Y llegamos al capitulo número 132 de nuestra publicación diaria y cronológica en la cual durante 198 dÃas estaremos compartiendo nuestras sorpresas, anécdotas y opiniones acerca de cada uno de los capÃtulos de la saga de Harry Potter para luego finalizar con el Epilogo. El dÃa de hoy es el turno para el capitulo número 132 de la Serie de Harry Potter.
Harry Potter y la Orden del Fénix
CapÃtulo 38: Empieza la Segunda Guerra
El capÃtulo comienza con un recorte del Profeta que informa que nada menos que lord Voldemort, el mago más temido de todos los tiempos, ha regresado. Se aconseja a la población mágica, a través del artÃculo, a tener más cuidado que nunca y a permanecer en alerta permanente, como dirÃa un viejo y querido amigo de todos nosotros.
Harry estaba sentado en la cama de Ron -se encontraban en la enfermerÃa de Hogwarts-, que estaba cerca de Ginny, cuyo tobillo ya estaba bien. Hermione era quien leÃa el artÃculo del profeta. Neville estaba sentado en una silla y Luna no creÃa nada de lo que Hermione estaba leyendo.
Neville, que habÃa podido ponerse al tanto de todo, dijo que casi todas las cosas habÃan vuelto a la normalidad en el colegio, ahora que Dumbledore habÃa vuelto.
Umbridge, la detestable mujer con cara de sapo, estaba recostada, mirando el techo. Aparentemente habÃa entrado en shock después de haber sido secuestrada por la manada de centauros que habita el Bosque Prohibido.
Harry se retiró de la enfermerÃa y fue a ver a Hagrid, llevándole saludos de todos los demás. En el camino se cruzó a Malfoy -acompañado, habitualmente, por sus dos perritos falderos: Crabbe y Goyle-, quien le prometió una venganza por haber provocado la encarcelación de su padre.
Al salir de la cabaña de Hagrid, donde habÃa tenido una breve conversación con nuestro semigigante favorito, el cual no habÃa podido evitar nombrar a Sirius, Harry se sentó a la orilla del lago. QuerÃa estar solo. Tal vez porque en realidad se sentÃa solo. Estuvo allà un largo tiempo, mirando el agua, tratando de sacar a Sirius de su mente.
Ron y Hermione salieron de la enfermerÃa tres antes del fin del año escolar. Umbridge, como era de esperar, se fue del colegio un dÃa antes de esa fecha.
Cuando llegó el último dÃa de clases, Harry se encerró en el dormitorio, prácticamente sin ganas de participar del gran banquete que tendrÃa lugar en el Gran Salón. Estaba seguro de que Dumbledore lo nombrarÃa, y nombrarÃa a Voldemort, y todo lo que habÃa ocurrido… lo que implicaba también recordar a Sirius. Mientras Harry intentaba ordenar sus cosas en el baúl vio, en el fondo de éste, un paquete mal envuelto. Se sentó en la cama, lo desenvolvió y reconoció el trazo de la letra de su padrino en la parte de atrás de un pequeño, sucio y viejo espejo. La nota decÃa que era un espejo de doble sentido, y que él, Sirius, conservaba el otro par. “Cuando necesites hablarme, di mi nombre. Aparecerás en mi espejo, yo en el tuyo, y podremos hablarâ€. A Harry le dio un vuelco el corazón, y, a pesar de saber que habÃa muy pocas chances de que funcionara, lo intentó. Miró el espejo fijamente y dijo el nombre de su padrino, pero nada sucedió. Lo intentó nuevamente, pero no cosechó mejores frutos. Resignado, se retiró del lugar.
Pero mientras caminaba por los pasillos surgió una nueva esperanza: vio a Nick Casi Decapitado. Si Nick habÃa vuelto del otro mundo… ¡tal vez Sirius también pudiera hacerlo! Pero las palabras del fantasma sentenciaron todo: “Él no regresará. No volverá, seguirá adelante. Muy pocos magos eligen volver, la mayorÃa decide continuarâ€.
El viaje en el Expreso de Hogwarts no fue tan agitado como en otras ocasiones. Cuando bajó del tren, Harry vio a Ojoloco, que estaba esperándolo junto a Tonks, Lupin, y los Señores Weasley, con sus hijos Fred y George.
Cuando Harry preguntó por qué habÃan ido a esperarlo, Lupin respondió que pensaron que era una buena idea cruzar unas palabras con sus tÃos (Vernon y Petunia) antes de volver a darles la tarea de cuidar al mago adolescente más famoso del mundo.
¿Qué les dijeron? Simplemente que no intenten tratarlo mal, pues se enterarÃan… y no querrÃan enfrentar las consecuencias de hacerlos enojar.