HabÃa terminado de empacar. TenÃas previsto abandonar las instalaciones de Hogwarts en una hora, asà que Fleur decidió dar un último paseo por las instalaciones del castillo. Iba a pedirle a Gabrielle que la acompañara, pero encontró a su joven hermana durmiendo. Salió y se encontró de frente con el imponente castillo en el cual habÃa pasado ese año escolar. A pesar de que lo veÃa todos los dÃas, nunca dejó de sorprenderse ante esta imagen. Sonrió y suspiró con satisfacción ante lo que habÃa sido ese año. No habÃa ganado, pero sabÃa que lo habÃa hecho bien y que lo habÃa dado todo. Además, habÃa aprendido mucho y, solo por eso, la experiencia valÃa la pena. Comenzó su caminata por los jardines del castillo. De vez en cuando miraba hacia los lados observando a la gente que pasaba. Bajó la cabeza y sonrió para sÃ, pues sabÃa, aunque solo se lo admitirÃa a sà misma, que estaba buscando a Bill Weasley. Apretó los labios para dejar de sonreÃr, pues sentÃa que su sonrisa no era acorde con el sentimiento general de luto que invadÃa el castillo luego de la triste muerte de Cedric Diggory. Se sintió culpable. SabÃa que no habÃa entablado amistad con Cedric, y la verdad es que solo habÃa compartido con él los dÃas en que habÃa competencia. Pero, más allá de la terrible sorpresa que fue el verlo muerto, de la sensación de miedo que le sobrevino al pensar que esa pudo haber sido ella y de la tristeza general que ocasiona la muerte de una persona joven y, sobre todo una que prometÃa un futuro brillante, Fleur no es que se sintiera devastada, y eso la hacÃa sentirse como una persona indolente, cosa que ella siempre habÃa criticado.
Decidió entrar al castillo una última vez, le gustaba ese castillo. La verdad, ella adoraba Beauxbaton y el hecho de estudiar rodeada únicamente de mujeres, pero ese año en Hogwarts le habÃa encantado y se planteó seriamente la idea de que sus hijas, por supuesto, como toda mujer que quiere casarse y tener hijos, los planes comienzan mucho antes de conocer «al que es», estudiasen en Hogwarts.
Bill Weasley estaba en el Gran Comedor sentado con sus padres, el profesor Dumbledore y la profesora McGonagall. Se encontraban enfrascados en una conversación muy seria. Por un segundo, Bill desvió su mirada del profesor Dumbledore hacia las puertas abiertas del Gran Comedor y vio cómo, en ese preciso instante, Fleur, la bella muchacha, parte veela, que habÃa competido en el Torneo de los Tres Magos, pasaba de largo. Pensó en dejar pasar el momento, pues apenas habÃan intercambiado unas miradas. Tras pensárselo mejor, lo cual le tomó una fracción de segundo, se excusó con sus padres y con ambos profesores, y salió en busca de Fleur.
La vio caminar y supo que no tenÃa un rumbo fijo, pues giraba su cabeza de un lado a otro como intentando decidir qué camino tomar. Bill sonrió ante una excusa tan perfecta para iniciar conversación. Aceleró un poco el paso para alcanzarla y, una vez que estuvo a dos pasos de ella, le preguntó:
–¿Estás perdida?
Fleur volteó y en su cara se dibujó una fugaz sonrisa que logró disimular al instante.
–¿Pegdón? –Preguntó ella.
Bill balbuceó un poco antes de poder formular una oración coherente.
–Vi que estabas mirando hacia todos lados y pensé que, quizá, necesitabas ayuda para encontrar alguna sala de este castillo… es normal que estés perdida. Este castillo es muy grande y no eres estudiante de Hogwarts.
–No… solo queguÃa caminag pog última vez pog el castillo. Nos vamos en una hoghja y quise veglo por última vez.
Bill habÃa asumido que Fleur le nombrarÃa algún sitio especÃfico del castillo, a donde él se ofrecerÃa para llevarla y entablar conversación en el camino. No se le habÃa pasado por la mente que ella solo querÃa caminar, actividad para la cual su compañÃa sobraba.
–SÃ, el castillo es increÃble… No tiene que ser tu última vez aquÃ. Nunca se sabe que va a pasar.
Dijo Bill, que sentÃa que de su boca solo salÃan frases sin sentido. Por fin, optó por un torpe ademán de despedida con la mano y se dispuso a alejarse. Para su agrado y sorpresa, Fleur dijo:
–¿Me quiegues mostrag el castillo? Si no estás muy ocupado, pog supuesto. La vegdad es que no sé a dónde igg y tú debes conoceglo muy bien –acabó de decir, mirándolo con practicada inocencia.
–¡Claro! ¡Claro! ¿Qué quieres ver? Está la torre de astronomÃa, las mazmorras… te puedo llevar a conocer la torre de Gryffindor si alguno de mis hermanos me da la contraseña.
Bill tuvo una idea y sonrió.
–¿Qué pasó? –Preguntó Fleur captando la sonrisa de Bill–. ¿Has pensado en un sitio más integesante?
Varias veces, Fred y George le habÃan mostrado a Bill el Mapa del Merodeador. Tantas veces, a decir verdad, que se creÃa en la capacidad de mostrarle a Fleur uno de los pasadizos para Hogsmeade.
–¿Quieres que te muestre un pasadizo secreto o te da miedo? –Preguntó Bill, levantando una ceja.
–Acabo de estag en un labeginto hogible. Eso significa que sé lidiag con el miedo… y un pasadizo suena muy integesante.
–Vamos, entonces –Dijo Bill, haciendo un gesto con la cabeza indicándole a Fleur que lo siguiera.
Fleur lo siguió emocionada.
–Debe haberte sorprendido mucho lo de Cedric –comentó Bill–. ¿Eran amigos?
–Hablé muy poco con él, pego pude notag que eja una muy buena pegsona… y tan joven… fue hogible…
Fleur sintió un escalofrÃo en la espalda.
–Yo no lo conocÃa, pero uno no deja de impresionarse y de lamentarlo mucho –dijo Bill.
La verdad es que Fleur, entre la emoción de conocer un pasadizo secreto acompañada por Bill Weasley, quien le llamaba la atención, mezclada con las emociones que habÃan representado el Torneo en general y la muerte de Cedric Diggory junto con todo lo que implicaba, Fleur olvidó que, en tan solo media hora, las chicas de Beauxbaton partirÃan de Hogwarts. Bill no tenÃa idea, asà que dejemos al joven Weasley completamente fuera de culpa por lo que habrá de suceder.
–¿A dónde lleva este pasadizo? –Preguntó Fleur ya dentro del oscuro túnel, únicamente iluminado por sus varitas.
–¡A Hogsmeade! –Respondió Bill, que al ver la cara sin epxresión de Fleur, supo que no tenÃa idea de lo que era Hogsmeade. Asà que agregó:
–Un pueblo bastante agradable. Te va a gustar mucho. Nos podemos tomar una cerveza de mantequilla y mostrarte Zonko, la tienda de artÃculos de broma.
A Fleur le encantó la idea.
–Creo que te mereces una cerveza de mantequilla luego de todo el estrés al cual has sido sometida.
–SÃ… fue una expeguiencia muy fuegte, pego no la cambio pog nada. Siento que este año aprendà más de lo que habÃa aprendido en toda mi vida.
–Me imagino… y debes ser increÃble si el cáliz te escogió.
Fleur sonrió y negó con la cabeza mientras decÃa:
–No, paga nada… quedé en último lugag. Ni siquiega pude gescatag a mi hermanita en el lago.
–De todas maneras… venciste al dragón y… ¡solo el hecho de que el cáliz te haya escogido dice mucho de ti!
Fleur agradeció sinceramente el cumplido y, en su cara, se dibujó nuevamente una sonrisa que no se borró en el resto de la tarde.
Al llegar a Hogsmeade, Fleur estaba encantada. Bill la llevó a Zonko y se entretuvieron un rato observando los distintos objetos bromistas. Fleur soltó varias carcajadas. Luego, fueron a Honeydukes, donde Bill le ofreció comprarle el dulce que ella quisiera. Al principio, Fleur se negó por educación.
–Te quiero comprar algo. Te mereces un premio por haber participado en el torneo. Un dulce no es nada comparado a lo que te mereces, por favor. Una cosa.
Al final, Fleur se dejó convencer y escogió las grageas de colores de infinitos sabores.
–Te gueto a que escojas cinco y te las comas –le dijo Fleur a Bill cuando ya estaban saliendo por la puerta de la tienda de golosinas.
Bill aceptó el reto, pero lo harÃan en Las Tres Escobas, querÃa tener una cerveza de mantequilla al lado, al momento de probar los sorpresivos y, no siempre agradables, dulces. Entraron en Las Tres Escobas y se sentaron en la barra. Bill le pidió a Rosmerta dos cervezas de mantequilla.
–¡Entonces! –Exclamó Bill– Tengo que escoger cinco…
Fleur asintió con suficiencia.
–Bueno… esta roja se ve inofensiva –dijo Bill tomando una gragea entre sus dedos.
–Tienes que comegte esta beige con puntos vegdes.
Bill miró a Fleur con los ojos entrecerrados, pues ya habÃa visto esa gragea y no habÃa querido probarla.
–Eres mala –dijo él.
–Me lo meguezco después de todas las dificultades que pasé en el labeguinto –dijo Fleur pestañeando sucesivamente.
Bill soltó una carcajada y accedió a probar la gragea beige con puntos verdes, con la condición de que habÃa que esperar por que Rosmerta regresara con las cervezas.
–Ya se está acercando… –dijo Fleur mirando por encima del hombro de Bill.
–No hasta que esa cerveza no esté aquà –dijo Bill mientras presionaba la barra con el dedo Ãndice.
Un par de segundos después, Rosmerta llegó con las cervezas.
–¿Ahoga s�–Preguntó Fleur levantando una ceja.
Bill, a modo de respuesta se introdujo la gragea en la boca. Momento que Fleur aprovechó para tomar su cerveza.
–¡Tienes que sentig el sabog primego!
Bill abrió los ojos con sorpresa, y fue su turno de sonreÃr con suficiencia.
–¡Vainilla y chocolate! –Exclamó.
Fleur volteó los ojos y le devolvió su cerveza.
–Aún te faltan cuatro.
Bill no volvió a tener la misma suerte con las otras cuatro grageas, lo que ocasionó repetidas carcajadas por parte de Fleur.
–¡La última sabÃa a excremento de rata! Te lo juro.
Fleur levantó una ceja y dijo:
–Lo que me paguece gago de todo esto es que sepas a qué sabe el excremento de gata como paga gueconoceg el sabog.
–Mi hermano Ron tenÃa una rata, conozco el olor… y esto sabÃa a lo que eso olÃa.
Bill vio cómo la cara de Fleur pasaba de alegre a sorpresa, preocupación, miedo.
–¡Oh no! –Exclamó ella.
–¡¿Qué pasó?!
–¡Mi colegio! ¡Ya se fue!
–Tranquila. Tranquila –le dijo Bill mientras le ponÃa una mano en el hombro–. ¿A dónde tienes que ir?
–Mis padres nos buscagán a Gabrielle y a mà en la costa de Marseille, donde pagagá el bagco…
–Pues para allá iremos –le consoló Bill.
–¿Cómo? –Preguntó Fleur–. ¿En escoba?
–No… no sé si te gustan los reencuentros pero… te vas a reencontrar con tu dragón.
Fleur abrió la boca nuevamente y balbuceó antes de preguntar:
–¿Vamos en dragón?
Bill asintió con una sonrisa, pues le encantaba la idea de viajar en dragón. Fleur se quedó pensando unos segundos con la vista fija en el suelo, tras lo cual, miró a Bill y, sonriendo dijo:
–Pegfecto.
–¿Estás emocionada?
Ella asintió.
De regreso, mientras cruzaban nuevamente el oscuro túnel, Fleur le preguntó a Bill cómo tenÃa acceso a esos dragones y él le explicó que su hermano Charlie era quien los habÃa traÃdo y no se los habÃan llevado aún. Al llegar a Hogwarts y, antes de entrar al Bosque Prohibido, Bill tomó la mano de Fleur, más por protegerla que por el romanticismo que implica tomar la mano de una mujer, aunque sà es verdad que, en algún momento de la caminata, bajó la mirada y, al ver las manos de ambos entrelazadas, sonrió.
Al ver al dragón, Fleur respiró hondo y no dijo nada, pero la verdad es que estaba aterrada. Bill se montó en el dragón y le ofreció a Fleur su mano para ayudarla a montarse.
–Tienes mucho miedo –dijo él–. Te prometo que no te va a pasar nada. Agárrate bien y listo.
Fleur rodeó el tronco de Bill con sus brazos y, una vez que el dragón emprendió vuelo, apretó tanto que Bill tuvo, por un segundo, dificultad para respirar. El viaje en dragón transcurrió en silencio, no es que se puede hablar mucho a esa altura y a esa velocidad. Cada uno se entretuvo con la vista acuática, el prometedor horizonte y la compañÃa silenciosa del otro.
Una vez que llegaron a Marsella, tuvieron dificultad para bajarse del dragón.
–No tengo equilibrio –dijo Bill teniendo que apoyarse del dragón para permanecer de pie.
No pasaron dos minutos para que Fleur viera el barco de su colegio llegar al puerto.
–Mira, te traje incluso antes de lo que llegó el barco.
Fleur dio una palmada y un saltito producto de la felicidad que le producÃa el alivio de haber llegado a tiempo, quizá nadie habÃa notado su ausencia y no tendrÃa que dar explicaciones.
–Muchas gracias –le dijo Fleur a Bill con sinceridad.
–Créeme que fue un placer –respondió Bill
Como Fleur no querÃa que se supiera que habÃa llegado en dragón. Además que un dragón en Marsella no era lo más seguro del mundo, Bill tenÃa que irse rápido. Hubo un silencio incómodo.
–Me vas a pedir mi dirección para escribirme una carta, ¿verdad?
Debemos entender que, al ser en parte veela, Fleur estaba acostumbrada a que los hombres quisieran escribirle y no le parecÃa nada raro el hacer esta pregunta. No se le puede juzgar, toda su vida habÃa sido asÃ. A falta de lápiz y papel, Bill se aprendió la dirección de memoria. Fleur y él la repitieron varias veces y, una vez que las muchachas de Beauxbaton comenzaron a descender del barco, Fleur le dijo que hora de alejarse. Se despidieron con un torpe abrazo y Bill s montó en el dragón y emprendió vuelo. Fleur lo vio alejarse, tras lo cual corrió hacia el barco e intentó mezclarse con sus compañeras. Nadie supo nada nunca… y asà comenzó la historia de Bill y Fleur, que todos saben que acabó en matrimonio.
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