La noche estaba despejada por completo, ni una sola nube distorsionaba la vista hacia las estrellas del cielo. El dÃa habÃa pasado más rápido de la cuenta para él, a pesar de haber estado toda la tarde meditando enfurruñado y pensando en todas sus preocupaciones. TenÃa rabia, solo habrÃa deseado quedarse quieto en aquella posición, escuchando los sonidos que merodeaban a su alrededor. Pero no podÃa, tenÃa que cumplir con sus obligaciones, con sus lealtades, o todo se complicarÃa más.
Se levantó despacio, haciendo poco ruido y movilizando ligeramente sus adormecidas articulaciones. Se quitó las cortinas de cabello negro que le entorpecÃan la vista, dejando ver un perfil peculiar a la luz de la luna. Sosteniendo la varita en la mano caminó un cuarto de hora, hasta llegar a las proximidades de Hogmeade. Se adentró en el pueblo, cubriéndose el rostro con su negra capa. Caminaba decididamente a paso vivo, a pesar de no tener un destino fijo.
Entre todos los magos y brujas que transitaban posiblemente yendo a casa, logró vislumbrar a un mago conocido. El mago de nariz aguileña, sobre la cual se posaban unas gafas con forma de media luna y una barba blanca, casi plateada que le llegaba a la altura de la cintura, se adentró en una taberna que tenÃa un letrero colgante con la imagen de un puerco degollado y rezaba la inscripción: “Cabeza de Puercoâ€. Le pareció curioso el hecho de que un mago de tal categorÃa merodeara por esos lugares y sin más preámbulos decidió seguirlo.
Aguardó afuera, echando de vez en cuando una ojeada por la sucia ventana del local. Logró distinguir al hosco tabernero llevando una bebida a la mesa del mago y a su acompañante, una mujer que usaba unas gafas que le aumentaban los ojos de una manera descomunal y que estaba envuelta en chales y varios collares de cuentas. Tras cavilar un momento sobre la identidad de la bruja, supuso que debÃa tratarse de una aspirante a profesora de Hogwarts, tal vez para el ramo de Defensa Contra las Artes Oscuras, que según habÃa oÃdo, se necesitaba un nuevo profesor.
En realidad lo que le importaba era saber el tema de la conversación, quizá fuese una simple entrevista, pero Dumbledore formaba parte de la oposición: era el lÃder de la Orden del Fénix. Entonces, cautelosamente, abrió un centÃmetro la puerta, sin penetrar en el lugar, pero fue suficiente ya que la atmósfera que reinaba allà dentro era de una quietud increÃble y por ende, era suficiente para escuchar la conversación.
-Entonces, ¿es usted descendiente de Cassandra Trelawney?-preguntó la suave voz de Dumbledore.
-Asà es, por supuesto, soy su tataranieta, el don se saltó algunas generaciones, que es completamente normal…-contestó Trelawney con una voz forzadamente mÃstica y teatral.
-Ya veo…verá, tengo mucho respeto por esa rama de la magia, sin embargo, no es una rama que me interese enseñar en mi institución, sin embargo accedà a venir a esta entrevista…-explicaba Dumbledore.
-Yo…veo…usted…un grave peligro- interrumpió Trelawney, moviendo las manos con nerviosismo y abriendo sus ojos de una forma extraña. Sin embargo, Dumbledore no se inmutó y contestó:
-Disculpe, no crea que subestimo sus poderes de la clarividencia, soy consciente de su potencial, sólo que no deseo impartir esa asignatura en mi colegio- explicó Dumbledore mirando seria y penetrantemente a la bruja a los ojos.
Pero de repente, los ojos de Sybill Trelawney se desorientaron y como hipnotizados miraron fijo al techo, en un susurro y con la voz increÃblemente ronca comenzó a decir:
–El único con poder para derrotar al Señor de las Tinieblas se acerca…Nacido de los que lo han amenazado tres veces, vendrá al mundo al concluir el séptimo mes…
En ese momento, su atención se vio interrumpida, el tabernero, abrió la puerta de un golpe, sorprendiéndolo en su obra y ásperamente le gritó:
-¡Hey! ¡Tú! ¡Vete! ¡Y no vuelvas, o te las verás conmigo!
Algo sorprendido y fastidiado, se separó de la puerta y sin mirar atrás se fue a paso firme. Resultaba irónico, para él una “amenaza†un simple tabernero, ridÃculo. Mientras caminaba, pensaba en lo que habÃa oÃdo y escasamente visto. Una bruja dedicada a la predicción del futuro…podÃa tratarse de una profecÃa…CabÃa la posibilidad…y si Dumbledore estaba involucrado…aún más preocupante. Aunque hubiese cierta incertidumbre al respecto, él decidió que se lo contarÃa a su amo de todas maneras, serÃa lo más adecuado, esa misma noche. Entonces se dispuso a aparecerse en el cuartel general de inmediato. Instantes después se encontraba a tan sólo unas yardas de distancia de la Mansión de los Malfoy. Caminó e silencio, varita en mano y entró al enorme jardÃn de la mansión, de vez en cuando detrás de los setos veÃa uno que otro pavo real. Tras unos minutos caminando, que se hicieron eternos mientras pensaba en lo que sucederÃa, llegó a la puerta, y tocó. Distantes se escucharon unos pasos, que se iban haciendo más marcados. Luego una mujer abrió la puerta y le apuntó con su varita al pecho directamente. La mujer vestÃa de negro y tenÃa la piel blanca, un cabello oscuro y desarreglado que le caÃa por la espalda. Sus caÃdos párpados lo observaban con altanerÃa y desprecio caracterÃsticos de su mirada. Le subió el mentón con la varita para examinarle mejor el rostro, luego con su áspera voz le dijo:
-Entra ya.
Bajando las escaleras se veÃa una hermosa mujer rubia que blandÃa su varita en el aire, lanzando chispas rojas, la movÃa con urgencia y dijo con voz audible:
-¿Quién es? ¿Quién entra en mi casa?
-Es Snape-contestó su hermana.
-¡Tú!, ¿Acaso te crees la dueña de esta casa? ¿Te tomas la libertad de hacer todo lo que se te antoja?
-Cálmate, Cissy, tenemos visitas- dijo Bellatrix con un tono sumamente burlón.
Pero Narcisa Malfoy dirigÃa su atención hacia Snape, lo saludó alegremente, después de todo además se ser un mortÃfago tenÃa relaciones amistosas con su esposo. Repentinamente en tono cortante, Bellatrix le lanzó a Snape:
-¿Y tú qué quieres?
-Informar al Señor de las Tinieblas de la misión que me legó.
-¿Acerca de qué?
-Creo – se detuvo para pensar bien lo que decÃa- que eso no es de tu incumbencia, Bellatrix- finalizó con voz queda.
Bellatrix abrió los ojos y su cara se tornó roja de furia, se disponÃa gritarle algo lo suficientemente hiriente a Snape, pero Narcisa la detuvo y dirigiéndose a Snape dijo:
-El Señor de las Tinieblas…está arriba, en el segundo piso, a la izquierda, última puerta.
Snape asintió a secas con la cabeza en respuesta y se dispuso a subir las escaleras, debÃa tener mucho cuidado con lo que decÃa, pensaba. Caminó por el pasillo, y al llegar de frente a la puerta indicada se detuvo, y tocó dos veces. La puerta se abrió sin que nadie la forzara a hacerlo directamente y una voz frÃa y aguda dijo:
-¿Quién es?
-Snape.
-Ya veo…entonces pasa.
Snape obedeció, y sin demorarse cerró la puerta tras de sà y susurró un conjuro de su propia invención para impedir que algún intruso escuchara la conversación:
–Muffliato!
Cautelosamente se dio la vuelta y encontró una chimenea con un débil fuego color verde crepitando en llamas, mirando al fuego estaba él, sólo veÃa la butaca sobre la que estaba sentado y se veÃa una parte de su cadavérica cabeza.
-Acércate- ordenó lord Voldemort con voz queda- y no estuvo mal eso de impedirle al extraño inmiscuirse en lo que no le corresponde.
Snape fue hacia el Señor Oscuro, a su lado izquierdo, sin mirarle a los ojos.
-Siéntate, ¿y bien?
-Seguà la pista a Dumbledore, a Hogsmeade, en una taberna se encontró con Sybill Trelawney, ése era el nombre de la bruja: aspirante a profesora de Adivinación en Hogwarts…- El relato de Snape se vio interrumpido por una frÃa carcajada socarrona.
-¡Ay! A su edad el viejo idiota- se dijo a sà mismo Voldemort. Snape no lo entendió del todo y permaneció en silencio, con el ceño ligeramente fruncido.
– Continúa- dijo frÃamente, sin un rastro de su previa humorada.
– Era una farsante total, pero en un momento de la conversación sus ojos se desorbitaron, y su voz se enronqueció, fue…diferente…incluso Dumbledore se percató. Mi Señor: era una profecÃa.
-Una profecÃa- se dijo Voldemort en un silbido extraño- ¿y después?
-Anunció la profecÃa: “El único con poder para derrotar al Señor de las Tinieblas se acerca, hijo de los que lo han amenazado tres veces, vendrá al concluir el séptimo mesâ€.
Voldemort cerró los ojos, ocultando sus pupilas rojas con franjas felinas, y frunció el ceño. Después de unos instantes, Voldemort abrió los ojos y miró bruscamente a los negros de Snape. Voldemort supo entonces que Snape decÃa la verdad.
-Séptimo mes, Julio, los…-se detuvo a pensar- los Potter.
Al oÃr el apellido “Potter†los ojos de Snape se abrieron al máximo, entrelazó sus manos heladas y bajó la mirada, esperando.
-Han de ser…los Potter, aunque una profecÃa…destruirme a mà no…- negó con la cabeza- pero…serÃa quitarme un peso de encima…asà es.
Snape estaba desesperado, sentÃa gotas de sudor en la frente y se le habÃan tensado todos los músculos del cuerpo en un espasmo de dolor. Su mente estaba adormecida, sumergida en unos ojos verde intenso, en los que pensaba todos los dÃas.
-Valiosa información, Snape- anunció Voldemort inexpresivamente. Snape esperó en silencio un instante, luego con la voz más calmada que pudo adoptar, replicó:
-Mi Señor…usted… ¿se deshará de los Potter?
-Asà es, debo encargarme del asunto, sencillo.
Hubo una pausa en la cuál Snape tuvo una idea demasiado aterradora. Luego volvió a replicar:
-Mi Señor, la profecÃa…se refiere a su hijo, ¿verdad?
-Asà lo deduzco.
-Y usted… ¿se encargará de eliminar a los padres también?
Voldemort habÃa mantenido la vista perdida, en ese momento miró a Snape. Éste evadió su mirada hábilmente, fingiendo indiferencia.
-El enemigo- agregó Voldemort.
A Snape se le iluminó el rostro, y sin mirar a su amo añadió:
-Potter es y siempre ha sido un eterno…â€héroeâ€, sin embargo…Evans…tiene mucho talento, recuerdo. Los profesores en Hogwarts siempre la calificaron como “brillanteâ€.
-Ella rechazó unirse a nuestras fuerzas, no dudes en que ya se lo he propuesto.
-SÃ, pero quizá decida reevaluarlo, Evans no es tonta…- trató Snape de justificarse. Hubo un silencio. Luego en un desesperado intento de hacer algo, Snape continuó:
-Entonces, ¿va a matarle a ella también?
Voldemort no quitaba su mirada frÃa del rostro de Snape y tras evaluar la situación un momento replicó:
-¿Hay acaso algo que te incomode al respecto?- definitivamente los instantes dubitativos del Señor de las Tinieblas habÃan acabado.
Snape estaba nervioso, sin pensar le miró a la cara a Voldemort y tras unos instantes Voldemort añadió:
-Es una sangre sucia, hay muchas otras mujeres de sangre pura y más dignidad para ti.
-Escuche, pero…
-¡Basta! Que no se hable más del asunto- exclamó Voldemort con su voz irascible, aguda y frÃa.
Snape estaba inmóvil, esperando. Finalmente Voldemort le ordenó:
-¡Vete!
Snape se puso en pie, y sin que se le volviera a repetir la orden, salió de la lúgubre habitación a toda prisa. PodÃa sentir una innumerable cantidad de emociones en su interior.
Horas más tarde, se encontraba solo en una butaca de su hogar en la calle de la Hilandera. No podÃa concebir lo que habÃa hecho. Primero habÃa perdido su amistad para siempre, pero al menos habÃa tenido la seguridad de que ella estaba bien. HabÃa perdido toda la esperanza de estar a su lado algún dÃa. Ahora, por su culpa, ella sufrirÃa…y no sólo eso, la alcanzarÃa la muerte…tenÃa que hacer algo por la única persona a la que habÃa sabido querer y posiblemente que alguna vez ella lo habÃa estimado. Como le dolÃa el corazón…y se durmió pensando en esos ojos verdes, mientras las lágrimas escurrÃan por su rostro.
[NOTA: Este fanfic fue escrito por Susana Niemeyer, quien lo envió a BlogHogwarts para publicarlo :). Si desean que alguno de sus fanfics, viñetas, humor pottérico, estanterÃas pottéricas sean publicadas en BlogHogwarts, envÃen un e-mail a contacto@bloghogwarts.com]