El muchacho que encontró una gragea con sabor a vómitos
Antes de Harry Potter, el prototipo de mago de nuestra cultura era un anciano de barbas y melenas plateadas. Si le pedÃas a cualquier niño que dibujara un mago, el resultado era una figura bastante parecida a Gandalf o a MerlÃn. A principios de los noventa, nada hacÃa presagiar que unos adolescentes con varitas sustituirÃan a los abueletes melenudos en el imaginario popular.
Por eso, lo primero que Rowling nos muestra de su mundo mágico (aparte del gato atigrado lector) es un anciano barbudo apareciéndose en Privet Drive con un movimiento de capa. El personaje nos evoca la imagen del mago del cuento tradicional y del cine, aunque más atrevido con la vestimenta (botas de tacón alto con hebillas).
De entrada, Dumbledore puede recordarnos a Gandalf por su papel de personaje benevolente y protector que ayuda al protagonista a afrontar con éxito una peligrosa misión. Lo que ocurre es que el Gandalf de El Señor de los Anillos no tiene sentido del humor (como el resto de los personajes). En ese aspecto, Dumbledore se asemeja más al Gandalf de El Hobbit.
La imagen del anciano director de Hogwarts que tiene Harry (y que tenemos los lectores) hasta el sexto libro está muy influida por el MerlÃn de La espada en la piedra (T. H. White). Este libro fue adaptado al cine por la factorÃa Disney. Este MerlÃn anciano (Aura Zephyr ya analizó de manera muy brillante las similitudes entre el joven MerlÃn y Harry) vive hacia atrás y va descumpliendo años en lugar de cumplirlos. Su pasatiempo favorito es hacer calceta (¿de ahà la afición de Dumbledore a los patrones de punto?). Tiene un búho parlante, y, en su cabaña, encontramos toda clase de animales fantásticos (entre ellos un ave fénix y un basilisco). Se encarga de la educación del pequeño Arturo hasta que está preparado para convertirse en rey.
Dumbledore, en sus momentos más hilarantes, puede recordarnos a Samuel Pickwick, el protagonista de Los papeles póstumos del Club Pickwick, la primera novela de Dickens. Aunque Pickwick, el filántropo de caballerosos modales, considerado el Quijote británico, es extremadamente inocente si lo comparamos con nuestro inteligente y calculador mago.
Dumbledore, con sus elegantes modales, su extrema caballerosidad, su ingenio dialéctico y su ironÃa, siempre me recordó a la figura del dandi decimonónico. Prototipos del dandismo son varios personajes de Retrato de Dorian Gray, la novela de Oscar Wilde. Por cierto, en esta novela aparece un cuadro que funciona de forma parecida a un horrocrux (alberga el alma del protagonista y, al ser destrozado con un cuchillo, muere la persona que habÃa sido retratada). Más tarde, mientras avanzaba ansiosamente en la lectura de mi edición británica de Harry Potter and the Deathly Hallows (confieso que leà primero el epÃlogo en la misma librerÃa), me di cuenta de que Dumbledore y Dorian Gray tenÃan más en común de lo que yo habÃa imaginado.
Por supuesto, hay diferencias abismales entre ambos personajes. Dorian Gray es malvado y corrupto hasta el último momento de su vida. Dumbledore se deja llevar por el mal camino cegado por una pasión amorosa, pero rectifica e intenta enmendar sus errores. Ambos comparten la obsesión por la inmortalidad, que en Dumbledore se manifiesta en sus investigaciones alquÃmicas y en su búsqueda de las Reliquias de la Muerte. Dorian Gray es narcisista y vanidoso, y quiere conservarse eternamente joven y bello. No tenemos datos que nos indiquen que a Dumbledore le preocupara mucho su aspecto fÃsico, pero, en algunos pasajes, deja traslucir cierta vanidad en cuanto a su inteligencia superior.
Si hay algún momento de Las Reliquias de la Muerte que me recuerda a Retrato de Dorian Gray, ése es el relato de la relación entre Dumbledore y Grindelwald. Mientras lo leÃa, pensaba “bueno, esto no parece una relación de amistad entre dos hombres, parece una relación de parejaâ€. Y esa es la impresión que da la relación entre Dorian Gray y su retratista. De hecho, estos pasajes fueron leÃdos en el juicio en el que se condenó a Oscar Wilde por homosexualidad. CreÃa que Rowling iba a dejarlo asÃ, y que cada uno lo interpretara como quisiera. Pero nuestra autora favorita, finalmente, arrojó a Dumbledore del armario en un evento público.
Hubo algo que no me cogió por sorpresa en absoluto. Desde que Dumbledore, en La piedra filosofal, le confiesa a Harry que aborreció las grageas de todos los sabores de Bertie Bott porque en su juventud encontró una con sabor a vómitos, sabÃa que la juventud del anciano profesor no habÃa sido feliz en absoluto. En la última entrega de la saga sabemos del desengaño amoroso que sufrió y de la tragedia familiar que lo marcó para siempre.
En la literatura, sobre todo en la infantil y juvenil, se utilizan con frecuencia los alimentos y las golosinas como sÃmbolos del mundo afectivo. Rowling nos da una pista del pasado de Dumbledore a través de esta gragea de sabor repulsivo. Pensad que Harry está mal y escasamente alimentado en casa de sus tÃos, donde está privado de afecto. Mientras que, en Hogwarts o en la Madriguera, puede comer cosas deliciosas y en la cantidad que guste. Rowling confiesa en J. K. Rowling vista por J. K. Rowling que una de las razones por las que le gusta tanto su lectura favorita de la infancia (El pequeño caballo blanco) es por la detallada descripción de las comidas. Esta caracterÃstica también la tienen otros libros de los que Rowling disfrutaba cuando era niña, como Los Cinco o Mujercitas. Por cierto, según vuestros comentarios, éste último tiene muchos seguidores entre los lectores de BlogHogwarts.
No es una casualidad que Mujercitas le guste a los lectores de Harry Potter. Es que las dos series de libros pertenecen al mismo tipo de literatura, a la buena literatura juvenil, o crossover (para todos los públicos), como está ahora de moda llamarla. La buena literatura juvenil y los mejores cuentos tradicionales siempre se han puesto de parte de los más débiles y de los desfavorecidos. Nos enseñan que el tamaño no importa (El Señor de los Anillos), ni el origen social (Cenicienta), ni el aspecto fÃsico (La bella y la bestia).
El padre de Louisa May Alcott, la autora de Mujercitas, era un afamado pedagogo cuyas teorÃas son modernas incluso en nuestro tiempo. El señor Alcott era partidario de la enseñanza mixta, de la erradicación del castigo fÃsico en la escuela y en la familia y de que el deporte formara parte del currÃculum escolar como una asignatura más. Además, el señor Alcott tuvo que cerrar el internado que dirigÃa por admitir a un alumno negro. Louisa May Alcott disfrazó las teorÃas de su padre de valores tradicionales para despistar a la censura. Recordad que una de las hermanas March es sacada del colegio porque sufre castigo fÃsico y que Jo se empeña en destacar en una profesión considerada como masculina en su tiempo.
Rowling nos regala enseñanzas maravillosas a lo largo de sus siete libros, y una de las más importantes nos la muestra a través del personaje de Dumbledore. Finalmente, en King Cross, el viejo profesor confiesa que Harry es mejor persona que él. Rowling nos muestra que la valÃa de las personas no tiene que ver con la edad o la experiencia. Ella se pone de parte de los niños, que con frecuencia tienen que soportar normas injustas impuestas por los adultos, y de los jóvenes, que en muchas ocasiones tienen dificultades a la hora de abrirse camino en una sociedad con unas reglas hechas por y a medida de otros adultos que quieren cerrarles el paso.
Cuando Dumbledore admite la superioridad de Harry, muestra toda su grandeza. Por eso, siempre me acuerdo de él cuando veo la pelÃcula In and Out y llega la escena en la que el profesor le pregunta a sus alumnos por qué piensan ellos que él puede ser gay. Entonces, un alumno responde:
Bueno… usted es elegante, educado, culto, le gusta la poesÃa… En resumen, es usted una persona decente… Por lo tanto, tiene que ser gay.