Llevaba una semana completa en que el cielo se habÃa visto poblado de espesas nubes, arrastradas por la incesante brisa otoñal que iba y venÃa, insegura e impredecible, llevándose el verano a su paso. De vez en cuando muy temprano por la mañana caÃan finas gotitas de lluvia en diagonal, dejando pequeños charcos de agua en las veredas matutinas de Londres. Sin embargo aquella mañana, un pequeño rayo de sol se asomó discretamente a través de las tinieblas y poco a poco fue adquiriendo valor hasta lograr expandirse en un cielo completamente despejado bañado en destellos dorados. Era un dÃa importantÃsimo, y se alegró mucho de ver que el cielo azul le sonriese desde las alturas, después de todo no todos los dÃas inicias el primer año en Hogwarts.
Albus, siendo miembro de una familia de magos, habÃa oÃdo acerca de Hogwarts desde muy pequeño, y con apenas cinco años de edad se manifestó su primer dote mágico en un accidente con la vieja escoba de su padre que tomó sin permiso del armario trasero de Grimmauld Place, y fue entonces, que al tiempo de encontrarse en una caÃda libre de diez metros irremediable; de pronto misteriosa y totalmente contra de las leyes de la naturaleza se detuvo bruscamente a tan solo unos centÃmetros del suelo, evitando fatal desenlace. PodÃa recordar a la perfección lo enfurecida que estaba su madre al enterarse de que sacó la antigua Saeta de Fuego sin preguntar exponiéndose al peligro, y se molestó más aún con su padre y tÃo Ron por varias semanas cuando éstos lo felicitaron por su hazaña. Albus adoraba la magia y eufórico, deseó desde entonces convertirse en el mejor mago de todos los tiempos, en cuando tuviese un poco de entrenamiento. Su impaciencia aumentó aún más cuando James, su hermano mayor, regresó a casa durante las vacaciones después de cursar su primer año, contando todas sus aventuras con lujo de detalles. Pero si antes estaba ansioso, desde por lo menos hace un mes sufrÃa de una sobredosis enfermiza, que manifestó sus primeros sÃntomas al llegar la carta de admisión en la escuela de magia, y desde entonces no hacÃa otra cosa que hablar del asunto sin parar, irritando a todos a su alrededor. James, algo molesto habÃa decidido consolarse contaminando el concepto de Albus con comentarios del tipo << Albus, toda casa está bien aparte de Gryffindor, por supuesto… al menos aceptable si se trata de Hufflepuff o Ravenclaw, pero Slytherin es diferente. Espero que no quedes en Slytherin, siempre he pensado que lo harÃas, serÃas el único en la familia >>. James no podÃa imaginar que tan profundo habÃan llegado sus palabras a su hermano Albus, que habÃa meditado durante horas enteras, afligiéndose, imaginando que delante de todos el Sombrero Seleccionador le enviaba a la casa de las serpientes. Toda su familia habÃa pertenecido a Gryffindor por generaciones completas: sus abuelos paternos, sus abuelos maternos, su padre, su madre, tÃo Ronald, tÃa Hermione, tÃo George, más los otros cuatro hermanos de su madre… Pero… ¿qué tal si no quedaba en Gryffindor? ¿Qué tal si no resultaba como todos los demás? ¿Qué tal si era…diferente?
Durante todo el trayecto hasta King’s Cross siguió preocupado, pero afortunadamente nadie, ni siquiera su madre afortunadamente pudo darse cuenta de ello; nadie excepto Rose. Su prima era una chica muy lista para sus once años, diestra para la mayorÃa de las cosas. ConocÃa ya muchos encantamientos, que se morÃa por poner en práctica en cuanto tuviese la oportunidad. También era una astuta contrincante en el ajedrez mágico y aficionada a los juegos de ingenio. Lo único en lo que podrÃa no resultar tan perfecta era en el Quidditch, por su miedo a las alturas y al manejo de la escoba. Albus sabÃa que Rose lo conocÃa demasiado para poder ocultarle nada, y bajo su perspicaz y profunda mirada se sintió examinado hasta la médula, sin poder evitar al menos sonrojarse.
-Vamos Albus, anÃmate, ¿no hemos estado esperando éste dÃa por meses enteros?
-Mm…sÃ.
-ConfÃa en ti, te aseguro que la mayorÃa de los de primer año están igual de nerviosos que tú, pero apenas suben en el tren, se olvidan completamente.
-Si…tienes razón.
-Además, yo estaré contigo, dudo que James tenga tiempo para nosotros dos, nada más mÃralo ahà jugueteando a darse empujones… Recuerda, nos apoyaremos en todo y…
-¡Está bien, Rose! Creo que estoy armando una tormenta en un vaso de agua. No me pongas más nervioso y subamos al tren, ¿quieres?- contestó Albus, algo incómodo pero definitivamente mejor.
-SÃ, tienes razón- consintió su prima sonriente, volteándose meneando su larga cabellera castaña rizada en el aire. Rose trató de levantar su pesado baúl, sin éxito.
-Déjame ayudarte- se ofreció Albus.
-Ay…gracias, espera…yo lo levanto de este lado y tú por el otro, es demasiado para ti.
-¿De qué hablas? Soy mucho más fuerte de lo que crees, en serio.
-No, no lo eres.
-Claro que sÃ, permÃteme- se aclaró Albus y con un presumido ademán se abrió paso y logró subir solo el pesado baúl, aunque tenÃa que confesarse a sà que no era tan fácil.
Al cabo de cinco minutos Rose y Albus se hallaban instalados en un compartimento del tren, en compañÃa que sus respectivas mascotas. Albus poseÃa una lechuza preciosa de blanco plumaje, que ocultaba su cabecita bajo el ala izquierda, mientras dormÃa, aunque hace unos instantes estaba bastante exaltada con todo el alboroto que daba lugar a su alrededor y Rose tenÃa una rata que habÃa recibido de parte de sus abuelos, el señor y la señora Weasley, en su pasado cumpleaños, y ahora cogÃa al pequeño roedor entre sus delgadas manos, impidiéndole escapar. De pronto un súbito movimiento hizo temblar el piso, y el Expreso de Hogwarts se dispuso a partir hacia su destino.
-¡Allà están, Albus! Hugo, mamá, papá, tÃa Ginny y tÃo Harry, digámosles adiós con una seña antes de partir, no puede ser, creo que voy a llorar, no; Rose Weasley no llora- se afirmó para sÃ.
Sacudieron sus manos en el aire hasta que los vieron desaparecer entre toda la multitud y entonces tomaron asiento. Apenas Albus se dio cuenta de que el tren habÃa partido sintió la extraña sensación de que sus temores hubiesen quedado en la estación de King’s Cross y que ya no era hora de preocuparse de ellos, sino de enfrentar lo que el destino le tendrÃa preparado, guardando el miedo y la desconfianza en sà para otra oportunidad, ojalá nunca. El cambio era necesario, en algún momento de su vida, y el cambio debÃa afrontarse con valor y fuerza de espÃritu, dejando de lado esa caprichosa debilidad que muchas veces impulsa a quedarse en el mismo lugar…
En medio del silencio ocupado tan solo por sus profundos pensamientos estaba Rose que luchaba con su ratita, que trataba por todos los medios de escabullirse por entre los dedos de la chica, mientras ésta lo trataba de aprisionar formando con sus manos un ovillo, pero el pequeño asomaba su naricita con sus patas delanteras, y cada vez que estaba a punto de huir, Rose lo capturaba nuevamente, para tratar de meterlo en su jaula nuevamente,
-Vamos Jerry, entra y tranquilÃzate, sé que tienes hambre, pero…enseguida te daré algo…Sé bueno y te daré el doble de tu ración matinal…- demasiado tarde y al parecer descontento con la oferta, la rata logró su cometido y salió corriendo al pasillo, mientras Rose se llevaba las manos a la cabeza, desesperada lanzando sus más tÃpicas imprecaciones, disgustada, y saliendo lo más rápido que sus pies se lo permitÃan, corriendo tras la pista del rebelde roedor.
Albus ayudó a Rose en la búsqueda de su mascota, por bastante rato, hasta que ambos vieron su causa perdida y regresaron al compartimento, esperando por si el animal decidÃa regresar. Su prima estaba acalorada y francamente con los nervios de punta, repitiéndose sin parar “he sido una tontaâ€.
-Lo he perdido, Albus, lo perdÃ…- se lamentaba Rose.
-Tranquila Rosie, te aseguro que tarde temprano volverá, no es capaz de vivir sin tus atenciones…
-¡Oh! Mi pobre Jerry…el pobre no sabe cuidarse solo, y es tan torpe que…- no alcanzó a terminar su lamentación cuando un chico de cabello rubio platinado y afiladas facciones penetró en el compartimento, con la cabeza mirando a sus zapatos y de vez en cuando levantaba la mirada tÃmidamente, buscando las palabras adecuadas para hablar, balbuceando tan solo incoherencias.
-Eh…yo…bueno, hola…es que…ustedes…yo vi… tal vez…puede que…- como último recurso y dándose por vencido en su intento de entablar coversación, abrió sus manos hasta entonces apretadas para dejar entrever una naricita familiar de roedor.
-¡Jerry!- exclamó Rose eufórica, arrancando su mascota de las manos del muchacho, luego, la metió en su jaula, y tras asegurarse de que no volviera a escapar, se volvió radiante al chico que la miraba expectante, articulando con palabras llenas de gratitud- ¡Gracias! En serio, no sé que habrÃa hecho, te lo agradezco mucho, me es imposible manejarlo la mayorÃa del tiempo… ¿cómo te llamas?
-Malfoy…Scorpius Malfoy- contestó azorado el muchacho, bajando el cabeza otra vez, incómodo, pero la chica le tendió la mano amablemente pasando esto por alto y se presentó:
-Rose Weasley. Él es Albus, mi primo, Albus Potter- añadió señalando a su primo, de pie a su lado.
Scorpius sonrió con la mayor naturalidad de la que fue capaz. Varias veces en casa habÃa oÃdo el apellido Potter pronunciado por su orgulloso padre, pero decidió no darle importancia al asunto, si su padre tenÃa algún problema, eso no era asunto suyo. Hubo un pequeño lapso de silencio que Rose rompió antes de que éste se hiciese demasiado tangible.
-Bueno Scor, ¿Por qué no te sientas con nosotros? O tal vez ya tengas compartimento…
-¡Oh, no! Muchas gracias, sà en verdad el tren está repleto, no hallaba donde ubicarme cuando encontré a… ¿cómo se llama tu mascota?
-Jerry, ¿tienes una?
-No yo…tengo una lechuza, más bien la tendré…cuando pueda comprarla, a mis padres no les gustan las mascotas y se han negado a comprarme una.
-Oh…cuanto lo siento.
Scorpius sonrió, Rose le agradó al instante, era muy simpática y acogedora, le gustaba el diminutivo por el que lo habÃa llamado; “Scorâ€. Mientras tanto, Albus, deseando no quedar fuera de la conversación, sacó un tema ligero a colación.
-Y… ¿En qué curso vas? ¿En segundo año? ¿Conoces a mi hermano?
-Oh, no, este es mi primer año, ¿Y ustedes?
-Primer año también- replicó alegremente Albus, sintiendo que por lo menos ya tenÃa un amigo, aparte de su prima Rose.
-¿En qué casa crees que estarás?- cuestionó Scorpius aparentemente en un tono desinteresado, pero en el fondo ése era un tema que le importaba muchÃsimo.
-Mm…nunca se puede estar cien por ciento seguro, pero…no lo sé, supongo que en Gryffindor, toda mi familia ha pertenecido allÃ, ¿Qué hay de ti?
-Mm…vaya, por más que lo pienso no logro verme en ninguna de las casas, no poseo las cualidades de ninguna a mi parecer- esto era tan solo una mentirilla blanca, para no parecer antipático ante sus nuevos compañeros, sabÃa que él pertenecÃa a Slytherin en muchos aspectos, pero Rose y Albus le comenzaban a agradar en el fondo y no querÃa arriesgarse a cambiar la situación.
Estuvieron hablando durante muchas horas de temas muy variados: del Quidditch, de las ranas de chocolate, de escobas de carrera, de los muggles, de los profesores que tendrÃan en Hogwarts, etcétera. Rose se aburrió bastante con el tema del Quidditch llevado a colación, pero sabÃa todos los magos y hechiceras de las ranas de chocolate y gracias a su abuelo, ella y Albus sabÃan muchas cosas de muggles. Albus contó a Scorpius lo aficionado que era su abuelo en los temas de muggles, que sabÃa todo acerca de la electricidad, automóviles e incluso medicina. Scorpius por su parte, contó el rechazo a las costumbres muggles por sus padres, que se escandalizaban con la simple mención de ese “grupoâ€. Rose, no tenÃa ningún inconveniente con los muggles (sus abuelos maternos eran dentistas), pero preferÃa mil veces el mundo de la magia, y esa idea se habÃa reafirmado con las visitas anuales a los padres de su madre, que siempre insistÃan en que necesitaba frenos. Después del mediodÃa, se les ocurrió la genial idea de comenzar a utilizar sus varitas hasta entonces intactas por las estrictas órdenes de sus padres.
-Yo he visto a mi madre hacer encantamientos simples para encargarse de la limpieza de la casa, no sabe muchos, pues no tiene tiempo, llega muy cansada después de los entrenamientos con las ArpÃas…- comentó Albus.
-¡Wow! ¿Te refieres a las ArpÃas de Hollyhead?- replicó sorprendido Scorpius.
-Asà es.
-¡IncreÃble!
-Mi madre sabe todo tipo de hechizos, encantamientos y todo lo que quieras- dijo orgullosa Rose- pero desde que me han comprado la varita solo practica hechizos no verbales…
-¿En serio? No me lo habÃas contado- contestó Albus- a mis padres no se les ha ocurrido afortunadamente. ¿Conoces algún hechizo, Scor?
-Mm…nunca he probado, pero conozco uno.
Scorpius sacó su varita del bolsillo y se aclaró la garganta, apuntando a un envoltorio vacÃo de grageas de chocolate.
-¡Wingardium Leviosa!
Si el hechizo hubiese resultado a la perfección, el papel se habrÃa elevado por los aires, levitando, pero solamente se movió unos centÃmetros y luego se arrugó, cayendo al suelo.
-Oh…
-Bueno, creo que no resultaré tan bueno como esperaba- confesó Scorpius de mala gana, pero sin perder su buen humor.
-Déjame intentar- se ofreció Rose- ¡Wingardium Leviosa!
Por arte de magia, el envoltorio se elevó por los aires y quedó flotando ante sus ojos, sin obedecer a la gravedad. Rose sonrió satisfecha.
-Ya sabÃa yo que lo lograrÃas al primer intento- comentó Albus, algo intimidado, pensando que s prima lo superarÃa, no habÃa pensado en ello.
-¿En serio es tu primer intento?- inquirió estupefacto Scor.
-SÃ- reconoció modestamente Rose.
-¿Conoces algún otro hechizo?- preguntó Albus.
-Mm…una vez vi a mi padre hacer aparecer un perro sabueso, so sé para qué lo utilizó, no recuerdo.
-¿Una sabueso? ¿De la nada?
-Al, es magia- contestó Rose en tono divertido.
-SÃ, pero no sabÃa que se podrÃa aparecer cosas de la nada, mucho menos animales, una vez se lo pregunté a tu madre Rose, y me dio una explicación demasiado complicada que no entendÃ…Pero tenÃa varios inconvenientes aparecer las cosas.
-La comida, el dinero y esas cosas- corrigió Scorpius.
-Vamos, ¡otro hechizo!
-¿Un hechizo dices, Albus?- cuestionó una voz detrás de la puerta de entrada al compartimento. Los tres voltearon la cabeza para encontrarse con James nuevamente.
-¿Quieres hacer magia ya Albus?- volvió a decir su hermano.
-Bueno…
-Qué irresponsabilidad- dijo James negando con la cabeza, pero sonriendo pÃcaramente- bueno, supongo que tendré que ver esto. Pero primero tengo que mostrarte algo.
-¿Qué?
-Algo asombroso. Peter McConnel trajo unas arañas africanas enormes, ¿quieres ver?
-¿Quién es McConnel?- preguntó escéptica Rose.
-Es de Gryffindor, va en tercero.
-¿Y dónde tiene las arañas?
-Precisamente están aquà en esta caja señores…y Rose. ¿Por cierto, quién eres tú?- preguntó James, percatándose por primera vez en la presencia de Scorpius dentro del compartimento.
-Scorpius Malfoy- se presentó el aludido, tendiéndole la mano.
-James Potter- le correspondió.
-¿Quieres mostrar ya a esos fenómenos?
-En un momento, Albus, ten paciencia, no puedo ser descortés con tu nuevo amigo.
James se dispuso a abrir la caja despacio, dramáticamente, para mantener la atención de su expectante público.
-Ay…odio a esos repugnantes…
-¡Sh! Rose, no arruines el suspenso- la reprendió James- estas pobres criaturas no te harán nada.
Finalmente James abrió la enorme caja de cartón que traÃa consigo, pero hasta él se sorprendió al ver su contenido. La confusión se vio reflejada en su rostro, Rose se alejó lo más que pudo de la caja asustada, mientras Scorpius y Albus miraban al animal fijamente. Es que en verdad no eran arañas africanas de gran tamaño lo que la caja contenÃa, sino una enorme serpiente venenosa que sacudÃa su lengua bÃfida produciendo un siseo susurrante.
-Pero… Creo que me equivoqué de caja, ay cómo cierro esto…- musitaba James alarmado.
Pero de pronto la atención de todos los presentes se vio desviada de la serpiente a Albus. El muchacho abrÃa los ojos y fijaba su mirada directamente en los del peligroso animal, susurrando palabras que nadie más entendÃa. La serpiente se estiró, sacando la cabeza afuera de la caja de cartón que James inseguro sostenÃa entre sus brazos, y Albus estiraba una mano y al segundo siguiente paseaba la punta de los dedos sobre la cabeza del reptil. Poco a poco, lentamente, la serpiente se fue enroscando hasta quedar en el fondo del contenedor y mansamente agachar la cabeza. Sin darle la oportunidad de tratar de salir, James cerró la caja estrepitosamente.
-¡¿Pero qué rayos…?!
-Albus, ¿qué…?
-¿Cómo…?
Todos balbuceaban palabras sin sentido a Albus, que distraÃdo trataba de entender la situación en la que se hallaba envuelto. Sus ojos volvÃan a la normalidad, desorbitados.
-Albus, ¿qué estabas haciendo?- preguntó James nervioso, dejando la caja en el suelo.
-¿A qué te refieres?
-Le hablabas a la serpiente…tú… ¿cómo…?
-¿Hablarle a la serpiente? James, no soy tan ingenuo, esta vez no me creeré tus bromas, ya tengo suficiente de ellas. Oye, dijiste que eran arañas afri…
-Al, no está bromeando- interrumpió Rose, con la tez pálida.
-Entonces, van a decirme que hablé con la serpiente, las serpientes no hablan, por favor.
-Ella no te habló Albus, tú le hablaste, en su…idioma- explicó Scorpius lo mejor que pudo.
-En serio, yo no hablo con las serpientes, no sé qué fenómeno podrÃa hacerlo, pero yo no lo hago, ¿cómo puedo hablar una enga que no conozco?
-Al, no es un don muy común, es muy extraño en serio, no tenÃa idea…nunca me lo dijiste.
-No entiendo.
-Al…hablas pársel.
[NOTA: Este fanfic fue escrito por Susana Niemeyer, quien anteriormente también escribió La ProfecÃa a sus OÃdos y El último recuerdo. El dibujo de Albus Severus pertenece a ObsessedXShipper. Si desean que alguno de sus fanfics, viñetas, humor pottérico, estanterÃas pottéricas sean publicadas en BlogHogwarts, envÃen un e-mail a contacto@bloghogwarts.com. También informamos que nuestra sección de Fanfics de Harry Potter ha sido actualizada, y pronto seguiremos subiendo nuevos fanfics.