Como efecto de “apoyo†pottérico a los que aún no reciben su carta de Pottermore, el staff de BlogHogwarts ha querido regalarles esta semana tres capÃtulos de Harry Potter y el Sextante de Plata, en lugar de dos!
Esperamos que les guste, es un poco más largo que los anteriores.
Anteriormente en Harry Potter y el Sextante de Plata:
LUMOS…
Bienvenidos al…
CapÃtulo 4
Gran Bretaña vs Holyhead HarpiesÂ
Por Brian Dumbledore y Tomas Marvolo
—¿Harry,  qué ocurre? —preguntó alarmada Hermione.
Harry no pudo mentirle y con una expresión de dolor respondió:
—Van a por Ginny.
Harry sentÃa de nuevo que le faltaban fuerzas. Era como si algo por dentro le carcomiera y a la vez se apoderara de su ser, como si el suelo en que estaba se quebrara poco a poco y subieran hirvientes nubes de humo a través de él…
Harry se sentÃa incapaz de pronunciar una sola palabra, las miradas de sus mejores amigos estaban fijas en su expresión. Intentó alejar de sà aquel mar de sensaciones; sin embargo los vellos de su nuca se le erizaban a través de un escalofrÃo infernal y sus ojos hervÃan a medida que el pánico se apoderaba de él. El sextante de plata le hacÃa mucho daño.
—¿Qué quieres decir? —dijo Ron exasperado, sacándolo de su momentánea ausencia.
—El mensaje, lo que vi en el sextante… —Harry hizo una pausa, tragó en seco y continuó:— Las imágenes pasaron rápido, pero pude distinguir una snitch, un pájaro negro y la bandera de Gran Bretaña.
—¿Quidditch? —dijo Ron extrañado.
—¿Por qué crees que es una referencia a Ginny? ¿Y si es una trampa? Recuerda lo que sucedió cuando creÃste que Sirius iba a morir… La magia oscura también se vale del engaño, Harry —dijo Hermione pensando que tal vez el mensaje tenÃa otro significado.
—Pues…, la snitch hace referencia al Quidditch —dijo Harry, pensativo.— El pájaro negro parecÃa una arpÃa, que son el sÃmbolo de las Holyhead Harpies; y la bandera de Gran Bretaña… ¡Hace referencia al partido de hoy!
»Ginny me dijo ayer, antes de marcharse, que El Profeta la enviaba de viaje con las Holyhead porque ella era parte de la familia, y no tendrÃan reparos en hacerle buenas declaraciones para la edición después del juego. Estará toda la temporada de viaje con el equipo, y asà aprovecha y le da unos buenos consejos a su capitana. El Profeta además quiere un especial titulado «Una temporada con las Harpies», en el que Ginny será clave.
»La Selección de Quidditch de Gran Bretaña las invitó a jugar contra ellos hoy en un amistoso… Hermione, esta vez no me han engañado. Cualquiera que haya sido capaz del horrible crimen contra esas personas, también lo es de cosas mayores, y no se molestarÃa en enviarme mensajes falsos.
—Entonces —dijo Ron algo alterado—, ¿intentarán algo contra mi hermana? ¿Qué hacemos aquÃ, sin hacer nada?
—Tenemos que calmarnos, Ronald —dijo Hermione con voz temblorosa—. Hablemos con Kingsley, él nos proporcionará un Traslador hasta el partido.
Harry no estaba en condiciones de hablar ni caminar ni moverse. Cayó al suelo, desplomado. Ron se sentó a su lado y Hermione salió rápidamente de la oficina, camino a la del Ministro.
Otra vez la imaginación de Harry era poseÃda por oscuros pensamientos: veÃa a Ginny tendida en el campo de Quidditch, inconsciente, posiblemente muerta.
¿Por qué? ¿Por qué la tomaban con ella? Él, Harry Potter, habÃa sido el Elegido, el que mató a Lord Voldemort. ¿No podÃa quien quiera que estuviera detrás de aquellos horribles sucesos simplemente enfocar su furia directamente a él? Su enemigo oculto sabÃa que en el pasado Voldemort habÃa chantajeado a Harry aprovechándose de sus valores, del hecho de que preferÃa morir en lugar de un amigo.
SentÃa odio, un odio ardiente, infinito, indescriptible, contra el oculto ser que perturbaba su vida y desmoronaba la felicidad que tanto le costó construir. Ya habÃa abandonado a Ginny una vez, a final de sexto año, y se habÃa asegurado de dejar el camino libre de peligros para dedicarse a amarla; sin embargo, ahora no podÃa destruir su relación con ella: ¡tenÃan hasta hijos en común!
Si querÃan llegar a él no retrocederÃa, irÃa a enfrentar a cualquiera que se interpusiera en su paz, en la felicidad de su existencia. Ya no era el muchacho inexperto de 17 años, tenÃa el poder y la experiencia suficientes como para enfrentarse a cualquiera.
Si Dumbledore lo hubiera visto ahora, hecho todo un hombre… Si Sirius pudiera venir en su ayuda, como lo intentaba antaño… Si su madre pudiera dedicarle unas palabras de amor, o su padre le aconsejara qué hacer…, tal vez no sintiera tanta furia; pero es que todos ellos habÃan muerto por su causa, no podÃa perder nuevamente a un ser amado.
Hermione apareció con Kingsley detrás, ambos con cara de preocupación.
—Harry, debiéramos enviarle un mensaje a Ginny —dijo el Ministro. Harry asintió, nervioso.
—Expecto Patronum —dijo Kingsley y de la punta de su varita salió un enorme lince plateado. El animal escuchó las instrucciones que le dio, y luego repitió, con la voz lenta del Ministro:
—Ginny, debes evitar exhibirte en público. Sospechamos que habrá algún mago oscuro que intentará atacarte. Retrasa el partido lo más que puedas y espéranos. Intentaremos atrapar al responsable.
Satisfecho, Kingsley agitó su varita una vez más y el animal salió flotando a toda velocidad.
Harry se sintió más aliviado, pero no tranquilo.
 —Ya está todo listo —dijo Hermione y salió de la habitación.
Harry siguió a Kingsley por los pasillos del Ministerio hasta un salón un poco más alejado del Departamento de Aurores. Era pequeño y en él trabajaba una bruja de pelo dorado, algo arrugada, que reconoció enseguida: Rita Skeeter.
Skeeter habÃa sido atrapada por los Aurores por infringir las leyes que impedÃan ser un Animago sin licencia. Eso ocurrió cuando Hermione ingresó al Departamento de Aplicación de la Ley Mágica, y se encargó de demostrar su teorÃa. La antes periodista de El Profeta, ahora cumplÃa una sentencia de varios años de trabajo bajo custodia y hacÃa pocos dÃas la habÃan asignado al Ministerio. Estaba en un Departamento poco productivo, alejado de los otros. La determinación de mantenerla allà habÃa sido del propio Kingsley, pues era mejor que no tuviera acceso a información confidencial ya que aún colaboraba con El Profeta y la revista Corazón de Bruja. Conociéndola como la conocÃan, sabÃan que era capaz de revelar hasta lo más confidencial con tal de conseguir lectores y una posición privilegiada en la tirada.
—¿Qué hace ella aqu� —preguntó Harry discretamente a Hermione.
—Ella es la encargada de fabricar Trasladores para urgencias ministeriales.
En ese instante llegó hasta ellos un resplandor: se trataba de un hermoso corcel plateado que cabalgaba rápidamente hacia donde se encontraban. Era el Patronus de Ginny.
—Estaré en los vestidores de las Harpies. Ya hechicé el baúl con las pelotas del partido y anda corriendo por los pasillos. Las chicas están aterrorizadas. Apúrense, han venido varios alumnos de Hogwarts y no quiero que presencien un acto de magia oscura.
El corcel desapareció lentamente, aún con la dulce voz de Ginny resonando. Rita Skeeter parecÃa no prestar atención al suceso; sin embargo, Harry no confiaba mucho en su discreción. Luego, Kingsley dijo a la periodista:
—¿Está listo?
Ella asintió, con recelo. No parecÃa contenta con aquel trabajo. Luego dijo:
—Les queda medio minuto.
—Es hora de que se vayan —dijo el Ministro—.
Harry, Ron y Hermione extendieron su mano hasta un pequeño cepillo de dientes que parecÃa mordisqueado, sin dudas era un Traslador. Asà estuvieron hasta que Harry, mirando su reloj, dijo:
—Cinco…cuatro…tres…dos…uno…
Harry sintió como si un gancho, justo debajo del ombligo, tirara de él hacia delante con una fuerza irresistible. Sus pies se habÃan despegado de la tierra; pudo notar a Ron y a Hermione, cada uno a uno de sus costados, porque sus hombros golpeaban contra los suyos. Iban todos a enorme velocidad en medio de un remolino de colores y de una ráfaga de viento que aullaba en sus oÃdos. TenÃa el Ãndice pegado al cepillo, como por atracción magnética. Y entonces… tocaron tierra. Ron se tambaleó y cayó encima de Hermione. El Traslador golpeó con un ruido sordo en el suelo, cerca de su cabeza.
Estaban frente a una sucia cabaña. Avanzaron un poco y comenzaron a escuchar el sonido habitual de un partido: puro júbilo.
Si un muggle se hubiera acercado por esos lares, sin duda hubiera retrocedido de inmediato. Los hechizos repelentes contra los seres no mágicos habÃan sido obra de cerca de 200 funcionarios del Ministerio. Era imprescindible no quebrantar la Ley Mágica. Evitar a cualquier costo que los muggles supieran que habÃa otro mundo. AsÃ, cualquiera que se acercara verÃa un enorme barranco donde en realidad estaba el Estadio de Quidditch de Worcestershire.
Ésa era la sede del equipo inglés durante todo el año. TenÃa una tienda excelente donde vendÃan ranas de chocolate con cromos de Quidditch y Grajeas de Todos los Sabores con exquisitos sabores, como palo de escoba, tierra de estadio, césped, e incluso de snitch dorada. Además, era un emporio donde se comercializaban desde escobas voladoras, hasta enormes carteles con letreros ocurrentes que chispeaban y cambiaban de color.
Harry mostró al celador su credencial del Ministerio, aunque estaba seguro de que no era necesaria: todos lo reconocÃan en cualquier parte, muchas publicaciones hablaban de él todo el tiempo.
La entrada al estadio tenÃa uno de esos carteles de tela que cambiaba de aspecto: primero aparecÃa una bruja que se cruzaba con otra en diagonal, dejando una estela roja, y luego hacÃan lo mismo pero de manera perpendicular. AsÃ, la tela negra hasta el momento, comenzaba a cambiar de tonalidad hasta llegar al color Prusia y se formaba la bandera de Gran Bretaña para que luego apareciera el cartel de “¡Arriba equipo!â€
Luego de pasar la puerta principal, entraron en una especie de túnel del que salÃan a cada lado diversas vÃas a la izquierda y a la derecha, que conducÃan a las gradas. Al final del pasillo habÃa una puerta cerrada que daba a los vestidores.
Hermione la golpeó tres veces y salió un hombre moreno, vestido de colores raros: Lee Jordan.
Harry lo reconoció y le tendió su mano alegremente, recordando lo “imparcial†que podÃa resultar cuando Gryffindor estaba perdiendo un partido. Lee habÃa cambiado mucho: ahora era calvo y tenÃa varias arrugas que lo hacÃan lucir muy viejo.
—¿Harry? —dijo, con un volumen de voz algo alto. Al parecer esos años de comentarista lo habÃan dejado para siempre con la voz amplificada.
—¡Lee! —exclamó Harry. Y luego Ron se adelantó a saludarlo.
—¿Qué me cuentas de George? —dijo Lee.
—George ha cambiado mucho —dijo Ron—. Desde que Fred murió no es el mismo. Está la mayor parte del tiempo melancólico y lleva soltero mucho tiempo…
Mientras Ron contaba a Lee cómo uno de los más increÃbles bromistas que conociera nadie se habÃa convertido en un triste ser, que solo encontraba alegrÃa en el hecho de mantener vivo el sueño de su gemelo: la tienda de Sortilegios Weasley; Harry entró a los vestidores, llamando a Ginny, desesperado.
De pronto vio una caja de madera aparecer volando por el pasillo, y tuvo que lanzarse al suelo para esquivarla. Su esposa apareció después, reluciente, del mismo lugar por donde apareciera la caja. Con su pelo rojo oliendo a lavanda, Ginny se acercó a Harry y lo besó. Él se sintió profundamente aliviado: dejó de sentir el palpitar intranquilo de su corazón, y logró calmar la desesperación y el odio que se habÃan apoderado de su ser hacÃa unos minutos.
 Se abrazaron fuertemente, casi hasta convertirse en uno, y Ginny dijo:
—Espera un momento —extrajo su varita— Finite Incantatem…
Harry escuchó el estrépito sordo que hizo la caja voladora al caer, y luego un grito de dolor proveniente de una voz conocida: Ron. Ginny rió y luego dijo:
—Accio Baúl —entonces la caja con las pelotas del partido apareció de nuevo volando y se detuvo junto a ellos.
—Déjame —dijo Harry y tras pronunciar «Baúl Locomotor», tomó de una mano a Ginny y salieron al encuentro de Ron y Hermione. La caja con las pelotas fue sola hasta los vestidores, flotando.
Ron abrazó a Ginny y sólo la dejó libre cuando ella casi se ahogaba del apretón. Su hermana no le hizo ningún comentario porque se dio cuenta de lo preocupado que habÃa estado por ella. Escucharon entonces un ruido como de fuegos artificiales y la esposa de Harry aseguró:
—Va a comenzar el partido.
Harry iba a dirigirse hacia las gradas cuando Ron dijo:
—¿No crees que serÃa mejor que te disfrazaras?
—Por supuesto —dijo Harry y acto seguido Ginny apuntó a él con su varita y de ella salió un chorro de luz que fue moldeándolo. Hermione hizo lo mismo con Ron, pues él también era una conocidÃsima figura del Departamento de Aurores.
Harry ahora tenÃa el cabello más largo y rizado, sus ojos eran un poco rasgados y su nariz más alargada. Cuando se volteó a mirar a Ron, no pudo contener una carcajada: el rostro que Hermione le habÃa dado era muy parecido al de ella. Era como una reproducción de la Señora Weasley, pero con pantalones y menos curvas. No obstante Ginny no iba a criticar a su cuñada, y a Harry le parecÃa que un rostro más cercano a lo femenino no harÃa mella en el orgullo de Ron.
—Ginny, has sido llamada para inaugurar el partido —le dijo Lee Jordan, acercándose al grupo de improviso.
Mientras su esposa se dirigÃa hacia el terreno de juego, Harry accedió a las gradas por uno de los pasillos laterales.
El estadio de Worcestershire era oval, como la mayorÃa de los estadios de Quidditch. La capacidad, por supuesto, era mucho menor que la del construido para el Mundial de Quidditch de hacÃa unos años. Las gradas flotaban y estaban construidas de un innovador material que se obtenÃa del moco de troll, flexible y especialmente práctico a la hora de hacerlo flotar. Por todos lados habÃa carteles de “Vivan las Harpies†y “Arriba Inglaterraâ€. Incluso habÃa un fanático vestido de pájaro negro con alas doradas que lanzaba graznidos ensordecedores.
Harry encontró un lugar cercano al terreno, no muy elevado, y allà se sentó a observar. Lo recorrió la sensación de nerviosismo que le invadÃa antes de cada partido, allá por los años en que aún era un niño y demostraba sus excelentes habilidades de Buscador en el equipo de Gryffindor. Cuando sonó el silbato, la piel se le puso de gallina: aún sentÃa emoción ante el deporte que llenara sus dÃas de felicidad.
En el centro del terreno estaba Lee Jordan con su varita, amplificando su voz:
—Buenas tardes, fanáticos de Gran Bretaña —hubo un grito colectivo—. Buenas tardes, amantes de las Holyhead Harpies —esta vez se escuchó un mar de vÃtores—. Hoy, inicia la nueva temporada de Quidditch, y nuestro equipo nacional ha invitado de manera especial a las Holyhead Harpies a un partido amistoso para inaugurar este perÃodo.
»Para ello, tenemos una invitada muy especial… ¡¡¡la jugadora clásica GINNY WEASLEYYYYYY!!!
Entre el público hubo un revuelo y los fanáticos gritaron tan alto que Harry pensó que le explotarÃan los oÃdos. En ese momento llegó Hermione junto a ellos, sosteniendo unos bocados. Tendió uno a Harry y se quedó con el otro.
—¿Y para m� —dijo Ron ilusionado.
—Estás muy gordo. Este bocadillo tiene demasiadas calorÃas —respondió Hermione, mirando crÃticamente la panza de Ron, y se volvió para atender al partido. Ron masculló algo en silencio y Harry, vigilando a su amiga, le pasó discretamente un generoso pedazo del sándwich que se comÃa.
Cuando Ginny salió al terreno de juego sosteniendo la Quaffle, los incesantes gritos de “Te amamos pelirroja de oro†y “Te queremos Weasley†hacÃan que Harry sintiera un poco de celos. La ex jugadora se puso entre los dos equipos, contó hasta tres… ¡y lanzó la quaffle!
—¡Y la pelota está en juego! —dijo Lee Jordan. Ginny saludó al público y fue hasta unas gradas doradas, especialmente ubicadas para personas importantes. Allà estaba Katie Bell, reconocida como la más rápida jugadora de los últimos 20 años y otras personalidades del mundo del Quidditch. Harry vio cómo su esposa se sentaba junto a Bell y tuvo que reprimir el impulso de ir a saludarla, pues nadie debÃa saber que él estaba allÃ. Aunque claro, su apariencia lo ayudaba mucho a ocultarse.
Siguió buscando entre el público y halló al entrenador del equipo de Gran Bretaña: Oliver Wood. Desde que él entrara como capitán de la selección inglesa, el equipo —que hasta entonces no fuera tal vez tan bueno como Irlanda o Bulgaria— se posicionó en la cima del deporte mágico mundial.  La Selección de Quidditch de Gran Bretaña capitaneada por Oliver Wood pasarÃa a los anales de la historia siendo conocida como “El Equipo Desmaiusâ€. SolÃa ganar de manera invicta hasta el fin de la temporada y se disputaba la Copa con los mejores de todo el orbe.
En cuanto la quaffle estuvo a una altura considerable, la cazadora de las Holyhead se lanzó en picada y la agarró…
—Y ahà la lanza —exclamó Lee—. Se la pasa a Dana Spektrum…, y debo decir que Dana es de padres búlgaros y fue mucho tiempo vecina de Viktor Krum, nuestro presidente de la QUIFA, nuestra asociación de Quidditch y Aficionados… Ahà viene Samuel Johnson, sobrino de Angelina Johnson, nuestra queridÃsima jugadora que ahora está en el público, junto a Ginny Weasley…
»Pero… ¿QUÉ HA SUCEDIDO? Señor Johnson no crea que porque es sobrino de Angelina estaré de su lado. No se debe patear al jugador oponente…
En ese momento Oliver Wood le lanzó una mirada reprobatoria a Lee Jordan y comentó algo con Ginny, que sonrió primero y luego cambió la expresión.
Harry habÃa estado mirando los estudiantes de Hogwarts, que se hallaban sentados un poco más lejos. Por lo que veÃa solo los de sexto y séptimo años habÃan llegado hasta allÃ. Neville era el profesor que los habÃa traÃdo.
Harry sintió una oleada de gratitud hacia Neville. HacÃa unos meses que no lo veÃa, pero continuaba pensando que serÃa imprudente acercarse a él.
De pronto, sintió que Ron tiraba de su ropa:
—Harry, Ginny nos está mirando fijo —susurró.
Harry se puso en pie y sacó su varita. Ginny tenÃa los ojos fuera de las órbitas y respiraba de manera entrecortada. Oliver Wood se apartó de su oÃdo y se lanzó de la grada.
—¿Pero qué hace Wood? —gritó entonces Lee—, parece que no le ha gustado mucho lo que he dicho acerca de su jugador.
Sin embargo, Oliver parecÃa poseÃdo completamente. Harry bajó de las gradas y se internó en los pasillos, seguido por Hermione y Kingsley, que entró en ese momento.
Hermione y Ron lo siguieron frenéticamente, apartando a todas las personas que se hallaban en su camino. La puerta de salida estaba cerrada:
—¡¡¡BOMBARDA!!!
La barrera metálica estalló, y quedó hecha añicos.
—Harry, ¿qué pasó con lo de no llamar la atención? —dijo Ron agitado. Harry no le respondió. Solo se limitó a seguir corriendo en dirección al terreno de juego.
Cuando por fin llegaron a la entrada, se toparon con un par de guardias del estadio que les impidieron el paso, hasta que mostraron sus identificaciones del Ministerio.
Lo primero que vieron al acceder al terreno de juego fue que Oliver Wood sostenÃa su varita en dirección a su garganta para amplificar su voz. Todo el estadio se habÃa quedado en silencio.
—Doble hache, doble erre, doble ge… Todos sacrÃlegos, de sangre inmunda, de mezcla aberrante. Solo él pudo conocerlo. Solo él sembró la verdadera doctrina. Solo la letra de su máscara les dará la siguiente pista.
Sin tener tiempo a hacer nada, Ginny se elevó por los aires cuando intentó acercarse a Wood.
Harry, horrorizado, la vio proyectarse de una altura cercana a los cinco metros. Ginny, inconsciente, se limitaba a caer…
Esperamos que el capÃtulo de hoy les haya sido sorprendentemente emocionante. Recuerden escribirnos a hpsextante@gmail.com con sus propuestas de próximo capÃtulo. Además, sÃgannos en Facebook, donde habrá concursos y se publicarán los mejores escritores de Fanfic de los que lleguen a nuestro email y también en Twitter…
Nos vemos el viernes…
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