ArtÃculo original de Michelle Smith para The Conversation. Traducción autorizada al español para BlogHogwarts.com
¿A quién le pertenece una historia? Cuando un autor escribe un libro, ¿son las palabras impresas la versión definitiva del argumento y de los personajes? ¿Acaso lo que el autor dice fuera del mundo del libro tiene el poder de añadirle significado al libro en sà mismo?
En respuesta a una pregunta de un fan judÃo, J.K. Rowling explicó recientemente en Twitter que la serie de Harry Potter incluye a un mago judÃo: Anthony Goldstein.
El apellido Goldstein está registrado en un cuaderno en el que Rowling enumeró los originales cuarenta estudiantes que ella imaginó asistiendo al Colegio Hogwarts de Magia y HechicerÃa. Dentro de la serie, sin embargo, Goldstein sólo aparece como un personaje menor en la quinta y sexta novelas.
En la misma sesión de preguntas y respuestas en Twitter, Rowling también «reveló» que el colegio era igualmente diverso en su inclusión de estudiantes gays y lesbianas. La autora compartió una imagen creada por la organización canadiense LGBTQ que dice: «Si Harry Potter nos ha enseñado algo, es que nadie debe vivir en un closet».
Sitios de noticias tanto judÃos como LGBTQ han informado de estos breves comentarios de Rowling en términos positivos. La serie de Harry Potter, la cual tiene unas 4.000 páginas en la edición estadounidense, no dio a millones de lectores ninguna señal clara de que Hogwarts fue el hogar de estudiantes judÃos o de estudiantes gays y lesbianas. Sin embargo, las declaraciones de Rowling en Twitter no son sólo de interés periodÃsticas, sino también un motivo de orgullo.
Asimismo, sentimientos similares de celebración fueron evidentes cuando Rowling anunció en el 2007 que habÃa «siempre pensado en [el amado director Albus] Dumbledore como gay». De la misma manera, muy pocas personas habÃan deducido a partir de los libros que Dumbledore era homosexual. Aunque posteriormente su inclinación por el «terciopelo ciruela» y botas de tacón alto fueron interpretadas como pistas de su orientación sexual.
Con estos dos anuncios, algunos fans también se han preguntado si estas informaciones extra-textuales tienen algún peso. Si no fue posible para los lectores detectar que un personaje era gay o judÃo entonces ¿cómo puede ser posible que se consideren signos positivos del incremento de la representación e inclusión de grupos minoritarios en la cultura popular?
Es cierto que hay un argumento que intenta representar a un personaje como si fuera de una raza, sexo o religión particular donde eso podrÃa aparecer simbólicamente. Rowling, por ejemplo, ¿hubiera realzado la identidad JudÃa de Anthony Goldstein al mencionar su celebración del Hanukkah o su necesidad de alimentos kosher en los banquetes del Gran Comedor de Hogwarts?
No obstante, representar a un personaje como Dumbledore enamorándose de un hombre como cosa natural pudiera haber aportado mucho a la hora de presentar las relaciones gays y lesbianas como algo sin complicaciones. En un mundo imaginario en el que lo sobrenatural es posible y las limitaciones de la realidad son pocas —algo que los extremistas religiosos le han criticado a los libros— dice mucho que una relación homosexual no pueda ser representada en la medida en que pueda ser apreciada.
Para averiguar hasta qué punto los comentarios de Rowling deben influir en nuestra interpretación de la serie de libros más vendidas de la historia, podemos recurrir a una idea tÃpica dentro de la crÃtica literaria.
En su ensayo de 1967 «La Muerte del Autor», el crÃtico literario y teórico francés Roland Barthes cuestionó la práctica tradicional de analizar literatura enfocándose en las motivaciones y la biografÃa del autor de la obra. Barthes argumenta que buscar al autor para la explicación de un texto no sólo lo limita a un único sentido, sino que también niega la influencia de otros textos (intertextualidad) y la respuesta del lector en la producción de sentido.
De hecho, Barthes sugiere que los lectores individuales producen sus propias y diferentes interpretaciones de los mismos textos, desmantelando la idea del autor como creador del significado definitivo de un texto. Como Barthes describe el proceso de remover al autor de la explicación del texto, «el nacimiento del lector debe ser a costa de la muerte del Autor».
Barthes y Foucault, asà como otros, contribuyeron a cambiar los estudios de literatura bajo el manto del movimiento postestructuralista. Los académicos abandonaron la búsqueda del «verdadero significado» de una obra —como impartido por el autor— para presentar una variedad de aproximaciones crÃticas relacionados al género, sexualidad y clase, por ejemplo, para exponer los cambiantes significados de un texto dado.
Cuando hoy dÃa estudiamos literatura, no nos interesa responder qué pensamos que un autor quiso realmente «significar», sino qué entienden los lectores que significa. Examinamos las palabras dentro de un libro, su interacción con otras historias en todo tipo de medios, y su reflejo e influencia sobre el mundo en el que han sido escritas.
Si nos aproximamos a los comentarios de Rowling en Twitter a partir de Barthes, podemos decir que lo que ella «siempre pensó» sobre un personaje en particular, o si ella siempre imaginó estudiantes gays y lesbianas en Hogwarts, es irrelevante para nuestra manera de interpretar la serie de Harry Potter.
Aunque el último libro de [Harry] Potter fue publicado en 2007, Rowling parece deseosa de conservar una influencia en cómo entendemos sus libros revelando ostensiblemente nueva información sobre sus personajes. Sin embargo, ya sea que estos elementos de los personajes hayan sido anunciados a los lectores vÃa Twitter, o aludidos dentro de los libros de [Harry] Potter, el significado que nosotros como una comunidad internacional de lectores diversos deseamos tomar de ellos, sobrepasa las intenciones de Rowling como autora.