La sombra del Dragón – Encuentro

Por: Ana Andrés

Encuentro

-¿Vienes conmigo a buscar compartimiento?- le preguntó a Ginny.

-No puedo, Harry, he quedado con Dean- se disculpó ella con una sonrisa.-Nos vemos luego.

-Vale- contestó él, pero notó una leve punzada de fastidio cuando la vio alejase haciendo oscilar su roja cabellera. Durante el verano se había acostumbrado tanto a la compañía de Ginny que casi había olvidado que, en el colegio, ella no andaba mucho con él, ni con Ron o Hermione. Entonces parpadeó y miró alrededor; estaba rodeado de niñas que lo rodeaban cautivadas.

-¡Hola, Harry!- saludó una voz a sus espaldas.

-¡Neville!- exclamó con alivio al volverse y ver a un chico de cara redonda que intentaba abrirse paso hacia él.

-¿Vamos a buscar asientos?- propuso Harry.

-Si, vamos.

Los dos echaron a andar por el pasillo, pasando entre grupos de alumnos silenciosos que los miraban de hito en hito. Al final encontraron un compartimiento en el que vieron la rubia melena de Luna, y entraron. Se encontraron con una escena un tanto extraña.

Un enorme lobo, de color blanco como la nieve, los miraba tranquilamente desde uno de los asientos, mientras Luna le acariciaba la cabeza suavemente. Harry y Neville se quedaron quietos un momento.

-Eeeeh, Luna… ¿ese lobo…?

-Ya estaba aquí cuando entré yo- dijo ella tranquilamente.-Al parecer se llama Ventisca, y es muy inteligente.

Los dos chicos se miraron.

-Así que Ventisca, ¿eh?- dijo Neville, siguiéndole la corriente a Luna, y tendió una mano hacia el animal.-Encantado de conocerte.

Para su sorpresa y la de Harry, el lobo puso su pata suavemente sobre la mano de Neville e hizo un ruidito, como si dijera “lo mismo digo”. Ambos se miraron y se sentaron, estupefactos.

-¿Te has fijado? ¡Nos miran a nosotros porque vamos contigo!- comentó Neville, después de que varios alumnos se los quedarán mirando a través de la puerta del compartimiento.

-Os miran porque también estuvisteis en el ministerio- lo corrigió Harry.- En El Profeta se ha hablado mucho de nuestra pequeña aventura allí. Te habrás enterado, ¿no?

-Sí, creí que a mi abuela le desagradaría tanta publicidad- repuso Neville- pero el caso es que está encantada. Dice que por fin empiezo a hacer honor al apellido de mi padre. ¡Mira, me ha comprado una varita nueva!- La sacó y se la mostró.-Cerezo y pelo de unicornio- dijo con orgullo.-Creemos que es la última que Ollivander vendió; al día siguiente desapareció. ¡Eh, Trevor, vuelve aquí!

E lobo soltó una risita al ver a Neville metiéndose debajo del asiento para recuperar su sapo; Luna leía El Quisquilloso sin percatarse de nada, aunque de vez en cuando acariciaba al animal, que se dejaba hacer. Aunque Harry encontraba muy extraño el hecho de que hubiese un lobo en el tren, tampoco se preocupó demasiado.

“No es lo peor que he llegado a ver aquí” pensó, recordando el dementor de su tercer año…

Ron y Hermione llegaron por fin al compartimiento; al principio se sorprendieron de ver al lobo blanco tranquilamente sentado junto a Luna, pero al comprobar que ni Neville ni Harry le prestaban mucha atención, se sentaron ellos también.

-Esto… ¿es tuyo, Luna? El lobo, quiero decir- se atrevió a preguntar Hermione.

-No, que va- repuso la chica alegremente.-Pero la verdad es que no me importaría. Se llama Ventisca, y estaba aquí sentado antes de que llegáramos. Es muy inteligente, y muy educado además.

Al acabar Luna de decir esto, Ventisca le tendió la pata a Hermione; ella la estrechó, entre divertida y confundida.

-Espero que no tarde en pasar el carrito de la comida. Estoy muerto de hambre. Dijo Ron.- ¿Sabéis qué? Malfoy no está cumpliendo con sus obligaciones de prefecto. Está sentado en su compartimiento con los otros alumnos de Slytherin. Lo hemos visto al pasar.

Harry se enderezó, interesado…

-¡Muy buenas noches a todos!- dijo el director del colegio con una amplia sonrisa y los brazos extendidos como si pretendiera abrazar a todos los presentes.

-¿Qué le ha pasado en la mano?- preguntó Hermione con un hilo de voz.

No era la única que se había fijado en ese detalle. Dumbledore tenía la mano derecha ennegrecida y marchita, igual que la noche en que había ido a recoger a Harry a casa de los Dursley. Los susurros recorrieron la sala; Dumbledore, interpretándolos correctamente, se limitó a sonreír y se tapó la herida con la manga de su túnica morada y dorada.

-No es nada que deba preocuparos- comentó sin darle importancia.-Y ahora… A los nuevos alumnos os digo: ¡Bienvenidos! Y a los que no sois nuevos os digo: ¡Bienvenidos otra vez! Os espera un año más de educación mágica…

-Cuando lo vi en verano ya tenía la mano así- le susurró Harry a Hermione.- Pero pensé que ya se la habría curado… O que se la habría curado la señora Pomfrey.

-La tiene como muerta- comentó Hermione con cara de asco.- ¿Sabes? Hay heridas que no se pueden curar. Maldiciones antiguas… y hay venenos que no tienen antídoto…

Harry pensó en el veneno de basilisco. Y entonces se acordó de otro animal.

-Por cierto, ¿qué ha sido de Ventisca?- le preguntó a Hermione.

-¿Quién…? ¡Ah, sí! Bueno, en cuanto paró el tren salió y desapareció en dirección al castillo… Aunque antes se despidió de Luna.

-¿Si? ¿Cómo?

Hermione sonrió.

-Le dio un lametazo en la cara.

-… y el señor Filch, nuestro conserje, me ha pedido que os comunique que están prohibidos todos los artículos de broma procedentes de una tienda llamada Sortilegios Weasley…

-…Confío que os comportaréis en todo momento pensando en vuestra propia seguridad y en la de los demás.-Dumbledore sonrió y los miró a todos.-Y, aunque sé que estáis muy cansados y solo deseáis estar entre vuestras calentitas sábanas, tengo un último anuncio que haceros. Un nuevo alumno de sexto curso, que jamás había estado en Hogwarts, va a unirse a nosotros este año.

-¿Un nuevo alumno?- susurró Ron.

-Se trata de Máximus Ríos, un joven español venido desde el instituto Laidanan, situado en los Pirineos. Por varias causas, será vuestro compañero durante este curso.

En el instituto Laidanan es costumbre que los alumnos se presenten haciendo una… demostración. El señor Ríos accedió a mi petición de realizarla delante de vosotros. Así pues, demos la bienvenida a nuestro joven amigo.

El murmullo de fondo se apagó. Todo estaba en un completo silencio…

Las puertas se abrieron de repente, y una oleada de nieve y hielo entró en el Gran Comedor. Entre la ventisca se podía distinguir un lobo, blanco como la nieve que lo rodeaba. De repente el animal desapareció en un destello de luz plateada, y varios haces de esta luz cruzaron velozmente el comedor. A su paso dejaban un rastro helado en el suelo.

-¡Mirad allí!- les gritó Hermione a sus amigos mientras señalaba al techo.

Uno de los haces plateados estaba tomando forma humana; una figura blanca que se movía como el viento, sin que la gravedad pareciera afectarle. Tanto los alumnos como los profesores siguieron embelesados el movimiento de la figura.

-¡Ah!- un grito colectivo surgió de las gargantas cuando, en medio de un tornado de nieve, el haz con forma humana dobló las rodillas y se impulsó poderosamente hacia el suelo. La figura se deshizo y se convirtió en un enorme rayo de luz blanco que se expandió al tocar el suelo.

Cuando Harry pudo abrir los ojos, vio, en el sitio donde la luz había impactado, un joven vestido enteramente de blanco, con una capucha que le cubría la cara. Estaba con la rodilla y la mano izquierdas apoyadas en el suelo, y en la mano derecha sostenía una varita, blanca también, aunque con finos hilos de color azul hielo surcándola por todas partes.

-Máximus Ríos, Ventisca. A vuestro servicio- dijo el muchacho mientras se retiraba la capucha.

Prácticamente todos soltaron un ¡oh! de sorpresa, y muy especialmente las chicas. La palabra “apuesto” se quedaba muy corta para describirle.

Máximus era alto y fuerte, todo un atleta. Llevaba el pelo castaño claro bastante largo y liso, de manera que le cayese por la espalda y sobre los ojos grises. El rostro se podía calificar, sin duda alguna, de hermoso.

Hubo un segundo de silencio… y todo el Gran Comedor aplaudió a rabiar, entusiasmado por la magnífica demostración del joven español. Al cabo de unos diez minutos, Dumbledore logró elevar su voz por encima del alboroto.

-Celebro verle de nuevo, señor Ríos. No sé si usted sabrá que en Hogwarts dividimos a nuestros alumnos en cuatro casas: Gryffindor, Ravenclaw, Slytherin y Hufflepuff. Si mal no recuerdo, el Sombrero Seleccionador sólo selecciona a aquellos que tengan once años; de modo que será usted mismo el que elija la casa en la que desea estar.

“La primera, la casa Gryffindor, es aquella en la que habitan los valientes, los que tienen el corazón aguerrido y siempre capaz de seguir adelante.

La segunda, la casa Ravenclaw, acoge a aquellos de mente despierta e inteligencia probada, aquellos que saben usar la cabeza.

La tercera, la casa Slytherin, es la que presume de albergar a los más astutos, aquellos que saben siempre aprovechar las circunstancias.

La cuarta, la casa Hufflepuff, siempre ha sido famosa por las personas honradas, leales y trabajadoras que han habitado en ella.”

Hubo silencio por un momento.

-¿Y bien, señor Ríos?- preguntó amablemente Dumbledore.

Harry vio como el joven miraba hacia la mesa de Ravenclaw; más concretamente, hacia donde estaba Luna. Pero, cuando él pensaba saber que casa escogería el recién llegado…

-¿Está dispuesta a acogerme la casa Gryffindor?- preguntó Máximus.

-Sería un honor para nosotros- respondió la profesora McGonagall. La mesa de Gryffindor mostró su aprobación aplaudiendo.

-¿Y la casa Ravenclaw?

El profesor Flitwick se levantó.

-Nos encantaría acogerte en nuestra casa- aseguró. Más aplausos.

Máximus asintió.

-¿Qué dice la casa Hufflepuff?

Le tocó el turno a la profesora Sprout.

-Nada nos gustaría más.

La mesa de Hufflepuff aplaudió también. Máximus se volvió hacia la última, hacia la mesa de los Slytherin.

-¿Estaría dispuesta a recibirme la casa Slytherin?- preguntó con voz suave.

Todos miraron a Snape. Los ojos negros del profesor se fijaron en el muchacho. Se puso en pie.

-Serías bien recibido entre los nuestros- contestó Snape. Harry vio a Malfoy aplaudiendo entre los demás Slytherins.

Máximus hizo un gesto de asentimiento. Todos esperaron su decisión.

-Elijo… la casa Gryffindor.

El Gran Comedor entero volvió a aplaudir, aunque la mesa donde Harry, Ron y Hermione estaban sentados era la más ruidosa. Dumbledore pidió silencio.

-Así pues, la casa Gryffindor será tu casa mientras permanezcas en Hogwarts. Tus acciones, buenas o malas, repercutirán en su puntuación. A partir de ahora, este castillo será… tu hogar.

“Y como veo que la mayoría estáis deseando encontraros en vuestros dormitorios, creo que ya es hora de que sean nuestras camas las que nos acojan. ¡Arreando, que es gerundio!”

Los tres amigos se dirigieron hacia Máximus, al que McGonagall daba la bienvenida a su casa.

-Espero que estés a gusto entre nosotros, Máximus- le dijo Harry mientras le estrechaba la mano.

-Gracias- dijo él mientras le daba la mano a Ron; al llegar el turno de Hermione el muchacho sonrió.-Creo que a esta señorita ya la he saludado… aunque mi mano diste mucho de ser una pata de lobo.

Hermione se sonrojó un poco al comprender que el lobo al que habían saludado en el tren estaba allí plantado, con el aspecto del chico más atractivo que había visto en su vida. Ron puso los ojos en blanco y murmuró “Lockhart” al oído de Harry. Este soltó una risita.

Los tres guiaron a Máximus hacia el dormitorio; Hermione le explicaba que para poder pasar debía conocer la contraseña y dársela a la Señora Gorda.

-Buenas noches, Hermione- se despidieron Ron y Harry al llegar a la Sala Común.

-Buenas noches, chicos. Que descanses, Máximus.

El joven le dijo “igualmente”, y se separaron. Dean, Seamus y Neville felicitaron al español por su demostración.

-Reconozco que Dumbledore tuvo que insistir para que me convenciese de hacer algo así. No es lo mismo hacerlo ante personas que conoces que ante todo un comedor repleto de estudiantes y profesores desconocidos- admitió Máximus.

Luego se quedó mirando la cama que le tocaba.

-Wuf- sonó muy parecido al gruñido de un lobo; los demás rieron.- Hace meses que no duermo en condiciones; creo que voy a convertirme en estatua durmiente por unas semanas.

Harry y Ron sonrieron; Máximus era una persona muy agradable. Le caía bien a los dos.

Parecía perfecto en cualquiera de los sentidos.

“Parecía”

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