Fanfic: La desconocida historia de Sirius Black y Allison White Parte II

Muchas estudiantes de Hogwarts veían la relación de Allison y Sirius con añoranza, algunas con celos. Siempre se podía verlos por los pasillos riendo. Una vez, salieron dando arcadas de la risa de La Sala de los Menesteres luego de que McGonagall se encontrara con que era una pista de hielo mientras de fondo sonaba Start Me Up de los Rolling Stones y una torre de ranas de chocolate decoraba una esquina.

–¿Cuántas te comiste tú? –Le preguntó Sirius a Allison mientras se alejaban riendo al momento que cada uno le hacía perder 20 puntos a su casa.

–Como ocho.

–¡Eres una novata!

–Yo sé que tú te comiste 26.

–¡Y sobraron para el que quiera! –Sirius detuvo su caminata un momento y, llevándose una mano al estómago, agregó–: Porque yo no voy a comer ranas de chocolate en… posiblemente semanas.

–Pues hay que ir ya a ponernos debajo del marco de una puerta –dijo Allison.

Frunciendo un poco el ceño, pues no había entendido, Sirius preguntó por qué.

–Porque, si de verdad quieres pasar semanas sin comer ranas de chocolate, es que viene el fin del mundo y no me quiero morir aplastada por una roca cuando empiece el terremoto.

Sirius rio el comentario de su novia, le pasó el brazo por los hombros y le besó la cabeza.

–¿Qué clase tienes ahorita? –Le preguntó.

–Ahorita tengo hora libre, ¿te acuerdas?

–Ah, cierto –Sirius se llevó las manos a la cara mientras exclamaba–: ¡No quiero tener Pociones! ¡Es la última clase que necesito en este momento!

–Sí… en verdad me das mucha lástima ahorita.

–Voy a terminar vomitando en ese caldero.

–Qué asco, Black. No quería imaginarme eso.

–Lo siento, White.

–Y, por cierto –Agregó Sirius tras unos segundos de silencio–, la próxima vez convertimos esa sala en lo que yo elija. Una pista de hielo es muy cursi.

                        Y siempre se les veía así…

                        Ahora, como bien dice Sabina, «no sabía que la primavera duraba un segundo», había un pequeño problema, y es que Allison provenía de padres muggles. Sirius no tenía ningún problema con esto, sorpresivamente, eran los padres de Allison que, al ver cómo su hija se adentraba más en el mundo de la magia, sentían que perdían a su hija y, con el paso del tiempo, en vez de acostumbrarse a la idea poco a poco, repelían cada vez más y más el mundo al cual pertenecía su hija ahora.

Una mañana, mientras Allison y Sirius desayunaban en la mesa de Hufflepuff, Allison recibió una carta de sus padres. Supo que no le iba a gustar el contenido desde que leyó las primeras dos oraciones, que decían «tu padre y yo queremos hablar contigo algo importante. Tendrá que ser por carta porque en ese colegio tuyo no existen los teléfonos».

Allison tragó saliva e inclinó la hoja para que Sirius no pudiera, ni por error, leer el contenido de la carta. Sirius no tuvo que leer nada para saber que algo andaba mal.

–¿Qué te pasa? ¿Qué te dicen tus papás?

Allison negó con la cabeza, iba a responder «nada», pero sabía que acabaría por contarle a Sirius la verdad, así que decidió hacerlo inmediatamente. Suspiró antes de hablar:

–Mis papás, que no es que les encante la idea de que yo estudie aquí.

–¿No te pagan ellos mismos el colegio?

Allison asintió y respondió:

–Sí, sí… y, es que al principio estaban muy emocionados con la idea pero, creo que están cayendo en cuenta que, al ser bruja, pertenezco más a este mundo que al de ellos, y eso no les gusta para nada.

–Entendible… pero ya no pueden hacer nada, ya estás aquí.

–Dicen que hay que conversar sobre el tema… pero.

Allison tragó saliva y Sirius pudo ver que sus ojos se iluminaban debido a las lágrimas. Sirius le pasó un mechón de pelo por detrás de la oreja y tomándole suavemente la cara con ambas manos, le dijo:

–Mira, Allison, no creo que te vayan a sacar del colegio. Ya estás en cuarto año, no puedes volver ahora a un colegio muggle.

–Sí podría… –respondió Allison con dificultad, pues quería llorar–. Estudio durante el verano para el examen de admisión y listo. Además, sé que mis papás siempre mantuvieron una relación estrecha con mi colegio muggle. Creo que, en el fondo, siempre les dio miedo la idea de que yo fuera bruja.

–No te pueden hacer eso, Allison.

–Tú no los conoces…

Ese día discutieron por primera vez:

–¡Y llega el verano y tú no vuelves más! ¡No puedes hacer eso! –Exclamó Sirius.

–¡No quiero hacer eso! ¡Y no sé en verdad qué va a pasar! ¡Mis papás no dijeron nada concreto! ¡Fue nada más lo que viste en la carta! –Respondió ella.

–¡Obviamente te quieren sacar de aquí, Allison! ¡Y tú no vas a poder hacer nada! ¡Son ellos contra ti!

–¡Yo soy mi propia persona!

–¿Y te vas a pagar tú tu año en Hogwarts? Ah, claro… –Dijo él con sarcasmo y mucho enojo–. Dependes de ellos. Si te quieren sacar de aquí, te van a sacar… y no te voy a poder ver nunca más. ¡Joder! –Exclamó por fin mientras golpeaba con su puño la pared de piedra.

Sin poder contenerse más, Allison rompió a llorar. Sirius, suspiró y dando un paso hacia ella, la estrechó fuertemente entre sus brazos. Permanecieron así varios minutos.

–Vamos a ver qué pasa y a tratar de resolver esto. No nos preocupemos todavía.

Y eso hicieron. Todo continuó igual, relativamente, pues las cartas de los padres de Allison colocaban una inminente nube gris sobre los dos jóvenes. Ya en abril, cuando faltaba poco para que el año escolar acabara, Allison sabría que no regresaría. Recibió esa última carta de sus pares diciéndole que ya habían hablado con su colegio muggle y que no estaban dispuestos a pagar otro año en Hogwarts. Allison sabía que tenía que decirle a Sirius, pero eso implicaría el final inmediato de su relación. No podía tampoco ocultarle la noticia hasta que llegara el final del año escolar. Eso sería una maldad, además sabía que Sirius le preguntaría si no había recibido otra noticia de sus padres. Nuestra joven tuvo que armarse de mucho valor.

Una noche se hallaban en la torre de astronomía, a la cual subían, por lo menos, una vez a la semana. Allison había recibido la última noticia de sus padres hacía casi una semana. Decidió que ya era hora de contarle a Sirius.

–Sirius…

Sirius desvió su mirada de las estrellas hacia la cara de su novia y, al verla triste y, previendo lo que venía, se entristeció el también. Habló antes de que Allison dijera nada:

–No vas a volver, ¿verdad?

Por respuesta, Allison rompió a llorar, lo cual se había hecho relativamente común en esos meses.

Decidieron, por mutuo acuerdo, romper con la relación.

Esos últimos meses en el colegio fueron muy difíciles para ambos. A veces se cruzaban en el pasillo y se saludaban. Sirius le preguntaba a Allison cómo estaba y viceversa. En la clase de Encantamientos que compartían no volvieron a ser pareja. La pareja de Sirius volvió a ser James. Todos, incluído el profesor Flitwick, lo notaron.

Llegó el último día de clases…

Allison, junto a sus amigas, bajaba las escaleras hacia la entrada del castillo con la certeza de que no las pisaría nunca más. Caminaba lentamente, mirando los cuadros de las paredes, intentando almacenar cada detalle en su memoria. Sus amigas le pasaban el brazo por los hombros y la abarzaban. Algunas lloraban, la iban a extrañar mucho.

Al cruzar el umbral de la puerta de entrada, Allison vio a Sirius. Estaba recostado de la baranda, pero al verla, se enderezó automáticamente y, con una leve sonrisa, se acercó a ella a paso lento. Las amigas de Allison sabían que sobraban en la escena y le dijeron que la esperaban en los carruajes. Allison asintó y las vio alejarse. Su mirada se encontró con la de Sirius.

–No me podía ir sin despedirme.

Allison sonrió y, a continuación, se abrazaron.

–No quiero que te vayas sin saber que eres lo más increíble que hay en el mundo y que te mereces toda la felicidad que existe y más.

Allison lo abrazó con aún más fuerza, con su cabeza recostada en el hombro de Sirius. Se separaron unos pocos centímetros y se vieron a los ojos. Allison apretó los labios, sus labios se llenaron de lágrimas y, entre suaves sollozos, dijo:

–Te he extrañado mucho.

–Yo también. Muchísimo. Muchísimo, Allison. Todo el tiempo. En serio. Todo el tiempo.

Se miraron sin decir nada y se besaron por última vez. Caminaron juntos a los carruajes y ahí se despidieron. Cada uno se fue con sus amigos y no volvieron a verse nunca más. Ella ni siquiera sabe aún que él murió.

___________

Puedes leer la primera parte aquí

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María Paulina Camejo

Escritora venezolana radicada en Miami. Licenciada en Historia del Arte y Literatura por la Universidad de Miami. Ha publicado la novela Beatriz decidió no casarse, la cual también fue publicada en inglés. Puedes comprar su novela en Amazon

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María Paulina Camejo

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