Gemma empieza este artÃculo diciendo que la pregunta que más le ha costado responder desde que empezó a traducir los libros es si le da pena que todo haya terminado y cree que todavÃa no lo ha asimilado. La traductora continúa diciendo que cada vez que acababa una traducción sentÃa un profundo alivio debido a que pasaba muchos meses aislada y concentrada en traducir los libros y que se sentÃa muy implicada en el mundo de Harry Potter (más adelante cuenta que hasta hubo un momento en que llamaba Harry a su hijo).
Cuenta Gemma que su hijo Julián leyó las dos últimas entregas de la serie a medida que ella iba traduciendo y que cada viernes ella imprimÃa cincuenta páginas para que él las leyera, de forma tal que su hijo la ayudó también a pulir algunas frases, buscar equivalentes a los juegos de palabras y a los diálogos chistosos.
Después de esa breve introducción, la señora Rovira empieza a contar cómo fue que llegó a Harry Potter. Su hijo empezó a leer la serie en el año 2000 y que en ese momento la serie todavÃa no habÃa alcanzado el éxito que actualmente tiene. Cuenta también que el libro estaba recomendado para niños mayores de nueve años (Julián tenÃa siete) pero cuando ella empezó a leerle el libro, él se lo quitó de las manos y continuó leyéndolo solo. A partir de ese momento, ambos leyeron los dos siguientes libros (La Cámara Secreta y El Prisionero de Azkaban) y comentaban las escenas que más les habÃan gustado.
Luego, cuando Harry empieza a ser un éxito de ventas, Gemma recuerda que su hijo le preguntó: «Â¿Te imaginas, mamá, que lo hubieras traducido tú?», a lo cual ella sentÃa que hubiese sido maravilloso y que fue muy feliz el dÃa en que le dijo a su hijo que iba a traducir la quinta entrega de la saga.
Luego Gemma cuenta cómo fue el proceso de traducción, que tuvo que imponerse un horario muy rÃgido y que no estaba segura de estar a la altura para traducir el libro. También cuenta que le pidió a su hijo que fuese discreto y no le contara a sus amigos.
Luego cuenta también anécdotas de charlas que dio en el colegio de su hijo y en una biblioteca del pueblo donde vive, y que hubo muchos niños que le pidieron que le firmara ejemplares a lo cual ella tuvo que recordarles que no era la autora sino la traductora e inclusive una madre de un niño le preguntó si ella era JK Rowling.
Para el último libro, la traductora Gemma Rovira cuenta que estuvo mucho más relajada, que las entrevistas ya no le causaban ansiedad, que no tenÃa que consultar los glosarios debido a que ya se los sabÃa de memoria, y que no tenÃa que castigar a su hijo sino le lanzaba un Expelliarmus para quitarle el mando del televisor.
El dÃa que entregó la traducción de Harry Potter y las Reliquias de la Muerte, sus amigos le organizaron una fiesta pottérica y que para entrar habÃa que llevar algo que estuviera relacionado con los libros y a ella le pintaron una cicatriz en la frente, y que sus lentes se parecen a los de Harry Potter y en su escritorio tiene una varita mágica.
Para terminar, Gemma Rovira finaliza con lo siguiente:
«SÃ, creo que echaré de menos a Harry. Y cada vez que note los primeros sÃntomas de un ataque de migraña (por cierto: me habrÃa encantado preguntarle a la autora si es migrañosa, como yo), me masajearé la frente y pensaré…. en la cicatriz.»
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