Por: Ernesto Saavedra
1
Ernie Macmillan
Desperté ese dÃa, con un sol intenso dándome en la cara. Alexa Gresham, preocupada, me dijo la hora, y tras bañarme y cambiarme salà corriendo a la sala común.
Nadie estaba allÃ; por el partido de quidditch de ese dÃa, todos se habÃan dirigido al campo a ver a Hufflepuff batiéndose contra Gryffindor. Alexa, desesperada bajó corriendo las escaleras.
– ¡Espérame! ¡Espérame! -Gritaba.
– ¿Qué pasa? -Le pregunté.
– Tengo miedo -Me dijo, tÃmidamente-… acompañame.
– ¿A dónde?
– A los baños… tan sólo cinco minutos -Dijo suplicante-, ya sabes cómo están las cosas hoy en dÃa.
– Bueno… -Dije de mal talante.
Salimos de la sala común, y nos dirijimos a los baños. Alexa ingresó al primer retrete y yo me quedé esperándola afuera, arreglándome frente al espejo.
– No me vayas a dejar… -Dijo detrás de la puerta.
Hice un ruido indefinido con la garganta, como un «Sû, y continué peinándome. De pronto, las tuberÃas sonaron extrañamente.
– ¿Que haces ahÃ? -Pregunté
– Vamos… no me preguntes -Dijo Alexa, desde el otro lado de la puerta.
– ¿No lo has oido? -Pregunté
– ¿OÃr qué? -Preguntó y luego añadió avergonzada-: ¡Déjame acabar!
No le volvà a prestar atención y continué peinandome, tras algunos segundos; las tuberÃas volvieron a sonar.
– ¡Tienes que haberlo oÃdo! -Dije.
Alexa gimió temerosa. Oà la palanca jalándose, el pestillo de la puerta corriéndose y la vi salir asustada.
– No sé lo que sea -Dijo, dirigiéndose al lavamanos-, pero no me gusta nada.
Después de que se lavó las manos, se despidió con un beso y salió a todo correr del baño. La seguÃ, y una vez en el corredor; caminé en la dirección opuesta, a hacer mi última guardia.
Caminando, cerca del despacho del profesor Flitwik encontré a dos chicos conversando, mirando a ambos lados asustados
– …Te digo que no puede ser bueno -Le decÃa él a ella.
– Aún tengo mis dudas… -DecÃa ella, dubitativa.
– Creeme, es el heredero -Instó el muchacho.
Entonces, supe quien era.
– ¡Macmillan! -Grité- ¡Te he dicho una y otra vez que no andes diciendo esas cosas por ahi!
– Pero…
– Y tú, Hannah… aún no puedo creer que le creas lo que te dice -La reproché.
Hannah bajó la cabeza, y se fue avergonzada.
– Yo sólo digo la verdad -Dijo Ernie.
– Sé de fuentes muy confiables que Potter no tiene nada que ver con esto.
– Ese Weasley, ya sé que es muy amigo tuyo… -Comenzó a decirme.
– ¡Cinco puntos menos para tu casa! -Exclamé, ruborizada.
– ¿Crees que no se han enterado? -Preguntó bruscamente.
No supe cómo responder, me sentà cohibida.
– ¿Qué pasa aquÃ? -Preguntó Percy, que llegaba con paso rápido.
2
«El gran libro sobre monstruos milenarios»
– Tal vez él te pueda decir qué es lo que sucede -Le dije con voz de triunfo.
– ¿Que sucede? -Preguntó Percy, fulminando a Ernie con la mirada.
Me acerqué a su oido y le susurré: «Está hablando de lo que ya sabes…». Percy se puso rojo y Ernie retrocedió un paso, asustado.
– Déjamelo a mà -Me dijo.
Sin darle importancia, me fui; pero al doblar la esquina, aún pude oÃr claramente que Percy le decÃa: «…Oirte decir mentiras… Como prefecto de Gryffindor…», con su tierna voz.
Caminé por el corredor, bajé algunas escaleras y fui directo a la biblioteca, para entretenerme un poco mientras esperaba el partido de quidditch.
La señora Pince estaba de muy mal humor aquel dÃa.
– Granger ha estado viniendo insistentemente a buscar muchos libros… ¡Y debiste haber estado aquà cuando le dije que se habÃa acabado La Historia de Hogwarts! -Dijo, mientras me alcanzaba un ejemplar de Prefectos que conquistaron el poder, libro que me habÃa recomendado Percy- Además, hace ya algunos meses vino con una nota de Lokchart… ¡Como si él supiera cómo vencer a los espÃritus malignos!
Me aparté con una bien fingida risa. La verdad es que no me gusta que hablen asà de Hermione.
Me senté y leà el libro, que poco a poco fue llenando mi interés, de pronto; ingresó Hermione. Me acerqué al verla tan apurada.
– Hola -Dije- ¿Qué haces aquÃ?
– ¡Ah!Hola, Penélope -Respondió distraidamente, mientras esperaba a la señora Pince.
– Aquà tienes, Granger -Dijo de mal talante la señora Pince, alcanzándole un grueso ejemplar de GuÃa sobre serpientes, que Hermione a duras penas logró alzar.
Hermione avanzó por entre las largas mesas, y se colocó en un lugar apartado.
– ¿Qué pasa? -Le pregunté.
Con gran estrépito arrojó el libro.
– Recuerdas lo de… -Dijo, mirando celosamente a ambos lados- ¿lo de Harry?
Hermione me confiaba todo, y, según ella; yo era su modelo a seguir.
– ¿Lo de la cámara?
– ¡Exactamente! -Exclamó-. Harry ha escuchado de nuevo la voz, y he razonado un poco ¡El sabe hablar pársel!
– …Una serpiente… -Dije, comprendiendo también.
– Por eso quiero saber si hay alguna de esas serpientes.
– Pero… -Dije-, ninguna es letal, no asÃ… ninguna petrifica. Lo he visto todo en Cuidado de criaturas mágicas. Además he leido ese libro de pies a cabeza.
– ¿Entonces? -Preguntó.
3
El rey de las serpientes
Traté de pensar.
– Creo que he visto una… ¿Dónde?
Poco a poco la imagen de «el rey de las serpientes» se me vino a la mente.
– ¡Eso es!… un basilisco. Está en El gran libro de monstruos milenarios.
– No he oÃdo hablar de ese…
– Está en la sección prohibida.
– ¡No tenemos suficiente tiempo! Harry la ha escuchado hace algunos minutos.
– Quebremos algunas normas… -Dije emocionada.
Fue la primera vez que me atrevà a quebrar las normas del colegio… casi diez, para ser exacta. Pero fue grato ayudar a Hermione. Llegamos en poco tiempo a la sección prohibida (esperando una distración de la señora Pince) y buscamos apuradas el El gran libro de monstruos milenarios. No fue dificil llegar a la página, pero una vez ante la teorÃa del basilisco, no supimos que más hacer.
– Perdona -Dije-, este mata con la mirada, pero no dice nada sobre petrificar.
– Es que no tiene el don de petrificar -Dijo Hermione-, porque nadie lo ha visto a los ojos.
– ¿Qué quieres decir? -Indagué.
– ¿Recuerdas la inundación de los aseos de Myrtle la llorona? -Preguntó.
Asentà con la cabeza.
– ¡Fueron la misma noche de la petrificación de la gata de Filch!
Entonces comprendÃ.
– !Finch-Fletchey lo debió haber visto a través de Nick Casi decapitado!
– Y ese chico de primero… -Dije- Creevey… lo miró a través de su cámara…
Pero a Hermione le quedaba una duda.
– Pero… ¿cómo podrÃa andar por el castillo?
OÃmos próximos los pasos de la señora Pince. Nos escondimos detrás del librero. Entonces recordé lo que habÃa oÃdo hacÃa algunos minutos, con Alexa.
– Hermione… hace algunos dÃas oigo las tuberÃas fallar…. suenan de una manera extraña -Dije.
Los pasos de la señora Pince cesaron, y la oÃmos regresar a su escritorio.
– ¡Eso es! -Exclamó Hermione- ¡Harry ha estado escuchando esa voz dentro de las paredes! ¡Eres una genio!
Se levantó y apoyó el libro a una mesa. Tomó una pluma de las que estaban sobre la mesa y la remojó en uno de los tinteros.
4
El sacrificio
– …Algo me dice que no voy a alcanzar a decirles a Harry y Ron lo que sé… -Dijo con un hilo de voz.
– ¿Por qué? -Pregunté.
– Oye…
Agucé el oÃdo y sentà las tuberÃas moviéndose. Tomé a Hermione por el hombro.
– Corre -Me dijo.
– No -RespondÃ-, estamos en esto juntas ¿verdad?
Hermione soltó la pluma y me abrazó. De pronto bajé la vista al libro, Hermione habÃa escrito una sola palabra bajo el texto: «tuberÃas».
Hermione arrancó la página del libro y la apretó nerviosamente. Salimos a hurtadillas de la biblioteca, evitando a la señora Pince que limpiaba un libro muy afanosamente.
– ¡Espera! -Dijo Hermione, en medio del pasillo-.
La miré asustada.
– ¿Tienes algo que refleje la mirada del basilisco? -Preguntó.
Hurgué entre mis bolsillos, sólo tenÃa un espejo de mano.
– Eso servirá, me dijo.
Caminamos con el espejo en la mano y veÃamos siempre por él antes de cruzar las esquinas. De pronto, vimos una verde piel deslizándose por el pasadizo a nuestra derecha. Como un rayo, nos ocultamos detrás de la pared. Esperamos a oÃr que se alejaba y doblamos por la esquina de la izquierda.
Caminamor por el largo corredor sin atrevernos a mirar atrás, ni siquiera por el espejo. SabÃamos que nos seguÃa, oÃamos su piel deslizándose por el suelo y unos pasos suaves junto a él.
Casi corrimos, y doblamos la esquina. El corazón nos dio un vuelco: la escalera estaba cerrada. ImpedÃa el paso una gran reja. Intercambiamos miradas de terror.
– ¿Qué hacemos? -Pregunté.
– Tenemos que mirarlo… -Dijo Hermione.
– ¿Estás loca? -Pregunté.
– ¡No! -Exclamó Hermione-, pero si lo esperamos nos va a atacar… en cambio, si sólo nos dejamos petrificar, no hará nada más. La señora Pomfrey dice que las mandrágoras ya casi están listas.
No sabÃa que hacer, la idea de Hermione era mucho muy razonable, asà que, con paso decido caminamos hacia el final del corredor.
– Apreta el puño… -Susurré.
Hermione comprendiendo lo que le quise decir, apretó el puño izquierdo alrededor de la página, sin presionar demasiado para que cualquier persona viera lo que guardaba.
Valientemente nos dirigimos hacia la esquina del corredor, colocamos el espejo en posición, Hermione lo estaba sujetando. Lo que vimos fue aterrador: el basilisco era una gran serpiente muy verde y terrorÃfica. Sus colmillos eran enormes y se notaba que con sus grandes fauces podrÃa haber engullido a una persona completa.
Sin embargo, mientras vimos los grandes y amarillos ojos del basilisco, vimos a una personita pelirroja, con la mirada perdida detrás de él, susurrándole cosas incomprensibles y con un cuaderno bajo el brazo.
– ¡GINNY! -Exclamamos.
Primero me sentà mareada, luego sentà que mi cuerpo se ponÃa rÃgido. Sin saber a quien acudir, volteé a ver a Hermione, que estaba rÃgida y miraba al frente con profundo terror. Todo se tornó borroso y caà en un profundo sueño.
5
Tras el largo sueño
Desperté con un horrible sabor en la boca. Lo primero que vi fue a la señora Pomfrey retorciéndose las manos nerviosamente sobre el regazo.
– Tiene que funcionar – Decia nerviosa a McGonagall, que me miraba detenidamente-…funcionó con los otros…
Repentinamente sentà como mi cuerpo perdÃa la rigidez y que mis manos (que habÃan estado levantadas, como recordaba haberlas dejado), caÃan sobre la sábana.
La señora Pomfrey respiró alivida.
Tras algunos minutos me senté y vi que Hermione estaba sentada junto a mi cama, con su atuendo escolar, pero el cabello mojado: evidentemente Hermione habÃa despertado mucho antes que yo, con tiempo suficiente para asearse y ponerse un nuevo uniforme. Estaba mirándome con satisfacción y, mirando su mano izquierda, me dijo:
– Alguien lo encontró, Penélope… ¡alguien se ha enterado!
Me levanté de golpe y corrà a bañarme y vestirme. Saliendo de la enfermerÃa, nos encontramos con McGonagall.
– ¿Por qué no están en el gran comedor? -Nos preguntó, estaba emocionada.
Nos miramos sorprendidas.
– Hay una fiesta -Dijo con una gran sonrisa.
Eso sólo significaba una cosa: HabÃan atrapado al agresor… luego recordamos, que el agresor habÃa sido Ginny… Ginevra Weasley. No cualquier chica… sino la hermana de Percy, el chico que más me importaba en el mundo; y de Ronald, el gran amigo de Hermione.
– ¿Qué le habrá pasado a Ginny? -Me preguntó hermione.
Sin una respuesta, alcé los hombros.
Caminamos hacia el gran comedor.
– Hermione…
– Dime
– ¿Qué crees que le haya pasado a Sir Nick casi Decapitado?
– También lo estuve pensando -Me dijo-, pero es que él vio directamente al basilisco a los ojos… por tanto él murió… de nuevo. Es decir… no murió; pero creo que el efecto se le pasó después de un tiempo, ya que no estaba petrificado pero tampoco muerto.
No habÃa entendido del todo lo que dijo Hermione, pero, a pesar de ello; asentà con la cabeza.
Ingresamos al gran comedor y encontramos una gran fiesta, como ninguna que habÃamos presenciado en Hogwarts.
Corri hacia la mesa de mi casa, y Hermione a la de la suya gritando a Harry y Ron: «Â¡Lo han logrado! ¡Lo han logrado!».
Evité hablar con todos sobre lo que me habÃa pasado… hasta que al final del banquete me encontré con Percy, que caminaba decidido hacia mÃ.
Antes de que pudiera decir una palabra me tomó de la mano y me llevó hacia un armario de escobas, cerró la puerta y me besó apasionadamente.
Me explicó todo lo que habÃa pasado con su hermana y cómo fue poseÃda porel mismÃsimo lord Voldemort a través de un pequeño diario, que, según le habÃa contado Ron, Lucius Malfoy habÃa dejado en su caldero cuando se lo encontraron comprando libros.
Aprovechó para besarme una vez más y rodearme la cintura con sus brazos, luego se detuvo, colocó su cabeza junto a la mÃa y respiró mi cabello por un largo tiempo.
– Temà perderte… -Me dijo muy despacio.
Le besé la oreja y le susurré:
– Nunca lo harás…
EpÃlogo
Después de varios dÃas me encontré con Hermione. Ambas descubrimos, tras conversar largo y tendido, que la otra sabÃa lo que en realidad habÃa pasado, aunque ella nunca me preguntó como lo supe.
Algunos meses después, sentà que la magia con Percy habÃa desaparecido, y no me agradaba no verlo, por lo que le envié un mensaje con mi lechuza Voulez, diciéndole que lamentaba terminar la relación. Percy nunca respondió, pero supe, varios años más tarde; que se habÃa casado, entonces recordé lo que alguna vez le habÃa dicho dentro de un armario de escobas y descubrà que el temor verdadero, hacer confundir cualquier sentimiento con el amor.