CapÃtulo 8: Un Suceso Inesperado
Ocurrió durante la clase de Historia de la Magia de James. El profesor Binns hablaba sobre la época de las Cruzadas, y cómo este proceso de cristianización de Europa sirvió de excusa para que la lglesia Católica cumpliera su verdadero objetivo: el exterminio de los magos.
– Desde principios del siglo XI y durante trescientos años, la Iglesia hizo cuanto pudo para librar a Europa de nosotros.  – contaba el profesor Binns. – El mundo creÃa que los muggles cristianos querÃan propagar su religión, y al mismo tiempo conquistar los territorios de sus supuestos enemigos, los musulmanes. En realidad se trataba de la más grande “CacerÃa de Brujas†de la historia.
James estaba como de costumbre, distraÃdo de la clase. Todo en lo que pensaba era en el partido de Quidditch del dÃa siguiente contra Slytherin, y si habÃa algo que disfrutaba era humillar a su capitán, Leopold Howlett, quien representaba el egocentrismo hecho carne.
– No existe una cifra exacta de la cantidad de muertos que dejaron las Cruzadas. Se dice que murieron alrededor de 500 magos inexpertos y jóvenes que no supieron cómo ocultarse, e inclusive más de 1000 vidas muggles se perdieron porque eran acusados injustamente de hechicerÃa.
Como de costumbre, nadie le prestaba atención al viejo fantasma, salvo por una chica de Hufflepuff que observaba la clase con demasiado interés.
– Fue a finales del siglo XIV que los católicos nos dejaron en paz. A pesar de todos sus esfuerzos, no consiguieron matar a muchos magos y brujas. No hay que subestimar a nadie, pero con espadas y escudos era imposible superar nuestra magia…
James percibió en la mirada de Annie Claire una ira que iba creciendo mientras el profesor seguÃa hablando.
– Es por ello que decidimos vivir ocultos de los muggles. Su envidia y recelo hacia la magia solo les causó su propio dolor, muerte, y por poco la autodestrucción.
Annie clavaba las uñas contra el pupitre, rasgando la madera y conteniendo la furia. Trataba de aparentar, pero era demasiado evidente.
– Lo importante es que se rindieron, y…
– ¡¿QUIÉN DICE QUE NOS RENDIMOS?! – gritó Annie. La chica de Hufflepuff sacó de su bolsillo un ojo de basilisco, poniéndolo en frente de la mirada del profesor. Binns quedó petrificado y pasó a ser una estatua flotante. Toda la clase quedó atónita.
– ¡Expelliarmus! – gritó Sarah Flint, una estudiante de Gryffindor, desarmando a Annie de su ojo de basilisco. Annie reaccionó, sacó su varita, y…
– ¡AVADA KEDAVRA!
Sarah cayó muerta en medio del salón. Era la novia de James…
– ¡DESMAIUS! – gritó James, con todo lo que tenÃa en los pulmones. Annie quedó desmayada junto con el cuerpo sin vida de Sarah. McGonagall estaba en el pasillo, y corrió al salón en cuanto escuchó a alguien decir la maldición asesina. Al entrar, vio a las dos chicas tiradas en el suelo, y soltó un breve suspiro de sorpresa.
Annie despertó en la oficina de la directora, sentada en un pequeño banco. McGonagall y James estaban detrás del escritorio, ambos apuntándola con sus varitas.
– No tenÃa idea que aún necesitabas de un Potter para hacer tu trabajo sucio, Minerva. – dijo Annie, con una sonrisa preocupante.
– Es bueno contar con algo de ayuda extra en situaciones como éstas. – dijo McGonagall, frÃa como el hielo.
– Mira James, lamento lo de Sarah, pero ella se lo buscó al desarmarme de mi ojo.
– ¿Te refieres a este ojo de basilisco? – dijo James, sujetando en su mano derecha una bolsita de tela con el ojo de basilisco dentro. – No te imaginas cuanto me gustarÃa hacer que lo miraras.
– No dudo de eso, pero no puedes porque de seguro lo usarás para amenazarme y hacerme hablar, cierto?
– Tal vez, o mejor nos ahorramos esto y lo saco de una vez.
– TranquilÃzate enamorado. Si quiero hablar. Responderé cualquier pregunta que me hagan. ¡Será divertido! – Annie mostraba una emoción que inquietaba, o por lo menos que pretendÃa inquietar.
– Muy bien. – dijo McGonagall. – Primera pregunta, ¿Para quién trabajas?
– Para la causa.
– ¿Cuál causa?
– Te responderé haciéndote una pregunta a ti. ¿Qué tan seguros están los muggles de ustedes?
– No entiendo a qué quieres llegar, pero te seguiré la corriente.
– Es simple Minerva. Gracias a lo que ustedes me han enseñado, entendà que en cada generación de la historia ha aparecido un mago tenebroso que amenaza con matar o esclavizar a los que no son mágicos. Sin importar la época o el paÃs, siempre nace un brujo que se cree superior, y para ello debe valerse del sufrimiento de los débiles. Ahora te haré otra pregunta ¿Cuándo crees que aparezca el próximo Voldemort?
– Voldemort es historia antigua. – dijo James.
– Tal vez tu padre matara a uno, pero verás que en un futuro cercano nacerá otro, y otro, y otro… El mundo es cÃclico, y mientras su raza siga existiendo, los muggles estarán bajo una constante amenaza, hasta que se cumpla el sueño de los magos tenebrosos, y la especie de los muggles, o como prefiero llamar “Hombresâ€, desaparezca. No podemos permitir que ese dÃa llegue…
– ¿Y cómo piensas hacerlo? – preguntó McGonagall.
– Destruyendo al enemigo, antes de que tenga la oportunidad de atacar.
McGonagall y James se inquietaron con esa respuesta.
– ¿Quiénes piensan igual que tu?
– Nos hacemos llamar los Sagrados Caballeros del Fuego de Dragón. Somos un ejército formado por hombres y magos nacidos de sangre de hombre, como yo. Tenemos el deber de terminar el trabajo de nuestros antepasados, y acabar con la plaga que contamina a este mundo: los demonios que practican la hechicerÃa.
– ¿Y qué hay de ti? – dijo James, en un tono desafiante. – Eres una bruja también.
– Créeme que es algo que aborrezco, pero yo uso mi talento para un buen propósito, al igual que mis hermanos. No ganamos las Cruzadas porque ustedes nos superaban en poder. ¡Ahora tenemos su magia de nuestro lado, y libraremos al Universo de todas sus estirpes!
– Annie Claire, como representante del Ministerio de Magia, te arresto por asesinato y alta traición. – dijo McGonagall, más decidida que nunca. – Serás llevada a interrogatorio en Askaban, y se te dará trato preferencial por ser menor de edad, pero nunca más saldrás.
– No lo creo Minerva. Verás, todo esto fue solo un mensaje enviado por mis superiores, para que estén al tanto de su situación. Ya verán si lo quieren hacer público o no. Mi misión en esta vida ha terminado, pero recuerden mis últimas palabras: Estamos en todas partes, en lugares de sus reinos donde nunca se imaginarÃan, esperando el momento para atacar, asà que les sugiero que a partir de ahora tengan más cuidado con sus amistades, y nunca cierren los ojos. ¡ACCIO!
La bolsa que tenÃa James se le fue arrebatada. Annie ahora tenÃa el ojo de basilisco.
– ¡Muy pronto conocerán el fuego del infierno! – gritó Annie, antes de poner el ojos frente a su mirada, y morir convertida en una estatua de piedra.
– Dios mÃo… – dijo McGonagall, casi paralizada por todo lo que habÃa visto y escuchado.
– Conjuró un Accio sin necesidad de varita. – dijo James. – ¿Cómo es posible si tan solo era de tercer año?
– Eso era lo que nos hizo creer.
– ¿Y ahora qué hacemos?
– Por ahora, mantengamos esto en secreto mientras investigamos más a fondo. Le borraré la memoria a tus compañeros, y les haré creer que Sarah murió de un infarto repentino. Después, tú te encargarás de averiguar si tenemos otro infiltrado en Hogwarts.
– Puede contar conmigo, pero ¿Al menos puedo decÃrselo a Albus?
– No podemos arriesgarnos a que tu hermano abra la boca. Tienes que entender, estamos en una situación donde ya no podemos confiar en nadie, y si no hacemos algo pronto, quizá este si sea el fin de Hogwarts.
….
– ¿La tienes? – preguntó Albus.
– Aquà está. – dijo Rose. Cuando terminaron las clases del dÃa, Albus le pidió a su prima que entrara en la habitación de James y tomara su Capa de Invisibilidad. – Generalmente no me gusta hacer estas cosas, pero lo que sea por molestar a James.
– Gracias, te debo una.
Scorpius esperaba a Albus en el fondo del pasillo, y desde ahà pudo ver a la prima de su amigo, una hermosa niña de cabello rojo y un rostro que denotaba a la lÃder que llevaba por dentro, pero que también revelaba su dulzura e inocencia. Cuando Rose se fue del pasillo, Scorpius preguntó: – ¿Cómo dijiste que se llamaba tu prima?
– Rose Weasley.
– Y dime, por mera curiosidad… ¿Tiene novio?
Albus querÃa reÃrse de saber que a Scorpius le gustaba Rose, aunque se limitó a sólo responder.
– Ella me dijo que no quiere nada de eso hasta graduarse.
– Entiendo… entonces no lo tiene.
– No, no lo tiene.
– Está bien… ¿Y sabes qué tipo de chicos le gustan?
– Eso es algo que hablarÃa con una mejor amiga, no con su primo, y ni me interesa saber.
– Pues trata de preguntarle la próxima vez que la veas.
– Si lo hago, se verá extraño.
– Entonces busca una de sus amigas y…
– TranquilÃzate, tan solo la viste una vez. Trata de conocerla mejor y quizá, después de ganarte su confianza, tengas una oportunidad. A lo mejor para entonces te des cuenta que no te gusta.
– Bueno, pero tienes que presentármela un dÃa de éstos.
Scorpius tenÃa los sÃntomas del enamoramiento: Emoción, nervios, alegrÃa, aquella sensación en el pecho… Pobre, no sabe que Rose va a ser la chica más difÃcil y terca que jamás conocerá en su vida.
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