De lo mágico a lo muggle
Por Daniel Corret
Es como un dÃa de fiesta. Es primero de septiembre y el año escolar inicia una vez más. Niños y jóvenes de todo el mundo salen de sus hogares, ansiosos por hacer magia. La alegrÃa y la emoción festiva se sienten en todas partes, porque no hay nadie que no tenga a alguien a quién llevar a un colegio de hechicerÃa. Es un dÃa para celebrar, porque no hay nada mejor para un mago que se imparta los conocimientos mágicos en las siguientes generaciones.
Con sus túnicas y baúles, miles de estudiantes se congregan en plazas especÃficas para partir a sus colegios. Se reencuentran con sus amigos después de todo el verano, se despiden con tristeza de sus familias y se enfilan emocionados para un nuevo curso. Todos llevan sus libros, calderos e implementos mágicos y algunos llevan a sus mascotas, muy particulares como ratas, lechuzas, conejos, ranas y hasta serpientes. Pero lo más importante que todo mago siempre lleva consigo, es su varita.
Algunos aún viajan por trasladores o con polvos flu, aunque otros prefieren encantar medios de transporte comunes y abordar trenes, buses o automóviles. Otras escuelas cuentan con transportes muy particulares, como las caravanas de alfombras voladoras de Arabia, los carruajes alados y dirigibles de Europa Meridional o las carrocerÃas de elefantes de la India. Pero sin duda, el medio favorito son las escobas, por lo que se pueden ver cientos de figuras negras planear por el cielo.
Cada paÃs tiene muchos colegios, tan excéntricos y maravillosos como las proezas que en ellos se enseña. En todas las ciudades y grandes regiones hay uno donde se instruye a los más jóvenes sobre encantamientos, adivinación e historia de la magia. Los hay muy prestigiosos, como el Colegio Hogwarts de Magia y HechicerÃa en Inglaterra y el Instituto Numancia de Artes Mágicas en España. También los hay muy antiguos como el Templo de SabidurÃa Reiki en el TÃbet, el Mighthenge en Irlanda y el Colegio Quilomante en Nigeria.
ParecÃa que iba a ser un año normal en la Tierra mágica. Pero entonces, un dÃa normal, a una bruja normal,  se le ocurra una magnÃfica idea, de la que surgirÃa una emocionante saga de novelas. Mientras espera para salir del centro de Londres a Manchester por red flu -que estaba muy congestionada ese dÃa-, a esta bruja inglesa se le ocurre la historia de una sociedad secreta que vive escondida entre los hechiceros desde tiempos de antaño, una sociedad que es diferente, que NO tiene poderes mágicos.
Esta comunidad secreta se basa en la tecnologÃa y la poderosa ciencia que se habÃa desarrollado oculta a la magia, alcanzando conocimientos y avances maravillosos para los pocos ojos brujos que la conocÃan. Esta gente son los muggles. Su modo de vida es posible gracias a grandes máquinas y artefactos que pueden lograr cosas asombrosas. Desde el fin del medioevo, con la quema de humanos no mágicos, estos seres se habÃan ocultado y mantenido al margen de los brujos, viviendo en paz.
Quisiera decir que esta es la historia como de verdad ocurrió. Porque la verdad es, que muchos muggles quisiéramos que el mundo fuera realmente mágico. Quisiéramos que la carta de aceptación de la escuela nos hubiera llegado a los 11 años y jugar al quidditch en el jardÃn trasero durante las vacaciones de verano. Y aunque si en esa historia, Lord Voldemort hubiera sido un maléfico muggle, cuyo desprecio por la magia y el hambre de poder le llevan a su propio fin, la historia de Harry Potter, el niño que vivió, seguirÃa siendo aún más mágica, no por el heroÃsmo del chico sino por las enseñanzas que nos deja.
Esta escritora adoradisima -que podrÃa ser una bruja sensacional en este mundo muggle-, llegó a encantar los corazones de varias generaciones, que crecimos y soñamos leyendo las aventuras del niño mago, con su mundo lleno de magia y fantasÃa. Su historia va más allá del heroÃsmo, y nos enseña verdades sobre la lealtad y la valentÃa, el amor y el odio, sobre el bien y el mal, pero sobre todo, nos enseña que no importa en lo que creas, siempre será algo mágico en creer algo por convicción pura.
Han pasado casi siete años -un número muy poderoso y significativo- desde que acabó esa aventura literaria, y el mundo mágico aún es recordado con amor y apego por los pocos muggles que tenemos un poco de magia dentro. A la vez, pronto se cumplirán 19 años de la Batalla de Hogwarts y estoy seguro que muchos sentiremos algo de nostalgia, ese primero de septiembre en que Harry le dice cosas a importantes a su hijo Albus Severus, en King’s Cross. Y eso es lo lindo de ser parte de una historia, sólo por un libro. Eso es lo mágico de creer. Porque un mundo con magia es mejor, y depende de nosotros no dejar a que acabe nunca.
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