Sólo dos personas bajo el cielo nocturno

Por: Susana Niemeyer Ramirez

Horas después, se encontraba sentada en la sala común de Gryffindor, en un rincón mientras terminaba los deberes que le había dejado McGonagall. Sentía las mejillas ardiéndole, pues se hallaba hace bastante tiempo allí, concentrada sin despegar la vista del extenso pergamino que tenía en frente. Afortunadamente los deberes la distraían y se concentraba tanto que lograba olvidarse de todo lo demás y quitarle importancia a sus sentimientos. Estaba muy a gusto, había silencio y las pocas personas a su alrededor estaban o haciendo deberes o dándose un respiro para seguir con ellos más tarde. Toda la paz que envolvía la sala común fue destruida tan rápido como es el paso de una estrella “fugaz” justamente. Por el retrato de la señora gorda penetraban abrazados riendo Ron y Lavender, detrás Harry y Parvati Patil, ambos con cara de pocos amigos. Hermione no posó más de dos segundos la mirada sobre Ron y siguió con su trabajo, como si nada. Ron la miraba de reojo a cada momento, como pendiente de su reacción. Lavender tenía una risa tan estruendosa que a cualquiera le ponía nervioso después de diez segundos continuos riendo tontamente sin razón. Varios estudiantes la miraban desdeñosamente y otros mascullaban:

-¡Shh!

Lavender se tapaba la boca y miraba traviesamente a Ron, sin despegarle los ojos de encima, idiotizada. De pronto Harry se sentó con Hermione y arrojó sus libros sobre la mesa impetuosamente.

-Ya no lo soporto- soltó Harry de mala forma.

-¿A quién, a Ron?- preguntó curiosa Hermione, sin mirarlo a la cara.

-Cuando se comporta así, ¡claro que no lo soporto! ¡Nadie lo hace!

Hermione asintió secamente en señal de sincero apoyo. Hubo un frío silencio, que Harry rompió, como avergonzado por su poco tacto, teniendo en cuenta los sentimientos de Hermione, sentimientos que no le podía esconder a nadie realmente como ella pensaba.

-Y… ¿cómo estás?

-Pues, bien, ¿y tú?

-Mm…bien.

En realidad Hermione no estaba bien, y lo sabía. No podía soportar estar allí un momento más. Todo el día, la ansiedad la desbordaba: al despertar, quería ir a tomar desayuno sin perder tiempo, en la mesa, quería irse a clases, en clases quería un descanso, en el descanso quería volver a clases y así a cada momento. Se encontraba en medio de uno de esos ataques y precipitadamente se puso en pie y sin más rodeos le soltó a Harry:

-Voy a cenar.

El aludido, consternado, logró articular un débil “claro” en respuesta.

Hermione cenó tranquila, apenas se dio cuenta de lo que comía, perdón, tragaba. No comió demasiado, pues en cinco minutos ya estaba satisfecha. El postre apenas lo tocó, siendo su parte favorita, y se marchó, dejando un plato con un trozo de tarta de chocolate casi intacto sobre la larga mesa desocupada de Gryffindor.

Iba caminando por los pasillos mecánicamente, pero al llegar frente al retrato de la señora gorda, se arrepintió. Una rebeldía casi desconocida se apoderó de su interior y dejó a la dama gorda hablando sola:

-¿Contrase…? ¡Hey! ¡A dónde vas! ¡Muchacha! ¡Oh, qué falta de respeto, ya no hay…!

Hermione subió escaleras y escaleras impulsada por una energía contenida, prisionera, quería gritar, saltar, correr…

En cinco minutos, no cesó el paso y llegó de pronto a la cima de la torre de astronomía, la torre más alta de Hogwarts. Respiró hondamente el aire a grandes bocanadas, llenando sus pulmones de ellos, y luego lo fue exhalando de a poco. Un agotamiento repentino la asaltó de sopetón y fue caminando perezosamente, arrastrando los pies hacia el borde de la torre. Apoyó allí los codos en el frío muro de piedra y sostuvo su cabeza en las manos, mirando hacia el cielo nocturno. La noche había acaecido recién y tan solo brillaba por entre las densas nubes Sirio, la estrella más brillante. Una fría brisa corría lentamente, acariciándole el rostro y helando sus pálidas mejillas. Era una sensación increíble, ahí sola, ser libre, sin importarle el resto del mundo.

Estaba soñando despierta, con los sentidos adormecidos y el espíritu más liviano que una pluma. De pronto, esa tranquilidad flaqueó. Sintió pasos. No estaba sola, alguien estaba detrás de ella. ¿Quién? En esos tiempos tan peligrosos, ¿quién, en el nombre del cielo? Su corazón se aceleró de tal forma, que podría sentirse al otro lado de la torre en medio de aquel silencio inquebrantable, y dentro de su pecho, parecía a punto de explotar. Un intenso olor a tabaco invadió el aire puro que hasta hace poco disfrutaba en su pureza. Se mordió el labio inferior, aterrorizada, indecisa, deseando que la sangre fluyera a sus músculos, lista para correr. Empuñó la varita y se volteó con ella al frente, como un arma de fuego, lista para disparar cuando fuera necesario. Su corazón se deshinchó como un globo al que se le expulsa el aire de a poco y su respiración se vio cortada.

-¿Tú?- preguntó sin poder concebirlo.

Delante suyo tenía a un muchacho de tez blanca, pálida e igual o incluso más enfermiza que la suya. Tenía los ojos grises y el cabello rubio platinado, despeinado en todas direcciones. No llevaba la túnica puesta, sólo el uniforme de abajo, constituido por unos pantalones grises y una camisa blanca desabrochada en el sector del cuello, más la corbata suelta verde y plateada de Slytherin. Draco también apuntaba con la varita en alto y en la otra mano sostenía un cigarrillo que llevaba a su boca de vez en cuando, y luego exhalaba una espesa nube de humo.

-¿Querrías no soplarme esa basura en la cara, Malfoy?- se quejó Hermione.

-¿Te molesta?- preguntó escéptico.

-Pues fíjate que sí.

-Perfecto- dijo con una sonrisa satisfecha de pésimo gusto.

Hermione furiosa, se dispuso a retirarse dando fuertes pisadas y bajar por la misma escalera por la que subió, pero Malfoy se le adelantó y por una extraña razón sintió

como si sus pies se clavaran al piso.

-¿Y a ti qué te trae por aquí?- cuestionó el muchacho.

-¿Es que no puedo venir a tomar un poco de aire?

-Sí, puedes, pero…no es usual, por lo general estás con Potter y… ¡ah, Weasley!- comentó con tono de entenderlo todo.

Hermione frunció los labios, enojada, él no tenía por qué saber nada. Era su enemigo, desde el día en que había puesto un solo pie en Hogwarts. Hermione no perdió el tiempo y rápidamente le soltó una respuesta, con el tono más grosero del que era capaz:

-Ya te lo dije, necesitaba un poco de aire. ¿Y tú, por qué no estás pavoneándote por los pasillos y haciéndote el interesante con Parkinson?

-¿Parkinson? No seas ridícula…tengo muchas otras cosas importantes en qué pensar.

-¿En qué, si se puede saber?

-Precisamente a ti Granger, no te lo voy a decir. Pero no me cambies de tema, estamos hablando de Weasley, tú estás celosa…últimamente he visto a Weasley muy juntito con esa Brown- Malfoy se volteó para ver el efecto de sus palabras en el rostro de Hermione. Ésta altiva, le contestó orgullosamente:

-¿Celosa? ¿Yo? ¿De Ronald? No me hagas reír.

-Claro que sí, todos lo saben, hasta esta tarde el viejo Slughorn te lo preguntó.

-¿Y tú por qué estabas espiando?

-No para escuchar tus estúpidos desequilibrios emocionales…se trataba de otros…asuntos.

-Y bien Malfoy, ¿qué asuntos son ésos?

-Ya te lo dije, Granger: eso a ti no te interesa.

-Si no me interesara, no te lo estaría preguntando, ¿no crees?

Malfoy arqueó una ceja y sus labios se curvaron en una sonrisa desagradable.

-¿Estás diciendo que te intereso, Granger?

-¿Estás mal de la cabeza? En tus sueños.

-Normalmente…-susurró, dejando a Hermione petrificada- pero ya casi no sueño, no tengo tiempo.

Hermione esta vez no contestó nada, estaba demasiado confundida para saber qué decir. Comenzó a reevaluar las palabras de Malfoy que seguían retumbando en su

mente “¿Estás diciendo que te intereso?…En tus sueños…Normalmente” No podía creerlo. Lo dijo en un susurro tan suave, pero que en el silencio de la noche había sido completamente audible y esas palabras, a pesar de ser menos fuertes en cuanto al volumen de su voz, dichas palabras suaves marcaron más fuerte que todas las otras, en magnitud. Había silencio, que ninguno de los dos se atrevió a romper. Hermione no se fue y se quedó allí, esperando, una voz muy extraña en su conciencia le decía “aguarda, quédate”. Draco lanzó el cigarrillo al piso y con el pie lo trituró despacio. Hermione seguía con la mirada cada uno de sus movimientos. El chico se volteó y vio a Hermione plantada allí, silenciosa y con una expresión de desconcierto grabada en las delicadas facciones. Malfoy mirando hacia otro horizonte le dijo:

-No te vayas a hacer ilusiones, Granger.

-No, yo no… ¿qué?- replicó confusa.

Draco miró a la chica a la cara y sonrió, como nunca antes en su vida Hermione lo vio sonreír.

-Nada, Hermione, nada.

La había llamado por su nombre. Definitivamente Malfoy no estaba dentro de sus cabales, se comportaba muy extraño. Decidió quedarse, y…si tenía suerte entablar una conversación. ¿Quería hablar con Malfoy? Tal vez ella era la que estaba mal.

-Y… ¿qué haces tú aquí?- preguntó la chica desinteresadamente. Draco se metió las manos en los bolsillos y miró el cielo estrellado.

-Vine a…pensar, es un buen lugar para desenrollar las ideas.

-¿Tienes…algún…problema?- inquirió la muchacha.

-Sí, un pequeño gran problema- dijo el chico sonriendo forzadamente ante la ironía de sus palabras.

-Tú…puedes confiar en mí- apenas dijo eso, se arrepintió y ya podía ver venir un gran jaleo al respecto de parte del muchacho, ¡Vamos era Malfoy! Pero para sorpresa suya, no lo hizo, simplemente respondió:

-No sé si puedo.

-Si no quieres contarme…

-Me muero por contarte, pero…no sé si deba.

-No te entiendo.

-Mi voluntad ya no cuenta, ya no me pertenece.

Hermione se quedó pensando en esto y de pronto recordó las sospechas que Harry les había confesado a Ron y a ella a principio de año acerca de que Draco Malfoy era un mortífago. Y creyó entenderlo todo, no sabía cómo. Hermione se acercó sigilosamente a Draco, cuando llegó a su lado, dudó, Draco la miraba hacia abajo, con el semblante altivo. La joven, lentamente, tomó su brazo izquierdo. El Slytherin no se opuso. Hermione le subió la manga de la manga izquierda de su camisa y con horror…pudo ver grabada en su antebrazo lo que se estaba temiendo: la marca tenebrosa, oscura, mostrando una calavera siniestra con una serpiente que surgía por la mandíbula. Draco tenía la piel en ese sector hinchada, como si tuviera múltiples picaduras, cicatrices, era terrible, horroroso…La chica paseó el dedo índice por la marca delicadamente y Draco, rápidamente quitó su brazo de las manos de Hermione, bajándose la manga estrepitosamente y gimiendo de dolor. La joven lo quedó mirando.

-Es que…duele mucho, cualquier contacto, duele…en serio.

-Es horrible, Draco.

El muchacho sonrió al escuchar su nombre pronunciado por esos labios.

¡Pero qué demonios! ¡Era Malfoy! Era como si ella y él se hubiesen olvidado de que ella era una Gryffindor y de que él era un Slytherin; de que ella era hija de muggles y él un sangre pura; de que ella era Hermione Granger y él Draco Malfoy…nada importaba, nada de clases, nada de sangres, nada de orígenes, sólo importaba que ambos eran simples personas allí bajo el infinito manto del cielo nocturno…

¿Qué rayos te pasa, Hermione Granger? ¿Te has vuelto loca? ¿Malfoy? Miles de preguntas incrédulas, cuestionándose a sí misma estallaban como fuegos artificiales dentro de su cabeza, atormentándola y confundiéndola. Por primera vez en su vida, no actuaba siguiendo las instrucciones de su cerebro, habían pasado a sugerencias secundarias… ¿Es que no había nada que pudiera hacerla volver a la realidad? ¿Un ruido? ¿Un recuerdo? ¿Ron…?

Ron Weasley acudió a su mente, y ello la hizo volver a pensar en su vida. Volvió a sentir su pena, su odio y todo lo demás. Se encontraba en la torre de astronomía a altas horas de la noche, pues el tiempo no se había detenido por un segundo, charlando con Draco Malfoy…

-Em… ¡vaya, es tarde!- logró articular Hermione.

Draco consultó su reloj y le contestó:

-Son las once, la noche es joven aún.

-Bueno, para mí no- rectificó con su habitual actitud la muchacha de Gryffindor- y si no te importa, me iré a mi torre.

-No, no me importa- replicó con una sonrisa burlona. Allí estaba Draco Malfoy enseñando sus blancos dientes en una sonrisa autómata, que dio escalofríos a Hermione.

-Buenas noches entonces. ¿Te vas también?

-No, tengo trabajo por hacer.

-Em…si bueno, no me interesa, yo…este…adiós.

-Adiós.

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