Tom Ryddle cayó en el suelo con prosaica irrevocabilidad, el cuerpo flojo y encogido, las blancas manos vacÃas, la cara de serpiente inexpresiva y sin conciencia. Voldemort estaba muerto, lo habÃa matado su propia maldición al rebotar, y Harry se quedó allà inmóvil con las dos varitas en la mano, contemplando el cadáver de su enemigo.
– J.K. Rowling
Harry Potter y Las Reliquias de la Muerte
(Cap. 36, Pag. 624)