Siempre es apasionante abordar cualquier cuestión relacionada con nuestra saga favorita, pero analizar la herencia literaria de sus personajes nos inicia en un viaje a bordo de un expreso mágico, con estaciones en las mitologías nórdicas y grecolatinas, el cuento tradicional, los clásicos de la literatura infantil y juvenil de todos los tiempos y en grandes obras de la literatura universal.

Por supuesto, no hay que confundir las influencias y los antecedentes literarios con el plagio o la falta de originalidad. Si por algo destaca nuestra querida J.K. Rowling, es por su inmenso talento y su fértil imaginación. Aunque muchos personajes de la saga respondan a estereotipos literarios presentes en la literatura juvenil anterior o a arquetipos universales, Rowling los ha reconstruido dotándolos de unas personalidades únicas, que es lo que les confiere la fuerza y el atractivo que los hace genuinos, únicos e inolvidables.

Uno de estos cautivadores y queridos personajes es, sin duda, Hagrid. No hace mucho, releyendo Casa Desolada, de Dickens, descubrí algo que había pasado por alto en lecturas anteriores. La protagonista, Esther Summerson, una huérfana que acaba de perder a su tutora y que viaja en una diligencia rumbo a un internado, tiene como compañero de viaje a un hombre alto y corpulento vestido con un gran abrigo de pieles. Afligida por su incierto destino, la pequeña se echa a llorar. Entonces el hombretón intenta consolarla sacando del interior de su abrigo dulces y alimentos. También Hagrid ofrece a Harry alimentos que saca de su abrigo (salchichas, tarta, té). Estos alimentos simbolizan el amor y el cariño de los que carecen los protagonistas, y ambos personajes tratan de reconfortar a los niños y compensarlos por sus carencias afectivas. Esther Summerson recordará siempre el gesto de este desconocido, con el que se reencuentra muchos años más tarde y que resulta ser su protector. También Hagrid traslada a Harry desde casa de sus padres a su nuevo hogar cuando éste queda huérfano, y no se vuelven a encontrar hasta diez años más tarde. Parece que Harry conservaba recuerdos de su viaje en la motocicleta voladora. No sabemos si, en el mundo de los magos, los niños tienen una memoria temprana más desarrollada que la de los niños muggles y por eso Harry tienen recuerdos de cuando tenía un año, o si este recuerdo es de la porción de alma de Voldemort que habitaba en él.

Pero el personaje literario que más puede recordarnos a Hagrid es GGB, el gigante de El gigante bonachón, de Roald Dahl. La pequeña Sofía, una huérfana con gafas que vive en un hospicio, permanece una noche despierta y se asoma por la ventana a la hora mágica (la medianoche). Descubre a un gigante que la secuestra y se la lleva volando al país de los gigantes. Harry se reencuentra con Hagrid a una hora mágica, una hora umbral: las doce de la noche, justo en el momento en el que cumple los once años. Hagrid es quien le revela la existencia del mundo mágico y quien lo introduce en él cuando lo acompaña al Callejón Diagón. GGB (Gran Gigante Bonachón) parece ser el único gigante bueno del mundo. Muchos llegamos a pensar eso mismo acerca de los gigantes del universo de Harry Potter, aunque Rowling, siempre instándonos a abandonar los prejuicios, nos desmonta esta teoría cuando Hagrid consigue que Grawp aprenda a hablar y se comporte más cívicamente.

En la misma obra de Dickens que he citado anteriormente, Casa desolada, aparece un precedente de Argus Filch. Se trata de un tendero huraño y solitario que tiene un gato tan malvado y entrometido como él. Este personaje parece odiar a todo el mundo. Como está acomplejado porque no sabe leer ni escribir, se dedica a aprender por su cuenta y en secreto (como Filch con el curso de Embrujorapid, de ahí su odio a los estudiantes). Muchos pensarán que este gato es el padre literario de la Señora Norris, pero la gata de Filch debe su nombre y su personalidad a un personaje humano de una novela de Jane Austen, autora muy adamirada por Rowling y cuya influencia también planea en los libros de Harry Potter. La señora Norris es una mujer cotilla, fisgona, desagradable, cruel y entrometida que hace la vida imposible a la huérfana Fanny Price, arquetipo de Cenicienta y protagonista de Mansfield Parck.

Y, ya que hablamos de cenicientas y de personajes que las atormentan, no podemos dejar de referirnos en este momento a Petunia Dursley. Con tía Petunia, Rowling ha reelaborado de forma magistral el arquetipo de la malvada madrastra, adaptándolo a nuestros tiempos. Los precedentes de este personaje están en las madrastras de los cuentos tradicionales, aunque a mí siempre me ha recordado a la señora Reed, la tía/madrastra de Jane Eyre, la protagonista de la novela de Charlotte Brontë. La señora Reed, al igual que tía Petunia, oculta a su sobrina una carta muy importante para su futuro. De hecho, la misma actriz que interpreta a tía Petunia también interpreta a la señora Reed en una versión cinematográfica de Jane Eyre. Es más que una casualidad que la misma actriz diera el tipo para interpretar a los dos personajes. Algo parecido sucede con Daniel, al que encontraron adecuado para interpretar al pequeño David Copperfield y a Harry durante toda la historia. También hay similitudes entre Harry y este esforzado huérfano dickensiano, pero esto sería objeto de un análisis aparte. Siguiendo con Jane Eyre, además de las similitudes entre la señora Reed y tía Petunia, Rowling nos hace un divertido guiño al situar en el pasillo del tercer piso de Hogwarts el escondite de un mimoso perrito de tres cabezas (al menos así lo considera Hagrid). En el pasillo del tercer piso de la mansión del señor Rochester vive confinada la esposa loca del protagonista.

Después de hablar de Petunia, resulta muy oportuno referirnos a su hijo Dudley. Petunia considera a Dudley y a Harry prolongaciones de ella misma y de su hermana Lily. Corroída por la envidia y por el sentimiento de inferioridad con respecto a su hermana, uno de los principales objetivos vitales de Petunia parece que es conseguir que Dudley supere a Harry en todo. Dudley tiene todas las características de los niños que compiten con Charlie en Charlie y la fábrica de chocolate y también del odioso hermano de Matilda. Dudley es agresivo, malcriado, avaricioso, caprichoso, glotón y adicto a la televisión. En El secreto del andén 13, de Eva Ibbotson, también aparece un niño con el mismo perfil y que trata cruelmente a otro muchacho que es en realidad el príncipe perdido de un mundo mágico al que se accede por un portal que hay junto al andén 13 de la estación de King´s Cross. Al príncipe lo tratan como a un criado y duerme en un armario. Por fortuna, en los libros de Harry Potter, al igual que ocurre en la buena literatura juvenil, los personajes jóvenes que son malvados o desagradables pueden redimirse y tomar otro rumbo, si ellos quieren.

Hay otros personajes de la saga que nos recuerdan a protagonistas de otras obras literarias sólo por algún rasgo o pequeño detalle. Tal es el caso de Alastor Moody, cuyo aspecto físico nos hace acordarnos de los piratas de La isla del tesoro. Al igual que el misterioso capitán de la cicatriz en la cara, el falso Ojoloco también esconde un gran secreto en su baúl (al verdadero Moody). Le falta una pierna como a John Silver, y el falso Moody es para Harry lo que John Silver es para el pequeño Jim Hawkins: aparenta ser un personaje protector hasta que se descubren sus verdaderas intenciones

Por su parte, la candorosamente detestable Dolores Umbridge, tiene un pariente literario lejano en el superintendente que visita la escuela dominical de Tom Sawyer. El tono en el que se dirige a los chicos es el mismo que emplea Umbridge, como si tuviera delante un auditorio de babeantes y bobos babuinos en lugar de personas. Él también se “llena de gozo al ver tantas caritas sonrientes” (por supuesto, nadie sonríe). Umbridge es una villana en toda regla. En La Orden del Fénix, el guionista pone en su boca una frase clásica de villano de literatura infantil y juvenil: “Nunca me gustaron los críos.” El propio Voldemort la pronuncia en el séptimo libro, al igual que el capitán Garfio antes de ser engullido por el cocodrilo.

Nuestra querida Tonks tiene la frescura de la Jo de Mujercitas. A ninguna de las dos les gustan sus nombres (Josephine y Ninpahdora) y se hacen llamar de otra forma. Las dos son patosas, a ambas se les dan mal las tareas domésticas y se dedican a profesiones consideradas tradicionalmente como masculinas. En los tiempos de Louisa May Alcott no se consideraba que ser escritora fuera una ocupación adecuada para una dama y, hoy en día, sigue habiendo menos mujeres que hombres en los cuerpos y fuerzas de seguridad. Aunque, en el mundo mágico creado por Rowling, no parece que las brujas hayan estado nunca discriminadas, excepto en el equipo de quidditch de Slytherin, por lo cual tenemos que felicitar a nuestra admirada autora.

Sirius Black representa el estereotipo literario del falso culpable, no en vano Harry Potter y el Prisionero de Azkaban es uno de los libros más leídos por los presos (no sabemos si porque se consideran inocentes o porque tienen la esperanza de escapar algún día). En El Conde de Montecristo, el monje prisionero le aconseja a Edmond que no se fugue para cometer el crimen por el que había sido encarcelado. Con este mismo argumento, Harry se cuestiona en una ocasión si su padrino es la persona más adecuada para pedirle que sea prudente “cuando él se había fugado de la cárcel para cometer el crimen por el que había sido encarcelado”.

Rastreando los precedentes de Fred y George Weasley, nos encontramos con los gemelos Otis, que aparecen en El fantasma de Canterville, de Oscar Wilde. Son traviesos, hablan a la vez y sus bromas son tan pesadas que consiguen hasta asustar y deprimir al pobre fantasma. Aunque los gemelos Otis carecen de la profundidad psicológica, la chispa, el encanto y el atractivo de Fred y George. En ocasiones también se los a comparado con Merry y Pippin, de El Señor de los Anillos; pero, en mi opinión esto no tiene fundamento. Fred y George no se parecen en nada a los Merry y Pippin literarios. Son los Merry y Pippin cinematográficos los que se parecen a Fred y George. Y la lucha de los hobbits contra el trol en Minas Moria (esto no aparece en el libro de El Señor de los Anillos) se parece al enfrentamiento de Harry y Ron con el trol en La piedra filosofal. Quizá por eso, cuando Harry se despierta después de morir en Las Reliquias de la Muerte lo hace sobre una superficie blanca y envuelto en una neblina, como Gandalf cuando vuelve a la vida (¿venganza de Rowling?).

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Lourdes Fernandez Montoya

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