La vida conyugal de Ron y Hermione siempre me ha dado mucha curiosidad, pues nadie puede negar que son personas que provienen de culturas exorbitantemente diferentes y, además, con caracteres prácticamente opuestos. Asumiendo que se quieren mucho, y a sabiendas de que ambos son muy inteligentes (siempre me ha parecido que Ron es muy inteligente), hemos de suponer que han logrado amoldarse el uno al otro. Sin embargo, las diferencias deben hacer acto de presencia de vez en cuando, así que veamos cómo es:

–Ron, Rosie tiene cuatro caries, la voy a llevar al consultorio de mis padres –dijo Hermione mientras, con la ayuda de su varita introducía las tazas en la alacena.

–¿Por qué? Eso se le arregla con un hechizo, yo le arreglo los dientes ahorita –dijo Ron sin abandonar su lectura del diario El profeta–, deja que termine de leer algo aquí que escribieron sobre Harry, que tenían tiempo que no escribían sobre él.

–Ron… mis padres son dentistas.

–Sí, pero ¿no confías más en la magia? –Preguntó Ron sin pensar mucho.

Hermione no dijo nada, solo lo miró esperando por que él se diera cuenta.

Ron tardó unos segundos en percatarse de que Hermione lo observaba, de pie, fijamente, con los brazos cruzados. Lentamente fue dejando el periódico sobre la mesa y preguntó:

–Qué pasó.

Antes de responder, Hermione tomó aire mientras sonreía de manera sarcástica y lo miraba con los ojos entrecerrados.

–Tú me estás diciendo… –comenzó Hermione– que confías más en un hechizo que no has hecho nunca, y que te puede salir mal, que en mis padres, que tienen años de experiencia como dentistas, por el simple hecho de que son muggles.

Ron suspiró con algo de tedio, pues no era la primera vez que los orígenes muggle de Hermione originaban un problema.

–Además –continuó la señora Weasley–, el que Rosie tenga caries seguro se debe a todas las golosinas que come que, por cierto, tengo que destacar, no soy yo quien las compra. El otro día descubrí en su cuarto un escondite secreto de ranas de chocolate.

–Tú sabes que si las prohibimos en la casa, luego, cuando vayan a visitar a algún amigo que sí tenga golosinas, se van a volver locos por ellas, es mejor que las vean como algo normal.

–Sí, los dos estamos de acuerdo en eso. Pero creo que deberíamos limitárselas a solo específicos días de la semana, o solo una al día. Las comen todo el día.

–Okey, okey. Asigna un día para las golosinas, si quieres –dijo Ron, y agregó entre dientes–: No es la primera vez que asignas un día a la semana para algo.

–¿Qué dijiste? –Le preguntó Hermione, ahora con el brazo apoyado en la mesa y cada vez más cerca de estar verdaderamente molesta

–Que… espero que eso sirva para algo –se apresuró a inventar Ron–. Tú sabes cómo son los niños, si escondes las golosinas, las van a encontrar.

Hermione optó por aceptar esa respuesta, sabía que no era eso lo que Ron había dicho verdaderamente, pero prefirió dejar las cosas así.

–¿Y tú no sabes hacer el hechizo para eliminar las caries? –Le preguntó Ron.

–No, Ron, justamente ese no me molesté en aprender porque, ¿sabes? Mis padres son dentistas, entonces me pareció que no acudir a ellos sino a la magia era como de mal gusto y que se iban a sentir mal.

–Llévala con tus padres… lo siento, estoy seguro que ellos harán un mejor trabajo que yo. Seguro mi hechizo saldría peor que tú cuando tomaste la poción multijugos en segundo año –Ron no había acabado de decir la oración cuando ya estaba riendo por el recuerdo.

Hermione rio también, una risa corta y leve, pero rio.

–Estaba muy asustada –dijo ella por fin–, de verdad. Por un segundo creí que sería irreversible.

–Hubieras sido la mujer gato más linda del mundo –dijo Ron.

–Pero no te hubieras casado conmigo –dijo ella.

–Claro que sí.

Hermione sonrió.

–Mañana llevo a Rosie y a Hugo con mis padres, entonces –dijo por fin.

–Perfecto –dijo Ron, ya retomando su lectura, pues los aires ya se estaban calmando.

Esa noche, los cuatro Weasley estaban cenando. Ron y Hermione habían preparado salchichas con puré de papa.

–Papá, mamá, ¿ustedes cómo se conocieron? –Preguntó Rose de repente–. Sé que se conocieron en su primer año de Hogwarts y que se hicieron amigos en Halloween después de lo que pasó con el troll, pero ¿cómo fue específicamente? ¿qué fue lo primero que se dijeron? O, ¿cuándo fue la primera vez que se vieron?

–A ver, Ron –dijo Hermione entrelazando los dedos y mirando a Ron desde el otro lado de la mesa–. ¿Qué fue lo primero que te dije?

Ron volteó los ojos y dijo:

–¿De verdad me crees capaz de no acordarme?

–No sé, espero que sí te acuerdes, pero quiero ver. Yo me acuerdo perfectamente.

–Fue en clase de Encantamientos –dijo Ron–, nos estaban enseñando a hacer el hechizo Wingardium Leviosa… yo lo dije mal y ella me dijo «es leviosa, no leviosá«.

Hermione tomó su servilleta de tela y se la lanzó a Ron en la cara.

–¿Qué pasó? –Preguntó Ron riendo.

–¡Que eso no fue lo primero que te dije! –dijo Hermione, que también reía.

–¡Por supuesto que sí!

–¡No! ¡Fue en el Expreso de Hogwarts! Que te dije que tenías tierra en la nariz.

Ron se quedó pensando unos segundos y, finalmente, dijo:

–Tienes razón. Su madre entró al compartimiento donde estábamos Harry y yo… –les explicó a sus hijos y, volviendo a dirigirse a Hermione, preguntó–: ¿por qué fue que entraste? Me acuerdo que nos dijiste que nos pusiéramos las túnicas.

–Estaba ayudando a Neville a buscar su sapo –dijo Hermione.

–¡Sí! ¡El sapo de Neville! ¡Trevor! ¡Vaya! –Exclamó Ron–. No puedo creer que me acuerde del nombre del sapo de Neville.

–¿Están hablando del profesor Longbottom, el de Herbología? –Preguntó Hugo.

–El profesor Longbottom –repitió Hermione–. Me parece tan gracioso que, para ellos, sea el profesor Longbottom y, para nosotros…

Ron acabó con la frase, pues sabía lo que su esposa iba a decir:

–Nunca va a dejar de ser Neville, que necesitaba una recordadora, ¡que siempre estaba roja!

 Y, seguidamente, los dos esposos exclamaron:

–¡Pero nunca sabía qué era lo que había olvidado!

Rieron. Sus hijos los observaban.

No habían acabado de reír cuando sus miradas se encontraron y Ron pronunció, sin emitir ningún sonido, la frase «te amo». Hermione respondió con un a la vez mudo «yo también» y un beso al aire.

–¿Y fue amor a primera vista? –Preguntó Rose creyendo que la respuesta sería positiva.

–No –respondieron ambos al unísono.

–Su madre no me hacía caso, de hecho, hubo un baile en el Colegio… déjenme contarles –dijo Ron recostando su espalda del respaldar del asiento y colocando sus manos detrás de su nuca.

Hermione volteó los ojos.

–Ya vas a comenzar con eso… antes de que comiences, solo tengo dos palabras para ti: Lavender Brown.

–Bah… nunca la quise en verdad. Pero, deja que les cuente a los niños. Ajá, niños, cuando estábamos en nuestro cuarto año de Hogwarts, se celebró en el Colegio el Torneo de los Tres Magos y, durante ese año escolar, los muchachos de Durmstrang y las muchachas de Beauxbaton estuvieron en el Colegio. En Durmstrang, no van a creer quién estudiaba.

–¿Quién? –Preguntó Hugo, muy interesado, pues muchos deportistas a los que admiraba habían estudiado allí.

–Víktor Krum –respondió Ron.

–¡¿En serio?! ¡¿Víktor Krum?! –Exclamó Hugo–. ¿El Víktor Krum que creo?

–Ese mismo, Hugo –respondió Ron–. Y su madre pensó que ir con él al baile era una buena idea. No quiso ir conmigo.

–Déjenme aclarar aquí, niños, que su padre no me invitó para ir con él sino hasta cuando faltaban como dos días para el baile y su romántica invitación fue: bueno, Hermione, tú eres mujer, puedes ir o con Harry o conmigo… la peor-es-nada pues.

–No era así –dijo Ron, colocando ahora las manos sobre la mesa–. Sé que lo hice sonar así, pero no era así para nada. Yo quería ir contigo.

–No lo pareció.

–Era un inmaduro de 14 años, ¿qué esperabas?

–Que me invitaras de una manera normal, como Hary invitó a Parvati.

–Hey, ella sí fue una peor es nada. Harry necesitaba pareja a juro porque era participante del torneo.

–Bueno, pero por lo menos la invitó educadamente –explicó Hermione.

–Es verdad. Perdóname por milésima vez, te pido que me perdones –pidió Ron a modo de chiste.

–Sabes que te perdoné, aquí estoy, al otro lado de tu mesa.

Ron sonrió.

Y así son los días en la casa de los Weasley. Es imposible que unas diferencias tan profundas no salgan de vez en cuando a flote, sin embargo, nuestros queridos personajes siempre se las arreglan para lidiar con la situación, a veces cede uno y a veces cede el otro y nunca, nunca, falta una risa.

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María Paulina Camejo

Escritora venezolana radicada en Miami. Licenciada en Historia del Arte y Literatura por la Universidad de Miami. Ha publicado la novela Beatriz decidió no casarse, la cual también fue publicada en inglés. Puedes comprar su novela en Amazon

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