Por: Laura Bayer Yepes
…yo me encontraba en un incómodo camisón blanco de manga sisa, bastante inapropiado para la situación en la que me encontraba. Aun asÃ, poco debÃan importarme ese tipo de cosas…a mà y al resto del mundo mágico. Estábamos en guerra. Lord Voldemort habÃa desencadenado los horrores y masacres, las consecuencias del poder de su magia tenebrosa. Hogwarts, Hogsmeade, Dufftown y el Ministerio de Magia se habÃan convertido en campos de concentración. No se habÃa concluido el curso cuando Hogwarts recibió el primer ataque de los mortÃfagos. No tengo la menor idea de cuál bando va ganando la guerra, no sé dónde rayos está Harry, tampoco sé dónde se encuentra Ron, si estará refugiado igual que yo, y no sé qué hay de los Weasley, o de la Orden, probablemente estén en batalla, y mis compañeros del antiguo Ejército de Dumbledore deben estar en refugios diferentes. Como sea, ahora que no hay qué hacer más que esconderse, me ha quedado mucho tiempo para pensar, pensar en cosas que nada tienen que ver con Runas Antiguas o Historia de la Magia, sino cosas que me confieren a mà misma… y en este momento mi futuro no obstante es sombrÃo. Estos dÃas he replicado mucho, aún no contesto la pregunta de por qué rayos fui a Hogwarts este año, sabiendo que debÃa estar con Harry y Ron buscando Horrocruxes, cosa que ninguno de los tres hizo, fuimos muy torpes, y todavÃa más si alguna vez pensamos que la guerra no se iniciarÃa pronto. Tengo que admitir que fue razonablemente brillante la estrategia de McGonagall de mandar a refugios a todos los estudiantes de Hogwarts cuando la guerra comenzara, pero debió tener en cuenta que algunos de nosotros serÃamos útiles en las batallas, a pesar de ser menores de edad, Hogwarts cuenta con algunos (aunque pocos, lamentablemente) estudiantes que sabemos aprovechar nuestras habilidades, apuesto a que sólo tienen a Harry, y de eso tampoco estoy segura. No me molestaba tanto mi condición de refugiada, pero lamentablemente, habÃa un pequeño e insignificante problema con esa estrategia: mis compañeros de refugio. ¿Acaso quién fue el genio que organizó los grupos de refugiados? ¿Sybill Trelawney? No podÃa hallarme en una situación más tortuosa, ni siquiera si me estuviera devorando una esfinge por no haber resuelto bien su acertijo, a mi derecha, tenÃa a la soplona Edgecombe, y a mi izquierda, el joven y sucio aprendiz de mortÃfagos Malfoy, que no me explicaba por qué no estaba con las demás asquerosas serpientes en la guerra. Peor no podÃa encontrarme. Y a parte de todo usaba este estúpido camisón blanco, que ayudó a que se llevara a cabo mi perdición. Pero después de todo, fue lo único que se me ocurrió empacar en mi equipaje de emergencia, cuando Parvati Patil me gritó: “¡Granger, recoge todo lo que puedas y necesites llevar a un refugio, la guerra ha comenzado y McGonagall lo ordenó!â€. A pesar de oponerme a salir de Hogwarts, la profesora Sprout me obligó a ir hasta un traslador que me trajo a algún lugar de la nada donde habÃan pequeñas casas de sólo una habitación: los refugios. Me asignaron el número 7, y lógicamente no prevà que entrarÃa en un nido de ratas, y en él terminé…aunque no sé bien realmente cuál es el concepto que tengo de mi refugio ahora.
No podÃamos salir, salvo para ir por provisiones como agua y comida para el grupo que se encontrara en el refugio, lo que hacÃa más complicada la situación. Eso fue lo que comenzó nuestra discusión esta noche:
–Opino que Granger debe ir por la comida.
–SÃ, Granger –dijo Malfoy con sorna –. Velo de este modo: si mueres en el trayecto, no será una gran pérdida…salvo por la comida, claro.
–Cállate, Malfoy –dije con voz cortante –. ¿Y por qué debo ir yo? Que vaya la soplona Edgecombe.
–Ah, Granger, ¿todavÃa estás ardida porque les pillamos su Ejército de pacotilla?
–¿Y a ti qué te importa eso, Malfoy? –le grité.
–No me grites, sangre sucia.
–Y tú no me das órdenes a mÃ, asquerosa serpiente.
–¡Bien! ¡De acuerdo! –exclamó Edgecombe –. No me quedaré a verlos pelear. Pueden continuar matándose si quieren, pero yo me largo, aunque sea para traerles comida, ¡asà no tengo que aguantarlos!
–Pero que sensible… –comenté por lo bajo.
La ravenclaw tomó su túnica y salió del refugio a grandes zancadas. Evidentemente no me quedarÃa a gritarle a Malfoy, asà que me volvà hacia mi cama, saqué mi cepillo de pelo y comencé a peinarme. Reinó el silencio. El refugio era una simple y sencilla habitación con tres camas sencillas y un minúsculo baño. De pronto, Malfoy comenzó a replicar para sà mismo.
–¡¿Cómo rayos funciona esto?!
Entonces vi que peleaba con la lámpara apagada del baño. Fui hasta allà y moviendo el interruptor de luz, dije:
–Eres un idiota.
–Tú eres la experta, sangre sucia –le oà decir cuando volvÃa a peinarme.
Seguà en mis cosas cuando lo oà otra vez.
–Ahora hazlo de nuevo, Granger.
–¿Disculpa? –pregunté con hostilidad.
–Apaga la luz.
–¿Y por qué querrÃa hacerlo? No tengo por qué seguir tus órdenes, Malfoy. Descúbrelo tú mismo, ¿o tampoco puedes hacer eso?
–Sólo es un favor.
Levanté una ceja, haciendo una réplica de la actitud de Malfoy. ¿Desde cuándo era tan amable conmigo? Puse los ojos en blanco y fui al baño.
–Largo de aquà –le dije, pues pensaba quedarme y usarlo también.
El cuarto de baño era bastante estrecho a mi parecer, sólo podÃa albergar a una persona a la vez, pero el idiota de Malfoy se negaba a salir. Me quedé anonadada cuando vi y detallé bien al slytherin. Draco se habÃa quitado la camisa… ¿Y desde cuándo comencé a llamarlo Draco? ¿Y por qué rayos no dejaba de mirarlo? Ah, pues habÃa que admitirlo, el idiota tenÃa un buen fÃsico. Pectorales perfecto y bien torneados, y un abdomen totalmente plano. ¿Cuándo el enclenque de Malfoy se habÃa vuelto asÃ? Estar atrapada con él ya era un problema bien grande, y si no querÃa salir del estrecho baño, la situación se complicaba más, ya que hacÃa que mi mente pensara cosas que en mi futuro nunca me vi pensando, bajo ninguna circunstancia.
–¡QuÃtate! –le dije al fin con un bufido –. Voy a usar el baño.
–Baja la guardia, Granger –dijo con un tono de lujuria en su voz –. Ni que te fuera a hacer algo…que no quieras… –terminó por lo bajo.
–Lárgate, cretino –repuse irritada.
Finalmente, abandonó el cuarto de baño, e inmediatamente cerré la puerta y puse el seguro. Con el débil goteo que salÃa del grifo del baño, mojé mi rostro para que mi vista y mis pensamientos se aclararan, para poder dormir bien. Respiré hondo y salÃ.
Fui directamente hacia mi cama, ubicada en el centro de la habitación (como dispuesta a empeorarlo todo), y de ahà bajé mi maleta y me senté, dándole la espalda a Draco, quien estaba recostado en su cama con actitud pensativa. No sé por qué me llamaba tanto la atención y querÃa mirarlo, tal vez nunca me habÃa fijado en lo atractivo que era…y… ¿LA QUE DIJO ESO FUI YO?
De repente apareció esa sensación pesada de cuando alguien te mira insistentemente. Volteé y tenÃa la mirada de Draco Malfoy encima de mà acompañada de esa incertidumbre cuando presientes que algo, bueno o malo, va a pasar, y no sabrás como actuar ante eso.
–¿Qué tanto me ves, idiota?
–Nada…o todo. Es que, ¿sabes, Granger?, no me habÃa fijado…pero no estás tan mal para ser una sangre sucia.
–¿A qué te refieres? –pregunté alzando una ceja.
–Te ves realmente hermosa, Granger.
–¡Ay si, claro! –exclamé con hostilidad –. No tengo tiempo para tus bromas, cretino.
–Tampoco te tenses tanto, Granger.
–No necesito tus consejos, gracias. Y si no te importa, apagaré la luz pues quiero dormir ya, no pienso esperar a que la soplona Edgecombe se digne a volver. –Entonces me dirigà a la pared hasta el interruptor.
–¡Qué hostilidad, sangre sucia! ¿Tanto te afecta un cumplido de tus superiores?
–¿Superiores? ¡Ja ja! Tengo una pregunta mejor para ti, cretino: ¿es que “sangre sucia†es el único insulto que se te ocurre?
–¿Y tu único insulto es “cretino�
–¡Idiota!
–Ratón de biblioteca.
–Patético.
–ArpÃa!
–Troll.
–Veela en fase animal.
–Hombre lobo en luna llena.
–¡Muggle!
–¡Arrogante!
Los gritos e insultos se prolongaron, y no estoy consciente de cómo o cuándo, sólo sé que de pronto, Draco se habÃa levantado de su cama y habÃa ido hasta donde yo estaba, y contra la pared me habÃa acorralado. No sé por qué de repente fuimos reduciendo el volumen de nuestros gritos, pasando por nuestro tono de voz normal, y luego hasta susurros casi inaudibles. Él estaba muy cerca de mÃ, lo suficiente como para sentir su aliento y su respiración entrecortada, y compartir los mismos 3 centÃmetros de aire. La luz todavÃa estaba encendida, por lo que evitaba mirar sus penetrantes ojos grises. Por otro lado, no sé por qué mi cuerpo no se movÃa y se alejaba de Draco de una buena vez. Lo último que le escuché decir, antes que todos mis sentidos se nublaran, fue: “MÃrame a los ojos cuando te insulte… ¡o te bese, Hermione!â€. Intencional o no intencionalmente, mi mano resbaló por la pared, moviendo el interruptor y apagando la luz.
Mis labios se fundieron con los suyos, mientras experimentaba una gran contradicción interna y un extraño sentimiento de bipolaridad. No recuerdo cuando nos separamos de la pared, y llegamos al otro extremo del refugio…lo único que tengo presente en mi cabeza, es que me encontraba besando los labios de Draco Malfoy, y aunque no movÃa su mandÃbula, no permitÃa queme despegara. Me sostenÃa fuertemente por los hombros, y yo agarré sus codos en señal de aceptación.
Definitivamente, eso no podÃa estar pasando. O tal vez si. Tal vez me hubiera vuelto loca, y estuviera soñando o imaginando, que existÃa un extraño mundo en un universo paralelo, donde hubiera lugar para los snorkack de cuernos arrugados y para una Hermione que fuera tan estúpida como para besar a Draco Malfoy.
Entonces comenzó a avanzar…movÃa sus labios masajeando los mÃos, mientras quitaba sus manos de mis hombros para llevarlos a mi espalda y bajar hasta mi cintura para apretarla fuertemente. No pude hacer más que rodearle el cuello con mis brazos, pues insistÃa en apegarme más a su cuerpo. Estaba destruida por completo, besando a mi enemigo, perdà todas mis armas.
Entonces escuchamos que le hacÃan un Alohomora a la puerta. Era Marietta. Entró, encendió la luz y nos vio antes de que pudiéramos separarnos, aunque de igual modo, lo hicimos.
–Ustedes si que son extraños… –comentó poniendo cara de asco –. Como sea, la comida la coloco en aquel rincón –dijo señalando una esquina del refugio.
Con ella en la habitación, no podÃa hacer nada más que dormir. Ya las luces están apagadas, y mis compañeros duermen, pero yo estoy desvelada, porque no sé que rayos he hecho esta noche.
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