Me enamoré de una fan de Crepúsculo -Parte II

La lluvia, inesperada y abundante, fue causante de un tráfico tal que Enzo y Aurora llevaban ya veinte minutos en la misma cuadra. No se oía nada más que el ruido de las gotas contra el vehículo.

–Eso explica el calor de hoy –dijo Aurora de repente.

–Sí, no era normal –coincidió Enzo.

–Y tú con chaqueta.

–En el salón hacía frío.

Silencio…

–¿Y si ponemos música? –Preguntó Aurora.

Antes de responder, Enzo sonrió:

–No creo que tengamos los mismos gustos, pequeña.

–Pequeña –repitió ella–. Yo tampoco creo, pero ¿sabes? Hay canciones universales que a todo el mundo le gustan.

–A ver, como qué –la retó él, verdaderamente incrédulo de que pudieran tener algo en común.

–A todo el mundo le gusta Queen –declaró Aurora.

Enzo volteó a verla y dijo:

–Es verdad. Podemos escuchar Queen… tengo que admitir que estoy sorprendido. Cuando dijiste canciones universales, pensé que te referías a esas canciones que todo el mundo se sabe, esas que están en el inconsciente colectivo, tipo esa cancioncita «Nada fue un error» de… ¿quién es que la canta?

–Coti –respondió Aurora–. Y, bueno, a mí también me gusta esa canción. Pero seguro es muy «superficial» para ti –dijo ella y, como su hermano, dibujó comillas en el aire al decir el término «superficial».

Enzo sonrió y dijo:

–Yo no soy así. Te admití que me gustaba Harry Potter… Harry Potter es muy comercial. Si fuera como te imaginas, ya hubiera dicho que es muy mainstream.

–A mí me gustaron las películas –dijo Aurora.

–A ver, cuál fue la que más te gustó.

–La cuarta –respondió Aurora sin pensar–, la del cáliz de fuego.

Con las manos en el volante y mirando al frente, pues ya los carros estaban avanzando un poco más rápido, Enzo dijo:

–A que adivino por qué. Seguro te gusta por el baile y todo eso.

Aurora asintió.

–Sí, exactamente por eso. Ahora debes estar más decepcionado de mí que cuando te dije que me gustaba Crepúsculo.

–Yo no estaba decepcionado.

–Claro que sí. Seguro pensaste «cómo osa esta mocosa comparar Harry Potter con Crepúsculo».

Enzo soltó una espontánea y sonora carcajada.

Cuando ya se encontraban en la calle donde se ubicaba la casa donde vivían Aurora y su hermano, Enzo comentó:

–Ahora me toca el resto del camino solo. Qué aburrido.

–Pero si para ti debe ser un alivio que esta fan de Edward y no de Harry se baje de tu carro. Seguro quieres bañar mi asiento en desinfectante y todo.

–Mira –dijo Enzo, ya deteniendo el vehículo y desviando su mirada de la vía hacia Aurora–, lo que importa es que leas. Y si lo que te gusta es Crepúsculo, las novelas de Nora Roberts y «The Fault in Our Stars» está bien… poco a poco te irán gustando otras cosas.

–¿Quién es Nora Roberts? –Preguntó Aurora.

Enzo sonrió.

–No importa –dijo por fin–. Solo trato de decirte que, al final, lo que importa es que leas.

Pocos minutos después, Enzo estaba en su casa. De pie, con una mano sosteniendo la chaqueta y, con la otra su celular, Enzo llamó a Andrés, el hermano de Aurora.

–Epa… mira que tu hermana dejó un cuaderno suyo en mi carro. ¿Me das su número para avisarle que ya se lo voy a llevar?

(Aurora no había dejado nada en el carro de Enzo, cabe acotar).

–No, vale –continuó Enzo–. Estás en clases, deja que yo le avise. Ajá… 04142029771. Perfecto. Gracias, bro.

Ahora solo faltaba buscar una excusa para escribirle… y que Andrés no le preguntara a Aurora si Enzo le había devuelto su cuaderno. Probablemente no lo haría, Andrés era muy despistado.

Al pasar por la sala de estar, Enzo saludó a sus dos hermanas menores, que estaban viendo la película «Brave». Y así se le ocurrió una excusa. Sacó su celular del bolsillo trasero de sus blue-jeans y escribió.

«Llegué a mi casa y mis hermanitas están viendo Crepúsculo jaja. ¿Viste? Hasta en mi casa se ve eso. -Enzo».

Dudó si enviar el mensaje pues sabía que tendría que explicar cómo había conseguido su número y que tendría que inventar otra excusa.

–Tres mentiras para poder enviar un mensaje de texto. Qué locura» pensó Enzo.

Lo envió. No tardó en recibir respuesta.

«Jajaja debes querer salir corriendo». Respondió Aurora, que no le preguntó cómo había conseguido su número.

Y así comenzó una conversación ininterrumpida, que se dejaba por la mitad en las noches y se reanudaba en las mañanas. No se deseaban las buenas noches ni los buenos días, había una simple regla tácita que dictaba que, quien hubiera dejado de responder el mensaje en la noche, debía ser el primero en escribir en la mañana y continuar con la conversación, que comenzó siendo sobre películas, música y comida, pasó a ser sobre viajes y experiencias pasadas, para, luego, pasar a convertirse en un intercambio de confesiones, anhelos y sueños imposibles. Y fue así como, un día, conversando sobre hamburguesas, Enzo le ofreció salir a buscarla para llevarla a probar unas que a él le encantaban y, nuestra joven, aceptó.

Unos veinte minutos después, Aurora se acercaba al carro de Enzo. Se saludaron con un simple y, algo efusivo, «hola», no hubo beso, no hubo abrazo, nada.

–Espero que no sea mentira que tengas hambre –dijo Enzo, ya manejando.

–Va pues… te juro que es verdad. Cuando me dijiste para ir, estaba, literalmente, abriendo la nevera porque me estaba muriendo del hambre.

–Perfecto –dijo Enzo.

Ya sentados, uno frente al otro, tras haber ordenado sus respectivas hamburguesas, las dos con tocineta, cosa que a Enzo le gustó, se miraron y, por un segundo, ninguno supo qué decir.

–Leí algo en una revista que te va a encantar –dijo Aurora por fin.

Con el vaso de Coca-Cola en la mano, Enzo levantó una ceja y, antes de darle un sorbo, dijo:

–A ver…

–La escritora de Cincuenta sombras de Grey se hizo famosa escribiendo fanfics en un blog de Crepúsculo.

Original de Flayu

Enzo tuvo que dejar el vaso rápidamente sobre la mesa y tomar una servilleta pues había escupido su Coca-Cola al escuchar el comentario.

–¡Otra razón para querer a Stephanie Meyer! Fue la semilla de la que germinó Cincuenta sombras de Grey…

–¿Viste? Sabía que te iba a encantar.

–No, sí… no voy a poder dormir esta noche –dijo Enzo sarcásticamente, pero sonriendo al fin.

Les trajeron sus respectivas hamburguesas y durante el transcurso de un par de minutos, ninguno dijo nada. Hasta que Aurora, rompiendo el silencio, dijo:

–Están divinas.

–Qué bueno que te gustaron.

–Ya sé que para ti es un insulto que la gente compare Crepúsculo con Harry Potter –dijo Aurora.

Enzo asintió.

–Pero –continuó ella– ¿por qué crees que la gente las compara? Tiene que haber alguna razón.

Enzo asintió y esperó a tragar para responder.

–Bueno –dijo juntando las yemas de sus dedos como si hablara de un asunto muy serio–, estamos hablando de dos sagas juveniles. También hay que tomar en cuenta que estamos hablando de un mago y un vampiro, que no se parecen en nada pero, ambos pertenecen a un mismo espectro de realidades ficticias y, por ende, comparten elementos en común como la presencia de los licántropos… hombres lobo –agregó Enzo pues pudo darse cuenta por un gesto de Aurora de que esta no conocía el significado de la palabra licántropo.

–¿Harry y Edward tienen cosas en común? –Preguntó Aurora.

Enzo no pensó antes de responder.

–No. Edward es mujer.

Aurora abrió la boca con sorpresa y hasta ofendida.

–¡¿Cómo que mujer?!

Enzo se encogió de hombros y dijo:

–La autora no supo meterse en la cabeza de un hombre con el personaje de Edward. Aunque fíjate que Jacob sí es hombre.

–¿Y cómo sabes si no leíste los libros? –Preguntó Aurora.

Enzo levantó una ceja y respondió:

–Pues, en vista de que, para mi sorpresa, me caes inmensamente bien, les quise dar una oportunidad y los leí todos el fin de semana.

A Aurora le brillaron los ojos.

–¿Y qué te parecieron?

–Unas novelitas agradables –respondió Enzo con despreocupación.

Aurora no fue indiferente al diminutivo, así que dijo:

–Novelita… bueno, lo acepto porque leíste los cuatro. ¿Cuál fue tu favorito? –Preguntó ella con curiosidad.

–El último.

–¡Amanecer! ¡Me encanta! –Exclamó ella.

Y así, él tan Quidditch, ella tan béisbol en día de truenos; él tan Expelliarmus, Lumos, Accio y ella tan poderes para la supervivencia. Él tan Sybill Trelawney y ella tan Alice Cullen. Él tan Lupin y ella tan Jacob… y fue entre esas diferencias donde encontraron infinitas similitudes.

 

Lee la primera parte aquí.

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María Paulina Camejo

Escritora venezolana radicada en Miami. Licenciada en Historia del Arte y Literatura por la Universidad de Miami. Ha publicado la novela Beatriz decidió no casarse, la cual también fue publicada en inglés. Puedes comprar su novela en Amazon

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