Libros Anexos de Harry Potter 19/24: ‘El Mago y el Cazo Saltarín’

Continuamos con nuestra cronología de libros anexos de Harry Potter. El día de ayer empezamos con la introducción de los Cuentos de Beedle el Bardo y hoy continuamos con el primero cuento del libro.

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Este cuento nos habla de un viejo y bondadoso mago que empleaba su magia con generosidad y sabiduría para ayudar a sus vecinos. Fingía que sus pociones y encantamientos salían ya preparados de un cazo mágico.

Cuando el mago murió le dejo todas sus pertenencias a su hijo, entre ellas el cazo mágico. Pero su hijo no era tan bondadoso, no le gustaba ayudar a los que no tenían magia, a quienes también tachaba de despreciables.

Tras la muerte de su padre, el hijo encontró un zapato, demasiado pequeño para él, en un paquete dentro del cazo, con una nota que decía «Con la sincera esperanza, hijo mío, de que nunca lo necesites». El hijo metió la zapatilla en el zapato y decidió que lo usaría de basurero.

Esa noche una campesina llamo a la puerta para pedirle ayuda, ya que a su hija le habían salido unas verrugas. Por supuesto que el mago le cerró la puerta en las narices. Al instante escuchó ruidos provenientes de la cocina. Al entrar vio que al caso de su padre le había salido un solo pie de latón y daba saltos en la habitación produciendo un ruido espantoso. Cuando se acerco a examinarlo, se dio cuenta que la superficie estaba llena de verrugas, verrugas que no pudo quitar con ningún hechizo.

Esa noche no consiguió dormir debido al ruido que el cazo producía. A la mañana siguiente, el cazo se empeñó en saltar tras él. Cuando iba a desayunar volvieron a tocar la puerta. Un anciano le pedía ayuda para encontrar a su burra, ya que la necesitaba para cargar mercancías. Otra vez, el mago le cerró la puerta en las narices. El cazo seguía haciendo ruido, pero ahora se habían añadido rebuznos de burro y gemidos humanos. El mago no puedo hacer nada para callarlo.

Esa noche, otra vez la puerta sonó. Una joven le pedía ayuda porque su hijo estaba muy enfermo. Sin dejarla terminar, el mago volvió a cerrar la puerta. Ahora el cazo se había llenado de agua salada y empezó a derramar lágrimas.

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Después de unos días ya nadie acudió a su caza por ayuda, pero el cazo lo mantenía al tanto de lo que pasaba, ya que le salían más «dolencias». Un día el mago no pudo soportarlo más, así que salió corriendo en la noche, gritando que ayudaría a todos a solucionar sus problemas.

Mientras iba curando a las personas, el cazo también se iba limpiando. Hasta que el cazo terminó limpio y reluciente, se quedo quieto. Entonces escupió la zapatilla que el mago había metido dentro y dejo que se la pusiera en el pie de latón. Se encaminaron hacia la casa del mago, y el cazo ya no hacia ruido al andar. Desde ese día, el mago ayudo a sus vecinos como lo había hecho su padre, por temor a que la zapatilla empezase a saltar de nuevo.

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Autor Whitzard

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