Sigue dando mucho de que hablar la nueva novela de la autora JK Rowling, The Cuckoo’s Calling, publicada el pasado mes de Abril bajo el seudónimo “Robert Galbraithâ€. Ya vimos que las productoras de cine y televisión han comenzado una batalla campal para quedarse con los derechos de adaptación de la historia, y que ya varias editoriales están asegurando sus derechos de traducción a varios idiomas. Todo esto como consecuencia de haberse revelado el secreto de que Robert Galbraith es en realidad JK Rowling.
Por el momento, el website de ventas online Amazon.com ha publicado el texto del Prólogo, los 3 primeros capÃtulos completos, y unos párrafos del capÃtulo 4 de la primera parte del libro en su sección Look Inside! para quienes deseen adquirir el libro en Inglés para el dispositivo Kindle. Por tanto, varios seguidores de la autora han comenzado a realizar las ya famosas «traducciones de fanáticos» como las que vimos cuando se publicaba un libro nuevo de Harry Potter (donde a las pocas horas de publicado ya se tenÃan traducidos varios capÃtulos en una tarea titánica que involucraba a muchas personas, incluso con blogs propios como el recordado El PrÃncipe Traductor).
Hoy, gracias a Joedy Ãvala de onmyroad5, podemos leer el prólogo del libro traducido al Español:
PRÓLOGO
El zumbar en la calle fue como el zumbido de las moscas. Los fotógrafos se quedaron detrás de la masiva barrera vigiladas por la policÃa, sus cámaras de largo hocico a punto, la respiración subiendo como vapor.  La nieve caÃa constantemente a los sombreros y los hombros; los dedos enguantados borrando objetivos evidentes. De vez en cuando se oÃan los brotes de hacer clics inconexos, como los vigilantes llenaron el tiempo de espera mediante el ajuste de la tienda blanca en el medio de la carretera, la entrada de departamentos de ladrillo rojo alto detrás de él, y el balcón en la plaza superior desde donde habÃa caÃdo el cuerpo. Detrás de los paparazzi apretados se encontraban furgonetas blancas con enormes antenas parabólicas en los tejados, y los periodistas hablando, algunos en lenguas extranjeras, mientras que técnicos de sonido con auriculares rondaban. Entre las grabaciones, los periodistas patearon el suelo y se calentaban las manos con vasos de café caliente del café lleno a pocas calles de distancia. Para pasar el tiempo, los camarógrafos con sombreros lanudos filmaban las espaldas de los fotógrafos, el balcón, la tienda ocultando el cuerpo, luego reposicionándose para planos generales que abarcaban el caos que ha explotado dentro de la sosegada y nevosa calle Mayfair, con sus lÃneas de brillante puertas negras enmarcadas por pórticos de piedras blancas y flaqueados por arbustos del topiary. La entrada del número 18 estaba limitada con cinta. Los agentes policiales, algunos de ellos expertos forenses vestidos de blanco, se vislumbraban  más allá del pasillo. Las estaciones de televisión ya habÃan tenido noticias durante varias horas. Miembros del público se agolpaban a ambos lados de la carretera, mantenido a raya por los policÃas, algunos habÃan llegado, a propósito, a ver, otros se detuvieron en su camino al trabajo. Muchos sostuvieron teléfonos móviles en alto para tomar fotos antes de continuar. Un joven, sin saber cuál era el balcón crucial, fotografió cada uno de ellos a su vez, a pesar de que el del medio estaba lleno de una hilera de arbustos, tres ordenados, orbes verdes, que apenas queda espacio para un ser humano. Un grupo de señoritas habÃan traÃdo flores, y fueron filmadas entregándolas a la policÃa, quienes aún no habÃan decidido un lugar para ellas, pero las puso tÃmidamente en la parte trasera de la camioneta de la policÃa consiente de que los lentes de las cámaras seguÃan sus movimientos a cada momento.Los corresponsales enviados por los canales de noticias las veinticuatro horas mantenÃan un flujo constante de comentarios y especulaciones acerca de los pocos hechos sensacionalistas que conocÃan.
“…Desde su penthouse alrededor de las dos de la mañana. La policÃa fue alertada por el guardia de seguridad del edificio…â€
“… Aún no hay señales de que estén moviendo sus cuerpos, lo que ha llevado a algunos a especular…â€
“… No se sabe si estaba sola cuando calló…â€
“… Los equipos han entrado al edificio y llevarán a cabo una búsqueda exhaustiva…â€Â Una luz frÃa llenaba el interior de la tienda. Dos hombres estaban agachados junto al cuerpo, listos para moverlo, finalmente, en una bolsa de cadáveres. Su cabeza habÃa sangrado un poco en la nieve. Su cara fue aplastada e hinchada, un ojo reducido a una arruga, el otro muestra como una franja de blanco opaco entre los párpados.  Cuando la parte superior de lentejuelas que llevaba brillaban en ligeros cambios de luz, dio la impresión inquietante de movimientos, como si ella respirara de nuevo, o tensara los músculos, listos para subir. La nieve caÃa con suaves ruidos sordos en la punta de los dedos encima de la tela.“¿Dónde está la maldita ambulancia?â€
El temperamento del detective inspector Roy Carver iba en aumento. Un hombre barrigudo con una cara del color de la carne de la lata, cuyas camisas estaban rodeadas de sudor alrededor de las axilas, su corto suministro de paciencia se ha agotado hace horas. Él ha estado aquà casi tanto tiempo como el cadáver; sus pies estaban tan frÃos que no podÃa sentirlos, y estaba mareado por el hambre.“La ambulancia está a dos minutosâ€, dijo el Sargento Detective Eric Wardle, contestando involuntariamente la pregunta de su superior cuando entró a la tienda presionando su celular con su oreja. “Sólo ha organizado un espacio para elloâ€.
Carver gruñó. Su mal humor se agravó por la creencia de que Wardle estaba emocionado por la presencia de fotógrafos.
Juvenilmente apuesto, con el cabello grueso, ondulado y marrón, ahora helado por la nieve, Wardle habÃa,  en la opinión de Carver, perdido el tiempo en sus pocas incursiones fuera de la tienda.“Al menos, mucho va a cambiar una vez que el cuerpo se haya idoâ€, dijo Wardle, que seguÃa mirando a los fotógrafos.
“Ellos no se irán mientras nosotros sigamos tratando el lugar como una maldita escena de asesinatoâ€
Wardle no respondió al desafÃo tácito. Carver explotó de todos modos.
“La pobre vaca saltó, No habÃa nadie más allÃ. Su llamado fue su testigo coquizado–â€â€œEstá llegandoâ€, dijo Wardle, y para disgusto de Carver, se deslizó fuera de la tienda, para esperar a la ambulancia a la vista de las cámaras.La historia se ve forzada a noticias de polÃtica, guerras y desastres por un lado, y cada versión de esto brillaba con fotos del rostro perfecto de la mujer muerta, su cuerpo esbelto y esculpido. En cuestión de horas, los pocos hechos conocidos se han difundido como un virus a millones: la fila del público con el famoso novio,  el viaje a la casa solitaria, la sobrecarga gritando la final, caÃda fatal…El novio huyó a un centro de rehabilitación, pero la policÃa se mantuvo inescrutable, los que habÃan estado con ella la noche anterior a su muerte fueron acosados, miles de columnas de periódicos estaban llenos, y horas de noticias de la televisión, y la mujer que juró  tener un argumento momentos antes de que el cuerpo callera también se convirtió brevemente famosa, y fue galardonada con fotografÃas de tamaño más pequeño al lado de las imágenes de la hermosa niña muerta.Pero luego,  a un casi audible gemido de decepción, se comprobó que el testigo ha mentido, y ella se retiró a rehabilitación, y el famoso sospechoso emergió como el hombre y la mujer en una casa del tiempo quienes nunca podrán estar fuera del mismo tiempo. Asà que fue un suicidio después de todo, y después de un momento de pausa atónita, la historia ganó un débil segundo airoso. Ellos escribieron que estaba desequilibrada, inestable, inadecuada para el estrellato a su salvajismo que su belleza habÃa atrapado; que se habÃa movido entre una clase adinerada inmortal que la ha corrompido; que la decadencia de su nueva vida habÃa desquiciado una personalidad frágil. Ella se convirtió en un rÃgido cuento moral con mal ajeno, y muchos columnistas hicieron alusión a Ãcaro que Private Eye escribió una columna especial.
Y entonces, por fin, el frenesà llevaba a sà mismo en estacionamiento, e incluso los periodistas ya no tenÃan nada que decir, pero eso ya se ha estado diciendo mucho.