Por: Romina Castro
-Perevell…Ignotus Perevell…-murmuraba el chico pasando un dedo por una larga lista de magos de un grueso ejemplar de Historia de la Magia y Grandes Hitos.
Le escocÃan los ojos de sueño. Pero debÃa salir de la duda que desde hacia tiempo le carcomÃa los sesos.
DebÃa estar en algún lugar que todavÃa a no hubiese leÃdo; no podÃa ser que en todos los sitios no apareciera nada, ni siquiera un pequeño dato que le abriera la mente para poder idear alguna teorÃa.
SabÃa que la varita de saúco tenÃa que estar en algún lugar, y ya tenia sus sospechas. La piedra, bueno, eso no tenÃa idea de donde podrÃa estar, pero de aquello se encargarÃa mas tarde.
Pero la capa…tenia que estar por ahÃ. Lo sabia pero…
-Veamos…-se dijo repasando sus apuntes-en todas las fuentes dice que del menor de los Perevell hay descendientes, por tanto hay herederos-prosiguió como para convencerse.-Hasta en el cuento lo dice! eludió a la muerte. Formo una familia y antes de morir le entrego la capa a uno de sus hijos.
Pero, ¿cómo era posible que no hubiera nada? al menos a la varita podÃa seguirle el rastro, pues estaba escrita en la historia por un sendo camino de sangre y muerte.
Pero la capa no. Era como si se la hubiera tragado la tierra. Aunque sabÃa algo: tenia que encontrarla.
De las reliquias era la que menos atractiva le parecÃa. Más solo la necesitaba para completar el trÃo. De esta forma podrÃa probar los asombrosos poderes que estas concedÃan a su dueño: El Señor de la Muerte.
Se quedo pensativo. Ya comenzaba a impacientarse. Llevaba meses en la investigación y tenia la sensación de que solo estaba perdiendo el tiempo.
Cuando se dio por vencido y habÃa resuelto irse a la cama (pues ya se le corrÃan las letras al leer) escucho la voz de su hermano llamándolo:
-Albus… ¡Albus!…¡¡ALBUS!!…-grito Abeforth del piso inferior con un toque de impaciencia-ven, es Gellert, dice que te apures.
Al chico le dio un vuelco el corazón. Le urgÃa verlo para aclarar unas dudas. Bueno, también por otras cosas, pero de eso hablarÃan mas tarde.
Bajo precipitadamente las escaleras y corrió hacia el salón, ahà estaba: Gellert Grindelwald, su mejor amigo, el único capaz de comprender lo que sentÃa al estar encerrado con una hermana medio loca y un hermano fascinado por las cabras.
-hola… ¿que pasa?-pregunto Albus fingiendo normalidad pero ligeramente ruborizado.
-lo siento por la hora, se que es tarde…pero mi tÃa me prohibió seguir usando la lechuza…esta harta-dijo en tono de disculpa-sabes…estaba pensando en la carta que me enviaste. Y por lo mismo pensaba viajar. Ya se que primero quieres divulgar la existencia de nuestro mundo y derogar el Estatuto del Secreto y todo eso pero antes me gustarÃa comenzar la búsqueda de las reliquias, ya sabes, para tener mas poder, que es lo que necesitamos. Imagina las cosas que podrÃamos hacer si reuniéramos el trÃo. Ahà si que nadie se opondrÃa al régimen que queremos llevar para poner en su lugar a esos muggles. Pero.¿No crees que el mundo mágico rechazara nuestra postura? No me pongas esa cara. De verdad, dudo que dos magos jóvenes logren inspirar el respeto y miedo que necesitamos para ponerlos en su lugar. Y se que me sacaras lo de tus premios y que la comunidad mágica te escucha y eso pero…
-Yo no quiero llegar al poder causando terror-lo interrumpió Albus-creà que habÃan quedado claros mis ideales respecto al poder. Mi intención es llegar este para instaurar un régimen en el que no tengamos que escondernos, pero no quiero que me teman. Ya se que para lograrlo tendremos que eliminar a algunos que se interpongan, pero esa no es mi prioridad.
-Creà que querÃas que te respeten-dijo Gellert en un tono burlón.
-¡Pero ese no es el modo!-le espeto Albus dolido-ya sabes eso de “por el bien de todos†pero creo que lo malinterpretas. Yo no quiero causar tanto daño, solo lo inevitable para lograr mi objetivo, que por el momento es derogar es Estatuto del Secreto, y luego dedicarme a la búsqueda de las reliquias.
-Ah… ¿si?…bueno, creo que ese no es el pensamiento de un verdadero señor de la muerte. Y¿sabes?creo que estoy perdiendo el tiempo contigo. Esto no es el preparativo para un examen, Albus. Esto es la vida real.
Ya me harte de tus investigaciones sin sentido, y creo que te he esperado lo suficiente. Se lo que necesito y me dedicare a la búsqueda de las reliquias.
Y ahora te doy la última oportunidad para me acompañes. Y ni pienses que voy a aceptar que hagas el intento de llevar a tus locos hermanos con nosotros.
ParecÃa que Gellert estaba loco. Pero lo que mas le dolió a Albus fue que se quisiera ir sin el. Después de todo, Gellert era su primer y único amigo. Y a pesar de sus constantes arrebatos lo estimaba, lo querÃa, como a un ¿amigo?
-Pero entonces que quieres que haga con ellos-dijo Albus con la voz quebrada-no puedo dejarlos solos. Si tan solo pudiera idear un plan para llevarme a Ariana. Te aseguro que…
-¡ni lo sueñes!
Pero esta vez no fue Gellert quien grito.
Albus giro la cabeza y se dio cuenta que Abeforh estaba parado en el umbral entre la cocina y la sala.
Albus se espanto, pues seguramente estaba escuchando a hurtadillas desde hace rato. Y lo que mas le preocupaba era que nadie podÃa enterarse del plan para encontrar las reliquias. Menos ahora que parecÃa que su relación con Gellert pendÃa de un hilo. Y no permitirÃa que este se fuera sin antes haberle dicho lo mucho que le…
-¡No permitiré que te lleves a Ariana!-grito de nuevo su hermano interrumpiendo sus cavilaciones. Abeforth avanzaba hacia ellos. Con una mirada que mezclaba suplica, terror y a la vez decisión.
-Vete a alimentar cabras, imbecil- dijo Gellert desde un rincón de la sala-nadie se llevara a tu estupida y squib hermana.
Albus estaba a punto de un colapso nervioso. SabÃa que Abeforth harÃa cualquier cosa por Ariana, pero también sabÃa que a su amigo no le importarÃa eliminarlo.
-Vete Abeforth-le advirtió su hermano-antes que lo lamentes. Y procura dejar de gritar, no quiero que despierte Ariana.
-Eso es lo único que te importa ¿verdad?-grito su hermano en tono acusador-quedar bien con este tarado. Jamás te has preocupado de nosotros…podrÃa arruinar tu reputación-ironizo Abeforth.
-no es verdad…
-claro que si!!! Solo te preocupas de ti y tu “amiguitoâ€-puso mucho énfasis en la ultima palabra-y de buscar tus cosas esas de la muerte.
-Cállate!-lo interrumpió Gellert-no hables de lo que no te compete…
Pero no alcanzo a terminar la frase…
-¿Qué sucede?-dijo una somnolienta y nerviosa Ariana- Abeforth ¿Qué pasa?
-Sucede pequeña squib-le contesto Gellert con una infantil pero peligrosa voz-que tendrÃas que estar en tu mugrosa cama, niña loca.
-¡no le hables asÃ!-gritaron Albus y Abeforth, mientras este ultimo enarbolaba su varita.
-Ah… ¿si?….bueno… ¡crucio!-grito apuntando con su varita al pequeño cuerpo de Abeforth.
-Basta! déjalo! tu problema es conmigo-grito Albus.
Pero al parecer nadie reparaba en que Ariana estaba al borde de uno de sus ataques.
Gellert como sorprendido de su acción bajo su varita y miro a su amigo como disculpándose. Pero no reparo en que su contrincante se habÃa puesto en guardia y le lanzaba una maldición asesina que esquivo de milagro.
Luego pasaron varias cosas a la vez.
Albus lanzo hechizos de inmovilidad a su hermano y amigo, pero estos que se batÃan a duelo estaban fuera de su alcance.
Ariana por su parte estaba teniendo un fuerte ataque que sin darse cuenta comenzaba a desmoronar la casa. Entonces una maldición la golpeo en el pecho y lanzo hacia atrás su frágil cuerpo sin vida.
Los tres combatientes se miraron, uno de ellos habÃa lanzado ese hechizo, pero no sabÃan quien era.
Abeforth se lanzo al inerte cuerpo de Ariana estremecido por sus fuertes sollozos.
Gellert salio corriendo camino a su casa.
Albus no sabia que hacer: si quedarse a consolar a su hermano o ir tras su amigo. Aunque la verdad no sabia para que querÃa a su amigo: si para vengar Ariana o para irse con el. Después de todo ya no habÃa nada que lo amarrara a su enclaustramiento y sabÃa que Abeforth preferÃa estar solo.
Siempre habÃa soñado escapar con Gellert pero le parecÃa que esta situación no era de lo más adecuada.
-¡Gellert!…-le grito a lo lejos.
-Que quieres-respondió frÃamente su amigo.-quieres vengar a tu hermana de seguro. Pero te advierto que un duelo entre nosotros podrÃa ser letal para cualquiera de los dos. Pues sabes que estamos casi a la par.
-No te culpare por la muerte de Ariana…pues pude haber sido yo…solo te pido que me esperes. Al menos hasta el funeral, luego nos vamos.
-lo siento Albus. Pero seria demasiado riesgoso. Ya sabes que tengo antecedentes en mi paÃs y después de esto todas las sospechas caerán sobre mÃ.
-Bueno, entonces…adiós-dijo Albus. Pero antes que pudiera dar la vuelta. Gellert lo tomo por el brazo, lo miro a los ojos y le dio el beso más hermoso que pudiera haber recibido. Se separo de su amigo con delicadeza y se marcho con una lágrima rodándole por la mejilla.
Albus llego a su casa y encontró a su hermano aun llorando sobre Ariana entre las ruinas de la casa, la reparo con un movimiento de su varita y se arrodillo junto a Abeforth, lo abrazo y juntos lloraron.
Albus sentÃa un gran dolor en el pecho. Acababa de morir su hermana y se habÃa marchado su gran amor, a quien supuso jamás volverÃa a ver. Aunque como en pocas ocasiones de su vida estaba equivocado.
(Después de algunos años)
Albus estaba realmente nervioso.
Durante los últimos años un tenebroso mago habÃa estado perturbando la calma de la comunidad mágica.
En pocos años Dumbledore se habÃa vuelto muy poderoso y era reconocido ampliamente. Por lo que la mayorÃa de los magos creÃan que el era quien debÃa enfrentar a Gellert Grindelwald.
Luego de muchas cavilaciones accedió al duelo. No soportaba que más magos y muggles inocentes murieran.
El duelo se llevarÃa a cabo al dÃa siguiente en Nurmengard, la prisión que el mismo Gellert habÃa construido para encerrar a sus opositores.
Al otro dÃa. Tomo un traslador junto a la guardia que lo acompañaba.
A lo lejos vio una rubia cabellera enmarcando a un pálido rostro.
-Hola Albus! tanto tiempo…tan cambiado. Siempre supe volarÃamos a vernos.
-Lamentablemente yo también-dijo sincero Dumbledore.
-Sabias que aun tengo muchos partidarios en el ministerio…y que si supieran que me derrotaras, cosa que dudo, te harÃan la vida imposible?
-No me importa-respondió Albus con calma-mientras no me supriman de las figuritas de las ranas de chocolate.
Y esa fue la gota que rebalso el caldero.
Gellert que siempre fue muy impulsivo no soporto la burla de su ex amigo y fue quien comenzó el duelo.
Algunos dicen que fue el duelo más impresionante de la historia.
Se ha transmitido de generación en generación, por lo que ha sufrido algunas modificaciones. Se llego a decir que Dumbledore impaciente por terminar el duelo le enterró la varita en la nariz a Gellert.
Jamás se vieron hechizos tan peligrosos como en ese dÃa. Los presentes no saben con exactitud como acabo, pues en el punto donde combatÃan se comenzó a producir tal socavón que si se quedaban a mirar caerÃan por el.
Después que se fuera el último espectador. Dumbledore lanzo un encantamiento piernas de gelatina. Y Gellert que nunca fue hábil con los pies, cayó.
-Quien lo dirÃa. Un hechizo tan infantil te ha derrotado-dijo burlonamente Albus mientras desarmaba a su oponente.
-Estas jugando sucio Dumbledore-grito Gellert enloquecido mirando su varita.
-Hay que matar o desarmar al oponente. Esas son las reglas. Y yo no matare, no es mi estilo.
Y, con un encantamiento mobilicorpus se llevo el cuerpo de Grindelwald a la celda de la torre más alta de la prisión.
Luego de realizar los hechizos antiescape pertinentes hizo ademán de irse pero Gellert le grito:
-No lo hagas…!!!No sabes lo que haces…que no ves que juntos podrÃamos dominar al mundo…¡¿Por qué lo haces?!…
-Por el bien de todos, Gellert….por el bien de todos.
Y se fue. Sin saber que pronto tendrÃa que lidiar con otro mago tenebroso. Y sin saber que en su mano tenia a la autentica varita de saúco, tan ansiada en su juventud.