La escritora J. K. Rowling tiene sin lugar a dudas un gran talento para sorprender a sus lectores con hechos, personajes o datos -aparentemente intrascendentes- que a lo largo del transcurso de la trama de sus novelas adquieren una gran relevancia. Todos los lectores de la Saga Pottérica sabemos lo que significó que Harry escuchara el «gracias» de la serpiente que escapó del Zoológico, de dónde sacó Hagrid una motocicleta voladora, o porqué la rata de Ron vivió más de lo que vive una rata común. PodrÃa seguir enumerando múltiples ejemplos de estas «sorpresas» con las que nos deleitó Rowling, pero mi intención no es esa.
Deseo invitarlos a compartir entre todos nosotros aquellas sorpresas que ustedes esperaron que ocurrirÃa durante el transcurso de la saga y que, sin embargo, al terminar de leer el último libro se dieron cuenta de que nunca ocurrió.
Me consta que entre libro y libro se elaboraron miles de teorÃas, en especial con determinados elementos o datos demasiado fascinantes como para no hacerlo: la Sala Multipropósito (o Sala de los Menesteres, del Requerimiento, Que va y Viene, etc.), el Arco del Velo de la Muerte (o como se llame) y sus misteriosos susurros, la sala que guarda la puerta que Harry no pudo abrir en el Departamento de Misterios (aquella en que se estudia el Amor), esos extraños aparatos del Profesor Dumbledore que echaban humo y que éste consultó cierta noche de pesadilla. Muchos de estos elementos quedaron con nada o poca respuesta, otras fueron aclaradas aunque antes de ello motivaron muchas fantasÃas: quién era el desconocido ladrón del Horcrux de la cueva, quién era el PrÃncipe Mestizo, y después de ser mencionado una y otra vez… quién diablos era Mundungus Fletcher.
Un favor voy a pedir…  y es que no se pongan a comentar sobre los temas amorosos. Se que muchos tienen variadas opiniones sobre qué personaje hace o hacÃa mejor pareja con otro, pero eso es decisión de la autora y serÃa inútil seguir discutiendo sobre aquello, porque sabemos que eso es cuestión de preferencias de cada uno y ellas no van a cambiar al someterlas a debate.
Ahora bien, para aclararles mi idea, les dejo «mi confesión».
No sé ni en qué libro ni en qué momento me ilusioné con «mi teorÃa». Sólo sé que se enraizó firmemente al conocer el lema de Hogwarts:
Draco Dormiens Nunquam Titillandus [Nunca hagas cosquillas a un dragón dormido.]
PodÃa tener sólo un sentido metafórico o ser algo «más literal». Por el sexto libro ya estaba convencida que al final, cuando las fuerzas del Señor Tenebroso atacaran Hogwarts, un antiquÃsimo dragón emergerÃa para oponerse a sus enemigos. SerÃa un milenario guardián sumido en un sueño mágico conjurado por los fundadores del colegio para que constituyera no sólo la defensa del castillo sino que incrementara su poder mágico.  [En mi ilusión serÃa incluso la base del poder mágico de la Sala Multipropósito.] Mi idea no sólo eran simples elucubraciones sin respaldo. Me basaba en una larga tradición de novelas de dragones. Muchas historias hablan de los dragones sumidos en sueños (el dragón blanco y el dragón rojo de la historia del Rey Arturo, por ejemplo) y otras tantas nos describen una de las capacidades mágicas que tendrÃan los dragones: su capacidad de transmutación.  O como la llama el dragón Pyrite en Las Crónicas de la Dragonlance: el «polimórfico». En el volumen III («La Reina de la Oscuridad») de esta saga escrita por Margaret Weis y Tracy Hickman, el mago Fizban insta a Pyrite a transformarse en presencia de uno de los personajes llamado Tas, el kender.
Mientras Tas lo contemplaba fascinado […], el animal pronunció unas palabras en el extraño lenguaje de la magia. Se produjo un deslumbrante resplandor y el dorado reptil se desvaneció ante sus ojos.
[…] Fizban se inclinó hacia adelante para recoger algo del suelo y alzarlo en su palma abierta.
[…] —Toma —susurró Fizban al kender en plena carrera—. Vamos, extiende la mano.
Tas obedeció, y quedó sin resuello al ver lo que el mago habÃa depositado entre sus dedos. […]
En la palma del sobrecogido kender refulgÃa la diminuta figura de un dragón dorado, tallada con exquisito detalle. Incluso creyó ver las cicatrices de sus alas, aunque no con tanta claridad como los pequeños rubÃes que centelleaban en sus cuencas oculares. De pronto, bajo la atenta mirada de Tas, las gemas desaparecieron bajo los dorados párpados que la estatuilla acababa de entornar.
Pero de ninguna manera tenÃa en mi mente que mi supuesto «dragón de Hogwarts» estuviera transformado en un pequeño pisapapeles… Más bien pensaba en la pelÃcula Corazón de Dragón (Dragonheart) de 1996, que me permito recomendar a quienes no la hayan visto ya que no sólo tiene una entretenida historia de aventuras, acompañada de la excelente música de Randy Edelman, sino que además cuenta con la participación de los actores David Thewlis y Jason Isaacs, conocidos de nosotros por interpretar respectivamente a Remus Lupin y Lucius Malfoy en la saga de Harry Potter.
En dicha pelÃcula, el dragón Draco se tiende a descansar a la orilla de un rÃo junto a grandes rocas y mimetiza su cuerpo de tal manera que se confunde con una gran mole de piedra. Ni siquiera un monje que se sienta sobre la roca a escribir se da cuenta de que en realidad está encima de la cabeza de un dragón.
Esta escena me hizo pensar que no quedarÃa nada mal si un dragón, sumido en sueño mágico, despertara y emergiera desde las profundidades del lago de Hogwarts, de algún roquerÃo en los terrenos o bajo el mismo suelo del castillo.
Pero mi teorÃa fue una simple pompa de jabón. J. K. Rowling quiso que el lema de Hogwarts fuera simplemente metafórico. El dragón al que no se debÃa molestar era a las personas que constituÃan el Colegio Hogwarts, no su infraestructura. La fuerza y el poder de la unión de sus profesores, alumnos, fantasmas y diversas criaturas y entes que habitan el castillo y sus terrenos. Ese era el dragón al que habÃa que temer.
Lo acepto. Y también lo entiendo, ya que después de haber utilizado un dragón en el escape de Gringotts, utilizar otro en Hogwarts hubiera sido demasiado. Aún si la idea hubiera tentado a Rowling, de seguro la hubiera desechado por repetitiva. Asà que tampoco quedé con rabieta por equivocarme, más aún… una escena en que un animal o criatura mágica maltratada y esclavizada es liberada de sus cadenas es invaluable y quedé satisfecha con ella.
Bueno…, esta fue mi draconiana gran sorpresa esperada durante la saga y que nunca ocurrió. Ahora compartan, junto a mà y a todos los lectores de  BlogHogwarts, cuál fue la suya…
O si no tenÃan alguna, pueden responderme: ¿No hubiera estado genial lo del dragón en Hogwarts?