Brillante Malfoy

Por: Alega Dathe

Desde su infancia, Lily había tenido una fascinación por las cosas brillantes. Era coqueta y gustaba de lucir joyas incluso cuando estaban prohibidas para ella por ser demasiado pequeña. Aunque su padre le había prometido que le regalaría centenares de joyas al ser mayor, ella las quería ahora.

A escondidas tomaba las joyas de su madre y las lucía frente al espejo, fascinada por su belleza. Piedras verdes, rubíes, perlas; collares, zarcillos, pulseras y anillos se colgaba al cuerpo, sin importar el efecto sobrecargado que producía aquello. A Lily no le interesaba cómo se veía, sólo le importaba tener ese brillo consigo.

Al cumplir los once años, tuvo que resignarse a lucir unas pocas y en ocasiones especiales. Sin embargo, al irse a Hogwarts, su padre le regaló un bonito collar de diamantes ajustado a su cuello. Se lo colocó de inmediato y únicamente se lo quitó para bañarse. Su madre había protestado y regañado a su padre por consentirla de esa forma. A expensas de eso, Lily le dio un beso y le juró lo maravilloso del regalo y lo feliz que la había hecho ser.

En el tren se sentó en un compartimiento y creyó ser la más brillante de todas las niñas que la acompañaban. Rose le había reprochado semejantes ideas, diciendo que pasaría por engreída. Lily reconoció que tenía un poco de razón, pero le bastó volver sus castaños ojos al collar, para echar al diablo sus advertencias.

Al tiempo descubrió lo inútil de las palabras de su prima; había caído en una casa donde todos eran unos creídos, o como les gustaba aclarar tenían la autoestima muy alta. Sin embargo, seguía sobresaliendo en Slytherin gracias a la fama de su padre y la de sus hermanos. También captó las miradas envidiosas de algunas chicas en su cuello; ante ellas, Lily se llevaba una mano a él y tocaba con delicadeza y orgullo su diamante. Era una completa y agradable novedad ser envidiada.

Pero Lily quería forjar su propia fama, no quería valerse con la de los demás. James era un prodigio en el Quidditch, en cualquier puesto en donde fuera colocado tendría un desempeño excelente, con excepción del puesto de buscador, porque era demasiado alto y él argumentaba que lo suyo era más la acción constante. Albus era un prodigio en los estudios, las mejores notas se las llevaba él, siendo el primero en Slytherin. Era inteligencia nata, porque el chico no era muy aplicado y menos con los compañeros que le había tocado tener. En opinión de Lily, eran unos vagos bastantes divertidos y afortunados ya que todos iban bien a pesar de no hacer nada.

La excepción era Scorpius, el mejor amigo de Albus y el enemigo de James, aunque esto sólo lo pensara el primero; James lo veía como su blanco preferido de bromas y él era visto como un imbécil terriblemente molesto.

Lily oyó de Scorpius antes de verlo por primera vez. Albus lo nombró varias veces en vacaciones, seguido de los bufidos de James con respecto a él. Lily no le había prestado atención, aunque la reacción de sus padres al enterarse de la amistad de su hijo menor fuera, sin duda, llamativa. La incomodidad de ambos al escuchar hablar del Malfoy no la lograban disimular siquiera un poco. Incluso James se había dado cuenta que su hermano se había zambullido en aguas turbulentas.

Lo conoció en la cena de bienvenida cuando se sentó en la mesa de Slytherin abriéndose sitio entre su hermano y una chica del mismo curso. Fue recibida con los brazos abiertos en esa Casa. En dos años habían adquirido dos posesiones valiosas: se las habían arrebatado a Gryffindor. Dos hijos del Salvador del Mundo Mágico. Más tarde descubriría la manera en que la veían sus compañeros. Ahora, algo importante eclipsaba todo a su alrededor.

Lily siempre se había sentido atraída por las joyas y cuando vio a Scorpius por primera vez, captó el brillo de una. Sí, era como una, con ese cabello de un rubio clarísimo y esa piel nívea, demasiado blanca para ser de una persona normal.

-No es una persona normal –dijo Daniel Nott, cuando se lo contó tiempo después-. Pienso que está relacionado de alguna forma con fantasmas, es innatural que sea así de…

-No seas ridículo, Nott –le cortó otra compañera-. Los fantasmas están muertos, ¿cómo van a tener algo que ver con él? Ni poseyéndolo.

Pero Lily se quedó pensado un pequeño lapso sobre ello, hasta darse cuenta que no le parecía un fantasma; sin embargo, tampoco tenía la apariencia de un vampiro, como le sugirió Nott luego. No hallaba las palabras para describirlo, pero sin duda se sentía atraída a él. ¿Era amor o ese gusto suyo por las cosas brillantes?

Sea como fuera, se propuso una meta: lograr acercarse a Scorpius. Sólo esperaba que no se descubriera que su futura amistad sería fruto del interés y no de la buena voluntad.

También asoció su propio interés con el de sus hermanos. Si tenían algún parecido entre los tres, era su atracción por los objetos brillantes. Y Scorpius era un objeto irresistible.

Relacionarse con Scorpius fue pan comido siendo éste inseparable de Albus. Sólo tenía que fingir querer pasar tiempo con su hermano, aunque la mentira la hubiera captado al instante. Él aceptó que lo utilizara, después de todo “para eso están los hermanos”. Lily sabía que Albus lo estaba tomando como un favor que tendría que pagarle en algún momento.

Hablar fluidamente con Scorpius fue más difícil. Era tímido y no era abierto sino con unos cuantos, como su hermano. Inclusive con James llegaba al extremo de la timidez, bloqueándose por completo. Su primera conversación fue un desastre. A Lily no se le ocurrió otro mejor tema que su brillante collar.

-Veo veo… -comenzó.

-¿Qué ves?

-Algo brillante en mí.

-¿Cómo puedes verte sin un espejo? –dudó.

-¡Sólo sigue el juego! –le instó Lily.

Ella esperó escuchar respuestas como “ese precioso collar de diamantes” y si soñaba más, cambiarían sus palabras a “tu brillante sonrisa”, “tu brillante mirada”, “tu brillante forma de ser”, “tu brillante persona”, pero la verdadera respuesta la desconcertó.

-Gelatina.

-¿Eh?

-Te echaste mucha gelatina y ahora te brilla la cabeza. –Scorpius se encogió de hombros, pensando si había dicho lo correcto.

Lily no supo qué contestarle, sólo que de repente su rostro comenzó a enrojecer, tanto del enfado por ser tan sincero o porque no se hubiese percatado en la mañana, como por la vergüenza. El rostro de Scorpius tomó la misma coloración y retrocedió unos cuantos pasos por precaución. Y su enfado se disipó al instante; ¡Se veía adorable cuando se apenaba!

Tal cambio de humor en menos de diez minutos, hizo que Scorpius retrocediera aún más.

Al día siguiente redujo la utilización de gelatina en la cabeza y le afirmó a un inseguro Scorpius que tomaría a pie de la letra su consejo, aunque en realidad no le hubiera aconsejado en lo absoluto.

Sin embargo, al transcurrir los meses su relación fue mejorando hasta el punto de ya no necesitar de Albus como excusa para acercársele. Podía robarles la atención de Scorpius a sus hermanos sin esfuerzo. El mérito era cuestionable, después de todo compartía con Albus la mayoría del tiempo y buscaba huirle a James.

Lily se sentía satisfecha al lograr su objetivo: ser su amiga. Su percepción de Scorpius no había cambiado en nada desde la vez en que lo conoció; seguía siendo la forma más brillante a su alrededor, incluso opacando su hermoso collar y, como todas la mayoría de las joyas que había deseado, acabaría poseyéndolo algún día de estos. Sólo debía esperar, ser paciente y admirar a la joya lo más cerca que pudiera mientras tanto. Ah y también cuidar que Albus no se apoderara completamente de ella y James no la acabara rayando con sus continuos acechos.

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