daño. Y, para poner la cereza en el helado, Dumbledore muerto. La ausencia de Dumbledore debe haber sumido al colegio en una atmósfera gris y de miedo. Es verdad que Ginny goza de una fortaleza envidiable, pero hasta el más fuerte sucumbe a veces a la tristeza cuando las circunstancias no son para nada favorables. Probablemente, Ginny pasó varias noches dando vueltas en su cama sin poder dormir, pues no es solo que extraña a Harry (motivo suficiente para estar triste), sino que teme por su vida. Quizá, al rendirse y aceptar que no dormiría, nuestra joven bajó a la sala común de Gryffindor para sentarse en una butaca, sus brazos rodeando sus rodillas. Con la vista clavada en el suelo, Ginny piensa en Harry y la asaltan recuerdos de su corta pero feliz relación. Levanta la cabeza y con su mirada recorre la oscura sala, tenuemente iluminada por el fuego de la chimenea. En cada rincón de la sala revive una memoria diferente de algún feliz momento que compartió con Harry.

«Ahí fue donde Harry y yo nos reímos de Ron porque le dije a Romilda que Ron se había tatuado un micro-puff… en ese preciso lugar fue mi primer beso con Harry… en este mismo sillón conversé con Harry».

Respira profundamente y, seguidamente, aprieta cierra sus ojos fuertemente para evitar que nuevas lágrimas escapen. Sabe que este esfuerzo es totalmente en vano. Se lleva una mano a los labios para ahogar los sollozos y no despertar a nadie. Llora en silencio hasta quedarse dormida por espacio de una hora, para luego despertar con el amanecer.

Ginny abre los ojos, algo hinchados por el llanto, tenues rayos de luz atraviesan la sala. Se levanta y al ver hacia la ventana, sonríe. Se acerca, con pasos cortos y silenciosos, para observar el hermoso amanecer que se eleva delante de sus ojos. Suspira y, con la mirada fija en el horizonte. una mirada fuerte y penetrante, como retando al destino, se dice a sí misma que todo va a salir bien.

Disclaimer: Este artículo es un fanfic, puede tener contenido no oficial de Harry Potter.

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María Paulina Camejo

Escritora venezolana radicada en Miami. Licenciada en Historia del Arte y Literatura por la Universidad de Miami. Ha publicado la novela Beatriz decidió no casarse, la cual también fue publicada en inglés. Puedes comprar su novela en Amazon

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