Por: Ana Andrés
Oportunidad
La profesora McGonagall recorrÃa apresuradamente los pasillos del colegio con una carta en la mano. Se detuvo delante de la estatua que cerraba el paso al despacho de Dumbledore.
-¡Diablillos de pimienta!- exclamó. La estatua reveló una escalera de caracol. Poco después McGonagall llamaba a la puerta del despacho.
-Adelante, adelante.
Dumbledore estaba de espaldas a la puerta, al parecer conversando con uno de los retratos de la pared.
-Ah, Minerva, que sorpresa tan agradable- dijo alegremente.
-Señor director, acaba de llegar una carta para usted- los ojos azules la contemplaron.- Viene desde los Pirineos.
-Muchas gracias, Minerva- la profesora asintió y se marchó. Dumbledore abrió la carta.
Al muy estimado Albus Percival Wulfric Brian Dumbledore, actual director del colegio Hogwarts de Magia y HechicerÃa, de Aertes Serenis Vistahermosa, actual director del instituto Laidanan de Estudio de la Magia y la Esencia.
EstimadÃsimo Dumbledore:
Lamento mucho no haber podido ir a Hogwarts y haberle conocido en persona; muy a mi pesar, un derrumbamiento provocado por el estornudo de un dragón me ha obligado a permanecer encerrado en el instituto durante varias semanas. Sin embargo, puedo afirmar con alivio que nuestra torre no ha sufrido daños graves.
La razón por la que deseaba conocerle es sencilla, o tal vez no: se trata de uno de mis alumnos.
El estudiante en cuestión se llama Máximus F. RÃos. Se trata de un joven aplicado, inteligente y trabajador, y tiene un poder muy superior al del resto de mis alumnos; lleva dos años estudiando en Laidanan, y ya ha alcanzado un nivel de magia mucho mayor que el que deberÃa tener a su edad.
Sin embargo, Máximus no estudiará en este instituto este curso próximo; de hecho, llevaba años viajando por el mundo hasta que llegó aquÃ. Por una razón que sólo él tiene derecho a revelar, necesita ir a Inglaterra y estudiar allÃ, al menos por una temporada. Le prometà que me pondrÃa en contacto con usted.
En el resto de pergaminos le detallo las notas de los últimos exámenes. Me sentirÃa realmente feliz si usted aceptara a Máximo en Hogwarts.
Sinceramente,
A.S.V.
Dumbledore asintió y dijo algo para sà mismo. Después leyó los pergaminos que, según la carta, contenÃan las notas del muchacho.
EXÃMENES DE QUINTO CURSO DEL INSTITUTO LAIDANAN
ESTUDIANTE: Máximus F. RÃos
CALIFICACIONES:
Insuperable (In)
Experimentado (Ex)
Bien (Bn)
Suficiente (Su)
Casi (Ca)
Mal (Ma)
Horrible (Ho)
Babosa Sin Cerebro (Bsc)
ASIGNATURAS Y RESULTADOS:
Estudio de la Magia Blanca: (In)
Estudio de la Magia Oscura: (In)
Estudio y Realización de Transformaciones: (In)
Estudio y Realización de Encantamientos: (In)
Estudio y Atención de Criaturas Mágicas: (In)
Estudio de la Predicción y la Adivinación: (In)
Estudio de la Historia de la Magia: (In)
Estudio de HerbologÃa y Botánica: (In)
Estudio de AstronomÃa y AstrologÃa: (In)
Estudio y Elaboración de Pociones: (In)
Estudio y Aplicación de las Disciplinas FÃsicas: (In)
MEDIA: Insuperable
ACCESO A: Todas las disciplinas ofrecidas en el sexto año.
NOTA: El estudiante Máximus F. RÃos cuenta con la mayor admiración del profesorado, y esperamos que siga adelante en sus estudios.
El anciano director de Hogwarts se quedó impresionado por un momento. Después rió entre dientes. Buscó a la profesora McGonagall.
-Minerva… ¿por casualidad no habrá sido una lechuza la que ha traÃdo la carta?- le preguntó.
-No, señor director. En realidad, ha sido un lobo. Un lobo blanco.
Dumbledore volvió a reÃr.
-Ah, que maravilloso e inteligente joven. Salgamos en busca de ese… llamémoslo lobo.
El blanco animal seguÃa en el mismo sitio, donde McGonagall lo habÃa dejado. Dumbledore lo contempló con curioso y amable interés.
-He de admitir, señor RÃos, que tiene usted una capacidad increÃble- le dijo al lobo.
McGonagall miró al director, algo confusa.
-Albus… ¿le estás hablando a un lobo?
Él soltó una carcajada.
-Oh, no. Estoy algo viejo, pero creo que no tanto. No hablo con un lobo; estoy hablando con Máximus RÃos.
El animal soltó algo parecido a una risita al ver la cara de estupefacción de McGonagall.
-Pero… no…
El lobo fue tomando, poco a poco, la forma de un joven alto y apuesto.
-Que vuestras vidas se llenen de esperanza- dijo con voz suave.
Máximus era un joven de unos dieciséis años, alto y de complexión atlética; el pelo castaño claro le caÃa por la espalda y sobre los ojos. Sus ojos grises reflejaban una serena inteligencia. Llevaba un extraño traje blanco y azul hielo, que Dumbledore supuso que serÃa el uniforme del instituto español.
-Encantado de conocerte, Máximus- dijo el director tendiéndole la mano.
-Encantado de encantarle, director- dijo el muchacho estrechándosela.
Incluso McGonagall sonrió al oÃr las palabras del muchacho.
-Si no he leÃdo mal, tanto tu antiguo director como tú solicitáis una plaza para ti en Hogwarts. ¿Me equivoco?- le preguntó Dumbledore mientras lo acompañaba a su despacho.
-Para nada, señor.
-Bien, bien. Por favor, siéntate- el muchacho obedeció.
Fawkes, el fénix, emitió una melodiosa nota y se posó en el hombro del joven, que sonrió.
-Máximus, me gustarÃa saber las razones que te han llevado a querer estudiar aquÃ.
El muchacho se puso serio. ParecÃa recordar algo que le dolÃa mucho. Al cabo de un rato dijo algo para sà con voz susurrante, algo que Dumbledore no escuchó bien.
-Vaya, debo estar muy duro de oÃdo… ¿podrÃas repetÃrmelo, por favor?
Máximus clavó sus ojos grises en los azules de Dumbledore.
-Hace muchos años, unos mortÃfagos me raptaron y me llevaron a la parte noreste de España, separandome de mi familia. Sé que mis padres han muerto. Ahora he venido a Inglaterra buscando a mi hermano mayor.
El director de Hogwarts lo miró con atención a los ojos; entonces Máximo volvió a sonreÃr.
-¿Legeremancia, señor? Le he contado la verdad; resumida, pero la verdad.
Dumbledore asintió, satisfecho.
-Máximus, he de decir que tus habilidades me dejan muy sorprendido. Hace mucho que no veo un poder como el tuyo.
El joven se preguntó donde querrÃa llevar Dumbledore la conversación.
-Realmente me alegrarÃa mucho de contar con un alumno como tú en Hogwarts.
La mirada de Máximus se entristeció un poco.
-Aún no, señor director. Si me acepta, hay ciertos riesgos que usted deberá tener en cuenta.
-¿Riesgos?
-SÃ, señor. Se trata de…
El muchacho habló con Dumbledore largo y tendido durante unas dos horas. La profesora McGonagall los vio bajar por la escalera y dirigirse hacia las puertas. Antes de llegar, Máximus se quedó mirando un momento hacia las escaleras que acababa de bajar; cuando la profesora miró en la misma dirección, sólo vio la larga y negra capa de Severus Snape desapareciendo tras una esquina.
-Minerva- la llamó Dumbledore.
-¿Si?
-Me alegra decirte que este año contaremos con la presencia del señor RÃos entre nuestros alumnos.
A Máximus se le iluminó la mirada. No pudo menos que sonreÃr.
-Profesor Dumbledore,- ahora sÃ, ya era “profesorâ€-me habÃan dicho que usted es una persona que siempre concedÃa al menos una oportunidad, asumiendo todos los riesgos. Yo le digo que no hay persona con el corazón más puro que aquella que ayuda a iluminar el de los demás.
Dumbledore esbozó una amplia sonrisa.
-Antes de despedirnos, Máximus… Me pica la curiosidad; ¿qué significa la F de tu nombre?
El muchacho sonrió y agitó su varita; un patronus plateado con forma de ave rozó ligeramente el hombro del director, voló a su alrededor y desapareció.
-Ajá. SÃ, por supuesto; te pega mucho- dijo Dumbledore alegremente.
-Gracias, señor. Espero verle pronto.
Mientras Máximus se marchaba, McGonagall escuchó cómo Dumbledore articulaba tres palabras.
“Máximus Fénix RÃosâ€
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