Harry Potter y la Orden del Fénix
CapÃtulo 35: Tras el velo
Formas oscuras rodearon a los integrantes del Ejército de Dumbledore. Eran los mortÃfagos, que venÃan en busca de la profecÃa, y eso es lo que Lucius Malfoy, el «jefe» de los mortÃfagos en aquella empresa, le pidió a Harry. Pero claro, poco le importaba a Harry una profecÃa en ese momento. Lo único que deseaba era saber dónde y en qué estado se encontraba su padrino, Sirius Black. Asà que, si los mortÃfagos acuñaban en su pensamiento la idea de hacerse con la profecÃa, primero deberÃan traerle a Sirius. Pero ni bien Harry preguntó por su padrino, las figuras encapuchadas se rieron de él, y no hicieron más que decirle que era hora de aprender a diferenciar los sueños de la realidad. Entonces Harry cayó: ¿habrÃa sido toda esta movida una astuta trampa para tenerlo justo donde Voldemort querÃa? Ya era muy tarde para pensar en eso. Lo que debÃa hacer ahora era pensar en escapar; pero algo tenÃa en claro: podrÃan haberlo engañado, pero no les iba a ser fácil arrebatarle la profecÃa.
Necesitaba hacer tiempo, asà que preguntó para qué querÃa Voldemort una profecÃa. Bellatrix, que también estaba en la escena, se enfureció cuando oyó que alguien se atrevÃa a pronunciar el nombre de su amado amo y señor sin sentir siquiera un escalofrÃo. Fue entonces cuando, después de que Harry dijera que Voldemort no era sangre pura, sino /sangre sucia/, Bellatrix ya no pudo reprimir su ira, y le lanzó un encantamiento aturdidor. Sin embargo el conjuro fue desviado por el mismÃsimo Lucius Malfoy, quien advirtió a sus compañeros que la profecÃa no debÃa dañarse. El hechizo de Bellatrix, desviado de su objetivo, fue a dar contra una de las estanterÃas que los rodeaban, haciendo que algunas bolas de cristal se rompiesen. De inmediato, de los restos de cristal roto, salieron espectrales figuras que profetizaban diversas cosas. Entonces Harry tuvo una idea; se acercó a sus compañeros y, sin que los mortÃfagos escuchasen, les dijo que, a su orden, rompiesen las estanterÃas.
Obviamente, Harry querÃa salir de aquella situación tan rápido como fuera posible, asà que no se hizo esperar demasiado tiempo. Ni bien dio la orden, él y sus amigos dispararon múltiples hechizos a las estanterÃas, haciendo que cientos y cientos de bolas de cristal se rompiesen y, por ende, cientos y cientos de espectros profetas se hicieran presentes. En la confusión, los miembros del Ejército de Dumbledore echaron a correr, aprovechando la confusión de los mortÃfagos.
Allà se desató una larga persecución, adornada con pequeños enfrentamientos entre miembros del ED y mortÃfagos. El saldo que esto provocó fueron graves heridas en Hermione (Harry llegó a pensar que su amiga habÃa fallecido), rotura de la nariz de Neville, locura temporal de Ron (a quien casi se lo «/come»/ un cerebro) y una herida un tanto complicada en un tobillo de Ginny.
Finalmente todos (perseguidos y perseguidores) terminaron en una extraña sala, adornada con un arco de piedra en el centro de la misma, de donde colgaba algo semejante a un velo roto. Los mortÃfagos no tardaron en rodear al ED, pero, cuando Harry pensó que no habrÃa más remedio que entregarles la profecÃa, cinco queridos personajes aparecieron en escena: Sirius (¡sÃ, Sirius!), Lupin, Tonks, Kingsley y «Ojoloco» Moody. Esto desconcertó enormemente a los mortÃfagos, que, en apenas minutos, pasaron de rodear a un grupo de vulnerables adolescentes a enfrentar a poderosos magos. Pronto se formaron duelos individuales (aunque más de un miembro de la Orden del Fénix luchaba con dos mortÃfagos a la vez), que hubieran dado tiempo a Harry y sus amigos de escapar. Observando esta oportunidad, Sirius le dice a Harry que tome la profecÃa y escape con sus amigos.
Pero en ese momento una figura imponente se hizo presente. Dumbledore habÃa llegado, y esto definitivamente desató el pánico en los mortÃfagos.
Sin embargo, cuando todo parecÃa salir bien, llegó uno de los momentos más tristes de toda la saga. Sirius estaba teniendo un duelo personal con su prima, Bellatrix. El varón Black no paraba de burlarse de las técnicas de la dama Lestrange, lo que hacÃa que ésta rabiara más y más, hasta que llegó el momento de la tragedia: un encantamiento aturdidor de Bellatrix que Sirius no logró esquivar lo empujó a través del Velo.
Harry esperó que Sirius apareciera por el otro lado, sin embargo, no lo hizo. La desesperación se apoderó de él, e intentó salvar a su padrino… pero Lupin acabó con sus esperanzas diciéndole la verdad: ya no habÃa nada que se pudiera hacer. Sirius estaba muerto.
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