Eran ya lejanos los oscuros tiempos del mago tenebroso más grande que ha existido. Sin embargo todavÃa vagabundea el fantasma de los recuerdos, en los más remotos rincones, además del rencor y la eterna enemistad. Puede que hayan pasado muchos años, pero aún se les culpa a inocentes de la mancha de sangre derramada, y se les tacha su nombre, su vida…
-¡Vamos Rose! Entiende que lo necesito saber- exclamó una voz que se atrapó en las paredes.
-¡No, Scor! Esto no está bien, no deberÃamos estar aquÃ- replicó una voz de chica que denotaba miedo.
– Del contrario, tengo derecho a saber sobre mi pasado, ¿no te parece?- Hubo un largo silencio y tras no haber respuesta, el chico siguió subiendo las escaleras con rapidez. Eran unas escaleras enormes con forma de caracol, sin embargo en tan solo unos segundos un muchacho rubio y de afiladas facciones desembocó de ellas, con el semblante pálido.
Scorpius paseó la mirada a su alrededor, jamás habÃa estado en aquella habitación y a juzgar por las telarañas y el polvo, tampoco nadie habÃa estado allà durante muchos años. HabÃa pesados libros amontonados hasta el techo en precario equilibrio y extraños instrumentos que ya no funcionaban. El sol entraba por un antiguo ventanal con un diseño estrambótico. Lo único móvil en aquella abandonada habitación era un retrato que descansaba apoyado sobre una pared de una mujer morena, de tez blanca y mandÃbula dominante. La mujer dormÃa y su respiración era acompasada. Scorpius pensó que la mujer era hermosa, sin embargo encerraba algo misterioso, siniestro, que era de esperar, después de todo a eso se debÃa su visita. De pronto se oyeron los suaves pasos de su acompañante, Scorpius se volteó y se encontró con la imagen de Rose Weasley apoyada en un muro, con la mirada en el suelo, de brazos cruzados y encogida en una coma. El sol le iluminaba sus rizos pelirrojos, y se veÃa más hermosa que nunca. Scorpius le examinó el rostro y para su sorpresa y desconsuelo, por el rostro de la chica resbalaban gruesas lágrimas cristalinas. Sintió como un vacÃo, no podÃa soportar verla llorar de esa forma, entonces, sin pensarlo se le acercó y con suavidad tomó sus manos entre las suyas y le susurró en el oÃdo:
– Sabes que necesito hacer esto, necesito saber del oscuro pasado de mi familia…ya estoy harto de que me llamen mortÃfago a donde quiera que vaya…te prometo que tendré cuidado.
Rose le miró a los ojos y negó con la cabeza, con un amargo gesto, sin decir palabra. Scorpius reanudó su explicación:
-Quiero demostrar que no soy seguidor de las artes oscuras…Estoy seguro de que a ti tampoco te agrada que digan que tu novio es un mortÃfago… ¿o sÃ?- añadió con una sonrisa pÃcara. Por primera vez, Rose volvió a hablar:
-¿Y si te digo que me gustan los chicos malos, que no me importa lo que digan?
Scorpius puso los ojos en blanco, pero no pudo evitar sonrojarse, lo que hizo aflorar un sonrisa en las comisuras de la boca de Rose. Se miraron largo rato y luego Scorpius la abrazó con delicadeza, como si temiera romperla, luego Rose se aferró con fuerza a sus brazos de acero mientras posaba sus labios en una de sus mejillas. Scorpius creyó oportuno disculparse por su actitud testaruda, mientras lo único que Rose deseaba era su bien, como bien sabÃa, asà que comenzó:
– Lo siento, Rosie, yo…- Rose le puso su dedo Ãndice en los labios, y su explicación se vio interrumpida.
– Está bien…esta bien- contestó la chica con una sonrisa de esas que matan por dentro- Pero cumplirás tu promesa, tendrás cuidado, ¿sÃ?
Scorpius asintió cansinamente y luego de besarle la frente se volteó preparado para todo lo que tuviese que enfrentar. La habitación no era grande, era bastante pequeña, un desván, sin embargo estaba repleta de cosas al máximo de su capacidad y era difÃcil decidir por donde empezar. Tomó un libro que le quedaba cerca, como iniciativa, pero al abrirlo el libro lanzó un aullido desgarrador, que le puso los nervios de punta y con un estrépito lo cerró lanzándolo por los aires. Ignorando lo que habÃa sucedido, como si fuera completamente natural, prosiguió su búsqueda de… ¿qué?
Se entretuvo abriendo y cerrando libros por un buen rato, pero al cabo de unos minutos concluyó que no estaba siendo nada útil, pues los libros trataban de temáticas que él jamás en su corta vida habÃa oÃdo hablar y algunos simplemente estaban escritos en lenguas muertas, pues runas no eran. Rose también habÃa estado husmeando por allÃ, sin embargo habÃa obtenido los mismos resultados. La búsqueda de lo desconocido estaba resultando totalmente aburrida, monótona y sin una pizca de misterio.
– Scor, ¿realmente crees que es aquà donde debemos buscar?- preguntó Rose.
– No se me ocurre otro lugar…quizás ya no…
-¡Espera! ¡Mira!- Scorpius se volteó alarmado y vio que Rose señalaba una vasija medianamente grande, que estaba oculta entre las montañas de libros, que a simple vista parecÃa uno más de los artefactos en desuso. Se acercó y la vio con mayor detenimiento: tenÃa grabados mensajes en sus paredes, en más lenguas desconocidas y sÃmbolos extraños y estaba rellena de lo que parecÃa ser una sustancia ni lÃquida ni gaseosa, color plateado que se auto revolvÃa en espirales. Scorpius no veÃa nada en especial, y la verdad no le atraÃa mucho la idea de acercarse más. Sin embargo Rose palpaba el objeto y lo observaba con el ceño fruncido.
-¿Y bien?
– He oÃdo hablar de esto…una vez mi tÃo Harry les contó a James y a Albus sobre algo parecido…se llaman…rayos, lo tengo en la punta de la lengua…es un…¡es un pensadero!- exclamó radiante mirando la cara de Scorpius, que solo expresaba desconcierto.
– Rosie, ¿qué es un pensadero?
– Oh, claro…verás, son artefactos que se utilizan para revivir los recuerdos de las personas, o seres que tengan la capacidad de recordar, por supuesto y esto- dijo apuntando con la varita mientras removÃa el contenido de la vasija- es un recuerdo. ¿PodrÃa darnos esta habitación una pista mejor?
Scorpius al fin habÃa comprendido la importancia del pensadero y la curiosidad le carcomÃa por dentro para ver ese recuerdo. Sin embargo a la vez tenÃa algo de miedo, aunque no lo admitirÃa jamás mientras estuviese Rose, pues habÃa sentido clavada la mirada frÃa de la mujer del retrato sobre su rostro y de cierta forma sabÃa que estaba despierta y al acecho en cualquier instante. Pero a su vez se daba valor, pues un retrato era tan solo eso: un retrato.
¿Qué hacer? Scorpius debatÃa consigo mismo sobre sus posibilidades, y de pronto, sin pensarlo más tomó de la muñeca suavemente a Rose y la arrastró con él hacia el interior del pensadero.
En menos de un segundo se encontraban en un lugar que le resultaba muy familiar: un castillo con estatuas y velas candentes por doquier, y de pronto supo que ese castillo no era otro que Hogwarts, solo que al parecer muchos años atrás. Rose estaba pálida e inmóvil, mirando hacia un punto fijo. Scorpius se volteó hacia donde ella miraba y vio a un muchacho alto, apoyado sobre una pared. El chico aparentaba unos dieciséis años y tenÃa unas facciones envidiables, el cabello oscuro rizado y un flequillo le cubrÃa el rostro levemente. De pronto, su postura cambió y comenzó a caminar velozmente por el pasillo que le quedaba más cerca. Scorpius y Rose se miraron instintivamente y sin cavilar comenzaron a seguirle la pista. En mitad de su carrera, Scorpius sacó la varita mágica de los vaqueros que llevaba puestos, pero Rose le susurró:
-No será necesario, Scor, esto es un recuerdo, algo del pasado, no se puede interferir y tampoco nos puede pasar nada, es como una vida falsa, sin temores, ¿no crees?
Scorpius se quedó pensando en esto, una vida sin temores…en parte tenÃa razón, luego de repente, se dio cuenta de que estaban junto al sujeto, que tenÃa la palma apoyada sobre el pomo de una puerta, sin embargo no la abrÃa, estaba pensando…Scorpius le observó el rostro y repentinamente sin argumentos maduros, comenzó a sentir celos de este muchacho que poseÃa una belleza sobrenatural. Rose sin embargo, lo observaba con escepticismo, como preguntándose que estarÃa pasando por la mente del muchacho.
Finalmente se decidió, y se dispuso a abrir la puerta, pero permaneció cerrada, entonces el chico en un sonido apenas audible, sin embargo con un tono dulce como la miel dijo:
-Alohomora!
La puerta se abrió, dejando ver un aula vacÃa, tÃpica de Hogwarts, con el único atractivo de que una figura traslúcida se paseaba entre los bancos. El muchacho guardó la varita dentro de uno de los bolsillos de su túnica negra y aguardó en la entrada. El fantasma se mantuvo quieto, examinándole el rostro al desconocido, luego se volteó, ocultándose al máximo y se deslizó, a punto e atravesar la pared.
-¡Espere!- exclamó el muchacho. El fantasma de la mujer se detuvo. TenÃa el cabello larguÃsimo hasta la cintura y usaba un vestido de épocas pasadas. Era hermosa y joven, esta vez fue Rose la que sintió una extraña sensación en las entrañas.
– Has vuelto- sentenció con firmeza el fantasma.
– Por supuesto, se lo prometÃ- contestó el chico con dulzura. Las mejillas de la joven se oscurecieron, lo suficiente para ser un fantasma.
– Es que…pensé que no cumplirÃas, nadie lo hace.
– Le di mi palabra de caballero- añadió- confÃe en ella.
El fantasma asintió en son de consentir algo y el chico entró en la habitación, dejando la puerta entreabierta. Enseguida volvió a dialogar:
– Y, ¿cómo ha estado?
– Pues, igual que siempre, es lo más triste de ser un fantasma.
– No diga eso.
– Es la verdad, siempre se está solo…
– Yo estoy aquÃ- dijo el chico con voz melosa. Se quedaron mirando.
Mientras tanto Scorpius no podÃa creer que un alumno de Hogwarts hubiese coqueteado de cierta forma con la dama gris, lo que le producÃa desconcierto y le parecÃa bastante cómico e insólito.
– Te extrañé.
-¿No me diga?
– SÃ, Tom, porque sabes escuchar.
– Me halaga.
-¿No haces eso tú todo el tiempo?
– Mmm… no de mal corazón.
– Eso espero.
-¿Seguirá contándome?
– Solo si lo deseas.
– Escucho.
– Verás, siempre quise la diadema, nunca fui…digamos muy lista, entonces cuando al fin tuve la oportunidad de tenerla, no la dejé pasar. La tomé, con júbilo, sin embargo cuando ya habÃa robado la diadema a mi madre, comencé a sentirme culpable por ello. Pero ya lo habÃa hecho y…lo hecho, hecho está… ¿no es asÃ?
– Estoy de acuerdo.
– Me fui con el botÃn a un lugar muy lejano, debÃa ocultar mi delito, asà que en uno de los bosques de Albania, en un tronco, oculté la diadema, que…siglos después todavÃa nadie ha descubierto y hasta hoy se le llama: “La diadema perdidaâ€.
-¿Y, qué le pasó luego?
– Fue allà donde se llevo a cabo mi prematura muerte, Tom, sÃ- asintió al ver el rostro del muchacho.
– Pero… ¿cómo?
– Mi madre me mandó a buscar, estaba muy enferma, iba a abandonar este mundo, ella naturalmente sabÃa que yo habÃa robado su diadema, pero querÃa verme antes de…morir- pronunció esta última palabra con amargura, para continuar- me fue a buscar un joven conocido, uno de mis pretendientes, verás, que yo siempre rechacé. Lo que son las cosas, querido muchacho, al rehusarme a ir con él, me apuñaló en el estómago con un arma y…abandoné parcialmente este mundo, hasta hoy…
– Como lo siento- dijo el chico, que a juzgar por su expresión, de verdad lo sentÃa en el alma.
– Gracias.
– No me de las gracias, se lo suplico. Como me gustarÃa vengar su destino fatal…
– ¡Oh, no!- dijo la dama- fue él mismo el que se castigó, después de verme muerta, se suicidó y vaga arrastrando cadenas en penitencia- terminó son una risa socarrona.
Hubo un silencio, entre el cual sonaron unas campanadas que anunciaban la medianoche.
– Es medianoche, vete a dormir, no quiero meterte en problemas, muchacho.
– No se preocupe, ya me voy.
– SÃ, es lo mejor que podrÃas hacer- dijo la dama, como llorando, sin embargo, las lágrimas no podÃan ya salir de sus ojos, pues no estaba en vida.
– Buenas noches- se despidió el muchacho mirándola fijamente.
– Adiós- la dama gris le dedicó una sonrisa espeluznante.
El chico se dispuso a salir lentamente y cuando ya se iba, la dama exclamó:
-¿Volverás?
– Le doy mi palabra- fue la respuesta.
Al salir, el muchacho puso los ojos en blanco y una expresión de desprecio puro se le reflejó en sus delicadas facciones. Sin embargo, una sonrisa malvada se extendió por las comisuras de su boca, estirándole la piel, como nunca háyase visto una.
Scorpius sintió que ya era suficiente, no estaba dispuesto a seguir viendo las actuaciones de este sujeto, y tomando los dedos de su novia la arrastró para salir del pensadero consigo. Aterrizaron en la misma desordenada habitación pequeña de antaño. Hubo silencio.
-¿Quién habrá sido?- preguntó Rose.
– No lo sé, pero no me parece confiable.
– Ni a mÃ.
– ¿Y qué tiene que ver eso con los mortÃfagos?
– Pues, nada…eso creo. Scor, ¿por qué no te olvidas del asunto?
– SÃ, creo que es la única opción que me va quedando- contestó Scorpius, mientras cansado se pasaba los dedos por su cabello rubio y bostezaba.
Scorpius se percató de que algo habÃa cambiado en esa habitación…sÃ…algo faltaba…los libros, los artefactos, los ventanales, la pintura al óleo… ¡la mujer ya no estaba! ¡Eso era! Se lo iba a comunicar a Rose, pero ella parecÃa inmersa en una situación mucho más interesante, hurgaba en el suelo y de pronto se puso en pie, con un pequeño frasco, que tenÃa la inscripción:
T.M. Riddle.
1942.
Scorpius la examinó y se dio cuenta de que habÃa muchos otros frascos en el suelo, parecidos, de igual nombre, pero de distintas fechas claro que…vacÃos. Riddle…le parecÃa un apellido muy común, lo habÃa oÃdo en alguna parte.
– El recuerdo que acabamos de ver, al parecer es el último recuerdo de Riddle- razonó Rose- esta habitación ha de haber sido de Riddle, entonces…
– No es posible, Rosie, esta casa pertenecÃa a mis abuelos, solo ellos y mi padre vivieron aquÃ, y de vez en cuando los amigos de mis abuelos venÃan aquÃ, o gente del ministerio, o una hermana loca de mi abuela… ¡es ella!
-¿Quién?
– Bellatrix Lestrange era su nombre, mortÃfaga por excelencia, eso lo sé…lo tengo bastante claro.
– Pero… ¿qué tendrá que ver Riddle, con ella?
– Ni idea, incluso son de distintas épocas.
Lo que Scorpius y Rose no sabÃan, es que el nombre del mago tenebroso más grande de todos los tiempos, es decir lord Voldemort, era tan solo un nombre que este usó como máscara para ocultar sus orÃgenes, de los que se avergonzaba.
Pero, ¿por qué Bellatrix Lestrange, conservó tantos recuerdos de su amo?
[NOTA: Este fanfic fue escrito por Susana Niemeyer, quien anteriormente también escribió La ProfecÃa a sus OÃdos :). El dibujo es un original de Prongsie. Si desean que alguno de sus fanfics, viñetas, humor pottérico, estanterÃas pottéricas sean publicadas en BlogHogwarts, envÃen un e-mail a contacto@bloghogwarts.com]