Estás sentado o de pie en -inserte lugar de su preferencia: oficina, salón de clase, fiesta o reunión de cumpleaños, sala de espera de hospital, fila para votar– y tienes a una persona al lado. Ya que nuestra condición de humanos nos obliga a ser sociales, iniciamos una conversación. Vamos a imaginar que estamos en un avión y que ¡por primera vez! Te tocó al lado la persona que habÃas decidido que querÃas junto a ti desde que estabas chequeando el equipaje (momento para celebrar esta situación ficticia que muy probablemente nunca te sucederá en la vida real). Ambos se sonrÃen educadamente (Ojo, no estoy diciendo que es precisamente alguien atractivo o un «amor de la vida» en potencia, puede ser simplemente la única persona de tu edad en el avión, o alguien con una camisa de una banda que te guste y que se vea aseado). Entonces, te sientas. Quizá antes de que despegue el avión, ambos están pendientes del celular, asà que saltémonos esos minutos.
Ya el avión está en el aire. Comienzan preguntas generales sobre el viaje como «Â¿es la primera vez que vas a Londres?». Si ya esto es una fantasÃa, vamos a hacer que sea una de las buenas, ¡vas a Londres! Siguen las preguntas normales como «Â¿por cuánto tiempo vas?» o algo por el estilo. Si la persona se ha ganado tu simpatÃa entramos a temas, aún generales pero ya de carácter más personal como «Â¿a qué te dedicas?» o «Â¿qué estudias?». Todo normal hasta ahora… Quizá hablan sobre algún evento de actualidad, como la muerte de Kim Jong Un (no ha pasado, pero serÃa un tema de conversación en caso de que ocurriese pronto). Entre los temas de actualidad quizá alguno de los dos mencione alguna pelÃcula que esté causando furor (vamos a imaginar que estamos en diciembre y ya viste “Star Wars: the Force Awakensâ€). Por supuesto, hablarán de la pelÃcula, pero no nos quedemos atascados en este tema, porque no estamos aquà para hablar de “Star Warsâ€, sino de Harry Potter. Asà que, en nuestra fantasÃa, a nuestro acompañante ideal no le gusta “Star Wars†(okey, esto no es ideal, pero necesitamos hacer este sacrificio para llegar al tema de Harry Potter). Tras hablar de pelÃculas, ya te sientes en territorio seguro y sueltas la pregunta «Â¿y te gusta leer?». Todo sigue normal. Por ahora… Si tu acompañante te dice que sÃ, excelente, la conversación sigue el cauce que querÃas. Le preguntas por su libro favorito y quizá te dirá algo como Moby Dick (¡bien!) o puede que te salga con algo como que su libro favorito es ¿Quién se ha llevado mi queso?. Pero ese no será el caso aquà porque la conversación se acabarÃa ahà mismo y necesitamos que continúe para propósitos de este artÃculo. Tú le dices el tÃtulo de tu libro favorito, que no necesariamente tiene que ser alguno de los de la saga de Harry Potter, pero ahora es que la cosa se va a poner interesante… Tras decir tu libro favorito, agregas discretamente «ah, y confieso que soy fan de Harry Potter». Tu acompañante aéreo podrÃa responder «yo nunca leà Harry Potter, y vi nada más las primeras dos pelÃculas pero no entendÃa nada y me cansé». Pero, vamos a asumir que responde esto: «a mà también me encanta Harry Potter». ¿Qué pasarÃa aquÃ? (Suenan tambores de suspenso). Pues primero se embarcan en una corta y apasionada competencia de la siguiente Ãndole:
–Leà tooodooos los libros más de una vez.
–¡Yo también! ¡Algunos hasta tres veces!
Esto es porque los dos quieren demostrar que son más admiradores de Harry Potter que el otro.
Otro factor de competencia será la edad en los que los comenzaron a leer:
–¡Yo comencé a leerlos a los 10 años! –Te dice tu acompañante.
Tú, sintiéndote vencedor:
–Yo a los ocho años (ganaste este round, aplausos).
Tras esta batalla «pacquiaoiesca», cuyo único objetivo es demostrar que son fans auténticos de la saga, no de esos que solo han visto las pelÃculas, los ánimos se calmarán y la conversación se tornará pacÃfica y hasta medio fraternal. Comenzarán preguntas como «Â¿Cuál de los siete libros fue tu favorito?» (En mi caso, el segundo). Esta pregunta todavÃa es normal… pero ya se está comenzando a poner intensa la cosa, pues muy posiblemente siga esta pregunta: «Â¿cuál es tu casa favorita?» que, dentro de todo, sigue siendo normal, pero ya abre la puerta a que se desborden las pasiones que, generalmente, tratamos de mantener al ras. AquÃ, alguno se atreverá a confesar que hizo la prueba en Pottermore y revelará en qué casa lo colocó el sombrero, el otro admitirá haber hecho lo mismo. Quizá ambos pertenecen a Ravenclaw o a Gryffindor y el sentimiento de hermandad será aún mayor… pero, estemos claros, asà tú seas Hufflepuff y tu acompañante un Slytherin, la alegrÃa será incontrolable (yo soy Ravenclaw, con un mejor amigo Slytherin y saliendo con un Gryffindor… y no me quejo para nada. Viva la diversidad). Ya que ambos están ubicados en sus casas, comienzan temas especÃficos sobre cada libro o, bueno, nunca falta la muerte de Dobby como tema de conversación. Tampoco falta la pregunta de si has visitado la atracción de Harry Potter en Universal Studios y cuántas horas esperaste en la lÃnea. Por supuesto, ambos comentarán sus respectivas opiniones sobre la cerveza de mantequilla… lo elemental.
La aeromoza trae la comida, te sientes más relajado ahora que estás calmando tu hambre (asumiendo aquà que la comida del avión es buena porque estás viajando en British Airways) y ahora es que comienzan las preguntas de verdad. En las siguientes lÃneas mostraré un extracto de una conversación que ocurrió en la vida real entre dos personas que, efectivamente, se estaban conociendo ese dÃa:
-Si estudiaras en Hogwarts, ¿estarÃas en el equipo de Quidditch de tu casa?
–SÃ, pero no me gustarÃa ser buscador. Demasiada responsabilidad… creo que serÃa golpeador.
–Yo serÃa guardián. Soy arquero cuando juego fútbol, entonces creo que se me darÃa bien esa posición. Golpeador no está mal tampoco, es divertida.
–¿Cuáles serÃan tus materias favoritas? Porque yo sé que serÃa malÃsimo en Pociones, si ni siquiera sé cocinar. Me gustarÃa Defensa contra las artes oscuras y me esforzarÃa mucho para convertirme en auror…
–Bueno, como te dije, siempre quise ser veterinario, entonces creo que me gustarÃa Cuidado de criaturas mágicas… y creo que HerbologÃa también. No sé.
–Encantamientos me gustarÃa. Además que es muy importante.
–Totalmente…
(A todas estas, quien sea que los vea pero que no pueda oÃr lo que están diciendo jurarÃa que están teniendo una conversación muy seria sobre el conflicto entre Israel y Palestina).
La conversación no cesa ahÃ. Por supuesto, ambos sueñan con que las capas invisibles lleguen al mercado o comentan aquel magno y terrible momento en el que leyeron «Tom Sorvolo Ryddle; Soy Lord Voldemort» (esa tarde marcó mi enfancia). Hablando del nombre de Tom Ryddle, por cierto, imagino que los traductores la tuvieron muy difÃcil a la hora de traducir este nombre, por todo el tema de que deben ser las mismas letras. Ustedes saben. Si alguno está en posesión de algún autógrafo de J. K. Rowling, tratará de mencionarlo (me pasó, qué celos). Es probable que alguno haya incluso comprado el uniforme y haya ido a todas las premieres de las pelÃculas vestido como tal, o por lo menos lo ha usado en Halloween. Sé de una muchacha que tiene dos grupos de amigos. Unos que saben que alguna vez leyó los libros de Harry Potter y otros que van con ella a las premieres con sus túnicas y sus corbatas, etc. No es mi amiga, pero se atrevió a confesarme esto, creo que me consideró lo suficientemente fan de la saga como para revelarme su secreto.
Y asà es, más o menos (porque por supuesto que no todos los casos son iguales), esa conversación que debe ocurrir todos los dÃas y continuará sucediendo a través de años.