TenÃa salsa en el delantal, en la cara y en el pelo. Al verla, Ron le preguntó si necesitaba ayuda.
–Soy una mujer inteligente, Ron. Un pavo muerto no va a ganarme.
–Yo sé, Hermione. Solo te estoy diciendo que aquà estoy por si necesitas ayuda.
–Millones de muggles hacen esto todos los años sin necesidad de la magia. Deja de insinuar que yo no puedo.
Ron suspiró por la discusión que sabÃa que estaba a punto de comenzar, aquella discusión intermitente y, al mismo tiempo, eterna. Intentó evitarla:
–Solo te estoy ofreciendo mi ayuda… puedes decir que no la necesitas y listo. No estoy insinuando nada de que tú no puedas.
–Sé que en el fondo ni siquiera me estás diciendo que yo no puedo hacer este pavo como el resto de los muggles, sino que la magia es mejor y punto.
Ron optó por reÃr levemente, pues, en el fondo, encontraba gracioso que Hermione se inventara discusiones sola. Además, era la vÃspera de Navidad, le costaba no estar de buen humor.
–¿De qué te rÃes? –Le preguntó Hermione que, con cara de asco, extraÃa su mano del pavo, llena de sangre.
–Mañana es Navidad, estoy de buen humor y me da risa que estás arrepentida por haberte ofrecido a hacer el pavo, pero no vas a admitirlo. No. Perdón. Sabes que puedes resolverlo todo con magia, asà que el pavo en sà no es el problema, sino tú resolución de no utilizar la magia.
–No quiero perder del todo mis raÃces muggles, Ron. Tú eso no lo entiendes porque, al casarte conmigo, no abandonaste nada.
–Puedo entenderlo… pero, si ibas a cocinar sin ayuda de la magia, ¿por qué no te ofreciste para hacer el puré? HabrÃa sido más fácil.
Ya Hermione habÃa decidido mentalmente que, al momento en que Ron abandonara la cocina, resolverÃa con magia el asunto del pavo, pero no lo iba a admitir, ya la discusión estaba bastante avanzada como para retractarse.
–No sé, querÃa ahorrarles a los demás el estrés de preparar el pavo.
Ron pudo haber respondido algo como «Â¿cuál estrés? Todos se hubieran ayudado de la magia». La misma Hermione supo que Ron podrÃa responder de esa manera, ya que vio la debilidad de su argumento una vez que lo habÃa expresado en palabras. Ron se limitó a agradecerle el gesto y salió de la cocina. Hermione sonrió agradeciendo el que su esposo hubiera detenido la discusión aún teniendo el poder de ganarla. Decidió continuar intentándolo, sin embargo, unos cinco minutos después, el pavo ya estaba en el horno gracias a la ayuda de la magia.
Unas tres horas después, Hermione se encontraba en la habitación que compartÃa con Ron envolviendo los regalos de sus hijos. Ron dormÃa. Al despertar y ver a Hermione envolviendo un libro, Ron frunció el ceño y le preguntó de qué libro se trataba y para quién era.
–Es para Hugo… un ejemplar del Drácula de Bram Stoker, me parece interesante que vea lo que es la perspectiva muggle de aquellas cosas que consideran inexistentes pero literariamente interesantes.
–Pensé que les habÃas tejido un jersey a cada uno –dijo Ron–. Veo que no. Yo siempre me ponÃa los que me tejÃa mi mamá.
Hermione se limitó a ver a Ron fijamente a los ojos, sin pestañear y con una discreta sonrisa que ocultaba que estaba apretando los dientes. Ya Ron habÃa expresado esta, vamos a llamarla, inquietud, con respecto a que Hermione no les tejiera jerséis a sus hijos como lo hacÃa la señora Weasley cuando él era niño.
–Estoy segura de que tu mamá lo hará, Ron –respondió Hermione de manera cortante, sin querer sonar cortante.
–Pero ¿los niños no querrán jerséis tejidos por su mamá? Asà como mi mamá me los tejÃa a mÃ…
Hermione suspiró e, intentando adoptar el tono de voz más suave posible, dijo:
–Pero es que yo soy la mamá de mis hijos, Ron… no tu mamá. Tu mamá les obsequiaba jerséis a ustedes, a mà me gusta obsequiarles libros a mis hijos. No porque una opción sea mejor que la otra –se apresuró a agregar–, sino porque cada una tiene gustos y estilos diferentes y esa es una realidad que todos (tú) deben que aceptar.
–Tienes razón… solo lo decÃa porque tengo un bonito recuerdo de mis jerséis, pero los niños pueden crear sus propias memorias con los libros que les des.
Hermione le lanzó un beso desde el piso, donde se encontraba sentada envolviendo el libro.
…
La cena serÃa en casa de Arthur y Molly Weasley. Sin haberlo planeado, los Weasley-Granger llegaron a La Madriguera al mismo tiempo que los Potter-Weasley.
–Hermione, el pavo está increÃble –comentó Harry–. ¿Utilizaste magia?
Hermione y Ron se miraron. Ron se apresuró a responder:
–No utilizó la magia para nada.
–Yo no hubiera podido –dijo Ginny–. Si tengo la opción de la magia, creo que ni me molestarÃa en intentar no utilizarla. Felicitaciones, Hermione. Te admiro.
–Gracias –respondió Hermione y Ron le tomó la mano. Hermione lo vio nuevamente a los ojos y sonrió.
George no hizo aún ningún comentario, pero la poca atención que estaba poniendo en la conversación y las dos veces que se sirvió pavo en el plato hablaron por él.
Al momento de abrir los regalos, los jóvenes Weasley-Granger se mostraron bastante complacidos con sus libros nuevos.
–Aaaaw, les hubiera tejido un jersey –se lamentó la señora Weasley–. No lo hice porque pensé que Hermione lo harÃa.
–A Ron le encantaba recibir jerséis en Navidad –dijo Harry con ironÃa. IronÃa que solo entendieron Hermione y Ginny, que le dio un leve codazo en el estómago.
–Y yo pensé que era tradición que usted lo hiciera, señora Weasley, y que no querÃa que le arrebataran el cargo –dijo Hermione, que bien sabÃa que ese no era el caso.
–Los libros son un buen regalo también –dijo la señora Weasley con condescendencia–, pero son un regalo para cualquier ocasión; los jerséis, en cambio, gritan “Navidadâ€.
–Bueno, mis hijos se ven muy felices con sus libros –dijo Hermione, haciendo énfasis en el adjetivo posesivo. Todos voltearon a ver a Rose y a Hugo, que se habÃan ido a un sofá a leer sus nuevas adquisiciones.
–La verdad es que sÃ… –concedió la señora Weasley, abandonando la discusión. Era una mujer inteligente, no iba a permitir que se iniciara una conversación incómoda por un tema tan banal como los regalos.
El resto de la cena transcurrió en armonÃa y entre risas. Hermione bajó la mirada y pensó en sus padres, a quienes habÃa abandonado para siempre hacÃa ya dos décadas. Se preguntó qué estarÃan haciendo en ese momento, cómo estarÃan celebrando las fiestas y, por un segundo, se sintió sola, sola y con fuerzas insuficientes a la hora de mantener sus tradiciones muggles dentro de una familia completamente sangre limpia. Suspiró y levantó la mirada hacia Ron y luego hacia Harry. Recuerdos fugaces de sus años en Hogwarts atravesaron su mente. La, ahora “señora Weasley†sonrió y se recordó a sà misma que su sacrificio bien habÃa valido la pena.