Ensayo: «Escenas Eliminadas I»

“Nosotros no vendemos sexo como Crepúsculo”

Nunca he podido evitar cierto regusto amargo al encenderse las luces de la sala de cine justo después del estreno de alguna de las películas de nuestra saga favorita. Sólo soy capaz de enjuiciarlas con objetividad cuando pasan unas horas y se disipan las sombras de la de decepción que me provoca el no haber podido ver en la pantalla algunas de mis escenas o momentos preferidos de los libros.

No hay más remedio que aceptar que el cine es un vehículo de expresión artística limitado por el tiempo. Un libro puede tener doscientas, trescientas, cuatrocientas páginas… Pero una película no puede durar seis o siete horas (aunque a mí no me importaría ver una película de Harry Potter de ocho o nueve horas, siempre y cuando hicieran pausas para ir al lavabo y a comprar palomitas).

Me consuelo recreando en mi mente con nostalgia esas escenas que leí y que nunca vi. Habría dado cualquier cosas por ver en la pantalla grande aquella escena de La cámara secreta en la que Harry y Ron ven a hurtadillas la ceremonia de selección después de su aventura con el coche volador y se preguntan dónde estará Snape:

-Espera… –dijo Harry a Ron en voz baja-. Hay una silla vacía en la mesa de los profesores. ¿Dónde está Snape? (…)

-¡A lo mejor está enfermo! –dijo Ron, esperanzado.

-¡Quizá se haya ido –dijo Harry, porque tampoco esta vez ha conseguido el puesto de profesor de Defensa Contra las Artes Oscuras!

-O quizá lo han echado –dijo Ron con entusiasmo-. Como todo el mundo lo odia…

-O tal vez… –dijo una voz glacial detrás de ellos- quiera averiguar porque no habéis llegado vosotros dos en el tren escolar.

Harry se volvió. Allí estaba Severus Snape, con su túnica negra ondeando a la fría brisa.

Y la sala de cine habría estallado en carcajadas si se hubiera incluido en El Misterio del Príncipe el momento en el que Dumbledore anuncia que Snape será el nuevo profesor de Defensa Contra las Artes Oscuras:

-El profesor Snape, por su parte –prosiguió Dumbledore, elevando la voz para acallar los murmullos-, ocupará el cargo de maestro de Defensa Contra las Artes Oscuras.

-¡No! –exclamó Harry, haciendo que muchas cabezas se volvieran hacia él.

O la clase de Defensa Contra las Artes Oscuras en la que Harry desafía a Snape con descaro:

-¿Te suena por casualidad que os haya mandado practicar hechizos no verbales, Potter?

-Sí –contestó fríamente.

-Sí, “señor” –lo corrigió Snape.

-No hace falta que me llame “señor”, profesor –replicó Harry impulsivamente.

Varios alumnos soltaron grititos de asombro, entre ellos Hermione. Sin embargo, Ron, Dean y Seamus, que estaban detrás de Snape, sonrieron en señal de apreciación.

-Castigado. Te espero en mi despacho el sábado después de cenar –dictaminó Snape-. No acepto insolencias de nadie, Potter. No siquiera del “Elegido”.

¿Y cuando los gemelos Weasley se despiden de su madre y de su hermana en La piedra filosofal?

-No llores, Ginny, vamos a enviarte muchas lechuzas.

-Y un inodoro de Hogwarts.

-¡George!

-Era una broma, mamá.

¿Y el reencuentro de Harry con los Weasley en la tercera entrega?

Ginny, que siempre se había sentido cohibida en presencia de Harry, parecía aún más tímida de lo normal (…). Se puso colorada y murmuró “hola” sin mirarlo. Percy, sin embargo, le tendió la mano de manera solemne, como si Harry y él no se hubieran visto nunca, y le dijo:

-Es un placer verte, Harry.

-Hola, Percy –contestó Harry, tratando de contener la risa.

-Espero que estés bien –dijo Percy ceremoniosamente, estrechándole la mano. Era como ser presentado al alcalde.

-¡Harry! –dijo Fred, quitando a Percy de en medio de un codazo, y haciendo ante él una profunda reverencia-. Es estupendo verte, chico…

-Maravilloso –dijo George, haciendo un lado a Fred y cogiéndole la mano a Harry-. Sencillamente increíble.

Percy frunció el entrecejo.

-Ya vale –dijo la señora Weasley.

-¡Mamá! –dijo Fred como si acabara de verla, y también le estrechó la mano-. Es fabuloso…

-He dicho que ya vale (…).

¡Ah!, y no puedo olvidarme del momento en el que Lavender cree sorprender a Ron y Hermione saliendo solos del dormitorio de los chicos (“¿Qué hacías ahí con ésa?”), aunque los acompañaba Harry, que estaba oculto por la capa de invisibilidad. Cuando recuerdo esta y otras escenas del sexto libro y del resto de la saga, pienso que a Emma Watson no le faltaba razón cuando dijo aquello de “Nosotros no vendemos sexo como Crepúsculo”.

Es muy digna de elogio la elegancia con la que Rowling trata el asunto de del sexo. La sexualidad es una dimensión más del ser humano. Si un personaje literario carece de ella, está incompleto. Rowling se acerca a este tema con delicadeza en inteligencia, de forma que sus libros, aunque los personajes crezcan, no dejan de ser nunca para todos los públicos. Es difícil conseguir esto sin convertir la historia en una cándida cursilería a ojos de los adultos, pero Rowling lo logra. Éste, entre otros muchísimos motivos, hace que la saga de Harry Potter sea un regalo maravilloso que pueden compartir personas de diferentes edades y generaciones.

No hace mucho me dijo un amigo: “¿Cómo puede gustarle tanto Harry Potter a los jóvenes si sus personajes sólo se dan besitos?”. Yo le dije: “En primer lugar, no deberías dar por supuesto que los jóvenes están obsesionados con el sexo. En segundo lugar, creo que necesitas leer los libros con más atención”.

En El misterio del príncipe, cuando Harry estaba en la enfermería con Ron, Rowling nos dice que Harry se alegraba de que su amigo no supiera legeremancia y no pudiera ver el contenido de sus fantasías con Ginny. ¿Qué fantaseaba Harry con Ginny? No lo sabemos. Rowling también nos dice que Harry, cuando cumplía castigo con Snape o cuando estaba estudiando para los exámenes finales, recordaba “momentos felices que vivió con Ginny en los rincones oscuros de Hogwarts”. ¿Qué ocurría en esos rincones oscuros? Tampoco lo sabemos. Cuando Harry y Ginny se besan por primera vez en la sala común y la abandonan cogidos de la mano, Rowling envuelve a la pareja en una “capa de privacidad” que hace invisible a los ojos del lector la intimidad que comparten.

La película tiene dos escenas inventadas que son un acierto porque captan perfectamente el espíritu del libro. Ginny besa a Harry en la Sala de los Menesteres. “Esto también se puede quedar aquí”, le dice ella. Entonces hay un corte y pasamos a otra escena en la que Harry avanza por los pasillos de Hogwarts con cara de alelado. Ron pregunta, tan oportuno como siempre, “¿Lo habéis hecho ya Ginny y tú?”, y la sala de cine se viene abajo de la risa. ¿Qué ocurrió en la Sala de los Menesteres entre Ginny y Harry? Mi respuesta es “lo que cada uno de nosotros quiera imaginar”.

Cada persona, según su edad y su manera de pensar, rellenará estos lapsos con escenas diferentes. Esa era la intención de Rowling. En mi opinión, un acierto. Hay otros autores y autoras que carecen de este tacto e ingenio para tratar el aspecto de la sexualidad de sus personajes (y no digo nombres para que cada uno piense lo que quiera).

Yo soy propensa a echar en falta escenas divertidas o con diálogos ingenioso. Tal vez vosotros añoráis otras con acción o suspense. Espero que me comentéis vuestras escenas favoritas. El prisionero de Azcabán es una magnífica película, pero creo que Cuarón nos privó de la que podría haber sido una de las escenas más grandiosas de la historia del cien, protagonizada, como no, por Ron. Me refiero al momento en el que Ron descubre que Scabbers es Peter Pettigrew:

-No lo haréis, no seréis capaces… –dijo Pettigrew. Y se volvió hacia Ron, arrastrándose-. Ron, ¿no he sido un buen amigo?, ¿una buena mascota? No dejes que me maten, Ron. Estás de mi lado, ¿a qué sí?

Pero Ron miraba  Pettigrew con repugnancia.

-¡Te dejé dormir en mi cama! –dijo.

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Autor Lourdes Fernandez Montoya

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