CapÃtulo 5
Práctica de Vuelo Desastrosa
Después de ver Defensa Contra las Artes Oscuras, Albus debÃa dirigirse a su clase de Vuelo. Un problema con eso es que, a pesar de sus genes, siempre tuvo miedo a las alturas. La primera vez que voló fue a los 8 años, cuando su padre le compró una escoba para niños en navidad. Al montarse en ella, sin querer perdió el control y salió disparado por la ventana directamente hacia las nubes. Por suerte la escoba tampoco tenÃa tanta potencia y se detuvo después de unos 20 metros, y al momento de caer Albus fue salvado por Harry, quien lo agarró en pleno vuelo. La experiencia fue tan traumante que se le ponÃan los pelos de punta cada vez que se acercaba a una escoba, y ahora ya no tendrÃa más opción que volver a volar en una.
Ya en el patio, Albus se encontró con Boggart en la posición inicial, donde los estudiantes de la determinada casa se ponen en filas uno al lado del otro, con la mirada hacia la fila de la otra casa. La clase de esa hora la verÃan grupos de Ravenclaw y de Slytherin.
– ¿No te molesta estar allá arriba? – preguntó Albus.
– Te aseguro que nacà para volar. – dijo Boggart. – Mi único problema es con el aterrizaje. Generalmente termino con el rostro en la tierra, pero ya mejoraré.
– Pensar en eso no me ayuda. – Los nervios de Albus aumentaron.
– TranquilÃzate, apenas es la primera clase. ¿Qué tanto nos pondrá a hacer?
– ¡BUENOS DÃAS ALUMNOS! – gritó la profesora Rolanda Hooch. Todos se quedaron en silencio con su presencia. – Me alegra saber que son una clase disciplinada, asà que no tendré problemas con ustedes en lo que resta del año, ¿Verdad?
Los chicos movieron la cabeza en señal afirmativa. Nadie sabÃa si debÃa hablar o limitarse a hacer ese gesto.
– Excelente. Ahora, lo primero que deben hacer es llamar a su escoba. Levanten sus brazos a la altura del hombro, con la mano sobre la escoba al lado de ustedes, y digan “Arriba†con energÃa.
Acto seguido, todos los estudiantes siguieron las instrucciones, y sus escobas se elevaron a sus manos. Al hacerlo, Albus casi pierde el equilibrio con el impulso.
– Muy bien, ahora montense en sus respectivas escobas, pero tengan cuidado. Todos los años siempre está el idiota que pierde el control y choca con algún muro, y no quiero enviar a nadie a la enfermerÃa hoy.
Lamentablemente, no se pudo cumplir el deseo de Hooch. Al momento de sentarse sobre su escoba, Albus sintió como la madera comenzaba a temblar, y en cuestión de segundos salió disparado hacia adelante, llevándose consigo a un estudiante de Slytherin.
– ¡AAAAAAH! – gritaban los dos chicos, mientras se alzaban en el aire y sobrevolaban los techos de Hogwarts.
– No otra vez. – dijo Hooch, para nada sorprendida. – ¡Alguno de ustedes que me busque una escoba!
Albus hacÃa lo posible por no caerse, mientras el otro chico trataba de recuperar el control de la escoba, maniobrando para no chocar con alguno de los techos en forma de punta del castillo.
– ¡ESCÚCHAME! – gritó el chico de Slytherin. – ¡Trataré de dirigirnos al lago! ¡A la cuenta de tres, saltamos! ¡¿OK?!
– ¡DE ACUERDO! – gritó Albus.
– ¡UNO, DOS!….. ¡TRES! – Ambos saltaron al mismo tiempo desde una gran altura, y cayeron en el lago cerca de una orilla. La escoba, por otro lado, no tuvo tanta suerte e impactó contra el puente del embarcadero, rompiéndose en miles de pedazos.
– ¡¿Estás bien?! – gritó Albus.
– Si, si… lo estoy. – decÃa el chico mientras recuperaba el aliento. – Vayamos a la orilla.
Los dos chicos nadaron con la poca energÃa que les quedaba, y lograron llegar al borde del lago. Ya en tierra, se recostaron sobre la grama y la sintieron como lo más seguro y cómodo del mundo. Albus estaba decidido a no volver a tocar una escoba en su vida.
– Gracias… – dijo Albus.
– No es necesario. Lo importante es que estamos bien. – dijo el chico.
– Por cierto, me llamo Albus.
– Lo se. Mucho gusto. Yo soy Scorpius.
Albus no supo como reaccionar, asà que se paró para corroborar lo que habÃa escuchado. En verdad, quien estaba en la escoba con él y le salvó la vida era Scorpius Malfoy, un niño de cabello rubio y ojos azules, cuya apariencia era idéntica a la de su padre Draco.
– Yo… lo siento… no quise… – Albus tartamudeaba por el miedo.
– Descuida, no tengo rencor. Después de todo fue un accidente.
– Yo pensé que tu…
– ¿Qué era como mi papá o mi abuelo? Pues lamento decepcionarte, pero no es asÃ.
– Pero quedaste en Slytherin, y…
– No todos en Slytherin somos malvados y egoÃstas. Muchos solo tenemos aspiraciones altas.
Albus cayó en cuenta de que estaba juzgando a una persona tan solo por el nombre de su familia y de su casa. El miedo se transformó en culpa, y quiso arreglar las cosas con Scorpius, sin saber que decir. – Perdón…
– Está bien. Entiendo que pienses asÃ. Yo tampoco querÃa quedar en Slytherin, pero el Sombrero fue quien tomó la decisión. No todos tenemos la fortuna de tu padre.
– Si, bueno… – Ahora la culpa de Albus creció un poco más. – Yo esperaba quedar en Gryffindor para estar con mi hermano y mi prima, y en lugar de eso terminé en Ravenclaw, que no es malo pero…
– No conoces a nadie y solo se te acercan por la fama de los Potter.
– Exacto.
– A mi me ocurre lo opuesto. Por ser un Malfoy, me tienen miedo porque me ven como el villano del cuento, al igual que lo fueron mi abuelo y mi padre, pero te aseguro que no soy como ellos.
– Creo que nadie deberÃa juzgarte de esa forma, como yo hice hace un momento.
– Mi verdadera aspiración es tener la oportunidad de salvar el apellido, haciendo algo que borre el pasado.
– Evitar que muriera fue un buen comienzo.
– Asà parece. – Tanto Albus y Scorpius se rieron juntos.
– ¡Ahà están! – gritó la profesora Hooch desde su escoba, descendiendo hacia los chicos que ahora eran amigos. – ¿Saben que por su culpa tuve que pausar la clase?
– Por favor, es culpa mÃa. – dijo Albus. – Scorpius solo me salvó.
– Honestamente no me importa. Vengan conmigo, los llevaré a la enfermerÃa.
Después de un rato caminando, Albus y Scorpius pudieron acostarse en cómodas camas mientras esperaban la respuesta de la enfermera Poppy Pomfrey. Gracias al cielo ninguno de los dos tuvo fracturas o contusiones, pero ahora deberÃan limpiar el campo de práctica como castigo por destruir una escoba.
– No tienes por qué hacerlo. – dijo Albus. – Fui yo quien perdió el control.
– Según mi parecer, ambos somos responsables de lo ocurrido. Además, creo que necesitarás ayuda. No te ves como un buen jardinero.
– Y eso lo dices por…?
– Intuición. – De nuevo ambos se rieron. Tanto Albus como Scorpius se llevaban bien porque tenÃan algo en común: la forma como los veÃa el resto del mundo debido a la fama de sus apellidos, y por eso sabÃan entenderse.
Ya en el pasillo, Boggart encontró a Albus acompañado de Scorpius.
– ¿Estás bien? – preguntó Boggart.
– Si, lo estoy. – respondió Albus, sonriendo por la alegrÃa de saber que estaba vivo. – Te presento a Scorpius. Él me salvó la vida.
– ¿Tu eres Boggart? – preguntó Scorpius. – Justamente hablábamos de ti.
– Lo soy. Un placer conocerte.
– Igualmente.
Cuando Scorpius y Boggart se dieron la mano, Albus se dio cuenta de algo: Ahora eran un grupo de tres amigos, igual a como lo eran (y siguen siendo) Harry, Ron y Hermione.
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