En ese momento, cuando estaba a punto de abandonar el mundo, pedà mi último deseo. Y porque lo merecÃa después de todo lo que he sufrido, porque querÃas decirme algo, porque fueron bondadosos conmigo, se cumplió. Solo un segundo, un magnifico segundo, mi último segundo, puede observar esos ojos verde esmeralda.
Puedo escribir los versos mas tristes esta noche.
Escribir, por ejemplo: «la noche está estrellada,
y tiritan, azules, los astros, a lo lejos».
Esos ojos que me quitaban el sueño. Esos ojos que me derretÃan por dentro, aunque por fuera no pareciera. Esos ojos que me dieron su amistad por cinco años, cinco maravillosos años en los que fui plenamente feliz, aun cuando en ese momento no lo sabÃa. Esos ojos que me miraban con ternura al principio, amistad después, indiferencia e incluso odio al final. Esos ojos de los que me enamore eternamente y jamás, aunque me lo propusiera con toda mi alma, nunca, pude olvidar.
El viento de la noche gira en el cielo y canta.
Puedo escribir los versos más tristes esta noche.
Yo la quise, y a veces ella también me quiso.
Pase toda mi vida odiando dos palabras, dos mÃseras palabras, dos inútiles palabras, dos mortales palabras, que me privaron para siempre de tu amistad: Sangre Sucia. Que en mi idiotez y mi impotencia, pronuncie. Las palabras por las cuales decidiste alejarte completamente de mÃ. Las palabras que dije erradamente cuando me sentÃa completamente humillado. En el momento cuando él, siempre él, me las hizo pronunciar.
En las noches como ésta la tuve entre mis brazos.
La besé tantas veces bajo el cielo infinito.
Ella me quiso, a veces yo también la querÃa.
Lo culpe a él durante años, »si no hubiera existido, todo hubiera sido mas fácil; sino se hubiera encaprichado contigo, hubiéramos podido llegar a algo; sino me hubiera humillado de esa forma, no hubiera dicho nada, ni hubiera arruinado nuestra, ya débil, amistad». Pero tenÃa que aceptarlo, por más que me doliera admitirlo o decirlo, no era su culpa. Era mÃa.
Cómo no haber amado sus grandes ojos fijos.
Puedo escribir los versos más tristes esta noche.
Pensar que no la tengo. Sentir que la he perdido.
No solo sentà que te habia perdido, lo supe. Cuando me dijiste que debÃamos seguir caminos separados, que yo seria mortÃfago, es cierto, y tú, aunque no me lo dijiste supe que estarÃas en contra del señor tenebroso, en contra mÃa: serias miembra de la orden, la Orden del Fénix.
OÃr la noche inmensa, más inmensa sin ella.
Y el verso cae al alma como al pasto el rocÃo.
Cuando me di cuenta de la tortuosa verdad, ni Dumbledore ni nadie pudo convencerme de lo contrario. Yo te aleje de mÃ, para llevarte a los brazos de ese niño mimado que no te merecÃa. Yo desistà de ti el dia que te vi con él, uno de los peores dÃas de mi vida: mi añorado y secreto amor imposible, estaba besándose con mi peor enemigo. Yo le di al señor tenebroso la excusa que el necesitaba para atraparte.
Qué importa que mi amor no pudiera guardarla.
La noche está estrellada y ella no está conmigo.
Eso es todo. A lo lejos alguien canta. A lo lejos.
Mi alma no se contenta con haberle perdido.
Cuando supe que serias tú, la destinataria de su furia, le pedÃ, le rogué que no te hiciera daño. Y por una razón u otra, acepto. Fui a ver a Dumbledore convencido de que no lo harÃa, tambien le rogué que te escondiera, pues, asà tendrÃas protección, tanto de un bando, como del otro. Pero de nada sirvió, una vez mas falle: estabas muerta. Destrozado y encolerizado, hice lo único que me quedaba: un pacto, un pacto con el único hombre que sabia la tortuosa verdad, el pacto era… proteger… a tu hijo.
Como para acercarla mi mirada la busca.
Mi corazón la busca, y ella no está conmigo.
La misma noche que hace blanquear los mismos árboles.
Nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos.
Ya no la quiero, es cierto, pero cuánto la quise.
A tu hijo, lo odie y lo ame desde el primer momento que lo vi, ya me habÃan advertido, pero nada, nada, podrÃan haberme preparado para ello: era idéntico a su despreciado, por mi, padre. Pero tenÃa tus ojos, tus hermosos ojos esmeraldas. Lo protegà desde las sombras, tratando que él no advirtiera mi presencia, aunque lo odiaba públicamente.
Mi voz buscaba el viento para tocar su oÃdo.
De otro. Será de otro. Como antes de mis besos.
Su voz, su cuerpo claro. Sus ojos infinitos.
Ya no la quiero, es cierto, pero tal vez la quiero.
Es tan corto el amor, y es tan largo el olvido.
Nunca te pude, puedo ni podré olvidar. Tu sonrisa ingenua, tu boca tentadora, tu cabello intocable e indomable, tu personalidad indescriptible, tu cuerpo hermoso, y tus ojos, tus magnÃficos ojos color verde esmeralda.
Porque en noches como ésta
La tuve entre mis brazos,
Mi alma no se contenta con haberla perdido.
Aunque éste sea el último dolor que ella me causa,
Y éstos sean los últimos versos que yo le escribo.
Y aunque la muerte vino a mi, morà feliz. Pues lo último que vi fueron tus ojos, un último segundo. Un segundo para morir contento, un segundo para volver a verte, un segundo para saber que podrÃa mirarte eternamente, un segundo para comprender que habia sido perdonado, cumplà con mi misión de proteger a tu hijo: el hijo, de Lily Evans.
-MÃra… a… me… – Susurro.
Los ojos verdes buscaron los negros, pero, un segundo mas tarde, algo se extingió en las profundidades de los de Snape, dejándolos clavados, inexpresivos y vacÃos. La mano que sujetaba a Harry cayó al suelo con un ruido sordo, y Snape se quedó inmóvil.
…
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