Guía Elemental de Civismo para la ‘Fan War’ entre Crepusculeros y Pottéricos

¡Varitas en ristre…! ¡Colmillos afilados…! ¡Apunteeeen…! ¡FUEGO!

Esto es una broma, por supuesto; pero, si sigue aumentando la tensión entre fans de las sagas Crepúsculo y Harry Potter, puede que algún día asistamos a un duelo de estas características. En Facebook no paran de surgir grupos como “Harry Potter es mil veces mejor que Crepúsculo, digan lo que digan” en respuesta a páginas como “Yo creo que Crepúsculo es mucho mejor que Harry Potter”, “Yo también creo que Crepúsculo es mucho mejor que Harry Potter” (muy original este último título, por cierto) o “No a la discriminación de twilighters”.

Es un hecho llamativo e insólito, ya que no es frecuente que suceda esto ni entre seguidores de sagas literarias o cinematográficas ni entre fans de grupos musicales. Más bien se asemeja a la rivalidad entre simpatizantes de diferentes equipos de fútbol o de distintos partidos políticos. En estos dos últimos casos se entiende la competitividad exacerbada porque sólo hay un primer puesto en la liga y en las elecciones. Pero ¿qué hay en juego en la fan war twilighters-pottéricos?

Los que seguís mis artículos, ya conocéis mi opinión. Todo esto empezó con la estrategia publicitaria de los editores de Crepúsculo y de la compañía cinematográfica. Colocaron en las cubiertas de sus libros eslóganes como “El libro que ha superado en ventas a Harry Potter”, señalando de esa forma a su enemigo a batir (como El Señor Tenebroso señaló a Harry Potter) y creando en los fans de los libros de Meyer la necesidad artificial de que su saga favorita superara en cifras de ventas y en seguidores a la de Rowling, cosa que no han conseguido (aunque sus cifras son magníficas). Esta estrategia también puso a la defensiva a los fans de Harry Potter.

Sé que muchos, con muy buen criterio, sois fans de las dos sagas y también sé que ni os gusta ni veis la necesidad de que se comparen. Pero, aunque sea absurdo compararlas, lo cierto es que se está haciendo. Como no parece que la polémica y la controversia puedan tener ya vuelta atrás, pienso que lo más útil es intentar reconducir estas discusiones por un camino más constructivo. Enfocándolo positivamente, incluso podría servir para estimular el interés en los libros y en las películas. Mi modesta y humilde aportación consiste en unos consejos básicos. Son cosas que todo el mundo debería haber aprendido en casa o en la escuela; pero, por alguna razón que se nos escapa, el tiempo que nos ha tocado vivir se caracteriza porque hay que andar repitiendo lo obvio una y otra vez.

1. Nadie tiene que pedir perdón por sus gustos.

Ya lo comenté en otro artículo. Son muy respetables los que suspiran embelesados con los pasajes más románticos de los libros de Meyer o las que se derriten en las salas de cine cuando Edward le pide a Bella que sea su esposa. Pero igual de dignos de respeto son los que vomitan en sus cartuchos de palomitas cada vez que alguien dice algo como “mi vida eres tú” o “mi mundo eres tú” o los que huyen despavoridos como un rinoceronte en estampida por la salida de emergencia más próxima cuando oyen “Bella, ¿quieres casarte conmigo?”.

Leer un libro o ver una película supone un encuentro del mundo interior del lector/espectador con el del autor. Puede surgir una conexión especial o no. Puede llegarte muy hondo, dejarte indiferente o resultarte repulsivo. Esto depende del temperamento y de la experiencia vital de cada persona. Tener unos gustos u otros no hace a unas personas superiores y a otras inferiores.

Por supuesto, nadie puede sentirse ofendido por el hecho de que existan personas que no compartan sus gustos ni porque expresen públicamente los mismos. Tampoco haría falta decir que cada cual es libre de comparar lo que quiera, por absurdo que nos pueda parecer a los demás. Como si alguien quiere comparar un calamar con un iPhone (encontrar las semejanzas sería problema suyo).

Seguidores de Crepúsculo han creado la página de Facebook “No a la discriminación de twilighters” para quejarse de una supuesta discriminación por parte de los fans de Harry Potter. Me he dedicado a leer con mucha, muchíiiiiiiiisima paciencia, buena parte de los comentarios de los usuarios (más usuarias que usuarios) de esta página y no he podido encontrar ninguno que describa o argumente con un mínimo de coherencia en qué consiste esta discriminación que denuncian. Yo llevo muchos años siguiendo la trayectoria de las páginas de fans de Harry Potter y nunca he visto que discriminen ni a seguidores de otras sagas ni a ningún otro colectivo (como en todas partes, puede haber personas maleducadas y hostiles, pero no representan la actitud de la mayoría).

Parece ser que la “discriminación” por la que protestan consiste en que muchos seguidores de Harry Potter, al parecer, opinan que no les gusta Crepúsculo. “La saga Crepúsculo es lo mejor que ha pasado en la historia de la literatura, y, al que no le guste, que no lo diga”, escribía una usuaria. ¿Os imagináis que en todos los ámbitos de la vida (político, social, laboral, religioso) se resolvieran los conflictos y las diferencias de esta forma?

“Esto es así, y, si a alguien no le gusta, que se calle”. Esta filosofía ha inspirado a lo largo de la historia diversas formas de organización política y social. Se llaman dictaduras y no han proporcionado felicidad al ser humano, así que no desandemos el camino andado por nuestros mayores. El simple hecho de que alguien no comparta nuestra opinión no puede ofendernos. Sí nos puede ofender la forma en la que se exprese esta discrepancia. Y esto nos lleva al segundo punto.

2. Expresar nuestras opiniones de forma respetuosa, sin utilizar descalificaciones y siendo constructivos en la medida de lo posible.

Recientemente conversé con una persona que me dijo : «Me gustan tus conferencias y pienso que tu libro es bueno, pero haces muchas referencias a Harry Potter. No hay que fomentar la lectura de ese tipo de libros por parte de los jóvenes. Eso es basura y literatura de supermercado”. Creo que no tengo que añadir que me sentí muy ofendida. Si Harry Potter es basura y a mí me gusta, entonces yo soy una “lectora basura” carente totalmente de gusto literario.

A pesar de que sentí el impulso de arrancarle la yugular de un mordisco vampírico a este individuo, le expliqué que eso era una simple descalificación y que me gustaría conocer sus argumentos para hacer esa afirmación. Lo que me respondió, como dice Michael Ende en La historia interminable, es otra historia y deberá ser contada en otra ocasión, pero os adelanto que admitió a lo largo de la conversación que no había leído ningún libro de Harry Potter.

Ahí va otro ejemplo de descalificación absoluta sin argumentos, esta vez extraído de un sitio crepusculero: “Que se mueran todos los que no aman la saga Crepúsculo”. Creo que no tengo que explicar por qué esta forma de expresarse es inadecuada.

Otro ejemplo. Ciudad de Málaga, España, 30 de abril de 2010, 15:10 horas, en los aledaños de un instituto de Enseñanza Secundaria. Un adolescente se acerca a un grupo de chicas y les espeta: “La saga Crepúsculo es una porquería”. Después se formó un griterío ensordecedor y no entendí ni una sola palabra de la discusión.

A veces, las personas argumentan muy bien sus opiniones, pero se les cuela una descalificación que ensombrece su reflexión. Es el caso de Stephen King, que sembró la polémica cuando dijo que Rowling era una gran escritora y que Meyer “no tenía arreglo”. Hay que reconocer que fue valiente, ya que Meyer es compatriota suya y Rowling es británica. Yo comparto su opinión, pero no la forma en la que la expresó.

Para mí no es que Rowling sea mejor que Meyer, es que Rowling es la mejor, es un genio. El otro día estaba releyendo Harry Potter y el prisionero de Azkabán y no dejaba de repetirme a mí misma “es un genio, es un genio” mientras leía la escena de Las Tres Escobas en la que Harry escucha furtivamente como Fudge relata la traición de Sirius Black y el asesinato de Peter Pettigrew y de los muggles.

Detalles como las ráfagas de copos de nieve que entran cada vez que alguien abre la puerta o tacones color turquesa que vienen y van hacen que te sientas como si estuvieras allí, como si estuvieras viendo y oyendo lo que Harry ve y oye, como si estuvieras saboreando la cerveza de mantequilla, como si sintieras el mismo desgarro que siente Harry en su interior.

Esta habilidad la tienen o la han tenido pocos autores. De Dickens se ha dicho siempre que hacía que sus lectores vieran lo que él estaba contando. El talento de Rowling va mucho más allá. No sólo es que te haga ver su historia, sino que parece que ella misma estuvo aquel día en Las Tres Escobas y se limita a hacer de cronista de un suceso que presenció.

Sin embargo, a mí no me agradó la forma de escribir de Meyer cuando leí la primera parte de su saga, aunque sí consiguió despertar mi interés acerca del destino de los dos enamorados. Siempre me han gustado las historias en las que los protagonistas tienen que sortear adversidades y en las que el amor triunfa al final, pero las demás entregas me resultaron pesadas, dando vueltas y vueltas sobre lo mismo. Esto no quiere decir que comparta eso de “no tiene arreglo” de Stephen King. Creo que fue duro con ella. Meyer sigue escribiendo y no sabemos si nos van a gustar sus próximos libros o no. Además, también tiene cualidades. Ha creado un personaje femenino con el que se identifican muchas mujeres y un personaje masculino del que se enamoran.

3. Ser creativos, no destructivos.

Es mejor ocupar el tiempo y las energías en crear. Si por algo se caracteriza la comunidad de fans de Harry Potter es por la creatividad, que se ha traducido en forma de fanfictions, wizard rock, o vídeos homenaje. Y los seguidores de Crepúsculo también han hecho vídeos preciosos como tributo a su saga. Pero luego están las parodias, y algunas no son tan dignas de elogio. Es legítimo utilizar el sentido del humor contra aquello que no te gusta, siempre y cuando no se caiga en el mal gusto, la grosería y la vulgaridad de la que hacen gala vídeos como Harry Putter el sucio o El sucio Harry Potter, muy jaleados en sitios crepusculeros.

4. Empatía.

El desconocimiento mutuo está en el origen de la mayoría de las rivalidades. Os aconsejo que releáis el magnífico discurso de Rowling en la Universidad de Harvard. Nos anima a utilizar la imaginación para empatizar o, lo que es lo mismo, ponernos en el lugar del otro y entender sus sentimientos y sus pensamientos.

Os recomiendo el ejercicio que yo he hecho recientemente. Entrad en una página crepusculera y dedicaos a leer los comentarios y a intentar entender por qué les gusta tanto esa saga mientras que vosotros sois de los que vomitáis en el cartucho de palomitas o de los que buscáis desesperadamente la salida de emergencia más próxima a vuestro asiento.

Sé que al principio puede resultar desalentador y que llegaréis a creer que encontrar personas sensatas y respetuosas que argumenten bien sus opiniones es tan difícil como encontrar la isla de la serie LOST, pero os aseguro que las hay. Tendréis que leer cosas como “Está claro que Meyer es mucho mejor escritora que Rowling. Rowling sólo escribió siete libros de magia y otros dos de estudio, mientras que Meyer ha escrito los cinco de Crepúsculo y The Host” (aquí fallan las matemáticas más elementales) o “Harry Potter son siete libritos sobre algo que nunca puede ocurrir en realidad, mientras que Crepúsculo es una historia de amor que cualquiera puede vivir. Por supuesto, lo de los vampiros y los hombres lobo hay que tomarlo en sentido figurado” (sin comentarios).

Si no os desanimáis, podréis seguir adelante y encontraréis argumentos como “Yo leí los libros de Harry Potter y me gustaron, pero no consiguieron conmoverme tanto como los de Meyer” o “Los libros de Harry Potter no me provocaron sentimientos tan intensos como los de Crepúsculo. Me identifico completamente con Bella, aunque hecho de menos la aventura y la acción”. Incluso leí el testimonio de una muchacha que había salido de una depresión provocada por contrariedades sentimentales gracias a los libros de Meyer. Si un libro consigue que una sola persona salga de una depresión, ya justifica su existencia.

Unos libros despiertan algo en nuestro interior y otros no, y esto depende de cuestiones totalmente subjetivas, independientemente de la calidad literaria de la novela. Yo entiendo que las lectoras de Crepúsculo se identifiquen con Bella y que otras sueñen con conocer a un chico como Edward, pero también ellas tienen que entender que a otras personas no nos produzca el mismo efecto. Sin embargo, cuando leí por primera vez Harry Poter y la piedra filosofal sentí una especie de sacudida, sentí que aquella historia y la persona que la había escrito tenían algo que ver conmigo y tenían algo que decirme. Si a mí no me ocurre lo mismo con Crepúsculo, ¿qué le hago?, decidme, ¿qué le hago?, ¿me muero como sugería la chica crepusculera?

También tienen que entender ellas que son muchos los que han crecido con los libros de Harry Potter, a la par que los personajes de la saga, y que esto significa mucho para ellos. Hace poco, Biq, una mamá argentina de cuatro hijos que es usuaria de BH, me decía que toda una generación había crecido con los valores de los libros de Harry Potter y que esto no tenía más remedio que dejar una huella en la cultura global.

Creo que pottéricos y crepusculeros somos seguidores de sagas de fantasía que deberían habernos enseñado a utilizar la imaginación como herramienta para empatizar con los demás. Pero, como hemos aprendido en los libros de Harry Potter, al final todo depende de nuestras decisiones, por eso Rowling también dijo en su discurso de Harvard:

“Y muchos prefieren no ejercitar su imaginación en absoluto. Ellos escogen permanecer cómodamente dentro de los límites de su propia existencia, sin preocuparse por pensar cómo se sentirían si hubieran sido otros (…). Pueden cerrar sus mentes y sus corazones ante cualquier sufrimiento que no les toque personalmente. Pueden rehusar conocer.”

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Lourdes Fernandez Montoya

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