Por: Sonia Nieto Ortega
Sumido en la oscuridad de aquella trágica noche, Neville no podÃa dormir. Dudaba que alguien pudiese hacerlo después de los sucesos ocurridos hacÃa apenas unos dÃas. Los mortÃfagos habÃan huido. Y Dumbledore habÃa muerto.
Aquellos motivos habrÃan sido suficientes para cualquiera. Pero aún habÃa más. Luna… Ella podrÃa haber muerto en la batalla. Neville jamás se lo habrÃa perdonado Y menos sin que supiese sus sentimientos. Estaba enamorado. Desde aquel dÃa, en el expreso de Hogwarts, donde se habÃan conocido, no podÃa dejar de mirarla. Su pelo rubio y sus ojos azules. Su voz aterciopelada, que hacÃa que el corazón le latiera desbocado. Y sus ideas. Aquella cabecita rellena de sus dulces ideas, que le hacÃan maravillarse diariamente. TenÃa que hablar con ella. TenÃa que confesarle su amor. Y no podÃa esperar. Mientras esos pensamientos rondaban su cabeza se sumió en un sueño intranquilo, donde una sonrisa curvaba su rostro cada vez que Luna aparecÃa.
La mañana siguiente se levantó temprano, puesto que serÃa el funeral de Dumbledore y tenÃa que preparar el equipaje. Bajó a desayunar. Todo el mundo estaba muy triste. Recorrió con la mirada la mesa de Ravenclaw. Y allà la vio. Su pelo rubio era inconfundible. Pasados unos segundos se percató de que estaba plantado en el suelo y se apresuró a sentarse. Después del desayuno la profesora McGonagall avisó a los alumnos para que fueran al funeral. Siguió a sus compañeros de Gryffindor hasta los terrenos del castillo. Aún no se habÃa curado por complero de las heridas que se habÃa echo en la batalla. Y muchas veces le costaba caminar.
-¡Au!-dijo Neville cuando movió la pierna demasiado rápido.
-Deja que te ayude-Luna apareció detrás de Neville, cuyo corazón empezo a latir desbocado.
-Luna…gracias
-No seas tonto. Casi no puedes andar.-y puso el brazo de Neville sobre sus hombros
Le ayudó a llegar al lugar donde se celebrarÃa el funeral. Y después se sentó a su lado. Neville no cabÃa en sà de gozo a pesar del evento al que iba a asistir. Hagrid apareció con el cadaver de Dumbledore en brazos. Luna empezó a llorar debilmente en su brazo y se abrazó a él. Neville no aguantarÃa mucho más. Odiaba los funerales. No recordaba haber asistido al de sus padres, pero si al de su abuelo, donde lloró hasta quedarse sin lágrimas. Luna también estaba muy mal. TenÃa los ojos hinchados y le temblaba el labio inferior.
-Vamonos de aquÃ, Luna.
Y agarró a esta del brazo, tirando suavemente de ella. Le costó bastante andar por sà mismo, ya que esta vez él ayudaba a Luna a andar. Pero nada le importaba si Luna estaba a su lado. Atravesaron los terrenos y llegaron a Hogwarts. Entonces se le ocurrió pensar ¿Dónde ir? No podÃan ir a las salas comunes, ya que cada uno pertenecÃa a una casa diferente. La biblioteca estaba cerrada. Recorrieron los vacÃos corredores del castillo. Hasta que a neville se le ocurrió el lugar perfecto.
-Vamos, Luna, sigueme.
-¿Dónde vamos?
-A la sala de Menesteres.
Llegaron al séptimo piso y atravesaron el corredor de piedra hasta un tapiz donde un hombre intentaba enseñar vallet a unos trolls. Neville paseó tres veces de un lado a otro. “Necesito un lugar donde estar con Luna a solas†Y allà apareció la puerta, por la que entraron. Neville se maravilló. Aquella sala nunca dejaba de sorprenderlo. Esaban en una habitación pequeña y muy iluminada por unos ventanales, desde donde se divisaba el lago. HabÃa un gran sofá, y enfrente suyo, un espejo gigante.
-Ven a sentarte, Neville, estarás agotado.-neville asintió y fue a sentarse con Luna
-Lo siento, no deberÃa haberme puesto asÃ…pero los funerales… me recuerdan mucho al de mi madre.
-Te entiendo. A mi me pasa lo mismo.
Luna se acercó un poco más a él.
-Luna… yo querÃa hablar contigo, ya sabes, los dos solos.
-Y ¿qué querÃas decirme?
-Pues hace tiempo…que… es que yo…me gustas mucho, Luna. Estoy enamorado de ti.
Luna apenas cambió su expresión. Esa era una de las cosas que más le maravillaba a Neville, lo impredecible que podÃa llegar a ser esa chica.
-Tú también me gustas, Neville, pero…soy deamsiado rara para ti. Yo no le gusto a la gente. No voy a causarte más que problemas.
-Luna…no lo dices en serio ¿verdad? Me da igual que seas rara. Me da igual que no le caigas bien a la gente. Me gusta todo eso de ti.
-Gracias, Neville. Eres encantador.
Luna se levantó del sofá. Se dirigió hacia el gran espejo que coronaba la estancia.
-Mira esto, Neville. Es el espejo de Oesed
-¿El, qué?
-El espejo de Oesed, de los deseos. Mi padre me habló de él. Muestra los deseos de nuestro corazón.
-¿Estás segura?
-SÃ. Mira la inscripción.
Neville leyó lo que ponÃa. “Oesed lenoz arocut edon isara cut se onotseâ€
-Y, ¿Qué significa?
-Leelo del revés. Pone “esto no es tu cara, sino de tu corazón el deseoâ€
Pero me extraña que esté aquÃ. Mi padre dijo que el ministro de magia lo utilizaba para enloquecer a los duendes y que estos cedieran su oro a los magos.
Neville apenas se asustó por la estupidez que Luna habÃa dicho. Era la clase de comentarios que le hacÃan sentirse bien.
-¿Qué ves en el espejo?-Luna sacó de su ensimismación a Neville.
Éste se hacerco más. Miró al espejo y vio a Luna. Ella ocupaba todo su reflejo.
-Te veo a ti, Luna. Tu eres lo que más deseo en este mundo.
Luna se le acercó más. Se dio cuenta de que Neville la queria. La querÃa más incluso de lo que se merecÃa. Sus caras se acercaron cada vez más hasta que, tras un largo segundo, se rozaron una, dos y tres veces. Neville colocó una mano en la nuca de Luna y la acercó más a él. QuerÃa que se detuviese el tiempo, para poder disfrutar ese momento para siempre. Mucho tiempo después se separaron. Neville estaba eufórico. Luna irradiaba alegrÃa.
-Te quiero, Neville.
-Yo también a ti, Luna. No sabes cuanto.
La felicidad existÃa. Estaba en aquel lugar junto a ellos. Y se le ocurrió pensar algo.
-Y, ¿tú que ves, Luna?
Esta se acercó más. Centró su vista en aquel espejo. Vio a un par de ancianos, felices, cogidos de la mano. Distinguió sus ojos y su cara, aunque surcada de arrugas, en aquella señora. A su lado estaba Neville. Y entonces se dio cuenta de que estarÃa con él para siempre.
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